castguer
Madmaxista
No rechazáis la caridad como una falsificación hipócrita de la justicia, como una ironía sangrienta, como el don ínfimo y vejatorio del usurpador al usurpado. No negáis leyes, religiones y nacionalidades, para no reconocer una sola potestad: la del individuo. Esclavos sometidos a la voluntad de un rey o de un pontífice. Enfeudados a la turbamulta de los plebiscitos o a la mayoría de los parlamentos. Acaso no os dais cuenta que autoridad implica abuso, que el hombre verdaderamente emancipado no ambiciona el dominio sobre sus iguales ni acepta más autoridad que la de uno mismo sobre uno mismo. Vivís inmersos en un darwinismo mal interpretado que justifica la dominación de los fuertes y el imperialismo despótico. Pero no reconocéis el poderoso influjo del auxilio mutuo, el derecho de los débiles a la existencia y la realidad del individuo.
Debéis ser participes de una sociedad nueva de la cual han de rechazarse tanto la noción de un derecho perteneciente a la colectividad para mandar en el individuo como la noción de un derecho del individuo para imponer su personalidad a la colectividad y a los demás individuos. Hay que sanearse y educarse a sí mismo, para quedar libre de dos plagas igualmente abominables: la costumbre de obedecer y el deseo de mandar. Con almas de esclavos o de mandones, no se va sino a la esclavitud o a la tiranía.
Hay dos revoluciones: una en el terreno de las ideas, otra en el campo de los hechos. Ninguna prima sobre la otra, que la palabra suele llegar donde no alcanza el rifle, y un libro consigue arrasar fortalezas no derrumbadas por el cañón. Tan revolucionarios resultan, pues, Voltaire, Diderot y Rousseau, como Mirabeau, Dantón y Robespierre. Lutero no cede a Garibaldi, Comte a Bolívar, ni Darwin a Cromwell.
Ya va siendo hora de no mearse más en los pantalones o en las ropa interior, puñeteros vivientes siententes quejicas participativos. Incapaces de superar las horas de la mañana, os arrugáis con el medio día y no matáis a quien os mira con temor sabiéndose culpable de vuestra desdicha. Cobardes. Os merecéis vuestro destino de almas condenadas al deseo, no de Dios, sino de los hombres que os subyugan y por eso, en el fondo, admirais (parece ser).
Unos opinan que la corrupción es parte de quien os explota. Otros que la corrupción es posible porque sois corruptos. Vosotros, y nadie más, debéis aclarar al mundo la verdad. El tiempo del lamento debe dejar paso al posicionamiento verídico de vuestra realidad. Si queréis que unos pocos ladrones os sigan robando entonces lo deseáis. Si no así, deberéis revolucionaros y acabar con el motivo de vuestra queja. Pero no podréis seguir lamiéndoos las supuestas heridas que en el fondo no tenéis, si es que no las tenéis.
Demos
Debéis ser participes de una sociedad nueva de la cual han de rechazarse tanto la noción de un derecho perteneciente a la colectividad para mandar en el individuo como la noción de un derecho del individuo para imponer su personalidad a la colectividad y a los demás individuos. Hay que sanearse y educarse a sí mismo, para quedar libre de dos plagas igualmente abominables: la costumbre de obedecer y el deseo de mandar. Con almas de esclavos o de mandones, no se va sino a la esclavitud o a la tiranía.
Hay dos revoluciones: una en el terreno de las ideas, otra en el campo de los hechos. Ninguna prima sobre la otra, que la palabra suele llegar donde no alcanza el rifle, y un libro consigue arrasar fortalezas no derrumbadas por el cañón. Tan revolucionarios resultan, pues, Voltaire, Diderot y Rousseau, como Mirabeau, Dantón y Robespierre. Lutero no cede a Garibaldi, Comte a Bolívar, ni Darwin a Cromwell.
Ya va siendo hora de no mearse más en los pantalones o en las ropa interior, puñeteros vivientes siententes quejicas participativos. Incapaces de superar las horas de la mañana, os arrugáis con el medio día y no matáis a quien os mira con temor sabiéndose culpable de vuestra desdicha. Cobardes. Os merecéis vuestro destino de almas condenadas al deseo, no de Dios, sino de los hombres que os subyugan y por eso, en el fondo, admirais (parece ser).
Unos opinan que la corrupción es parte de quien os explota. Otros que la corrupción es posible porque sois corruptos. Vosotros, y nadie más, debéis aclarar al mundo la verdad. El tiempo del lamento debe dejar paso al posicionamiento verídico de vuestra realidad. Si queréis que unos pocos ladrones os sigan robando entonces lo deseáis. Si no así, deberéis revolucionaros y acabar con el motivo de vuestra queja. Pero no podréis seguir lamiéndoos las supuestas heridas que en el fondo no tenéis, si es que no las tenéis.
Demos
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