Os cuento un poco el caso, que podéis seguir en las redes sociales de los protas:
-Soto Ivars hace su típica regañina a los progres más tontiprogres, rematando con algo así como que en los 90 no había tanto racismo en España, porque la gente imitada a Urkel y al Príncipe de Bel Air. Es un argumento un tanto pueril, pero bueno, tampoco va del todo desencaminado, y nadie en su sano juicio lo consideraría algo grave.
Twitter
-Llega Servando Rocha y desde la cuenta de su editorial (La Felguera) contesta lo siguiente:
Bueno, por si alguien no conoce esta editorial, comentar que es conocidilla en el mundo izquierdista tirando a hipster, se dedican básicamente a hacer reediciones o traducciones de textos izquierdistas, anarquistas, feministas, punkies, panteras negras y demás jaranas, aunque también sacan autores españoles que hablan de frikadas que le interesan a cuatro gatos. Servando Rocha es el jefe del chiringuito, y un conocido militante antifascista, digamos que no siempre conocido para bien en ese mundillo. El tipo es un petulante pegado de sí mismo (lo he conocido y tenemos varios conocidos en común), el clásico incoherente que le busca excusas hasta a los asesinatos de ETA pero luego se ofende porque un chiste sobre jovenlandeses es una violencia intolerable. Tiene un séquito de bebecharcos que van de "alternativos", la mayoría de ellos chavales en edad universitaria o culturetillas calvos barbudos que viven en Malasaña o sueñan con hacerlo.
-A partir de ese primer choque, ambos gorilas de espalda plateada de la izquierda (de diversas tendencias pero al final la misma cosa) se enzarzan en un cruce de acusaciones. Soto Ivars digiere mal el insulto, cayendo en la susceptibilidad que siempre critica en otros, y llega un punto en el que acusa al otro de "envidioso" (algo hay, pero normalmente quien utiliza esa palabra es un engreído) y de que su editorial tiene problemas financieros. Esto último tiene su parte de verdad (hablo por referencias), pero tampoco debe ser una editorial absolutamente quebrada. Decir que una editorial pequeña/mediana en España tiene ese tipo de problemas es acertar en un 90% de los casos.
El editorial es un sector muy estropeado y con más trampas que una peli de chinos, quitando los peces rellenitos y los distribuidores nadie gana demasiado dinero. Incluso hay muchos que directamente sobreviven vía subvenciones, precariedad laboral, toreo de proveedores y autores infrarremunerados, o que directamente son cadáveres financieros que se mantienen vivos a base de absorber ahorros o herencias.
Mi conclusión:
No hay nada más explosivo en el mundo que juntar a dos izquierdistas que no se soportan. La guerra de reproches puede ser infinita, llena de repruebo africano y narcisismo a partes iguales. Mientras ambos identifican al otro como el verdadero problema de la izquierda, esfrascándose en retorcidos debates parnasianos y batallitas de ego, la derecha conquista a las masas de las que ellos dicen ser los únicos representantes genuinos. Y luego le echan la culpa de todo a los mass media, porque claro, gente tan leída y tan comprometida como ellos no puede ser que se haya equivocado en absolutamente nada.
La visión de Ernesto Castro, que es un fulastre ideológico pero como sofista no tiene precio:
-Soto Ivars hace su típica regañina a los progres más tontiprogres, rematando con algo así como que en los 90 no había tanto racismo en España, porque la gente imitada a Urkel y al Príncipe de Bel Air. Es un argumento un tanto pueril, pero bueno, tampoco va del todo desencaminado, y nadie en su sano juicio lo consideraría algo grave.
-Llega Servando Rocha y desde la cuenta de su editorial (La Felguera) contesta lo siguiente:
Bueno, por si alguien no conoce esta editorial, comentar que es conocidilla en el mundo izquierdista tirando a hipster, se dedican básicamente a hacer reediciones o traducciones de textos izquierdistas, anarquistas, feministas, punkies, panteras negras y demás jaranas, aunque también sacan autores españoles que hablan de frikadas que le interesan a cuatro gatos. Servando Rocha es el jefe del chiringuito, y un conocido militante antifascista, digamos que no siempre conocido para bien en ese mundillo. El tipo es un petulante pegado de sí mismo (lo he conocido y tenemos varios conocidos en común), el clásico incoherente que le busca excusas hasta a los asesinatos de ETA pero luego se ofende porque un chiste sobre jovenlandeses es una violencia intolerable. Tiene un séquito de bebecharcos que van de "alternativos", la mayoría de ellos chavales en edad universitaria o culturetillas calvos barbudos que viven en Malasaña o sueñan con hacerlo.
-A partir de ese primer choque, ambos gorilas de espalda plateada de la izquierda (de diversas tendencias pero al final la misma cosa) se enzarzan en un cruce de acusaciones. Soto Ivars digiere mal el insulto, cayendo en la susceptibilidad que siempre critica en otros, y llega un punto en el que acusa al otro de "envidioso" (algo hay, pero normalmente quien utiliza esa palabra es un engreído) y de que su editorial tiene problemas financieros. Esto último tiene su parte de verdad (hablo por referencias), pero tampoco debe ser una editorial absolutamente quebrada. Decir que una editorial pequeña/mediana en España tiene ese tipo de problemas es acertar en un 90% de los casos.
El editorial es un sector muy estropeado y con más trampas que una peli de chinos, quitando los peces rellenitos y los distribuidores nadie gana demasiado dinero. Incluso hay muchos que directamente sobreviven vía subvenciones, precariedad laboral, toreo de proveedores y autores infrarremunerados, o que directamente son cadáveres financieros que se mantienen vivos a base de absorber ahorros o herencias.
Mi conclusión:
No hay nada más explosivo en el mundo que juntar a dos izquierdistas que no se soportan. La guerra de reproches puede ser infinita, llena de repruebo africano y narcisismo a partes iguales. Mientras ambos identifican al otro como el verdadero problema de la izquierda, esfrascándose en retorcidos debates parnasianos y batallitas de ego, la derecha conquista a las masas de las que ellos dicen ser los únicos representantes genuinos. Y luego le echan la culpa de todo a los mass media, porque claro, gente tan leída y tan comprometida como ellos no puede ser que se haya equivocado en absolutamente nada.
La visión de Ernesto Castro, que es un fulastre ideológico pero como sofista no tiene precio:
