España no contribuye a la mejora del índice de natalidad

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España no contribuye a la mejora del índice de natalidad

Artículo: Natalidad en caída libre


España ha pasado de los 19 nacimientos por cada 1.000 personas en 1976, a los 9 de 2014.

Desde hace décadas, En España, no se cumple con la tasa de reemplazo, 2,1 hijos por mujer, el índice de fecundación mínima necesaria para que una población se mantenga en el tiempo sin disminuir su volumen.

Una adecuada tasa de fertilidad permite a las sociedades mantener su nivel de bienestar y crecimiento económico. Y es que si los índices de fecundidad caen de una forma constante, el envejecimiento de la población puede tener un efecto negativo en el crecimiento del PIB. España es un caso extremo, puesto que las tasas de natalidad no cesan de bajar y se calcula que la ratio de dependencia de la población mayor se incrementará aproximadamente en un 140% en 2050.

Ante esta situación, EROSKI CONSUMER ha querido conocer cuáles son los datos estadísticos que dibujan el panorama de la fertilidad en el mundo y, más concretamente, en territorio español. Datos que permiten realizar una retrospectiva del problema de la natalidad. Para ello, se han revisado varios estudios publicados en fechas recientes por diversas entidades internacionales (Naciones Unidas y el Banco Mundial de datos) y también nacionales (el Instituto Nacional de Estadística, INE).


En el mundo

La fertilidad en el mundo ha disminuido significativamente desde la década de los 60; concretamente, a partir del año 1964, cuando cada mujer tenía una media de 5 hijos. Esta cifra no se ha vuelto a recuperar y, en la actualidad, el índice medio de fertilidad se sitúa en 2,5 hijos por mujer.

A pesar de estos datos, según un informe elaborado en 2014 por Naciones Unidas, en Europa, los niveles de fertilidad aumentaron ligeramente en algunos países en los últimos cinco a diez años, si bien no ha bastado para alcanzar el nivel de reemplazo de 2,1 hijos por mujer. Así, países de Europa occidental (como Austria y Alemania) y la práctica totalidad de los países de Europa oriental y meridional seguían teniendo niveles de fertilidad inferiores a 1,5 hijos por mujer en 2014.

En España
La natalidad en España no es ajena a las tendencias de sus vecinos. Según el INE, durante 2014, nacieron en nuestro país un total de 426.303 niños (son datos provisionales). Por primera vez desde hace 6 años, ha aumentado el número de nacimientos, pero apenas lo ha hecho en un 0,1% con respecto a 2013 (apenas 588 niños más). Y es que desde 2008, cuando se alcanzó la cifra máxima de nacimientos (519.779 niños), la natalidad ha ido decreciendo y no se ha vuelto a recuperar.

A pesar de este pequeño repunte, los expertos explican que simplemente se han recuperado los niveles de 2012, tras el pánico generado con la llegada de la crisis en 2008, que conllevó importantes descensos en 2009 y 2013.
Por tanto, los datos no son alentadores. Cada mujer en España tiene ahora una media de 1,3 hijos, una cifra muy alejada de los 2,8 hijos que se alumbraban en 1976. De hecho, 1980 fue el último año en que se cumplió con la tasa de reemplazo (entonces, cada mujer tenía una media de 2,2 hijos).

Y es que, si se echa la vista atrás, las tasas de natalidad en España se han precipitado a un ritmo vertiginoso y han pasado de 18,7 nacimientos por cada 1.000 personas en 1976 a solo 9, en la actualidad.

Caso singular

Según los expertos, nuestro país vive una situación singular en materia de natalidad. Una investigación supervisada por el sociólogo danés Gøsta Esping-Andersen (“El déficit de natalidad en Europa. La singularidad del caso español”) pone el foco de atención en dos aspectos: las condiciones de empleo y la igualdad de sexos.

Hoy en día, en España, las elevadas tasas de paro generan inseguridad laboral (especialmente entre los trabajadores jóvenes). La consecuencia es que se retrasa el paso a un empleo estable y a conseguir una independencia económica. Por consiguiente, también se atrasa el formar una familia, ya que la decisión de tener un hijo está directamente relacionada con la seguridad económica.

Además, las mujeres españolas se enfrentan a la dificultad de alcanzar la posibilidad de tener más de un hijo. Aquí entra en juego la flexibilidad laboral, especialmente importante cuando se pretende conciliar la vida laboral con la maternidad.

En cuanto a la igualdad de sexos, la investigación insiste en que se debe alcanzar una igualdad en todos los ámbitos de la sociedad (tanto en las relaciones con la familia, como con las instituciones) para poder alcanzar la tasa de fecundidad deseada.

En nuestro país, esa paridad no es una realidad. Según el Ministerio de Igualdad, hay 1.997.800 mujeres que no tienen empleo ni lo buscan por razones familiares frente a tan solo 130.800 hombres. Ellas dedican 2 horas y 22 minutos al cuidado de los hijos, y 4 horas y 29 minutos al trabajo doméstico (actividades de mantenimiento del hogar). Ellos, sin embargo, destinan solo 1 hora y 46 minutos a cuidar de sus hijos y 2 horas y 32 minutos al trabajo doméstico.

Es una realidad que en España la natalidad desciende cada vez más. Respecto a otros países el nuestro se encuentra por debajo de la media de hijos por mujer, pero lo peor de todo es que no se disponen medios para tratar que dicho descenso frene, y se produzca una recuperación de ese índice que es vital para el mantenimiento y sustento de cualquier país.

Por contra las políticas animan cada vez más a que las mujeres y hombres españoles tengan cada vez menos hijos. Los varones en este caso están relegados a un segundo plano, pues si la familia se está rompiendo, y ese sí que es un objetivo de las políticas desarrolladas a través de la igualdad de género, a nivel individual todavía es más complicado para un hombre la decisión de tener descendencia, pues entra también en juego el nivel económico y una serie de medidas que impiden también al hombre adoptar tal decisión (la regulación española respecto al vientre de alquiler).

Por un lado el hombre poca capacidad, o mejor dicho nula, tiene frente a los hijos por nacer, pues primero debe ser consciente de que el hijo es suyo, ya que muchas mujeres juegan a ver a quien les interesa más "endosar" la paternidad de la criatura, y cuando llegan a la conclusión que no es para su interés tener un hijo en ese momento tienen las puertas abiertas para deshacerse de él, ella es la única que decide, el padre en el proceso es un "pintamonas", y la criatura ya ni hablar.

Pero luego tenemos las políticas enfocadas a la familia que llevan al ánimo de los varones a mantener una prevención especial a la hora de tener hijos, pues ello después puede suponer no ya su ruina, sino se aniquilación personal. pues tras la separación las prácticas judiciales apartan al padre automáticamente del lado de sus hijos y le atribuyen únicamente las obligaciones que relacionadas con el pago. Lo que lleva a muchos hombres a mantener una cierta distancia frente a su descendencia, ya que no es el miedo a que su persona termine siendo un con poca gracia, sino el miedo a tener unos hijos los cuales tengan muchas posibilidades de terminar como adultos desgraciados por un sistema judicial que permite que se utilice a los menores para desfogar el repruebo de la progenitora hacía el padre, pues en la mayoría de los casos quien pretende impedir la relación de los hijos con el otro progenitor es la progenitora.
 
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