Victor Chanov
Madmaxista
España, líder en el uso de antidepresivos y somníferos | Hoy
España es líder en el uso de antidepresivos y somníferos. Son necesarios para combatir trastornos graves, pero no siempre curan, crean adicción y tienen efectos secundarios. «No son perfectos, pero sí la mejor alternativa disponible»
Martes, 10 abril 2018, 08:38
"Los psicofármacos no funcionan y, además, dan el pasaporte. Así podría resumirse el alarmante mensaje que el biólogo y médico danés Peter Goetzsche divulga por el mundo a través de libros y charlas y que trajo a España hace unas semanas en una conferencia en el Instituto de Ciencias de la Nutrición y la Salud de Madrid. La idea de que los ansiolíticos, los antidepresivos o los somníferos se recetan con demasiada alegría sin reparar en sus efectos secundarios ni en su limitada acción curativa no es nueva, pero quizá en los últimos tiempos tenga más difusión por dos motivos: uno, su imparable expansión -España es uno de los mayores consumidores de Europa- y dos, el creciente predicamento de la quimiofobia (aversión irracional a los productos químicos), las medicinas 'alternativas' y la teoría de la conspiración según la cual la industria farmacéutica, en realidad, no quiere curar al mundo de sus males, sino mantenerlo enfermo para ganar más.
En un artículo para promocionar uno de sus libros, Goetzsche aseguraba que el consumo de psicofármacos es la tercera causa de fin en Gran Bretaña, solo por detrás de las enfermedades cardiacas y el cáncer. ¿Cómo? Según él, por sus efectos secundarios: pacientes con demencia tratados con antipsicóticos que aumentan el riesgo de infartos, ictus y diabetes, caídas propiciadas por los somníferos, o suicidios provocados por los antidepresivos.
Pero el médico danés va más allá y asegura que estos fármacos son inútiles. «La industria inventa trastornos mentales para tener gente adicta a sus productos», afirmaba poco después. En su opinión, solo algunos casos extremos deberían ser tratados con medicamentos (...) El experto pone los ejemplos del 'mindfulness', «una industria que mueve millones» a pesar de que su eficacia no ha sido suficientemente probada, y la controvertida terapia de recuperación de recuerdos, que inducía a través de hipnosis la creación de episodios falsos en la memoria y acabó con familias destrozadas y padres y cuidadores juzgados por abusos sensuales o malos tratos que no cometieron.
(...) Un metaanálisis sobre los 21 antidepresivos más comunes, publicado en febrero en 'The Lancet', concluyó que todos son más eficaces contra la depresión grave que un placebo, el falso fármaco que se administra a un grupo de control para comprobar cómo se comporta la enfermedad en las personas por el simple hecho de creer que están siendo tratadas. El trabajo, que revisó 522 ensayos en los que habían participado más de 100.000 adultos, constata el increíble poder de la sugestión, ya que un 30% de los pacientes mejora al cabo de dos meses tomando solo pastillas de azúcar (...)
De hecho, casi cualquier 'tratamiento' es eficaz contra la depresión: ir al gimnasio, salir a pasear, estar con amigos, leer un libro o adoptar un perro. Habría que preguntarse qué es la depresión para que casi cualquier cosa que se haga con sentido funcione». El problema, resalta, es que en nuestra sociedad tenemos prisa por desembarazarnos de las dificultades. «La sociedad está psicologizada y psiquiatrizada. Problemas que antes se llamaban estar triste o atravesar una mala racha se han medicalizado. La vida tiene circunstancias duras, y uno tiene que estar preocupado, ansioso, triste, ajustado al momento vital. Lo malo es que insistimos en la necesidad de ser felices y pensar en positivo», reflexiona.
(...) Lo que sí es un hecho objetivo es que el uso de psicofármacos crece. El consumo de antidepresivos se triplicó en nuestro país entre los años 2000 y 2013, al pasar de 26,5 a 79,5 dosis por mil habitantes, según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Con ello, pasó de un consumo inferior a la media a uno de los más altos: el sexto entre los 21 países europeos de la OCDE. Lo paradójico es que, mientras en el caso de los antidepresivos el incremento es generalizado, España, frente a la tendencia general del resto de Europa, también ha aumentado el gasto en otros psicofármacos como los ansiolíticos, de 38,1 dosis por mil habitantes en 2000 a 56,3 en 2015, según los datos de la Oficina Estadística de la OCDE -duplicamos la media y somos el segundo mayor consumidor, solo por detrás de Portugal- o los hipnóticos y sedantes, de 17,9 a 30,9, quintos por detrás de los países nórdicos (...)"
España es líder en el uso de antidepresivos y somníferos. Son necesarios para combatir trastornos graves, pero no siempre curan, crean adicción y tienen efectos secundarios. «No son perfectos, pero sí la mejor alternativa disponible»
Martes, 10 abril 2018, 08:38
"Los psicofármacos no funcionan y, además, dan el pasaporte. Así podría resumirse el alarmante mensaje que el biólogo y médico danés Peter Goetzsche divulga por el mundo a través de libros y charlas y que trajo a España hace unas semanas en una conferencia en el Instituto de Ciencias de la Nutrición y la Salud de Madrid. La idea de que los ansiolíticos, los antidepresivos o los somníferos se recetan con demasiada alegría sin reparar en sus efectos secundarios ni en su limitada acción curativa no es nueva, pero quizá en los últimos tiempos tenga más difusión por dos motivos: uno, su imparable expansión -España es uno de los mayores consumidores de Europa- y dos, el creciente predicamento de la quimiofobia (aversión irracional a los productos químicos), las medicinas 'alternativas' y la teoría de la conspiración según la cual la industria farmacéutica, en realidad, no quiere curar al mundo de sus males, sino mantenerlo enfermo para ganar más.
En un artículo para promocionar uno de sus libros, Goetzsche aseguraba que el consumo de psicofármacos es la tercera causa de fin en Gran Bretaña, solo por detrás de las enfermedades cardiacas y el cáncer. ¿Cómo? Según él, por sus efectos secundarios: pacientes con demencia tratados con antipsicóticos que aumentan el riesgo de infartos, ictus y diabetes, caídas propiciadas por los somníferos, o suicidios provocados por los antidepresivos.
Pero el médico danés va más allá y asegura que estos fármacos son inútiles. «La industria inventa trastornos mentales para tener gente adicta a sus productos», afirmaba poco después. En su opinión, solo algunos casos extremos deberían ser tratados con medicamentos (...) El experto pone los ejemplos del 'mindfulness', «una industria que mueve millones» a pesar de que su eficacia no ha sido suficientemente probada, y la controvertida terapia de recuperación de recuerdos, que inducía a través de hipnosis la creación de episodios falsos en la memoria y acabó con familias destrozadas y padres y cuidadores juzgados por abusos sensuales o malos tratos que no cometieron.
(...) Un metaanálisis sobre los 21 antidepresivos más comunes, publicado en febrero en 'The Lancet', concluyó que todos son más eficaces contra la depresión grave que un placebo, el falso fármaco que se administra a un grupo de control para comprobar cómo se comporta la enfermedad en las personas por el simple hecho de creer que están siendo tratadas. El trabajo, que revisó 522 ensayos en los que habían participado más de 100.000 adultos, constata el increíble poder de la sugestión, ya que un 30% de los pacientes mejora al cabo de dos meses tomando solo pastillas de azúcar (...)
De hecho, casi cualquier 'tratamiento' es eficaz contra la depresión: ir al gimnasio, salir a pasear, estar con amigos, leer un libro o adoptar un perro. Habría que preguntarse qué es la depresión para que casi cualquier cosa que se haga con sentido funcione». El problema, resalta, es que en nuestra sociedad tenemos prisa por desembarazarnos de las dificultades. «La sociedad está psicologizada y psiquiatrizada. Problemas que antes se llamaban estar triste o atravesar una mala racha se han medicalizado. La vida tiene circunstancias duras, y uno tiene que estar preocupado, ansioso, triste, ajustado al momento vital. Lo malo es que insistimos en la necesidad de ser felices y pensar en positivo», reflexiona.
(...) Lo que sí es un hecho objetivo es que el uso de psicofármacos crece. El consumo de antidepresivos se triplicó en nuestro país entre los años 2000 y 2013, al pasar de 26,5 a 79,5 dosis por mil habitantes, según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Con ello, pasó de un consumo inferior a la media a uno de los más altos: el sexto entre los 21 países europeos de la OCDE. Lo paradójico es que, mientras en el caso de los antidepresivos el incremento es generalizado, España, frente a la tendencia general del resto de Europa, también ha aumentado el gasto en otros psicofármacos como los ansiolíticos, de 38,1 dosis por mil habitantes en 2000 a 56,3 en 2015, según los datos de la Oficina Estadística de la OCDE -duplicamos la media y somos el segundo mayor consumidor, solo por detrás de Portugal- o los hipnóticos y sedantes, de 17,9 a 30,9, quintos por detrás de los países nórdicos (...)"