elchicho47
Madmaxista
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España, una vez más el Congreso Internacional de Psicoanálisis tocó hacerlo en España, más precisamente en la ciudad de Barcelona.
¿Me entusiasma ir? Um, tengo un profundo sentimiento de ambivalencia. Por un lado, el país me parece hermoso, por el otro no puedo abstraerlo de su historia, sí, de su historia canalla y antisemita. Cómo olvidar la Inquisición de 1492 promulgada con total desparpajo por la “piadosa” Reina Isabel la católica. Sí, “la piadosa” que gozaba con fruición de las torturas que se impartía a los supuestos herejes por mano de su cura confesor, el judío converso Torquemada.
Ella, la beata, bajaba a los sótanos para presenciar las torturas con un placer orgásmico, pero eso sí, la condición era: Castigo, tortura, dolor, sufrimientos, pero sin sangre, ¡cortesana!
Cómo olvidar la expulsión de los jovenlandeses luego de ocho siglos de habitar en ese país y que le aportaron su acerbo cultural, el álgebra, el avance de la astronomía, la ciencia, la economía, pero la condición de esta maléfica reina era: Si te quedas en mi reinado debes convertirte al catolicismo, tanto los jovenlandeses como los judíos, pero si te vas, je chorra, debes dejar en mi poder todo tu patrimonio. Y esa fue la verdadera intención de Isabel la Católica, apoderarse del patrimonio de los “herejes” dado que su reinado estaba en quiebra.
En fin, con todo esto a cuestas, viajamos al Congreso mi marido y yo dado que decidió acompañarme para mitigar un poco mi estado de ánimo.
Lo que compensó mi desgano y mi tristeza es que comenzamos el viaje por Bilbao, el país vasco dado que allí, a la vera de la Ría gallega se acababa de inaugurar no hacía mucho ese museo monumental amén de maravilloso, el Gugenheim, todo hecho de titanio semejando ser un gran barco, todo con curvas sin ningún ángulo. Majestuoso cuál si flotara en el río, tan imponente que nadie prestó atención a la muestra artística expuesta en él. Lo edilicio superó a la exposición, y haber sido testigo de tal obra única del hombre justificó mi viaje e hizo olvidar en parte mi encono.
Hoy en día los españoles se quejan de que en cada Iglesia los fiel a la religión del amores palestinos están erigiendo mezquitas. ¡jorobar! Se lo ganaron, así como otrora con la expulsión de “sus judíos” en cada sinagoga construyeron Iglesias,
La deuda ha sido saldada y que a cada cual le retorne su discurso en forma invertida, o sea, ahora comete tus actos y tus palabras dado que sos responsable de ellos.
Hubo que esperar 500 años, pero finalmente se hizo justicia y ¡Ole!
“Que doctos somos y, sin embargo, qué estúpidos”.
¿Me entusiasma ir? Um, tengo un profundo sentimiento de ambivalencia. Por un lado, el país me parece hermoso, por el otro no puedo abstraerlo de su historia, sí, de su historia canalla y antisemita. Cómo olvidar la Inquisición de 1492 promulgada con total desparpajo por la “piadosa” Reina Isabel la católica. Sí, “la piadosa” que gozaba con fruición de las torturas que se impartía a los supuestos herejes por mano de su cura confesor, el judío converso Torquemada.
Ella, la beata, bajaba a los sótanos para presenciar las torturas con un placer orgásmico, pero eso sí, la condición era: Castigo, tortura, dolor, sufrimientos, pero sin sangre, ¡cortesana!
Cómo olvidar la expulsión de los jovenlandeses luego de ocho siglos de habitar en ese país y que le aportaron su acerbo cultural, el álgebra, el avance de la astronomía, la ciencia, la economía, pero la condición de esta maléfica reina era: Si te quedas en mi reinado debes convertirte al catolicismo, tanto los jovenlandeses como los judíos, pero si te vas, je chorra, debes dejar en mi poder todo tu patrimonio. Y esa fue la verdadera intención de Isabel la Católica, apoderarse del patrimonio de los “herejes” dado que su reinado estaba en quiebra.
En fin, con todo esto a cuestas, viajamos al Congreso mi marido y yo dado que decidió acompañarme para mitigar un poco mi estado de ánimo.
Lo que compensó mi desgano y mi tristeza es que comenzamos el viaje por Bilbao, el país vasco dado que allí, a la vera de la Ría gallega se acababa de inaugurar no hacía mucho ese museo monumental amén de maravilloso, el Gugenheim, todo hecho de titanio semejando ser un gran barco, todo con curvas sin ningún ángulo. Majestuoso cuál si flotara en el río, tan imponente que nadie prestó atención a la muestra artística expuesta en él. Lo edilicio superó a la exposición, y haber sido testigo de tal obra única del hombre justificó mi viaje e hizo olvidar en parte mi encono.
Hoy en día los españoles se quejan de que en cada Iglesia los fiel a la religión del amores palestinos están erigiendo mezquitas. ¡jorobar! Se lo ganaron, así como otrora con la expulsión de “sus judíos” en cada sinagoga construyeron Iglesias,
La deuda ha sido saldada y que a cada cual le retorne su discurso en forma invertida, o sea, ahora comete tus actos y tus palabras dado que sos responsable de ellos.
Hubo que esperar 500 años, pero finalmente se hizo justicia y ¡Ole!
“Que doctos somos y, sin embargo, qué estúpidos”.