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España decidió ser europea expulsando al islam. Entrevista a Santiago Abascal
Bastien Lejeune 27 de enero de 2020
Desde la creación de Vox en 2014, Santiago Abascal lo ha convertido en la tercera fuerza política del país. El jefe de Vox ha tomado el relevo de la derecha gracias a un discurso sin concesiones sobre la identidad, el islam y la mundialización. A continuación, la entrevista realizada a quien ha resucitado a la derecha española, por la prestigiosa revista francesa Valeurs Actuelles.
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Emmanuel Macron defiende, especialmente sobre la cuestión migratoria, la necesidad de la Unión Europea. Usted reivindica, por el contrario, la soberanía nacional y el control de las fronteras, especialmente en Gibraltar y en los enclaves españoles en jovenlandia. El nivel nacional ¿es el óptimo para gestionar el problema de la inmi gración?
El primer paso para resolver la cuestión migratoria es respetar la soberanía nacional y, por consiguiente, las fronteras. La Unión Europea impone, desde hace décadas, políticas migratorias desconectadas de la realidad y de las necesidades de los países miembros. Toda nación tiene la autoridad para decidir quién entra en su territorio.
Las corrientes mundialistas han promovido una sociedad multicultural que ha fracasado y ha empobrecido la vida de los ciudadanos en todos los campos: social, cultural y económico. Hoy, las mujeres europeas no pueden pasear libremente por los barrios periféricos de capitales como París, Londres, Bruselas, etc. En España, todavía no hemos llegado a una situación tan dramática, pero es solo una cuestión de tiempo si no adoptamos las medidas adecuadas.
Por tanto, en Vox defendemos una inmi gración legal, ordenada y asimilable. Exactamente lo contrario de lo que hacen, desde hace décadas, las élites mundialistas.
Usted critica a Macron, “presidente mundialista” y defiende la identidad española. ¿Por qué esta elección en la hora de la mundialización?
El mundialista persigue la disolución de los Estados-nación a fin de reforzar las bases de un nuevo orden mundial, en el que las decisiones son tomadas en detrimento de los intereses nacionales, es decir, de una forma antidemocrática que ignora la soberanía nacional. Corresponde a los españoles elegir el futuro de España, como a los franceses decidir el futuro de Francia. Siempre nos opondremos a los proyectos totalitarios que obliguen a los ciudadanos a pensar de una cierta manera, que los obliguen a destruir sus raíces y sus culturas. Los españoles no nos han elegido para que nos ocupemos de los intereses de los países vecinos, sino para que aportemos soluciones a nuestros propios problemas. A algunos dirigentes les iría mucho mejor si defendieran a sus ciudadanos en lugar de los intereses de los oligarcas.
Se han registrado en Francia más de mil actos anticristianos durante el año 2018, entre ellas, muchas profanaciones de iglesias. La defensa de la civilización cristiana ¿es una prioridad para Europa occidental?
Sin ninguna duda, así debería ser. Europa no puede ser comprendida sin sus raíces cristianas. El inicio del declive de la Unión Europea, en 2002, coincide con la exclusión y la marginación del cristianismo en la Constitución europea. Como dijo Juan Pablo II, “el cristianismo ha contribuido a la formación de una conciencia común de los pueblos europeos y ha ofrecido una importante aportación a la construcción de su civilización”. Hoy, la religión cristiana es la más perseguida del mundo, ante el silencio cómplice de las oligarquías.
“España se construye contra el islam”, repite usted frecuentemente. ¿En qué medida es pertinente esta afirmación en el actual contexto de España y de Europa en general?
No se trata de una cuestión de pertinencia o de contexto, sino de una realidad histórica. Es incluso más cierto para España que, como señaló el filósofo Julián Marías, todavía es más europea que el resto de las naciones. En efecto, las otras naciones son europeas porque ellas no lo han elegido, mientras que España decidió ser europea expulsando al islam.
Por otra parte, sobre el tema del contexto del que usted habla, evocar la Reconquista es más que oportuno. Es suficiente mirar en qué situación se encuentran los barrios periféricos franceses en los que la comunidad islámica ha proliferado: discriminación de la mujer, persecución de los gayses y aumento de los crímenes sensuales.
Vox ha progresado con fuerza en los sondeos y en las urnas en el momento de la exhumación de Franco por el gobierno. ¿Por qué se opone a esta exhumación?
Frente a una izquierda social-comunista que quiere enfrentar a los españoles, nosotros defendemos la reconciliación nacional de las generaciones anteriores. No podemos exhumar un fallecido sin el consentimiento de su familia. Esto ha establecido un terrible precedente: cualquier gobierno podrá exhumar a los muertos en función de sus fobias ideológicas. Quieren que, habiendo firmado la paz los abuelos, los nietos hagan la guerra. Se trata de una irresponsabilidad absoluta, además de una tentativa para ocultar el pasado totalitario de los partidos más antiguos de España: el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Partido Nacionalista Vasco.
Su partido obtiene buenos resultados en la España rural. ¿Cómo analiza este éxito?
En España, la Unión Europea ha generado el desmantelamiento de su tejido industrial, favoreciendo la deslocalización y el empobrecimiento de las regiones periféricas, así como una bajada de los salarios bajo el efecto de las sucesivas oleadas migratorias, todo ello también con la firma de los grandes tratados comerciales que todavía destruyen más nuestra industria y el mundo rural. La izquierda no defiende a los trabajadores, porque se centra en la aplicación del programa de las élites mundialistas y progresistas que están al mando de la Unión Europea. Por ejemplo, en España, el Partido Socialista ha lanzado una cruzada contra la industria automovilística, de la que depende el 15% de nuestra economía.
Vox se presenta como un defensor de la España católica, pero la aplicación de la mayoría de sus propuestas sería fuertemente criticada por el papa Francisco, quien ha tenido palabras muy duras contra Matteo Salvini en Italia. ¿Cómo explica usted todo esto?
El papa Francisco es una referencia espiritual para los católicos cuando actúa como cabeza visible de la Iglesia católica, y Jorge Bergoglio es un ciudadano argentino con opiniones respetables cuando entra de lleno, como hace con frecuencia, en asuntos políticos discutibles que no pertenecen a la fe católica y que afectan de una forma clara a la convivencia y la soberanía de las naciones, como el el derecho que la Iglesia debe reconocer a las naciones para decidir cuántos pagapensiones y cómo deben ser acogidos.
En cualquier caso, Vox no defiende una religión. Nosotros defendemos las raíces cristianas en tanto que columna vertebral de España y de Europa. España no es una nación laica, nuestra Constitución nos define como un Estado aconfesional. Vox no se identifica con una religión específica y no cuestionamos a nuestros simpatizantes y responsables públicos en este tema. Vox es, ante todo, un proyecto político.
Usted aboga por la prohibición de los partidos separatistas. ¿Qué diferencia hace usted entre vuestra voluntad de defender la identidad española en la mundialización y la de los independentistas de emanciparse reivindicando su identidad regional?
La existencia de partidos separatistas es una anomalía democrática que no se produce en los países vecinos. Los españoles no pueden financiar a todos aquellos que buscan dinamitar su integridad territorial, hacer saltar en pedazos su soberanía y mofarse de sus derechos y libertades. Cataluña sin España no es Cataluña, y el problema existente ha sido creado por los partidos separatistas y la inacción de los sucesivos gobiernos.
El mundialismo quiere liquidar el Estado-nación y para ello lamina las soberanías nacionales y apoya a los movimientos separatistas que persiguen el mismo objetivo que en Cataluña, donde los políticos separatistas promueven la religión islámica a la vez que expulsan a los pagapensiones hispanos.
En su programa encontramos una medida consistente en hacer prevalecer la primacía de la Constitución española sobre el derecho comunitario de la Unión Europea. ¿Esto es importante?
En Vox no retrocedemos en la defensa de nuestra soberanía y de nuestro sistema jurídico. España es una nación soberana que debe ser respetada por la Unión Europea y por los socios europeos. Sentencias como la del Tribunal de Justicia de la UE relativa al golpista Oriol Junqueras (que le reconocía la inmunidad por haber sido elegido diputado europeo), condenado por sedición a trece años de prisión, son una razón más que suficiente para hacer prevalecer nuestra Constitución y nuestro Código Penal sobre el derecho comunitario de la UE.
Los tribunales supranacionales obligan a España a excarcelar a terroristas y criminales sensuales que, una vez en la calle, vuelven a atacar a las mujeres. Nosotros consideramos que los políticos españoles que obedecen a los tribunales supranacionales son corresponsables de estos crímenes. Por otra parte, hay naciones, teóricamente aliadas de España, que cuestionan nuestra justicia y rechazar entregar a los golpistas y los terroristas. Es el caso de Bélgica, por ejemplo, que no solo protege a los golpistas, sino que rechaza la entrega de un terrorista, por lo que ha sido condenada por Estrasburgo. Y soy demasiado generoso hablando de Bélgica como un país.
Si usted llega al poder, ¿conduciría su política en el marco de la pertenencia a la Unión Europea, respecto a los tratados que obligan a sus miembros (particularmente, la Convención europea de derechos humanos)?
Nuestro principal compromiso es la defensa de los intereses de España en Europa. Todas las decisiones de Vox están basadas en el sistema jurídico español en cuanto Estado de pleno derecho. Siempre respetaremos los procedimientos establecidos en la Unión Europea para ejercer nuestro legítimo derecho a estar en desacuerdo con la doctrina oficial. El problema es la deriva totalitaria de la UE. Trabajamos para liberarla y para que sea fiel al espíritu de los “padres fundadores”. Es decir, una unión de naciones soberanas que cooperan libremente y en condiciones de igualdad. Existen barrios en Bruselas donde reina la ley islámica, así que no pueden darnos lecciones sobre derechos humanos.
Vox critica el “feminismo supremacista”, reclama la supresión del derecho al aborto y la eliminación de las cuotas en las listas electorales. ¿Cuál es la razón de este “antifeminismo”?
No voy a pronunciarme sobre estas etiquetas. En Vox defendemos la igualdad frente a un feminismo radical que promueve la guerra civil entre los sexos. De hecho, todas las mujeres que osan oponerse al discurso establecido son denunciadas y perseguidas.
El aborto es un drama y un fracaso de nuestra sociedad. Defender el derecho a la vida es una obligación. Nosotros reclamamos, para las mujeres, la información, la asistencia y varias alternativas.
Usted defiende también la supresión de la ley contra la “violencia de género”, frecuentemente presentada en Francia como un ejemplo a seguir, puesto que parece lograr resultados en la protección de las mujeres españolas. ¿Qué les molesta concretamente de este texto legal?
Se trata de una ley anticonstitucional que viola el principio de igualdad de todos los españoles ante la ley y los criminaliza por su sesso. Los depositarios de los derechos son las personas, sin distinción de raza, sesso y orientación sensual. La ley ha sido aprobada gracias a las presiones sociales ejercidas por el gobierno socialista sobre el Tribunal Constitucional, como ha reconocido Alfonso Guerra, histórico socialista y antiguo vicepresidente del gobierno socialista de Felipe González.
La ley contra la violencia de género es un fracaso y no protege a las mujeres; en 2019 se produjeron más muertes de mujeres que en 2018. En Vox defendemos una ley para luchar contra las violencias domésticas que proteja de forma igualitaria a todos los miembros de la familia: hombres, mujeres, niños, ancianos.
Además, somos la única formación política en defender la prisión permanente para los criminales sensuales y los asesinos. Si hay forzadores reincidentes en las calles es por los defectos de la legislación izquierdista y las imposiciones de Estrasburgo.
Usted decidió separarse del partido de la derecha tradicional, el Partido Popular, al que pertenecía desde sus inicios en la política, para crear Vox y liberarse de lo políticamente correcto y de la tiranía mediática. En Francia, la derecha tradicional rechaza categóricamente cualquier alianza con la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen, a la que usted está bastante próximo. Vox o RN, ¿pueden ganar sin alianzas?
No sé lo que nos reserva el futuro. Pero les puedo decir que Vox no firmará nunca acuerdos contrarios a sus convicciones. No hay cargo ni sillón que nos lleve a traicionar nuestra ideología política y a los casi cuatro millones de españoles que nos apoyaron. Contrariamente a otros partidos, que cambian sus discursos en función de los sondeos, nosotros aspiramos a estar a la cabeza de la sociedad española.
Usted no reniega de su inspiración en el itinerario y el discurso de Donald Trump, Jair Bolsonaro o Matteo Salvini. ¿Se considera un “populista”?
Mi mayor fuente de inspiración es mi padre. Nosotros observamos con interés y simpatía a todos los movimientos que defienden la soberanía de su país y se rebelan contra las élites progresistas. Esto no implica que estemos de acuerdo en todo. Me considero un español que ama a su patria. Si esto es ser populista, entonces trátenme de populista.
¿Qué análisis hace usted de la victoria de Boris Johnson, cuyo partido agonizaba y, en algunos meses, logró una sorprendente victoria en Gran Bretaña defendiendo la línea Get Brexit done?
Respetamos la decisión soberana del pueblo británico. Sin embargo, no hay que olvidar que los dirigentes británicos han sido defensores entusiastas de las sucesivas oleadas migratorias llevadas a cabo por la Unión Europea. Una prueba del desarraigo generado por la UE es la victoria de los conservadores bajo el eslogan Get Brexit done en los feudos tradicionales del laborismo.
Trabajamos por una Unión Europea a la que todas las naciones quieran pertenecer. Un club, como repito en todo momento, de naciones soberanas que cooperan libremente en condiciones de igualdad, contrariamente a lo que promueven con obstinación los oligarcas de Bruselas: una especie de pacto de Varsovia donde los disidentes son perseguidos.
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