España contra los solteros: nuestra sociedad sigue estando pensada para la vida en pareja

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Cada vez hay más solteros (y solteras) y más personas que viven solas, pero todo (desde la economía hasta las relaciones familiares) nos empuja a compartir nuestra vida
Foto: Una pareja se besa en la playa de La Barceloneta, en Barcelona, en mayo de 2020. (Getty/David Ramos)

Una pareja se besa en la playa de La Barceloneta, en Barcelona, en mayo de 2020. (Getty/David Ramos)
Por
Héctor G. Barnés
17/12/2021 - 05:00
La dieta de los solteros (y solteras) es mucho menos variada que la de los casados, o al menos eso se concluye tras escuchar sus procesos de elaboración del menú semanal. Cuando se les pide ejemplos que refrenden la tesis de que la sociedad no está pensada para solteros, hay uno que aparece una y otra vez: las raciones de alimentos y otros productos de los supermercados, que están pensadas para parejas. Generalmente con hijos.

“Si te compras un kilo de contramuslos o lo tiras o te tiras toda la semana comiendo pollo”. “Te administras repitiendo lo mismo: salmorejo tres o cuatro veces por semana”. “Pero ¿qué hago yo con una lechuga entera? La leche te dura una semana abierta”. Atención, metáfora: quizá podríamos denominar a ese desfase entre las necesidades de un sector creciente de la población y lo que la sociedad les ofrece como la España del gazpacho caducado. Seguimos teniendo en mente la familia como unidad social por defecto, y eso repercute en nuestros hábitos y en los estereotipos que mantenemos sobre la soltería.

Ser soltero es caro, por lo que muchas parejas se lo piensan bien antes de romper

Según el INE, hay en España 14.115.300 solteros, un máximo histórico. Cada mes hay más solteros que el anterior. Más de la mitad (7.578.800) son hombres. Las mujeres son 6.536.500. El número de hogares unifamiliares ha ido en aumento en los últimos años: 4,79 millones de personas viven solas; alrededor de una cuarta parte de los hogares españoles son unipersonales. Aunque muchos son ancianos, también aumentan los hogares unipersonales jóvenes. El tipo de hogar que cae, sin embargo, es el de padres con hijos. El futuro es de los solteros, pero la sociedad todavía no se ha dado cuenta y sigue funcionando como si no fuese así.



Especialmente en lo que se refiere a la vivienda y gastos asociados. Ser soltero sale caro y, en ocasiones, casi un privilegio que obliga a algunas parejas a pensárselo bien antes de romper. “750 euros de piso, 30 de gas, 20 de luz, 50 de teléfono y 20 de gimnasio que podría compartir con mi pareja: todo eso, dividido por la mitad, son unas buenas vacaciones”. O la diferencia entre poder vivir solo o tener que volver a compartir piso con amigos o desconocidos, o peor, volver a casa de los padres.
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Héctor G. Barnés
Todo empuja a vivir en pareja. La esa época en el 2020 de la que yo le hablo lo puso de manifiesto: vivir solo y confinado era una faena. Cuando se retomó la actividad, algunas entradas para espectáculos tenían que comprarse obligatoriamente a pares. Otros ejemplos cotidianos son el precio de las habitaciones individuales, que apenas tienen diferencia con las dobles; los famosos +1 de las bodas, que dan por hecho que uno va a acudir con su pareja (“se crean situaciones violentas o preguntas desde el minuto uno”) o los premios de concursos (“siempre son dobles y a mí me frustra porque no tendría a quién llevar”, comenta una soltera).

“La sociedad ha cambiado mucho, pero no nos damos cuenta de que somos una sociedad familiarista”, explica Luis Ayuso Sánchez, profesor titular de Sociología de la Universidad de Málaga y antiguo coordinador del Departamento de Investigación del CIS. A diferencia de otros países como Japón, que se han convertido ya en un país pensado por y para solteros, España aún no está en ese punto. “En comparación con Europa, tenemos un alto número de personas por hogar y una sociedad estructurada alrededor de las relaciones. Lo que caracteriza la sociedad mediterránea y latina es la sociabilidad, que es lo que identifica nuestra calidad de vida”.

"El precio de la vivienda en España es inconcebible sin un segundo salario"

Uno de los problemas más importantes en la sociedad del futuro inmediato es la soledad. La paradoja es que, mientras que la tendencia global es hacia el individualismo, nuestra actitud sigue siendo la de favorecer la familia. “La sociedad es muy hipócrita, hay una alta tolerancia, pero las estructuras no están preparadas y siguen mirándolo mal”, reflexiona el sociólogo, que añade que “vamos a sociedades más individualizadas, pero no queremos renunciar a la libertad de las sociedades modernas ni perder ese comunitarismo”.

La paradoja de una sociedad individualista donde todo se tiene que hacer en pareja.
Pagar el doble por lo mismo
No solo el precio de la vivienda, tanto en alquiler como en compra, es tan elevado que es casi imposible afrontar el pago individual, sino que el parque inmobiliario español no está preparado para la vida en solitario. Así que es eso o compartir piso. “En los pisos de mi barrio, Hortaleza, puedes encontrar pisos para parejas prémium o parejas ‘low cost’, y yo vivo en uno de estos últimos: todo tienen una o dos habitaciones”, explica uno de esos solteros. “Los estudios son invivibles si tienes algo que almacenar”.
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Una mujer espera sola al tren en la estación sevillana de Santa Justa. (Reuters/Marcelo del Pozo)

Una mujer espera sola al tren en la estación sevillana de Santa Justa. (Reuters/Marcelo del Pozo)
“Los solteros se enfrentan a una serie de gastos que no tendrían si los compartiesen”, constata Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor del área de Economía del Instituto de Empresa (IE). “El precio de la vivienda es inconcebible sin un segundo salario, si la mujer no se hubiese incorporado al mercado laboral hoy no se venderían pisos”. El grueso de las viviendas españolas urbanas fue construido durante los años 50 y 60, cuando las familias numerosas eran habituales y necesitaban dos o tres habitaciones para meter a los niños. Pero, incluso hoy, añade Martínez, en los nuevos barrios de la periferia y los PAU se impone el modelo familiar de varias habitaciones.

Un estudio realizado hace año y medio por Acierto.com señalaba que los solteros podían acabar el año con 7.500 euros menos que alguien en sus mismas circunstancias socioeconómicas pero con pareja. Un ejemplo significativo: pagan un 34% más de media por su póliza de seguros, básicamente, porque sus coches son más antiguos porque tienen menos poder adquisitivo.

"Las medidas fiscales favorecen y favorecerán a los matrimonios con hijos"

Gran parte del consumo está pensado para la estructura familiar. No solo los automóviles, sino también otra clase de comodidades tecnológicas: “La gente se compra una buena tele o un robot aspirador cuando lo pueden pagar a medias, de soltero yo no me lo puedo plantear”. En las mismas condiciones económicas, la vida es más fácil en pareja. Los matrimonios también se benefician de medidas fiscales como desgravaciones. Como recuerda el profesor, parece poco probable que eso vaya a cambiar, sino que, más bien, favorecerán aún más a las familias con hijos para fomentar la natalidad.

Hay, obviamente, un favor socioeconómico y de clase que empuja a la vida en pareja, como sugiere la antropóloga Sarai Martín López, investigadora del ICA (Institut Català de Antropología). “Compartir gastos es mucho más rentable, pero eso tiene que ver más con unas condiciones de precarización terribles, que nos llevan no solo a vivir en pareja, sino a compartir piso mucho más, y se promociona como una idea de volver a lo comunitario, cuando realmente hablamos de precariedad”, valora. La soltería en vivienda unipersonal es, al menos entre jóvenes y adultos, un privilegio.
¿Quién se pide primero las vacaciones?
“Los repartos son siempre igual. Primero la pareja con hijos, luego la pareja y por último los solteros. En el confinamiento, la sensación era ‘si estás soltero, ponte tú con esto porque yo estoy con los niños. Tú no tienes nada que hacer, ¿no?

Otro estereotipo que cuesta aún vencer en España es el prejuicio social que deja a los solteros siempre en último lugar, especialmente si se les compara con la institucional pareja con hijos. El ejemplo canónico: las vacaciones de verano. “Se sigue confundiendo la conciliación laboral-personal con la laboral-familiar: tener hijos es una decisión y yo he decidido no tenerlos”, lamenta uno de ellos.
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Un valiente durante el confinamiento de 2020 en Ottawa. (Reuters/Blair Gable)

Un valiente durante el confinamiento de 2020 en Ottawa. (Reuters/Blair Gable)
El mundo laboral sigue condicionado por las visiones tradicionales del soltero como último mono que, debido a que carece de cargas personales, necesita menos: “Te hacen sentirte egoísta si pides algo”. Otro relata cómo, a la hora de negociar un aumento de sueldo, la soltería siempre está vista de forma sospechosa. Invertir en un trabajador con familia no deja de ser una manera de invertir en la educación y bienestar de sus hijos; en el futuro de la sociedad. “Pero, si yo pido un aumento, se piensan que me lo voy a gastar en vicios”. “Como la conciliación sigue vista como un privilegio, no damos el privilegio de la conciliación del soltero”, concluye otro.

Lo sintetiza Luis Ayuso, el sociólogo: “Se piensa que las personas solteras se van a gastar el dinero en su propio hedonismo, pero es que vamos hacia una sociedad más hedonista”.

"Nadie llama 'single' a un soltero de 70 años"

Otro ejemplo: las empresas que dan días libres por el cumpleaños de los hijos: “En la mía, a los padres de hijos menores de cierta edad (creo que el límite está en los 13 años), les dejan la tarde libre el día del cumpleaños del hijo. Siempre he pensado que sería más justo y equilibrado llevar esta práctica al cumpleaños del trabajador, pero quizá desde el punto de vista del empresario no salga tan rentable ya que prescindirías de (al menos) un trabajador con mayor frecuencia”.

Las diferencias son sustanciales en el caso de las entrevistas de trabajo con mujeres solteras: “Aunque no me lo preguntaban directamente, por alguna pregunta o gesto yo me daba cuenta de que se daba por hecho que yo o tenía familia o la iba a formar pronto. Es decir, a nadie de primeras se le ocurre pensar que igual no quiero tener familia o cualquier otra opción”.
Un ‘single’ no es un soltero
La soltería sigue asociada a estereotipos como el ‘playboy’ arrogante. Sin embargo, la visión que tienen los solteros de sí mismos es diferente: “Cuando hablamos entre nosotros, siempre coincidimos en que no nos sobra un euro”. Frente al viejo estereotipo de solterona de ‘Doña Rosita la soltera’ o ‘Calle Mayor’, la soltera mujer comienza a ser vista como aspiración: “Cuando vuelvo al pueblo y me encuentro con mis amigas, me miran con cierta envidia sana, porque es algo que no han experimentado, lo de poder hacer y deshacer sin rendir cuentas a nadie. Muchas llevan con sus parejas desde los 17”.

Plano final de 'Calle Mayor' de Juan Antonio Bardem, descripción de la solterona de provincias.
No todo es así, claro. “El precio de la libertad es la soledad: si quieres ser libre lo mejor es que estés solo, pero, en el momento en el que no quieras estar solo, tienes que perder esa parte de libertad”, añade Ayuso. “Nadie llama ‘single’ a un soltero de 70 años, nos imaginamos un chico que vive en un ‘loft’, con coche en la puerta y que está tremendamente feliz, pero no vemos qué hay detrás de eso”.

Como explica el sociólogo, la gran cuestión es si alguien es soltero voluntariamente o no. “Soltero’ sigue teniendo un matiz peyorativo, porque parece que, si es un hombre, es que oculta algo raro y, si es mujer, es que se va a quedar para vestir santos”.

Así que nos inventamos algo que suene mejor. Por ejemplo, ‘single’ en lugar de soltero.

A simple vista, el ‘boom’ del mercado ‘single’ invalida nuestra tesis. En los supermercados, por ejemplo, ya proliferan los productos para una única persona. Compañías como Wetaca ofrecen raciones individuales de comida a domicilio, que tradicionalmente ha sido un mercado donde el soltero salía penalizado. Hay todo un mundo ‘single’ destinado expresamente a los solteros y que mira a los ojos al de los planes románticos para parejitas.

Toda la industria del soltero está pensada para que dejen de ser solteros

¿O no? Sarai Martín ha publicado ‘Singles. Una aproximación a las fiestas para solteros’, en el que retrata a ese perfil de nuevos solteros de más de 40, tal vez divorciados, que viven en domicilios unipersonales y que se han convertido en todo un fenómeno comercial. Pero el ‘single’ vive una paradoja: que se define en función de su soltería. “La ironía es que, aunque esas fiestas están pensadas para personas solas que reivindican su autonomía, una vez acuden y conocen a alguien terminan desapareciendo de las fiestas”, explica la autora. “El paso del soltero al ‘single’ es parecido al paso del gays como figura estigmatizada al lgtb del que habló Oscar Guasch: el ‘single’ surge como perfil de consumo”.

Por eso, una de las constantes entre los solteros es percibir que el ocio destinado para ellos siempre tiene como trasfondo la idea de encontrar pareja, es decir, que dejen de ser solteros. Aplicaciones para ligar, clases de baile, catas de vinos, ‘speed dating’ y otras formas de ocio que favorecen el roce romántico: “No hay actividades para hacer solo que no sirvan para encontrar pareja. ¿Qué pasa si no estás buscando a alguien?”. La soltería como estado temporal y el ‘single’, un parado del amor, definido por lo que no tiene (pero debería tener).
 
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