Raulisimo
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Para esto no había dinero.
La última patrulla de Vanessa
La falta de chalecos individuales eleva los riesgos ante un asalto como el de Vigo.
Vigo volvió a revivir los violentos años ochenta, cuando la droja hacía estragos y los atracadores saqueaban bancos. Una generación que acabó en la guandoca o murió, aunque quedaron algunos históricos como la banda del Peque y otros que siguieron en la brecha. En los dos últimos años no hubo ningún crimen. Pero nadie contaba con que volviese a las calles Enrique Lago, el Escayolista, un vecino de Cabral detenido por última vez en 1988. Era socio único de su empresa, Aplicaciones y Sistemas Impermeables SL, desde el pasado junio, pero estaba acuciado por deudas y embargos. Tenía un cáncer de hígado terminal y planeó saquear la sucursal de Abanca de la calle Doctor Carracido, 47, en O Calvario el viernes 28 de noviembre.
El Escayolista entra al banco. Se cree que actúa solo. La policía halló su furgoneta aparcada cerca. Lago se disfrazó con una peluca, barba blanca y se maquilló. Llega 3 minutos antes de que la oficina cierre al público y se cruza con una clienta que se queda en el cajero automático. Desprecia el aviso en la puerta de que hay videovigilancia conectada a la central, alarma automática y de que los empleados tardan en acceder a la caja fuerte.
Pide cambiar unos billetes. Dentro de la sucursal están la subdirectora, María Encarnación, otra empleada y el cajero. Otra trabajadora sale del banco en ese momento. El falso cliente pide cambiar billetes, pero las empleadas de la oficina sospechan y se hacen gestos. La trabajadora que sale del banco va a llamar a la policía.
El atracador saca la pistola . Al parecer, el asaltante exhibe una pistola eléctrica, pero la policía no la halló. Pudo ser otro objeto. Obliga a abrir la caja de apertura retardada. Pasan los minutos.
Llega una patrulla . Dos agentes aparcan su Citroën Saxo a 10 metros de la sucursal. Uno se apea y mira por la de derechasda acristalada del banco, según un peatón. Hay quien dice que golpeó el cristal.
Alarma policial. Cambio de turno en la policía y se oyen voces de los agentes por la emisora avisando del atraco. La agente de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), Vanessa Lage, y el subinspector, Vicente Allo, acaban de resolver un hurto en un súper y se dirigen hacia el banco.
El atracador se enfada. Según los testigos, el asaltante ve que hay agentes en la calle y grita: «leche, la policía. Ahora hay dos pero pronto vendrán 50». Se sienta mientras los empleados inician la apertura de la caja fuerte. El atracador sabe que guardan el dinero para pagar las pensiones. La clienta que ve todo desde el cajero automático y la otra empleada salen a la calle.
Cuatro policías. Los conductores se asustan al cruzarse con los policías del Citroën Saxo pistola en mano en medio de la calle. Vanessa y Vicente aparcan su coche cerca y van a pie. No llevan chaleco. Se agazapan en el portal del número 47, que está contiguo a la sucursal de Abanca. Los primeros agentes ya están situados unos metros más arriba de la calle.
La subdirectora, de rehén. El atracador planea atar con bridas a los empleados, pero cambia de idea. Introduce 120.000 euros del botín entre sus ropas y agarra por el cuello a la subdirectora, que hará de escudo humano. Él porta una pistola de 9 milímetros parabellum con dos cargadores.
El tiroteo. Vanessa y otros agentes le piden calma. Un testigo dice que el atracador gritó: «Soltad las armas. Dejadme salir». El delincuente dispara al aire y la clienta del cajero huye en su coche despavorida. El Escayolista planea escapar por su izquierda pero se topa con Vanessa y abre fuego contra ella, que cae con un disparo mortal en el cuello. Se habla de otro en el pecho. Vicente recibe dos tiros en el tórax. Los vecinos se esconden. Los otros dos agentes abaten al atracador con hasta 17 disparos. La rehén, que se liberó, sale herida en un brazo, casi un milagro. Se hace el silencio.
La última patrulla de Vanessa
El policía herido en Vigo recuerda a la agente fallecida en su regreso a casa.
El subinspector de Policía Vicente Alló, gravemente herido en un tiroteo el 28 de noviembre en Vigo, ha puesto un mensaje en las redes sociales para confirmar que está en casa recuperándose y para agradecer a la agente fallecida en el mismo suceso, Vanessa Lage, su «ángel de la guardia», haber velado por él hasta «el último segundo de su vida».
Alló, de 41 años, ingresó en estado crítico tras recibir varios impactos en un hombro y en el pecho durante el tiroteo y recibió ayer el alta hospitalaria.
Unas horas después escribió una pequeña nota en la red social Facebook en la que señala que ya está en su domicilio para recuperarse.
«Lo físico va viento en popa, lo psíquico ya veremos», escribe el subinspector, que tiene un «primer recuerdo» para su «ángel de la guardia», en alusión a Vanessa Lage, la agente fallecida durante el tiroteo.
«Mi primer recuerdo es para ella, para mi ángel de la guardia, a la que ya no tenemos entre nosotros porque dejó su vida velando por todos nosotros como lo hizo hasta el último segundo de su vida como una gran profesional. Gracias Vane, te tendré en mi memoria el resto de mi vida», afirma Alló.
En la nota, breve, asegura que no quiere ser «el centro de atención» y agradece a todos los que de una forma u otra le han hecho llegar «una muestra de cariño o apoyo».
«De verdad que no caen en saco roto. Las balas no han sido capaces de llegarme al corazón, pero vosotros sí, demostráis que todavía hay mucha gente por la que seguir luchando viviendo. Gracias a todos. Gracias Vane, te quiero», concluye el subinspector.
El policía herido en Vigo recuerda a la agente fallecida en su regreso a casa
«Mi progenitora me regaló el chaleco antibalas. Se gastó 500 euros para estar tranquila», afirma un policía nacional de Vigo.
¿Desde cuando usa un chaleco antibalas personal?
-Desde que juré el cargo, hace una década, y fui destinado a Madrid. Me tocó en un sitio donde había muchos atracos y alunizajes, y mi progenitora estaba preocupada. Yo no tenía chaleco, la solución era comprar uno pero costaba 500 o 600 euros y mi sueldo en Madrid no daba para más.
-¿Su progenitora fue a una armería?
-No. Mi progenitora me dijo: ?¡Mira uno y te lo pago yo! Yo no estoy tranquila en casa con todas las cosas que pasan?. Eso fue hace ocho años. Luego, me lo traje a Vigo y me quedan dos años para que el chaleco caduque.
-¿Cómo se siente desde que patrulla con esa protección?
-Te da seguridad porque no es lo mismo llevar uno personal que los que suelen ir incluidos dentro del coche, más antiguos, pesados y de talla única. Tienen placas de acero muy pesadas y, en mi opinión, no son operativos. Te tapan hasta el cuello y no te puedes mover. Nadie se lo pone si no lo necesita. Si te parece incómodo, puedes llevar otro, pero te lo tienes que pagar tú.
-¿Su chaleco personal está autorizado por las normas oficiales?
-Sí, pero con una salvedad. Tuve que tunearlo porque, salido de tienda, no lleva distintivos oficiales, ni la placa, ni el número del carné profesional, que siempre tienen que estar visibles. Fui a una serigrafía y me imprimieron en la espalda las siglas de la policía y delante la placa para quedar identificado sin dar lugar a ningún género de dudas.
-¿Tiene muchos compañeros que usan un chaleco regalado?
-Sí, porque aquí hay muchos agentes que vienen de fuera, de destinos en ciudades grandes como Madrid y Barcelona. Allí hay más riesgos y necesitan los chalecos.
-¿Y en Vigo hay riesgos?
-Sí, el otro día los agentes entraron en una casa y una mujer con problemas psiquiátricos se abalanzó sobre ellos y les dio dos punzadas en el escudo que llevaban. Hace poco un menor con un arma blanca se enfrentó a otra patrulla, pero consiguieron que la entregase. Pero no siempre te hacen caso y aquí suele haber servicios con pacientes psiquiátricos violentos. No sabes qué te puede tocar. La fin de un agente a cuchilladas en Málaga y lo de Vanessa son suficientes avisos.
-¿Cómo se coloca su chaleco?
-Es un chaleco interior, y es otra cosa distinta de los viejos porque es ceñido, hecho de Kevlar, más funcional que los otros, y da mayor nivel de protección contra balas y cuchillos. En mi caso, prefiero llevarlo siempre puesto por fuera del uniforme porque es más cómodo y porque por dentro sudas porque no ventila.
-¿Va a comprar otro?
-Esperaré a ver si las autoridades se plantean darnos uno a cada uno. Si no lo dan, tendré que pagarme otro de mi bolsillo.
-¿Qué le pasó a Vanessa?
-Su unidad, la UPR, no tenía chalecos individuales asignados. No sé si lo llevaban en el coche.
-Dice que los coches patrulla llevan chalecos pesados, ¿pero no valen para una emergencia?
-A veces llevan uno, dos o ninguno. Si ocurre algo de repente y tus compañeros de piden ayuda no te puedes parar a ponerte el chaleco. Tienes que ir rápido, no piensas en tu vida sino en que, por unos segundos, puedes salvar a una persona. Hay que tener mucha sangre fría cuando te piden auxilio para parar el coche y ponerte el chaleco. Pierdes tiempo y eso no es ser policía.
-¿Usa mucho el chaleco?
-Sí, siempre me lo pongo, porque la calle se está poniendo antiestética. Aquí cada vez hay más atracos con pistola o con cuchillo. Si es una llamada urgente o pasas por una calle próxima a donde pasan las cosas, no te paras a poner el chaleco. Yo no voy a esperar otro aviso más. Tras la fin de Vanessa le dije a mi compañero que tomaría medidas de protección.
-¿Qué propondría usted?
-Que el Gobierno dé más protección a los que protegemos al ciudadano porque ¿a nosotros quién nos protege? Hay que gastar dinero en lo que es el trabajo y el chaleco debe ser un complemento del uniforme. Si lo de Vanessa y Vicente ocurriese en una empresa privada, ya habrían juzgado al jefe por no velar por la seguridad de sus empleados.
«Mi progenitora me regaló el chaleco antibalas. Se gastó 500 euros para estar tranquila», afirma un policía nacional de Vigo
http://www.burbuja.info/inmobiliaria/politica/584626-esos-que-deciden-vive-y-muere.html
La última patrulla de Vanessa
La falta de chalecos individuales eleva los riesgos ante un asalto como el de Vigo.
Vigo volvió a revivir los violentos años ochenta, cuando la droja hacía estragos y los atracadores saqueaban bancos. Una generación que acabó en la guandoca o murió, aunque quedaron algunos históricos como la banda del Peque y otros que siguieron en la brecha. En los dos últimos años no hubo ningún crimen. Pero nadie contaba con que volviese a las calles Enrique Lago, el Escayolista, un vecino de Cabral detenido por última vez en 1988. Era socio único de su empresa, Aplicaciones y Sistemas Impermeables SL, desde el pasado junio, pero estaba acuciado por deudas y embargos. Tenía un cáncer de hígado terminal y planeó saquear la sucursal de Abanca de la calle Doctor Carracido, 47, en O Calvario el viernes 28 de noviembre.
El Escayolista entra al banco. Se cree que actúa solo. La policía halló su furgoneta aparcada cerca. Lago se disfrazó con una peluca, barba blanca y se maquilló. Llega 3 minutos antes de que la oficina cierre al público y se cruza con una clienta que se queda en el cajero automático. Desprecia el aviso en la puerta de que hay videovigilancia conectada a la central, alarma automática y de que los empleados tardan en acceder a la caja fuerte.
Pide cambiar unos billetes. Dentro de la sucursal están la subdirectora, María Encarnación, otra empleada y el cajero. Otra trabajadora sale del banco en ese momento. El falso cliente pide cambiar billetes, pero las empleadas de la oficina sospechan y se hacen gestos. La trabajadora que sale del banco va a llamar a la policía.
El atracador saca la pistola . Al parecer, el asaltante exhibe una pistola eléctrica, pero la policía no la halló. Pudo ser otro objeto. Obliga a abrir la caja de apertura retardada. Pasan los minutos.
Llega una patrulla . Dos agentes aparcan su Citroën Saxo a 10 metros de la sucursal. Uno se apea y mira por la de derechasda acristalada del banco, según un peatón. Hay quien dice que golpeó el cristal.
Alarma policial. Cambio de turno en la policía y se oyen voces de los agentes por la emisora avisando del atraco. La agente de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), Vanessa Lage, y el subinspector, Vicente Allo, acaban de resolver un hurto en un súper y se dirigen hacia el banco.
El atracador se enfada. Según los testigos, el asaltante ve que hay agentes en la calle y grita: «leche, la policía. Ahora hay dos pero pronto vendrán 50». Se sienta mientras los empleados inician la apertura de la caja fuerte. El atracador sabe que guardan el dinero para pagar las pensiones. La clienta que ve todo desde el cajero automático y la otra empleada salen a la calle.
Cuatro policías. Los conductores se asustan al cruzarse con los policías del Citroën Saxo pistola en mano en medio de la calle. Vanessa y Vicente aparcan su coche cerca y van a pie. No llevan chaleco. Se agazapan en el portal del número 47, que está contiguo a la sucursal de Abanca. Los primeros agentes ya están situados unos metros más arriba de la calle.
La subdirectora, de rehén. El atracador planea atar con bridas a los empleados, pero cambia de idea. Introduce 120.000 euros del botín entre sus ropas y agarra por el cuello a la subdirectora, que hará de escudo humano. Él porta una pistola de 9 milímetros parabellum con dos cargadores.
El tiroteo. Vanessa y otros agentes le piden calma. Un testigo dice que el atracador gritó: «Soltad las armas. Dejadme salir». El delincuente dispara al aire y la clienta del cajero huye en su coche despavorida. El Escayolista planea escapar por su izquierda pero se topa con Vanessa y abre fuego contra ella, que cae con un disparo mortal en el cuello. Se habla de otro en el pecho. Vicente recibe dos tiros en el tórax. Los vecinos se esconden. Los otros dos agentes abaten al atracador con hasta 17 disparos. La rehén, que se liberó, sale herida en un brazo, casi un milagro. Se hace el silencio.
La última patrulla de Vanessa
El policía herido en Vigo recuerda a la agente fallecida en su regreso a casa.
El subinspector de Policía Vicente Alló, gravemente herido en un tiroteo el 28 de noviembre en Vigo, ha puesto un mensaje en las redes sociales para confirmar que está en casa recuperándose y para agradecer a la agente fallecida en el mismo suceso, Vanessa Lage, su «ángel de la guardia», haber velado por él hasta «el último segundo de su vida».
Alló, de 41 años, ingresó en estado crítico tras recibir varios impactos en un hombro y en el pecho durante el tiroteo y recibió ayer el alta hospitalaria.
Unas horas después escribió una pequeña nota en la red social Facebook en la que señala que ya está en su domicilio para recuperarse.
«Lo físico va viento en popa, lo psíquico ya veremos», escribe el subinspector, que tiene un «primer recuerdo» para su «ángel de la guardia», en alusión a Vanessa Lage, la agente fallecida durante el tiroteo.
«Mi primer recuerdo es para ella, para mi ángel de la guardia, a la que ya no tenemos entre nosotros porque dejó su vida velando por todos nosotros como lo hizo hasta el último segundo de su vida como una gran profesional. Gracias Vane, te tendré en mi memoria el resto de mi vida», afirma Alló.
En la nota, breve, asegura que no quiere ser «el centro de atención» y agradece a todos los que de una forma u otra le han hecho llegar «una muestra de cariño o apoyo».
«De verdad que no caen en saco roto. Las balas no han sido capaces de llegarme al corazón, pero vosotros sí, demostráis que todavía hay mucha gente por la que seguir luchando viviendo. Gracias a todos. Gracias Vane, te quiero», concluye el subinspector.
El policía herido en Vigo recuerda a la agente fallecida en su regreso a casa
«Mi progenitora me regaló el chaleco antibalas. Se gastó 500 euros para estar tranquila», afirma un policía nacional de Vigo.
¿Desde cuando usa un chaleco antibalas personal?
-Desde que juré el cargo, hace una década, y fui destinado a Madrid. Me tocó en un sitio donde había muchos atracos y alunizajes, y mi progenitora estaba preocupada. Yo no tenía chaleco, la solución era comprar uno pero costaba 500 o 600 euros y mi sueldo en Madrid no daba para más.
-¿Su progenitora fue a una armería?
-No. Mi progenitora me dijo: ?¡Mira uno y te lo pago yo! Yo no estoy tranquila en casa con todas las cosas que pasan?. Eso fue hace ocho años. Luego, me lo traje a Vigo y me quedan dos años para que el chaleco caduque.
-¿Cómo se siente desde que patrulla con esa protección?
-Te da seguridad porque no es lo mismo llevar uno personal que los que suelen ir incluidos dentro del coche, más antiguos, pesados y de talla única. Tienen placas de acero muy pesadas y, en mi opinión, no son operativos. Te tapan hasta el cuello y no te puedes mover. Nadie se lo pone si no lo necesita. Si te parece incómodo, puedes llevar otro, pero te lo tienes que pagar tú.
-¿Su chaleco personal está autorizado por las normas oficiales?
-Sí, pero con una salvedad. Tuve que tunearlo porque, salido de tienda, no lleva distintivos oficiales, ni la placa, ni el número del carné profesional, que siempre tienen que estar visibles. Fui a una serigrafía y me imprimieron en la espalda las siglas de la policía y delante la placa para quedar identificado sin dar lugar a ningún género de dudas.
-¿Tiene muchos compañeros que usan un chaleco regalado?
-Sí, porque aquí hay muchos agentes que vienen de fuera, de destinos en ciudades grandes como Madrid y Barcelona. Allí hay más riesgos y necesitan los chalecos.
-¿Y en Vigo hay riesgos?
-Sí, el otro día los agentes entraron en una casa y una mujer con problemas psiquiátricos se abalanzó sobre ellos y les dio dos punzadas en el escudo que llevaban. Hace poco un menor con un arma blanca se enfrentó a otra patrulla, pero consiguieron que la entregase. Pero no siempre te hacen caso y aquí suele haber servicios con pacientes psiquiátricos violentos. No sabes qué te puede tocar. La fin de un agente a cuchilladas en Málaga y lo de Vanessa son suficientes avisos.
-¿Cómo se coloca su chaleco?
-Es un chaleco interior, y es otra cosa distinta de los viejos porque es ceñido, hecho de Kevlar, más funcional que los otros, y da mayor nivel de protección contra balas y cuchillos. En mi caso, prefiero llevarlo siempre puesto por fuera del uniforme porque es más cómodo y porque por dentro sudas porque no ventila.
-¿Va a comprar otro?
-Esperaré a ver si las autoridades se plantean darnos uno a cada uno. Si no lo dan, tendré que pagarme otro de mi bolsillo.
-¿Qué le pasó a Vanessa?
-Su unidad, la UPR, no tenía chalecos individuales asignados. No sé si lo llevaban en el coche.
-Dice que los coches patrulla llevan chalecos pesados, ¿pero no valen para una emergencia?
-A veces llevan uno, dos o ninguno. Si ocurre algo de repente y tus compañeros de piden ayuda no te puedes parar a ponerte el chaleco. Tienes que ir rápido, no piensas en tu vida sino en que, por unos segundos, puedes salvar a una persona. Hay que tener mucha sangre fría cuando te piden auxilio para parar el coche y ponerte el chaleco. Pierdes tiempo y eso no es ser policía.
-¿Usa mucho el chaleco?
-Sí, siempre me lo pongo, porque la calle se está poniendo antiestética. Aquí cada vez hay más atracos con pistola o con cuchillo. Si es una llamada urgente o pasas por una calle próxima a donde pasan las cosas, no te paras a poner el chaleco. Yo no voy a esperar otro aviso más. Tras la fin de Vanessa le dije a mi compañero que tomaría medidas de protección.
-¿Qué propondría usted?
-Que el Gobierno dé más protección a los que protegemos al ciudadano porque ¿a nosotros quién nos protege? Hay que gastar dinero en lo que es el trabajo y el chaleco debe ser un complemento del uniforme. Si lo de Vanessa y Vicente ocurriese en una empresa privada, ya habrían juzgado al jefe por no velar por la seguridad de sus empleados.
«Mi progenitora me regaló el chaleco antibalas. Se gastó 500 euros para estar tranquila», afirma un policía nacional de Vigo
http://www.burbuja.info/inmobiliaria/politica/584626-esos-que-deciden-vive-y-muere.html