Escuela de salamanca, ¿condena o normalización de la usura?.

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Madmaxista
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Una de cal y otra de arena.

Desde luego influyeron en la jovenlandesal de la época con respecto al prestamismo, la usura ya no se entendía como todo tipo de préstamos, dando lugar a matices. Había una deuda buena y otra mala, depende de lo que pretendas exprimir. En verdad esta gente criticaba los intereses excesivos. asumiendo el cobro de interés podía ser éticamente aceptable. Recreándose en toda clase de matices.

Obviamente no es lo mismo elucubrar sobre los matices éticos de una deuda bajo un sistema monetario metálico cerrado y acuñado que elucubrar sobre ello una vez la lógica de deuda se ha comido a todo tangible, convirtiéndose en la lógica de emisión. Difícilmente esta gente iba a poder imaginarse un mundo de meros apuntes contables en el que una vez generado un banco central podría dar pie a un socialismo de corte ..... "comunista" ya saben. Era muy difícil para esta gente proyectar hacia esos extremos, apuntando a las consecuencias últimas sobre cómo se concibe el dinero. Una vez el metal ha desaparecido del mapa.

Por si alguien está aburrido y quiere meterse en la piel de esta gente, o quiere reflexionar conmigo sobre la extraña "evolución" experimentada desde el renacimiento, comparto algunos extractos de la obra de Martín Azpilicueta "Comentario resolutorio de cambios".

He aquí un enlace:

https://newdirection.online/2018-publications-pdf/ND-ComentarioResolutorioDeCambios.pdf

III. ORIGEN Y FUNCIONES DEL DINERO

Lo noveno, decimos que el cambio o trueque de cosas que no son dinero (como galantemente lo dijo el jurisconsulto Paulo) es un contrato mucho más antiguo que el de la compra y venta, que comenzaron después de hallado el dinero. Que antes de él, quien tenía una cosa y necesitaba otra buscaba alguno que la tuviese y se la quisiese trocar por la suya, como el que tenía vino y lana, y no trigo ni zapatos, y buscaba al que tuviese trigo y zapatos que quisiera darlos por su vino y lana. Hoy en día aún lo hacen algunos pueblos bárbaros con los que tratan los españoles y otros.

Se halló, sin embargo, después el dinero que, ciertamente, fue invención muy necesaria por una parte, pero, por otra, no sé si hoy es la que destruye las almas por avaricia, los cuerpos por guerras, navegaciones y peregrinaciones espantosas, y asimismo, a muchas flotas (en las que va y viene) por tempestades y naufragios horribles. De manera que el uso primero y fin principal para el que se halló el dinero fue como precio para comprar con él y vender por él las cosas necesarias a la vida humana, y para que fuese medida pública de las cosas vendibles.

Después, comenzó el trueque de la moneda de un metal por la de otro, como el de la gruesa por la menuda, y el de la menuda por la gruesa. Después, porque la moneda de una tierra valía menos en ella que en otra (como hoy en día casi toda la de oro y plata de España vale menos que en Flandes y Francia), comenzó el arte de cambiar; que es el arte de tratar en dineros, dando y tomando unos por otros, por el cual se comenzó a pasar el dinero de donde menos valía a donde valía más. Como en nuestro tiempo, cuando muchos han acrecentado mucho sus haciendas, llevando a Flandes y Francia ducados de dos, de cuatro y de a diez en pequeños toneles, como aceitunas, metidos en el vino, en cada uno de los cuales ganaban mucho y traían de allí mercancías que valían allá poco y aquí mucho, reportándonos enorme provecho con lo uno, y dañándonos inmensamente con lo otro.

A Aristóteles le parecía mal este arte de cambiar y mercadear cambiando dinero, por no parecerle este uso tercero muy natural, ni que traiga provecho a la república, ni que tenga otro fin sino el de la ganancia, que es un fin sin fin. Solamente por lo cual santo Tomás dijo que cualquier arte de mercadear cuyo fin principal es ganar de una forma absoluta resulta ilícito. Pero el mismo santo Tomás dice que el arte de mercadear es lícito si el fin es una ganancia moderada para mantenerse 38 Martín de Azpilcueta Comentario resolutorio de cambios 39 uno a sí mismo y a su casa y el arte de cambiar trae algunos provechos a la república. Por ello, decimos que si este arte se ejercita como se debe, y el fin de la ganancia que por él se pretende se dirige a mantenerse a sí mismo y a su casa, honesta y moderadamente, entonces es lícito. No es verdad que el uso del dinero para ganar con él cambiándolo vaya contra su naturaleza. Porque aunque sea diferente del uso primero y principal para el que se halló, no lo es del uso secundario y menos principal para el que sí es apto. Igual que usar los zapatos como forma de obtener ganancia comerciando con ellos difiere del uso primero para el que se hallaron, que es el de calzar; y que no por eso va contra su naturaleza.
 
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Lo tercero, que (según la opinión de Scoto), la república puede ordenar que haya un prestador de dinero a tanto por tanto, para tanto tiempo. Y si la república lo puede ordenar, entonces es lícito; y si es lícito y no está vedado, cualquiera lo podría tomar, practicarlo y cobrar con justicia por ello, según el mismo Scoto. Lo cuarto, que el juez, el cura y el testigo, que no pueden recibir nada por sus sentencias, sacramentos y testimonio, pueden recibir algo para su sustentación y por los trabajos que en ello toman. Lo quinto, que el tal cambiador, por prestar, deja de tratar y, por consiguiente, puede cobrar su interés como ganancia por lo que decimos en otro comentario y más bajo. Lo sexto, que el clérigo, por ir a dar una misa de aquí a dos leguas, o por estar en un lugar para darla hoy, con razón puede cobrar más que si aquí la diese. Lo séptimo, que en otro comentario hemos explicado que el monte que llaman de la piedad es lícito y en él se permite que los pobres que reciben prestado den un tanto por un tanto, cada mes que lo recibiesen, como salario del que tiene cargo de guardarlo, regirlo y hacer los empréstitos.

En fin.

Tampoco es cuestión de poner la obra completa.

Normalización. La escuela de Salamanca reflejaba la normalización de las practicas prestamistas del renacimiento.





Es una obra muy interesante.
 
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