¿Es la justicia social un robo y Milei un fascista? (del Navarra Confidencial)

Eric Finch

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¿Es la justicia social un robo y Milei un fascista?​


No tiene sentido intentar evitar el debate sobre las palabras de Milei respecto a doña Begoña fund raiser, la mujer que no escribía cartas de recomendación sino “declaraciones de interés”. Pero aunque no es posible evitar ese debate, lo cierto es que la mención a doña Begoña fue lo menos interesante de todo lo que a su paso por España dijo Milei.

El interés de Milei es que dice cosas diferentes y rompe el consenso socialmócrata. Por eso escandaliza lo que dice. Por eso se le tacha de fascista. Por eso se le persigue y se considera intolerable lo que proclama. Lo prohibido es Milei. Lo atractivo es Milei. Ser rebelde y antisistema en la sociedad actual no es ponerse un pañuelo palestino o una camiseta del Ché, sino escuchar a Milei.

Uno de los puntos interesantes de Milei es que no tiene complejos para enfrentarse con el sistema establecido, tampoco dudas sobre la magnitud de la lucha. Por ejemplo cuando subraya que el poder es un juego de suma cero y que o lo tienen los socialistas o lo tienen los que no son socialistas, y que esto lo entienden perfectamente los socialistas, pero no tanto lo que no son socialistas.

Milei es una de las pocas personas que se atreve a llamar colectivistas a los izquierdistas. Porque efectivamente, para la izquierda las personas no son personas. La izquierda no piensa en términos de personas sino de clases y colectivos: los catalanes, los vascos, los de arriba, los de abajo, los tras*, las mujeres, los gays… y como catalán, vasco, mujer o lgtb tienes que pensar esto y lo otro y lo de más allá. Lo que determina la izquierda en cada momento, claro está. Al pensar en términos colectivistas, para la izquierda no tienen sentido conceptos fundamentales de la economía, la convivencia o la civilización como la propiedad. La propiedad es “social”. La propiedad tiene que enfocarse al interés social. La libertad de expresión debe orientarse al interés general. Y por supuesto ellos y sólo ellos encarnan y deciden en todo momento qué es lo social y el interés general.

Sólo alguien como Milei puede plantearse en estos momentos decir algo tan osado como que “La idea de la justicia social es verdaderamente aberrante… es un robo”. Hay que escuchar no obstante todo el discurso y no sólo la frase aislada de Milei. No es que Milei o los partidarios de Milei renieguen de la justicia social tanto que Milei, o el liberalismo económico clásico, niegue que la forma de conseguir la justicia social sea el socialismo, o que el resultado del socialismo sea la justicia social. ¿Qué es justicia social? ¿Que vivamos todos en la miseria? ¿Que no tengamos nada y seamos felices? ¿Que todos seamos pobres pero eso sí igual de pobres? ¿Quién tiene que conseguir la justicia social? ¿El gobierno?

La forma que tiene la izquierda de conseguir la justicia social, para además no conseguir la justicia social, pasa por cuestiones tan vidriosas como la colectivización, el estatalismo y el constante intervencionismo gubernamental. La izquierda de hecho elimina virtudes como la caridad y la solidaridad. Para la izquierda la solidaridad no debe ser optativa sino obligatoria. Hay que quitarle forzosamente al que tiene pero sin llamarlo robo. O sea, seguramente todos aspiramos a una sociedad sin pobreza y sin miseria, la cuestión es cómo llegamos a eso. Si una persona le quita por la fuerza a otra lo que tiene lo llamamos robo, pero si quienes se lo quitan son varios lo llamamos justicial social. Si uno se opone a que el gobierno le quite a la gente lo que tiene para redistribuirlo a su manera es un fascista, ¿pero que se consigue dejando la creación y redistribución de la riqueza en manos del gobierno? ¿Acabar con la desigualdad o convertirnos a todos en dependientes del gobierno?

Una pregunta pertinente a estas alturas es si son o no son más prósperas las sociedades en las que el gobierno redistribuye más la riqueza. Desde luego ahí está el caso de Venezuela, Cuba o antes la URSS y todos sus países satélites para demostrar que el gobierno igualador y redistribuidor no sólo es un fracaso como concepto para conseguir la prosperidad de la gente, sino un engendro monstruoso que acaba propiciando la dictadura y las más incomparables masacres. La redistribución gubernamental de la riqueza es por tanto una idea tan buena que sólo es buena en una cierta dosis, como un veneno. Y además, ¿quién ha decidido que la redistribución de la riqueza tiene que ser gubernamental y obligatoria? Cuando alguien decide montar una empresa, ¿no está generando y redistribuyendo riqueza de una forma mucho más eficaz y además voluntaria?



No está de más reflexionar sobre si la redistribución obligatoria de la riqueza es un robo. ¿A partir de qué momento por ejemplo es un robo lo que te quita el gobierno? ¿No es un robo que te quite el 100% de lo que tienes? ¿Pero no lo es que te quite sólo el 60% o el 50%? ¿Y a cambio de qué? Si además uno hace una donación a Cáritas eso tiene mérito y es una virtud porque es voluntario. Si la solidaridad es obligatoria y la haces odiando a los beneficiarios porque te la impone el gobierno ya no es virtuosa. Porque la virtud es libre o no es.
¿Y por qué tenemos que ser iguales? ¿Dónde está el límite de la redistribución? ¿Cómo vamos a tener todos en la vida el mismo resultado haciendo cosas distintas? Entonces es muy difícil la igualación y esta sólo puede venir por dos vías: u obligándonos a todos a hacer lo mismo y vivir igual, o dejando tomar decisiones distintas pero igualando después los resultados. Pero esto segundo, ¿no desincentiva totalmente esforzarse o arriesgar más que los demás? Y una vez más, ¿son más prósperas las sociedades en que se desincentiva esforzarse, arriesgar o ganar más que los demás? Milei triunfa en Argentina no sólo porque convence con su discurso, sino porque los argentinos han comprobado y sufrido en sus carnes el fracaso del discurso contrario.

Por otra parte, si algo no tiene sentido es llamar fascista a quienes se oponen a la redistribución y colectivización de la riqueza en nombre de la justicia social. Esto es desconocer por completo el ideario fascista, que precisamente es izquierdista, socialista y colectivista. Milei será lo que sea menos fascista.

Apunte final: Milei será mejor o peor, habrá más o menos cosas discutibles en su discurso, pero no tiene problema en gritar ¡Viva España!, a diferencia de todos los líderes hispanoamericanos, la mayor parte de ellos tiránicos, con los que simpatiza el sanchismo.
 
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Milei es antifascista, y muy especialmente antinazi, como todo hijo de vecino. Es algo tan evidente y elemental como la tierra esférica o el cielo azul. Pero la prensa judía y judaizante tiene que mantener la entelequia del único malo permanente en el cerebro de los goyim: los "nazis".
 
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