Entre nudistas y swingers en Cap d'Agde: arena, látigos y espuma en el parque de atracciones del sesso

Vlad_Empalador

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Entre nudistas y swingers en Cap d'Agde: arena, látigos y espuma en el parque de atracciones del sesso
Cap d'Agde es el pueblo swinger por excelencia. "En esta época vienen españoles y, sobre todo, italianos"
Cap d'Agde

Playa nudista de Cap d'Agde.EL MUNDO

PREMIUM
  • FABRICIO RONCONE (CORRIERE DELLA SERA)
    Cap d'Agde
Actualizado Lunes, 15 agosto 2022 - 15:46
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Pelea familiar, principios de agosto:
- No te he entendido bien: ¿adónde dices que te mandan?.
- A Cap d'Agde.
- ¿Te envía el periódico a Cap d'Agde?
- Exactamente.
- ¿Y el director lo sabe?
- ¿Pero cómo no lo va a saber?
- Vale. Pero ponte bañador. Por seguridad, llévalo.
Una semana más tarde...
Sol abrasador, arena caliente y palmeras que se mecen con el viento mediterráneo, en Languedoc, donde Francia alberga el recinto ferial de sesso más grande de nuestro planeta, un gigantesco pueblo de vacaciones en el que el nudismo se ha convertido lentamente en un movimiento de masas, para heterosexuales, gays, bisexuales, en fin, para todos; guapos y feos, jóvenes, milfs y señoritas con dentadura completa, peludos como osos y perfectamente rasurados, las panzas cerveceras mezcladas con celulitis, con o sin tatuajes, en un pack extraordinario que también une puro exhibicionismo y sadomasoquismo, alegría, curiosidad y perversión, decadencia, soledad abismal y tras*gresiones contagiosas.
No es exactamente como pasear por la playa nudista de Formentera: aquí están desnudos por miles (entre 25 y 80 años). Después de una breve inspección de un par de horas, quedan estas primeras notas en la Moleskine: el citado bañador sobra; el pueblo está cercado y es accesible sólo a través de dos puertas, una para peatones y otra para vehículos, controladas por vigilantes tipo Guantánamo; una vez registrado, el abono diario de entrada varía -según la temporada, baja o alta- entre 10 y 20 euros (los que se alojan en el interior obtienen un abono de temporada).
Sin embargo, definirlo como un pueblo es quizás un eufemismo: hay una enorme residencia de estilo Valtur [célebre marca icono de los resorts de turismo italianos], hay apartamentos, villas, dos hoteles, un gran camping de cuatro estrellas y un puerto deportivo; falta el alcalde, pero el resto está todo ahí: farmacia, lavandería, estanco, cine (prono, por supuesto), bares, restaurantes, tiendas (las de orientación fetichista/bondage están muy cuidadas: oferta excepcional de anillos, gorras, mordazas, cuerdas, cadenas), dos bancos y un supermercado. Comprar una botella de agua fue bastante divertido.

COMIDA CON FORMA DE miembro viril
La panadería de la esquina vende baguettes en forma de miembro viril. También venden galletas de desayuno con forma de miembro viril. Hombres y mujeres compran completamente desnudos (algo que, francamente, les ayuda a soportar los 39 grados de hoy). Sólo unas pocas mujeres lucen unas curiosas hojas de plástico rosa que, misteriosamente, se pegan en la zona íntima.
Hago cola para la caja registradora con cierta cautela. Frente a mí, una cuarentona con cabello rubio desteñido en la nuca, piercings por todos lados, hasta donde no te imaginas (o quizá sí, pero hay que esforzarse). Detrás, un tipo fornido, de unos 60 años, con aspecto de glotón, una bolsa de tomates y ensalada, también desnudo y con un par de botas en los pies. Yo en medio con la botella de agua. Coste: 3 euros.
Primera sensación: precios altos. Segunda sensación: está lleno de italianos. "Alemanes, ingleses y holandeses", confirma la cajera, con una sobria camiseta de tirantes tras*parente, "en junio y julio". "Españoles y, sobre todo, italianos ahora", añade.
ITALIANOS POR TODAS PARTES
Media hora después, el bar. Hay italianos bebiendo spritz. Buenos días, encantado de conocerte, presentaciones habituales. Son tres amigos que vienen aquí desde 2012, "una semana al año, bendito dinero". Se perdieron las dos últimas veces por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, este verano están de vuelta y se les ha sumado un amigo.
Se presentan con los apodos que ellos mismos se han puesto: "Soy Birillo [bolo], y tú mismo entiendes por qué me llaman así. Tengo 54 años, soy empresario, tengo algunas tiendas de ropa entre Padua, Vicenza y Brescia. Él, en cambio, es Pequeño Químico...". ¿Te gustan los juegos de mesa como cuando éramos niños? "Eh eh..." - responde este dentista paduano de 51 años. Luego está Ringo: "Cuando decido ligar, no pierdo el ritmo".
Al grupo se une Vale, de Valentina, una vendedora encantadora de una de las tiendas de Brillo en vía San Fermo, en Padua. "Escucha: estos son tres hermosos fanfarrones. Y tú, periodista: ¿no tienes calor completamente vestido?".
Se despiden, van a una fiesta de la espuma, pero me invitan a una fiestita que han organizado esta noche, en casa. Consejo: por la tarde no me puedo perder el espectáculo en la playa. "Ya verás, el juego del 'reloj' te dejará sin aliento", desvela Pequeño Químico.
Espera, no te vayas: ¿este apodo tuyo? "Se burlan de mí porque me he inventado un protocolo para causar una buena impresión. Una dosis de Cialis [un fármaco para la disfunción eréctil] 5 mg a las 11 de la mañana. A mediodía, un gramo de ginseng rojo coreano. Hacia las 15 horas, un café doble. Luego, cuando creas que es el momento, ya sea por la tarde o por la noche, te inyectas una buena dosis de sildenafilo [principio activo de la clásica Viagra] bucodispersable de 100 mg, y metes el turbo", me aconsejan. ¿Funciona? "Garantizado. Pero no te pases. Hace unos años, Ringo se pasó de Cialis y nos vimos obligados a llevarlo al hospital de Narbonne".
"PUEDES ACARICIARLO, NO MUERDE"
Se considera que el mejor restaurante es Waiki Beach. Está en Port Nature, la zona más chic del pueblo (las agencias despiadadas cobran hasta mil euros por semana por pisos alquilados). En el camino de entrada, detrás del último seto, hay un tipo a cuatro patas. Cabello canoso, podría ser su contable, lleva un calzoncillo de cuero neցro grueso y tiene un collar de cuero tachonado. El collar está atado a una correa. Lo miro, me mira. Salgo con un: "Hola". Y él: «¡Bau! ¡Bau!». Santo Dios. No sólo lo está atado como un perro: ladra como un perro (está claro por qué está terminantemente prohibido tomar fotografías).
Comienzo a avanzar y escucho una voz: "Puedes acariciarlo, no muerde". Me doy la vuelta: una señora regordeta, con el pelo corto rojizo y pecas, un body de rejilla, balsas de corcho. Y un látigo. "Es Oreste, mi esclavo. Bonito espécimen, ¿verdad?". (En realidad son marido y mujer, ambos empleados, vienen de Lecce).
Luego pasa una pareja de ancianos franceses, dos abuelos flacos y bien parecidos -desnudos, claro- y acarician con seriedad y ternura a Oreste. Esboza una media sonrisa. Error. Su ama inmediatamente le da un terrible latigazo. ¡Por favor, señora, con suavidad! "¡Nada! Se lo merecía. Sólo puede reírse cuando yo decida".
Por supuesto, no es exactamente lo que los hermanos Paul y René Oltra imaginaron que sería en 1974. La historia de estos hermanos es la de los hijos de un bodeguero que una tarde -después de horas de arduo trabajo- en lugar de irse a la ducha, deciden darse un chapuzón en el mar. Llegan y descubren a decenas de alemanes tomando el sol desnudos. La viña da beneficios, pero un gran camping naturista -piensan- podría ser la apuesta adecuada para aquellos años setenta, todavía tan revolucionarios.
Funcionó durante muchas temporadas: luego, inexorablemente, llegó la marea libertina. Ahora, los nudistas quedan relegados al lado derecho de la playa. A la izquierda se abre la Bahía de Cochinos (así es como lo llaman).
Sombrillas y toallas y cientos de genitales de todas las edades, clases sociales, grados de belleza. Una loca confusión. Ahora bien: explicar lo que sucede, en detalle, no es posible. Pero, quiero decir, nos entendemos...
En cuanto al famoso juego del "reloj": comienza tan pronto como una pareja se pone al asunto. Luego, desde las dunas, decenas de hombres hambrientos, con mochilas y gafas de sol, se dejan caer por allí y forman un círculo. Punto. Para el resto, échele imaginación (considere que estas escenas se suceden ininterrumpidamente hasta la puesta del sol, a veces incluso en el agua. Al estar helada, no ayuda pero, al menos, desinfecta).
CARNAVAL SEXY
Hablando de higiene: la fiesta de la espuma. Todo el mundo habla de ello con entusiasmo. Parece algo que no hay que perderse. Está reservado sólo para parejas. Pero entonces Gerard, un joven en el papel de portero, acepta 50 euros por un café: y entonces entras y echas un vistazo. Básicamente: una trampa.
Con DJs y música, en pelotas, todos contra todos, dentro de una enorme espuma blanca que cubre la piscina. En la Moleskine apunto: total, demente desprecio por el peligro de contagios (el el bichito, francamente, sería el menor de los problemas).
A la hora del aperitivo, un cielo precioso y olor a comida a la brasa, el olor dulzón de los aceites para después del sol y en un sensacional perreo erótico-carnavalesco. Es realmente sorprendente que todo esto haya inspirado hasta ahora a un solo escritor, Michel Houellebecq, que en 1998 publicó, con considerable éxito, Las partículas elementales- aunque en ese momento la impronta naturista todavía prevalecía aquí.

En fin: triunfo de las sandalias con tacones y tiras, aretes fálicos y corsés con estampado de leopardo, el pobre Oreste siempre con su correa, cerveza, vino, lápices de labios celestes, uñas plateadas, un par de drag queens fosforescentes, un "Beddamaaatri!" lanzado por un chico siciliano al paso de dos maravillosas gemelas holandesas, un gran espectáculo de cirugías plásticas invernales, una jovialidad difusa que, sin embargo, se va convirtiendo poco a poco en miradas turbias, silencios de sabana, caza del placer.
Los clubes son numerosos. El privé más hermoso es el Glamour. Luego está el Tantra , donde también se permiten swingers. Un club BDSM también se está fortaleciendo este año. Las saunas cierran tarde. Un clásico, me explican, sigue siendo el paseo por las calles de Port Nature, donde se organizan las fiestas privadas más divertidas.
CENA CALIENTE Y MENSAJE DE MAMÁ
Aquí, en efecto vamos a ver cómo es la fiestita de los italianos. Sólo para enmarcar la escena: pequeño jardín, antorchas, una mesa con mantel de flores de plástico, una bandeja llena de salchichas, vasos vacíos, una vela con esencia de vainilla, la cálida voz de Barry White, la de Brillo: "Ah, bien. Llegaste justo a tiempo...". Risas emocionadas desde dentro: ahí está Pequeño Químico descorchando una botella de vino y brindando con otras dos parejas. Todos están desnudos. Me observan. Brindo.
Brillo: "Oh, bien... necesitas relajarte un poco, ¿eh? No sólo existe el trabajo". Vale sale del pasillo. "Estamos jugando por allí con Brillo... Hay dos parejas españolas muy guapas... Si quieres te puedes unir". Luego guiña un ojo, coge una botella de prosecco y desaparece.
Ringo dice que esto es Cap d'Agde. Es absolutamente esto. Y es de locos que te entre sueño ahora. Fuera, en el camino de entrada, las farolas amarillas, las cigarras cantando. Ese vino era malo... Me llega un WhatsApp. De mi progenitora. "Sólo por saber: ¿estárás allí el 15 de agosto o piensas volver?".
 
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