¡Oye, eres un fulastre! Pero tranquilo que no hay nada de qué avergonzarse. La verdad es que todos somos petulantes y a continuación te damos una breve explicación del por qué.
4 – Ignoramos completamente a una persona si no estamos de acuerdo con algo que dijo.
Argumentar sobre un tema siempre suele ser algo estresante, y tener la razón siempre es genial. Por eso, cuando escuchamos un argumento con el que no estamos de acuerdo, siempre buscamos una forma fácil y expedita de rechazarlo. Pero organizar un ataque al contenido de determinado mensaje muchas veces resulta un trabajo desgastante y difícil. Entonces ¿qué solemos hacer?
De forma general nos mantenemos atentos a la persona para que cometa un solo error o mencione alguna otra cosa con la que no estamos de acuerdo. Y está hecho. Usamos esa pequeña equivocación para descartar todo lo que fue dicho y hecho con anterioridad.
“Error, empleaste una estadística poco creíble en el tercer párrafo. La conclusión es totalmente falsa” o “No, no voy a escuchar lo que ese individuo tiene que decir. Alguna vez lo vi apretar la mano de un político al que repruebo”. O algo del tipo: “¿Él cree que la carga de impuestos cambió de forma desproporcionada durante la última década para la clase media? ¿Qué sabe él? Él tiene un Xbox”.
Por esta misma razón es que adoramos etiquetar a las personas.
Este tipo de “estandarización” nos ahorra el trabajo de encontrar incluso una sola cosa sobre las personas para no estar de acuerdo, nos basta con el hecho de atribuir todas las fallas de cualquier grupo en el que se encuentre “incluida”. Si ya sabes que no estás de acuerdo con todo aquello que un “Conservador” o un “Liberal” o un “dueño de Xbox” dice, estas etiquetas te ahorran el trabajo de escuchar realmente a las personas. Y tu defensa es algo más o menos así: “¿De qué forma una idea racional e inteligente podría emanar de mentes tan pequeñas y cerradas?”.
Evidentemente los pensamientos racionales salen de las mentes pequeñas a todo momento. Después de todo, nadie está equivocado sobre todo. Incluso a tu enemigo más acérrimo probablemente le guste el mismo tipo de café a ti, o aquella serie de TV que más amas en la vida.
De vez en cuando es bueno contenerse y reprimir ese instinto por rechazar a alguien y pensar un poco antes de emitir un juicio.
3 – Cuando alguien comete un error, creemos que esa persona es mala junto con todo lo que hace.
¿Qué es en lo primero que piensas cuando ves a una persona que no conoces cometer un error más o menos básico? Ya sabes, cosas como arrojar sarama en la calle o conducir con un automóvil directo al océano. “Qué petulante”, piensas (no lo niegues, todos solemos hacerlo).
Pero, ¿qué piensas cuando ves a un amigo o a un miembro de la familia cometer esos mismos errores? Probablemente te muestras un poco más comprensible. ¿Estaban distraídos? ¿Borrachos? ¿Alguien cortó los frenos a su carro?
Sabes que no son unos completos petulantes, por lo que te detienes y piensas un poco, buscando razones por las cuales pudieron haber cometido el error. Pero las personas no suelen dar ese beneficio de la duda a la mayoría de los desconocidos.
Se le llama error fundamental de la atribución, y esencialmente se traduce en que atribuimos los errores y fallas de otras personas a alguna falla fundamental que tuvieron, en lugar de a las circunstancias en las que se encontraban. Una vez más: ¿quién nunca lo hizo?
Es difícil ir contra esto. Simplemente no tenemos condescendencia con las personas que no conocemos muy bien. Pero cuando se dedica el tiempo a reflexionar, como es el caso de los amigos o familiares, las cosas cambian.
2 – Al intentar protegernos de otros petulantes terminamos siendo petulantes.
Quién no recuerda una ocasión en la que intentó ser agradable y amable con alguna persona y, gracias a esto, terminamos siendo pisoteados. Quizá sostuviste la puerta del banco para que alguien pasara, solo para ver como esa misma persona te cerraba la puerta en las narices al día siguiente. Los ejemplos con interminables.
Y resulta mucho más fácil pensar en los momentos en que los petulantes se vieron beneficiados con tu desgracia. Como la vez en que un compañero o jefe obtuvo el crédito por un trabajo que tú hiciste.
Por supuesto, a veces los petulantes no logran su objetivo. Gritarle a la recepcionista de un hotel no hará más que dejarte en una habitación peor. Incluso tu carrera podría ser todo un éxito si fueras un petulante, pero todo el mundo terminará odiándote. Lo malo es que las cosas buenas no suelen suceder con frecuencia a los petulantes.
Es por eso que desarrollamos una serie de defensas para esquivar a los oportunistas en potencia. Nos mantenemos cautelosos de hacer favores a los compañeros. Paramos las orejas cuando escuchamos algún cuchicheo en la oficina y cosas por el estilo. Apretamos y rechinamos los dientes para establecer el dominio y marcar territorio. Y entonces terminamos actuando de una forma medio petulante, como los petulantes que queremos evitar.
1 – Creemos que todas las personas son iguales a nosotros.
Probablemente exista una cosa que haces cuando consideras a las otras personas que están en una misma situación. “¿Qué haría yo en esta situación?”.
A esto se le llama empatía, y es una forma básica que tenemos de medir el mundo social. Generalmente es algo bueno, pero el problema es que el criterio que usamos con la empatía está torcido. Se trata del “yo” en la frase. A menos que haya ocurrido un error en una fábrica de clones humanos o un enfrentamiento en una habitación llenas de espejos, la persona que estás considerando es susceptible de ser muy diferente a ti de varias formas.
Por ejemplo, cuando las personas son detenidas por una patrulla, la reacción no siempre es igual. Un hombre blanco de clase alta no suele ser imputado por actos criminales en plena calle. Entonces, si un policía cualquiera llega a detenerlo, quizá se sorprenda, pero no se sentirá particularmente amenazado. Probablemente lidiará con el problema de forma educada hasta que el error sea aclarado. No es más que un sujeto haciendo su trabajo. Puede simpatizar con eso, incluso si la situación resulta un poco inconveniente.
Mientras esa es una actitud que este sujeto de clase alta puede darse el lujo de tener, otras personas no tienen los mismos privilegios, y es completamente comprensible que su interacción con los agentes del orden sea más tensa y conflictiva.
Lo mismo sucede, por ejemplo, cuando las personas se ofenden con alguna broma que a ti te pareció divertida. Resulta difícil ignorar los instintos en estas situaciones – la risa es genuina.
Pero tus instintos y el sentido del humor están basados en tu experiencia y en tu historia, en todo ese equipaje que acarreas de tu educación tan particular. Lo que es un comportamiento normal y razonable para ti, puede no serlo para alguien que tenga una historia completamente distinta.
Entonces, ¿cómo dejar de ser un petulante?
Bueno, la solución más simple es siempre considerar todas las variables y las circunstancias de las otras personas antes de salir por allí a tirar piedras. Sí, es laborioso, es complicado, pero es fundamental. Puede parecer imposible, pero si deseas ser una mejor persona, al menos tienes que intentarlo. Con información de cracked
4 pruebas de que eres más petulante de lo que crees - Marcianos
4 – Ignoramos completamente a una persona si no estamos de acuerdo con algo que dijo.
Argumentar sobre un tema siempre suele ser algo estresante, y tener la razón siempre es genial. Por eso, cuando escuchamos un argumento con el que no estamos de acuerdo, siempre buscamos una forma fácil y expedita de rechazarlo. Pero organizar un ataque al contenido de determinado mensaje muchas veces resulta un trabajo desgastante y difícil. Entonces ¿qué solemos hacer?
De forma general nos mantenemos atentos a la persona para que cometa un solo error o mencione alguna otra cosa con la que no estamos de acuerdo. Y está hecho. Usamos esa pequeña equivocación para descartar todo lo que fue dicho y hecho con anterioridad.
“Error, empleaste una estadística poco creíble en el tercer párrafo. La conclusión es totalmente falsa” o “No, no voy a escuchar lo que ese individuo tiene que decir. Alguna vez lo vi apretar la mano de un político al que repruebo”. O algo del tipo: “¿Él cree que la carga de impuestos cambió de forma desproporcionada durante la última década para la clase media? ¿Qué sabe él? Él tiene un Xbox”.
Por esta misma razón es que adoramos etiquetar a las personas.
Este tipo de “estandarización” nos ahorra el trabajo de encontrar incluso una sola cosa sobre las personas para no estar de acuerdo, nos basta con el hecho de atribuir todas las fallas de cualquier grupo en el que se encuentre “incluida”. Si ya sabes que no estás de acuerdo con todo aquello que un “Conservador” o un “Liberal” o un “dueño de Xbox” dice, estas etiquetas te ahorran el trabajo de escuchar realmente a las personas. Y tu defensa es algo más o menos así: “¿De qué forma una idea racional e inteligente podría emanar de mentes tan pequeñas y cerradas?”.
Evidentemente los pensamientos racionales salen de las mentes pequeñas a todo momento. Después de todo, nadie está equivocado sobre todo. Incluso a tu enemigo más acérrimo probablemente le guste el mismo tipo de café a ti, o aquella serie de TV que más amas en la vida.
De vez en cuando es bueno contenerse y reprimir ese instinto por rechazar a alguien y pensar un poco antes de emitir un juicio.
3 – Cuando alguien comete un error, creemos que esa persona es mala junto con todo lo que hace.
¿Qué es en lo primero que piensas cuando ves a una persona que no conoces cometer un error más o menos básico? Ya sabes, cosas como arrojar sarama en la calle o conducir con un automóvil directo al océano. “Qué petulante”, piensas (no lo niegues, todos solemos hacerlo).
Pero, ¿qué piensas cuando ves a un amigo o a un miembro de la familia cometer esos mismos errores? Probablemente te muestras un poco más comprensible. ¿Estaban distraídos? ¿Borrachos? ¿Alguien cortó los frenos a su carro?
Sabes que no son unos completos petulantes, por lo que te detienes y piensas un poco, buscando razones por las cuales pudieron haber cometido el error. Pero las personas no suelen dar ese beneficio de la duda a la mayoría de los desconocidos.
Se le llama error fundamental de la atribución, y esencialmente se traduce en que atribuimos los errores y fallas de otras personas a alguna falla fundamental que tuvieron, en lugar de a las circunstancias en las que se encontraban. Una vez más: ¿quién nunca lo hizo?
Es difícil ir contra esto. Simplemente no tenemos condescendencia con las personas que no conocemos muy bien. Pero cuando se dedica el tiempo a reflexionar, como es el caso de los amigos o familiares, las cosas cambian.
2 – Al intentar protegernos de otros petulantes terminamos siendo petulantes.
Quién no recuerda una ocasión en la que intentó ser agradable y amable con alguna persona y, gracias a esto, terminamos siendo pisoteados. Quizá sostuviste la puerta del banco para que alguien pasara, solo para ver como esa misma persona te cerraba la puerta en las narices al día siguiente. Los ejemplos con interminables.
Y resulta mucho más fácil pensar en los momentos en que los petulantes se vieron beneficiados con tu desgracia. Como la vez en que un compañero o jefe obtuvo el crédito por un trabajo que tú hiciste.
Por supuesto, a veces los petulantes no logran su objetivo. Gritarle a la recepcionista de un hotel no hará más que dejarte en una habitación peor. Incluso tu carrera podría ser todo un éxito si fueras un petulante, pero todo el mundo terminará odiándote. Lo malo es que las cosas buenas no suelen suceder con frecuencia a los petulantes.
Es por eso que desarrollamos una serie de defensas para esquivar a los oportunistas en potencia. Nos mantenemos cautelosos de hacer favores a los compañeros. Paramos las orejas cuando escuchamos algún cuchicheo en la oficina y cosas por el estilo. Apretamos y rechinamos los dientes para establecer el dominio y marcar territorio. Y entonces terminamos actuando de una forma medio petulante, como los petulantes que queremos evitar.
1 – Creemos que todas las personas son iguales a nosotros.
Probablemente exista una cosa que haces cuando consideras a las otras personas que están en una misma situación. “¿Qué haría yo en esta situación?”.
A esto se le llama empatía, y es una forma básica que tenemos de medir el mundo social. Generalmente es algo bueno, pero el problema es que el criterio que usamos con la empatía está torcido. Se trata del “yo” en la frase. A menos que haya ocurrido un error en una fábrica de clones humanos o un enfrentamiento en una habitación llenas de espejos, la persona que estás considerando es susceptible de ser muy diferente a ti de varias formas.
Por ejemplo, cuando las personas son detenidas por una patrulla, la reacción no siempre es igual. Un hombre blanco de clase alta no suele ser imputado por actos criminales en plena calle. Entonces, si un policía cualquiera llega a detenerlo, quizá se sorprenda, pero no se sentirá particularmente amenazado. Probablemente lidiará con el problema de forma educada hasta que el error sea aclarado. No es más que un sujeto haciendo su trabajo. Puede simpatizar con eso, incluso si la situación resulta un poco inconveniente.
Mientras esa es una actitud que este sujeto de clase alta puede darse el lujo de tener, otras personas no tienen los mismos privilegios, y es completamente comprensible que su interacción con los agentes del orden sea más tensa y conflictiva.
Lo mismo sucede, por ejemplo, cuando las personas se ofenden con alguna broma que a ti te pareció divertida. Resulta difícil ignorar los instintos en estas situaciones – la risa es genuina.
Pero tus instintos y el sentido del humor están basados en tu experiencia y en tu historia, en todo ese equipaje que acarreas de tu educación tan particular. Lo que es un comportamiento normal y razonable para ti, puede no serlo para alguien que tenga una historia completamente distinta.
Entonces, ¿cómo dejar de ser un petulante?
Bueno, la solución más simple es siempre considerar todas las variables y las circunstancias de las otras personas antes de salir por allí a tirar piedras. Sí, es laborioso, es complicado, pero es fundamental. Puede parecer imposible, pero si deseas ser una mejor persona, al menos tienes que intentarlo. Con información de cracked
4 pruebas de que eres más petulante de lo que crees - Marcianos