Boba Fet II
Himbersor
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Errejón debería ser el último al que se aplicase la Ley del "sí es sí"
El PP debería atacar la ley, que permite criticar a Errejón por hipócrita y a la artista que usa el "sí es sí" como un alka-seltzer tres años después.
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Anda contentísima la gente antisanchista y podemófoba, porque, de creer al tribunal de La Manada, que es cualquier tribunal español que aplique esa ley infame, a Errejón se le caerá la Ley del "sí es sí", es decir, sin garantía alguna y bajo el principio de que todo lo que diga la víctima, si es mujer, no debe estar sujeto a las pruebas que demuestren la veracidad de su denuncia. Hermana, yo sí te creo y condeno a este forzador, que, por hombre, lo es. No se dan cuenta los que hablan de "justicia poética", de que eso no es justicia ni poesía. Es un tribunal soviético que juzga lo que en ese momento conviene al partido, y si, antes del juicio, lincha a uno de los suyos, es para ensalzar su sentido de la justicia castigando a un camarada extraviado. Pero Errejón, bebé probeta de Alberto Fernández, el presidente argentino que se proclamó "el primer feminista" para ligar con las titiriteras de su cuerda, era el ídolo de las que coreaban que la denuncia de cualquier mujer contra cualquier hombre era cierta, sin necesidad de pruebas: la ley del "Sí es sí".
Las tricoteuses de la guillotina política
A Errejón lo han juzgado y condenado ya unas tricoteuses como las que se sentaban, sin perder un punto, a ver caer la cabeza de los guillotinados por Robespierre. Estas periodistas y políticas, carceleras de lo políticamente correcto, dicen que hace años que se conocían los abusos de Errejón. No lo denunciaron entonces. ¿Y ahora hay que hacerles caso y condenar sin juicio para dar ejemplo? ¿Ejemplo, de qué? ¿De lo mentirosas que eran o de lo abyectas que son? La propia denunciante, gran admiradora de la doctrina del denunciado, dice que tardó tres años en denunciarlo "por ser quien era". Cabría añadir: y por ser tú como eres, o sea, como él, defensora de una idea sólo cuando te conviene. La denuncia retrata a un demagogo en nombre del feminismo y a una actriz feminista cómplice del que dice que la atropelló.¿Eso significa que no haya habido abuso? No. Significa que la Ley a que se acoge, aunque obra del presunto abusador, debe ser derogada de inmediato. Y que cuando los plastilinos del PP asumen el discurso contra la "violencia machista" hacen suya una doctrina que es la fin del Estado de Derecho. Errejón debería ser el último condenado por la ley del "sí es sí", porque condenado está antes de juicio por la propia ley y la manada de opinadoras de su cuerda. Pablenín, azotándolo hasta sangrar, ha dicho que gracias a esa ley se hará justicia con su antes íntimo y ahora enemigo. ¡Justicia soviética!
El tribunal popular de la camarada Fallarás
Lo que estamos viviendo, es un episodio más de la ley del "Sí es sí", de Pablenin, Trotskitín y la Chiang Ching podemita, Irenechín, que sigue la doctrina comunista de la justicia en cuadrilla, la de los juzgados populares, tan activos y asesinos en nuestra guerra civil, que se basa en la supresión de todas las garantías del derecho en favor de la acusación "de clase", no para condenar a un culpable, sino al que convenga a la revolución. Donde dice "de clase" léase "de género" y sale la ley de marras. Pero lo importante no es la ley, sino el jurado popular que la sanciona, el de la propaganda de los periodistas comisarios y los propagandistas de saldo. Cualquier personaje desprestigiado o cualquier partido muerto en las urnas pueden resucitar si se reinventan como ejecutores de la justicia popular, en este caso de género, para alegrar a las tricoteuses del Terror y aterrorizar a la Oposición.Es el caso de Cristina Fallarás, que había hecho tanto honor a su apellido que compartía el desprestigio de toda la horda podemita. Pero tras ejecutar junto al Público de Pablenín la venganza del antiguo jefe, aireando denuncias anónimas y supuestamente espontáneas, dijo que tenía denuncias contra "abusadores de otros partidos", le cerraron un rato Instagram y se lo volvieron a abrir, más publicidad. Pero la técnica es la de la Manada: una checa mediática sin pruebas y un ventilador para disimular la hedionda evidencia de los feministas gente de izquierdas, forzadores, sí, pero por lo que tienen de fascistas. Errejón, en su grotesca carta autocrítica, típicamente comunista, establece las responsabilidades políticamente correctas de sus abusos: los verdaderos culpables son el neoliberalismo y el patriarcado, así que él, en el fondo, es también víctima por nacer hombre y forzador como los demás.
La derecha, ya digo, disfruta lo que ven como un resbalón de los que reparten culpabilidades machistas a toda la oposición. No entienden que, si cuaja el discurso que exculpa al partido, salvo por su tardanza, no por su condición de secta mafiosa, encubridora de forzadores si son de los suyos, la Izquierda seguirá impartiendo su justicia de género y, en vez de Errejón, el fiscal será Pablenin (el azotador) o Fallarás (a tu favor). La Derecha se enfrenta siempre al mismo problema: aceptar o rechazar la superioridad jovenlandesal de la Izquierda. Lo explicó Hegel -y lo amplió Kojève- estudiando la dialéctica del Amo y el Esclavo: el Amo sólo puede serlo si el Esclavo lo reconoce como tal. La fuerza importa, pero no es decisiva en la sumisión. Sin lucha, el Amo es inamovible; si no se le reconoce, caerá. La clave es rechazar frontalmente el discurso -el Relato, de Rodríguez Herrera en LD- que niega legitimidad al Estado de Derecho e impone la ley del "sí es sí".
Cuando la Derecha traga el discurso de género de la Izquierda
Tanto el PP como Ciudadanos hicieron suyas en su día las causas que la Izquierda impuso como feminismo canónico, aun siendo antifeministas. El juicio repetido sobre La Manada y el caso de Juana Rivas, negaciones del Estado de Derecho que derogaban la lucha feminista histórica liberal, fueron dos atrocidades en las que el vocerío callejero sustituyó al debate cívico. En el primer caso, el Supremo desautorizó a los jueces naturales de navarra. En el segundo, el secuestro y maltrato de su hijo por Juana Rivas fue ocultado contra toda evidencia y el testimonio del padre, al que Rajoy y Rivera ni oyeron. Albert cortó la crítica a la ideología de género de Marta Rivera de la Cruz en las Cortes e Inés acabó votando la Ley del "Sí es sí". En ambos casos, por puro oportunismo, ante unas encuestas hechas en plena campaña de propaganda izquierdista, de Podemos al PSOE y la ETA.Entonces, Vox no había despegado, y el PP se dividió: Ayuso y Cayetana siempre han estado contra el discurso de género y se negaron a acudir a la luctuosa manifestación del 8M de 2020. Cuca, naturalmente, acudió. Hoy es la secretaria general del PP de Feijóo, que, siempre acomplejado, apenas ha emitido algún maullidito, una leve risita a cuenta de Errejón, en vez de aprovechar el caso e iniciar la deslegitimación pública de la ley del Sí es sí. Si ahora no agita a la opinión pública contra ese crimen, ¿cuándo lo hará? El precedente es letal. Rajoy, con mayoría absoluta, no hizo nada de lo que prometió. Y este PP de la conciliación, que teme llamar a Begoña al Senado y sigue empeñado en alejarse de Ayuso ¿qué esperanza nos deja? Ninguna.
Flaquezas del relato de Sumar que puede aprovechar la Derecha
Aunque desde la vuelta del verano Feijóo se ha empeñado en mostrar su peor cara, con todos los complejos de ayer y el freno provinciano de hoy, la estrategia de Sumar, que fatalmente arrastra al PSOE, le da una nueva oportunidad de despertar, mejorar las relaciones con Vox, si se deja, acabar con la luz de gas a Ayuso, gasear a los chanquetes de Génova 13 y pasar al ataque. Sin cuquerías ni cucadas: al ataque. Está claro que tanto Yolanda como MeMa, Urtasun, Bergerot, Arenillas y demás, sabían lo de Errejón. Como Sánchez está contra la pared, sólo le faltaba la foto con Aldama, no puede encabezar la voladura controlada de Sumar. Y debe impedir que sea Iglesias el que lo vuele, porque el cambio de cromos le saldría carísimo y porque en el camino puede perder el poco crédito electoral que le quedaba.
Eso deja al Gobierno en manos de la Oposición, si es capaz de crear un escenario de guerra que bloquee su obsesiva estrategia contra Ayuso. No tiene otra, o no tiene más, de ahí la estupidez de haberla dejado sola, como si no hubiera demostrado ya que sobrevive mejor sin el apoyo del partido. A mi juicio, que sé no atenderá, porque este otoño es el de la caída de la hoja de parra que escondía las vergüenzas de un PP sin estrategia ni táctica, debería centrar sus ataques en la Ley del Sí es sí, que permite criticar tanto a Errejón por hipócrita, como a la artista que, tres años después, denuncia a su ídolo y supuesto maltratador sensual con el que dice, "estaba ilusionada". Si el tío muestra la hipocresía comunista y su desprecio real a las mujeres, la tía prueba que cualquiera puede utilizar la Ley como un alka-seltzer para la resaca matinal de una mala noche ¡tres años después", en los que no dejó de seguirlo en las redes, reírle las gracias y quién sabe qué más intimidades.
Una querella rechazable, una oportunidad contra Sánchez
Ningún juez debería admitir la denuncia, pese a la ley vigente. Como han dicho dos tribunales sobre las demandas a Peinado de Pedro y Begoña, no hay justificación ni pruebas, y parece más una venganza personal que la tardía pretensión de buscar justicia. Sólo le faltaba llamar neanderthales a los que ven la denuncia de la actriz como un alarde de irresponsabilidad y cara dura. Con razón era su ídolo Errejón, tan tramposa y faltona como él. La ley retrata a las dos partes, fruto podrido de un engendro jurídico. Y a sus autores y defensores. Centrarse en los defectos de la ley y no en esos dos discapacitados jovenlandesales, parece más inteligente y rentable a largo plazo.
Pero, sobre todo, lo que une a Sumar y al PSOE es el uso permanente de la mentira, la farsa de predicar unas ideas que luego no se practican. La Izquierda actual no es sólo una ruina y un error, es la dictadura de la trola. Insistir en eso, sin temer al "y tú más", permitirá aprovechar lo que no es un fallo anecdótico, sino sistémico o sistemático, ideológico y político. No es un caso particular, sino global; hay que atacar a la ley, no a la excepción. Ojalá despierten este PP durmiente y su política, que es todo menos bella.