En el Alba de las Tinieblas

Clavisto

Será en Octubre
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10 Sep 2013
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"Necronomicón, el Alba de las Tinieblas" para Playstation2; una demo de tres horas y media en Youtube.

La he visto en otras ocasiones. Te sientas en el sillón frente al ordenador con las piernas extendidas sobre una silla, te echas una manta y dejas pasar la tarde.

Compré el juego junto con la Play cuando me independicé, hará como veinte años. Mi chica y yo pasamos muchas tardes con él hasta que, incapaces de resolver los puzzles, tuvimos que buscar la solución en la Internet que ella tenía en la casa de sus padres. Ahora lo veo jugado por otro y lo recuerdo todo.

Hoy ya había ambiente de fiesta. Comidas de empresa, al menos las que no han suspendido por toda esta locura. Pasaban por el bar a tomar una caña previa o el café y las copas de después. Poco a poco ves como van acelerándose, como les anima el alcohol y lo demás. Tres clientas habituales, tres cuarentonas aún de buen ver para según quien, las tres casadas y con hijos ya mayores, beben cerveza y hablan entre carcajadas de los viejos y buenos tiempos. Son las únicas mujeres en el bar y lo saben. Yo no paro: vaso, hielo, rodaja de cítrico, refresco, botella y cobrar o apuntar. Apenas conozco al resto de clientes. Algunos me miran raro. No sé qué pasa con la gente cuando salen de sus casillas. Pronto me iré.

Una de las casadas me besa al despedirme. Basta un encuentro inesperado con dos amigas de su quinta y varias cervezas para quitarse veinte años de encima. Salgo disparado después que me toca el ojo ciego. Tengo muchos recados por hacer.

Compro la carne del bar y de casa en el super de al lado. Sólo hay una bandeja del chuletón que me gusta y necesito dos para el fin de semana. Veo que no hay nadie en la carnicería y pregunto si tienen más del mismo, enseñándoselo. El carnicero con gafas me mira extrañado y dice que claro que sí. Le pido uno de medio kilo y lo corta de trescientos y poco. Herido en su amor propio y a pesar de decirle que no importaba parte otro y no llega a los cuatrocientos. Ofuscado hachea uno más y lo consigue con un exceso de sesenta gramos.

Tampoco hay casi gente aquí, en el otro super, en el de los hosteleros que al final acabaron abriendo al por menor. Estos son de la vieja escuela pero hoy están conmigo más simpáticos que de costumbre. No veo a la chavalita rubia, siempre tan agradable. Tardo muy poco en coger lo que necesito. Sólo falta ir al jovenlandés por las naranjas y los limones. Hoy está la progenitora, como siempre hablando por teléfono. Soy incapaz de desplegar el guante de plástico y sólo tras desesperantes intentos consigo abrir las bolsas. Voy a pagar y la mujer se había olvidado de encender la balanza. Sonríe mientras esperamos en silencio.

Regreso al bar y dejo parte de la compra. Ya no hay tanta gente. De vuelta a casa me voy fijando en los otros bares: apenas se ve movimiento. Supongo que empezará más tarde. Yo ya no estaré por ahí.

El psicólogo argentino que sigo en Youtube pronuncia una charla para mujeres con su habitual maestría en la dicción. Pero no me interesa. "Hay que comer" pienso del argentino y me levanto a poner una lavadora.

Ya es casi de noche. Meriendo, fumo un cigarrillo, cojo el móvil, pongo "El caso de Charles Dexter Ward" en Spotify y voy al water.

Qué gran historia. Un chico solitario, estudioso y noble viviendo una insólita aventura de trágicas consecuencias.

Entonces recuerdo el juego de la Playstation. Lo busco en Youtube y lo encuentro.


Y me acuerdo de todo.
 
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