En busca de la nueva burbuja

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En busca de la nueva burbuja

Publicado el 26-01-2008 , por Miquel Roig / Daniel Badía

Los inversores se han lanzado a comprar bonos estatales para protegerse de la crisis financiera y económica. Algunos analistas comienzan a advertir cierto riesgo de que se esté generando una demanda irracional por esa clase de activo.

“La nación, en plena recesión, exige una nueva burbuja en la que invertir” aseguraba hace unos meses un artículo de The Onion, el diario satírico estadounidense. “Un panel constituido por los principales líderes empresariales testificó el lunes ante el Congreso, y exigió al Gobierno que ofreciera a los americanos otra irresponsable y extraordinariamente ilusoria burbuja en la que invertir”. Con su habitual ironía, la publicación tocaba uno de los puntos clave de los mercados financieros de la última década: las mayores creaciones de riqueza desde finales de los noventa se han producido a lomos de sendas burbujas: la burbuja puntocom y la del crédito fácil, causa subyacente de la burbuja inmobiliaria. Para no romper la magia de la ironía, The Onion no menciona explícitamente que el posterior estallido de cada burbuja destruye buena parte de la riqueza creada. Si no toda.

En cualquier caso, lo curioso de esa sucesión de irracionalidades es que la reacción del mercado y de las instituciones a cada una de las burbujas ha generado el caldo de cultivo de la siguiente. Los tipos históricamente bajos con los que los bancos centrales de todo el mundo pretendían estimular la demanda, evitar la deflación y coagular la sangría bursátil de principios de siglo XXI, abarataron hasta niveles jamás vistos los costes de endeudarse. El dinero fácil salía a expuertas de los bancos centrales y llegaba tanto a empresas como a hogares a través de la banca comercial y de inversión.

Dinero fácil
Con tanta oferta de crédito como demanda, se perdió la noción del riesgo y se generaron pequeñas burbujas de activos, como la inmobiliaria, la de materias primas, e incluso la bolsa... Los precios de la vivienda en las principales ciudades de EEUU han caído más de un 20%, el petróleo ha pasado de 150 dólares por barril a 30 dólares y la bolsa ha llegado a caer casi tanto como se dejó en el estallido del puntocom (Ibex 35), o incluso más (S&P 500). El propio George Soros, el multibillonario inversor que se hizo rico a principios de los años noventa apostando en contra de la libra esterlina, ha dedicado los últimos años de su vida a perfilar una teoría que define la economía moderna como una sucesión de superburbujas, que a su vez tienen pequeñas burbujas dentro.

Simplemente la experiencia de puntocom y la del crédito legitiman el debate de cuál será la siguiente explosión de euforia irracional, y, sobre todo, si la explosión de ésta última burbuja está abonando el terreno para otra. Y, de momento, muchos ojos se están centrando en la deuda pública. Esto es, la deuda que emiten los Estados para financiar sus gastos e inversiones, y cubrir los déficits presupuestarios en los que incurren año a año. La emisión de deuda se ha disparado en las últimas semanas, porque los Gobiernos tienen que financiar los rescates del sistema bancario y los planes de estímulo fiscal para impulsar la demanda. Los bancos Société Générale y Goldman Sachs prevén una emisión cercana al billón de euros durante 2009 en la eurozona, y de en torno a 2 billones de dólares en EEUU.

Pero también han comenzado a surgir interrogantes, sobre todo desde que Alemania, el emisor libre de riesgo por excelencia en la euro zona, no lograra colocar la totalidad de una emisión a diez años en enero. Además, las finanzas públicas se están deteriorando de tal forma que las primas de riesgo de la deuda pública de los países de la eurozona se han disparado en los últimos meses, al igual que lo ha hecho el coste de protegerse frente al impago de un Estado soberano (ver gráfico). ¿Pero son suficientes estos hechos para hablar de burbuja de la deuda pública en estos momentos? La respuesta breve: a corto plazo, no; a largo, el riesgo existe. Ya pasó en Japón.

Fundamentales racionales
La respuesta extensa, requiere un poco más de elaboración. Para saber si se está gestando o no una burbuja en deuda pública, hay que analizar primero si la fuerte demanda por este tipo de activos está olvidando factores fundamentales y, en consecuencia, llegando a cotas irracionales.

A corto plazo, parece que la decisión de los inversores de refugiarse en renta fija tiene sentido: el riesgo deflacionista ha superado al inflacionista, la mayoría de economías avanzadas entrarán en recesión, los economistas apuestan por una recuperación lenta en forma de U, en lugar de una rápida en forma de V. El entorno es tan negativo que los inversores están dispuestos a pagar más y conformarse con rentabilidades nimias a cambio de la seguridad y tranquilidad mental que les da la deuda del Estado. Además la demanda se verá reforzada por las políticas expansivas de los bancos centrales, especialmente la Fed, que no descarta comprar deuda pública para inundar la economía de liquidez y tratar de estimular la demanda.

El problema es ¿se está pagando demasiado o se va a llegar a pagar demasiado por la deuda pública? José Carlos Díez, economista jefe del bróker Intermoney también resalta que los riesgos de una hipotética burbuja residen sobre todo en el largo plazo. De hecho, afirma que a pesar de las baja rentabilidad que ofrece ahora la deuda a corto “no se puede hablar de burbuja, ya que esto es solamente un reflejo de los tipos oficiales”, pero advierte de que en la deuda a largo, “sí se puede estar gestando una”.

Díez afirma que si finalmente se forma una burbuja y ésta estalla, la situación será especialmente delicada, sobre todo si los bancos comerciales han llenado sus balances con deuda pública. “En ese caso, cuando los tipos superaran cierto nivel, las entidades se verían obligadas a reconocer cantidades ingentes de pérdidas”.

En esta misma línea se sitúa Jacques Cailloux, economista jefe para Europa de Royal Bank of Scotland, que afirma tajante que, en estos momentos no se puede hablar de burbuja. Sin embargo, advierte de que el riesgo está a largo plazo, cuando los bancos centrales implementen las estrategias de salida de sus políticas de tipos de interés al cero por ciento. “En Japón, por ejemplo, a mediados de los noventa, cuando el banco central dejó de comprar deuda pública y las rentabilidades comenzaron a repuntar, los inversores atrapados en títulos que daban una rentabilidad de prácticamente cero, provocaron ventas masivas de deuda que, al final, acabaron agravando el problema”, afirma Cailloux.
Además, está el problema de la inflación. Muchas de las medidas que se están adoptando en este momento por los Gobiernos -incrementos del gasto público, emisión de deuda, tipos al cero e impresión de billetes- corren el riesgo de generar inflación en el futuro. Y si realmente llega una etapa de elevada inflación, lo peor que le puede pasar a un inversor es estar atrapado en deuda que no ofrece apenas rentabilidad, lo que provocaría ventas masivas de los títulos.

En cambio, otros expertos, como Rob Carnell, economista jefe de ING Group, cree que en estos momentos no tiene sentido hablar de burbuja de deuda pública. Según él, hablar de generar inflación con las medidas actuales es lo mismo que dar una hamburguesa con queso a un señor famélico y preocuparse por generarle obesidad mórbida”.

Pesimistas y muy pesimistas
En el fondo, en el caso de la burbuja de deuda pública, el bando en el que se sitúe cada analista depende del grupo en el que se encuentre: el de los muy pesimistas y el de los menos pesimistas. Los primeros vaticinan muchos años de fuerte recesión con grandes caídas de precios, por lo que comprar deuda pública, aunque sea con rentabilidad cero, tiene sentido. Los pesimistas, en cambio, creen que en habrá recesión y, como mucho, una breve etapa de deflación. En este último caso, las primas de riesgo que están pagando ahora los mercados perderán sentido, y los títulos que están comprando ahora los inversores como si fueran oro molido, perderán buena parte de su valor y generarán pérdidas multibillonarias . Soros, en su libro, habla de que estamos inmersos en la explosión de una superburbuja que amenaza con provocar un caos planetario, especialmente en las economías avanzadas. Incluso él, estaría contento de estar equivocado.
En busca de la nueva burbuja - Expansión.com
 
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