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La campaña electoral más racista, nacionalista y desconectada de Suecia que se recuerda ha producido, como cabía esperar, un gobierno con una política para empeorar la vida de los trabajadores, mientras culpa a los pagapensiones. Estas mentiras racistas no pueden ocultar los enormes problemas a que se enfrenta la población sueca. Debemos prepararnos para la lucha de clases.
El resultado de las elecciones del domingo pasado aún no es definitivo, pero lo que ya está claro es que fue una victoria muy reñida y que los socialdemócratas probablemente perderán el poder ante una coalición de derecha formada por los liberales-conservadores Moderados, los Liberales, los Democristianos, y el partido racista de derecha Demócratas Suecos (SD). El SD, ahora el segundo partido más grande, parece que tendrá una influencia decisiva en el próximo período parlamentario, lo que abre la puerta a un período de enorme turbulencia política.
La burguesía necesita desesperadamente un par de manos seguras a quienes confiar el poder político enfrentada como está a una severa crisis del capitalismo. El virtual colapso de los partidos del establishment no podría llegar en peor momento.
Desde principios del siglo XX, los Moderados han sido el principal arma política de la clase dominante sueca. En la actualidad, este partido ha sido destituido de su posición como segundo partido más grande por el SD, una posición que los Moderados ocupaban desde 1979.
Aquellos sectores de la burguesía que se preocupan por el malestar social que podría provocar un gobierno con el SD han visto con horror cómo socialdemócratas y Moderados han ido perdiendo cada vez más votantes a favor del SD. Es posible que los socialdemócratas hayan aumentado ligeramente su voto en comparación con las últimas elecciones, pero probablemente hayan obtenido su segundo peor resultado desde la introducción del sufragio universal.
La confianza en los políticos ‘sensibles’ y ‘razonables’ del llamado ‘centro político’ está disminuyendo significativamente. El Partido del Centro, los Liberales y Democristianos han descendido en comparación con las últimas elecciones, y el Partido Verde se ha enfrentado a otro mal resultado.
No es difícil ver por qué. Estos partidos no ofrecen alternativa a la desacreditada política actual. En los municipios y regiones donde han gobernado han llevado a cabo importantes recortes y privatizaciones. En Vilhelmina, por ejemplo, donde el Partido del Centro impulsó el cierre de las escuelas del pueblo, el partido ha perdido el 18 por ciento de su participación en los votos, y el patrón se repite en municipio tras municipio.
El único partido que realmente ha ascendido es el SD, quien, a diferencia de los viejos partidos, todavía no es visto como responsable de las décadas de empeoramiento de las condiciones por las que atraviesa la clase obrera.
Ampliación de la división de clases
Desde la década de 1980, las divisiones de clases han aumentado dramáticamente en Suecia, que ha pasado de ser uno de los países más igualitarios del mundo al país donde los multimillonarios en dólares tienen la mayor riqueza en relación con la economía en su conjunto . Las consecuencias de la crisis del capitalismo se pueden ver en todas partes: en la salud, la educación, la vivienda y el mercado laboral.
Durante los años de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, las horas extra de las enfermeras en los cinco hospitales más grandes equivalían a 450 puestos de trabajo a tiempo completo, y este año las horas extra han seguido aumentando. Nueve de cada 10 personas viven en municipios con escasez de vivienda y, según un nuevo informe de Arbetet, el desempleo es más de tres veces superior en las comunidades pobres en comparación con el resto del país.
Se añade, además, el aumento de la inflación (ahora del 9%), las tasas hipotecarias y los precios de la electricidad, que corren el riesgo de desencadenar una nueva recesión. Según la Cámara de Comercio de Estocolmo, 1,1 millones de hogares tendrán facturas de electricidad de 8.000€ entre octubre y marzo. La inflación y el aumento de las tasas de interés por sí solas podrían generar hasta 10.000 millones de euros en costos adicionales para los hogares si las tasas hipotecarias alcanzan el 4%.
La frágil situación queda ilustrada por el hecho de que una de cada cinco personas en Suecia dice que no podría hacer frente a un gasto inesperado de 1.100 €. Por lo tanto, no es de extrañar que el número de pagos de luz pendientes ante la Autoridad de Aplicación haya aumentado un 20 por ciento en solo seis meses y que los préstamos en casas de empeño estén rompiendo todos los récords anteriores, ya que muchas personas se ven obligadas a empeñar sus posesiones y pedir dinero prestado para pagar las facturas del mes.
Sin embargo, nada de esto ocupó el foco de la campaña electoral. Las soluciones a estos grandes problemas estuvieron ausentes en todos los debates electorales. Incluso a sectores de la clase media les resulta difícil llegar a fin de mes, y muchos entienden que las propuestas de los políticos de compensación financiera para los hogares son solo una cuestión de parches aquí y allá. Sin lugar a dudas, cada vez más personas se preguntan: ¿importa siquiera mi voto?
Como explicó un agricultor, que tuvo la oportunidad de hacer una pregunta a los líderes de los partidos durante un debate electoral:
“Nadie tuvo la respuesta. Se habló mucho sobre el combustible caro y cómo hacerlo más barato. Pero incluso si fuera completamente gratis, no sería suficiente con la situación actual de costos. El apoyo que se le da a la agricultura es solo respiración asistida para una industria moribunda. Ninguno de los partidos ofreció una buena respuesta. Si esto es lo mejor que tienen, no es lo suficientemente bueno. Si queremos mantener la agricultura sueca, necesitamos más que palabras. No podemos cultivar sin fines de lucro”.
Este es el tipo de cambio de conciencia que está teniendo lugar entre los trabajadores, la juventud e incluso la pequeña burguesía en Suecia, un país donde la población una vez tuvo enormes ilusiones en la democracia burguesa y la capacidad de la socialdemocracia para reformar gradualmente el capitalismo en algo mejor. Sin embargo, el capitalismo en Suecia no ha ofrecido mejoras en décadas y la socialdemocracia ha ido girando hacia la derecha; las viejas creencias se están cuestionando una por una. Esto tiene serias implicaciones para la estabilidad del capitalismo sueco.
Dos bloques de derecha: el racismo como leitmotiv
En las elecciones, los votantes se enfrentaron a dos coaliciones, ambas con políticas de derecha. Los socialdemócratas y el Partido de la Izquierda, parte de una coalición semioficial de ‘centroizquierda’, prometieron “recuperar el control del bienestar”. Pero los socialdemócratas han estado en el poder durante 20 de los últimos 28 años y nunca han pasado de las palabras a los hechos.
Toda la campaña electoral estuvo dominada por la competencia entre los socialdemócratas, los partidos de derecha establecidos y el SD sobre quién podría hacerles la vida más difícil a los refugiados y a cualquiera que viva en las llamadas «áreas vulnerables» (es decir, barrios con altos índices de criminalidad y exclusión social), en un intento por demostrar que pueden ser más duros con el crimen organizado.
Cuanto más se prolongaba la campaña electoral, más venenosa era la retórica y más extremas las propuestas de todos los partidos. Los Liberales propusieron que a los niños de dos años se les pudiera evaluar su nivel de sueco y fueran puestos a la fuerza bajo custodia estatal si se consideraba inadecuado. El portavoz de política legal del SD, Tobias Andersson, tuiteó una imagen de un tren subterráneo en Estocolmo adornado con publicidad del SD: “Bienvenido al tren de la inmi gración. Tienes un billete de ida. Próxima parada, Kabul”.
Las propuestas del SD han incluido redadas por sorpresa para encontrar refugiados sin permisos de residencia, la deportación de familias enteras si una persona ha cometido un delito y convertir los “estilos de vida antisociales” (léase: estar desempleado o de baja por enfermedad) en una base legal para la deportación. El líder del partido Democristiano, Ebba Busch, no queriendo quedarse atrás, criticó a la policía por no disparar con dureza contra los disturbios que estallaron en respuesta a la gira del ultraderechista Rasmus Paludan por las principales ciudades suecas, donde quemó el Corán. Dijo que debería haber “al menos 100 islamistas heridos, 100 criminales heridos, 100 alborotadores heridos”.
Los socialdemócratas, por su parte, ya han aplicado gran parte de su programa de 34 puntos contra el crimen organizado, que incluye iniciar una investigación para otorgar a la policía el derecho a utilizar ‘medidas coercitivas secretas’ (vigilancia, escuchas telefónicas, recopilación de datos), incluso sin ninguna base concreta para sospechar un delito. Las restricciones temporales al derecho de asilo de 2015 se han hecho permanentes y se han introducido nuevas normas, como la adición a la Ley EBO, por la que los solicitantes de asilo que viven en las denominadas «zonas vulnerables» pierden su derecho a las prestaciones.
El logro máximo fueron las declaraciones del ministro de Integración, Anders Ygeman, de que Suecia debería emular las llamadas leyes danesas del gueto, con límites máximos en la proporción de personas de origen extranjero o de bajos ingresos en un área. Por supuesto, esto requeriría movimientos de población sin precedentes, pero el propósito de tales declaraciones no es resolver ningún problema (aparte de los ministros que temen perder sus trabajos). El objetivo, como para otros partidos, era ganar votos ocultando sus propias políticas anti obreras con frases racistas.
El líder del Partido Liberal, Johan Pehrson, fue inusualmente honesto al respecto en una entrevista con la Radio Sueca, sobre por qué su partido ha comenzado a cooperar con el SD:
“Solo puedo decir que los partidos marginales han crecido mientras que el resto no hemos podido resolver problemas sociales clave. Así, tendemos a tener partidos en crecimiento que dicen que todo es culpa de los pagapensiones, mientras que otros dicen que es culpa de los ricos”.
Desafortunadamente, sin embargo, nadie dice que sea culpa de los ricos. Tanto los socialdemócratas como la derecha han llevado a cabo importantes recortes y medidas de austeridad que han contribuido a ampliar las divisiones de clase durante los últimos 40 años. Y ni la derecha ni los socialdemócratas quieren reducir esas divisiones de clase, porque eso significaría quitarles dinero (y propiedades) a los capitalistas. Ambos tienen la intención de seguir políticas que favorezcan los intereses de los capitalistas suecos.
El gobierno de los últimos ocho años, los socialdemócratas, en alianza con los Verdes y el Partido del Centro (y en gran medida el partido de Izquierda), ha sido el gobierno socialdemócrata más derechista de todos los tiempos. Redujeron los impuestos, restringieron el derecho de huelga, se aseguraron de que se impulsara un empeoramiento de la seguridad laboral y planearon introducir alquileres al precio del mercado. Ahora están llevando a Suecia a la OTAN, rearmando al ejército sueco, deportando kurdos a Turquía y aumentando las exportaciones de armas. Al mismo tiempo, el principal mensaje de Magdalena Andersson (la líder de los socialdemócratas) en la campaña electoral ha sido la necesidad de acuerdos amplios. No ha habido un solo tema en el que no haya querido llegar a un acuerdo con los Moderados.
Hay un enorme descontento con la política de derechas y la deriva derechista de los socialdemócratas, pero no hay partidos dispuestos a plantear una alternativa. Es por eso que tanto la derecha como los socialdemócratas necesitan usar el racismo para desviar la insatisfacción de ellos mismos. Para que los trabajadores no se den cuenta de que sus problemas se deben al capitalismo y las políticas de derecha, hacen todo lo posible, animados con entusiasmo por sus lacayos en los medios burgueses, para enfrentar a un sector de la clase trabajadora contra otro.
Como era de esperar, esto ha beneficiado al SD, que por primera vez ha logrado convertirse en el segundo partido más grande después de los socialdemócratas. Cada vez es más incomprensible para muchos votantes obreros por qué los socialdemócratas están tan dispuestos a cooperar con los Moderados pero no pueden llegar a un acuerdo con el SD, cuando esencialmente han abrazado sus políticas y su retórica.
Muchos trabajadores han llegado a la conclusión de que, aparte del SD, no se puede confiar en los demás partidos. A algunos se les ha hecho creer la propaganda racista de que el ‘coste de la inmi gración’ ha causado los recortes en la asistencia social. Otros simplemente parecen estar tan hartos de los socialdemócratas y sus políticas desacreditadas que se han pasado al SD. Todavía no han entendido que el SD representa una política de derecha aún peor.
Frente a este flujo incesante de propaganda nacionalista y racista, no es de extrañar que el recién formado partido Nyans (‘Matiz‘) haya tenido un gran impacto en los suburbios de las grandes ciudades, dominados por trabajadores pobres e pagapensiones. En las elecciones municipales, las cifras preliminares muestran que Nyans recibió el 31 por ciento en el distrito central de Rosengård en Malmö y el 25 por ciento en Svarte Mosse en Gotemburgo.
Este es un partido que se acerca deliberadamente a los fiel a la religión del amores y trata de ganar votos hablando en contra de la islamofobia, con propuestas como horarios de baño separados para las mujeres, la prohibición de quemar el Corán y la prohibición de los dibujos del profeta Mahoma. También promueven demandas clásicas de izquierda, como más viviendas de alquiler baratas, tratando de presentarse como un ‘partido de izquierda’, a pesar de que su fundador es un exmiembro del Partido del Centro.
Esta es una de las muchas manifestaciones de la creciente polarización, que tiene sus raíces fundamentalmente en la creciente división de clases y la agudización del antagonismo de clases, pero que adquiere expresiones confusas y reaccionarias debido a la falta de alternativas para la izquierda.
https://www.burbuja.info/inmobiliar...r-de-los-socialdemocratas-en-suecia.1825436/#