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Madmaxista
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García-Gallardo y la inquisición roja
García-Gallardo y la inquisición roja
DIEGO VIGIL DE QUIÑONES 11/01/2022
Desde que el pasado sábado por la mañana se hizo público el candidato de Vox a las Cortes de Castilla y León, no ha parado el revuelo mediático contra su persona. Por la red corren colecciones de pantallazos de sus tuits más controvertidos (varios de ellos de hace más de diez años, cuando era estudiante) buscando el escándalo y alcanzando (cómo no) el ansiado trending topic en algunos momentos de los últimos días. Mientras OKDIARIO se limitó a dar la noticia del nombramiento del candidato, otros periódicos que van de puristas se lanzaron a la controversia de los tuits. Incluso la “homilía” dominical de algún predicador pedía que el PP anunciara que no pactará nunca con Vox, pues al predicador no le gustan los tuits del nuevo candidato y considera que la mejor manera de asentar nuestra democracia es el cinturón sanitario. Hasta aquí los hechos.
El tema tiene muchos matices que comentar. En cuanto a las posibles ofensas en sus tuits pasados, quitarlos y negarse homófobo ni machista debieran ser suficientes para que se tuviera con el candidato, como mínimo, la misma indulgencia que se tuvo con Rita Maestre cuando se quiso desmarcar de sus andanzas juveniles asaltando la capilla de su Universidad, o la ex ministra de Justicia cuando llamó “lgtb” al ministro del Interior.
Pero más allá de sus excesos borrados está la cuestión de si el candidato tiene o no derecho a expresarse libremente. Pues, siendo cierto que en su haber hay críticas contundentes, la mayoría de ellas son opiniones perfectamente sostenibles. Hacer afirmaciones irónicas sobre el debate de género, cuestionar el modo en que hacen carrera los políticos (la generación Casado del PP no resiste comparación con el curriculum de García- Gallardo) o decir que sin el golpe militar del 18 de julio del 36 España sería “una república soviética” (verdad que comparte cualquier comunista, y por eso están en contra), podrá gustar más o menos, pero son posiciones que no justifican la censura. Y menos en un país acostumbrado a que líderes de la extrema izquierda justifiquen “empalar”, usar la violencia o emplear la guillotina (ver imagen).
Guerra de tuits
Y es que la polémica salta precisamente por la anormalidad democrática de que en España la derecha se considere menos legítima que la izquierda. Una anormalidad que ha dado lugar a que una parte del electorado diga basta ya, y por eso existe Vox. Aislarlo podría ser discutible en la cultura política post-franquista de los setenta y ochenta, pero hoy no tiene sentido. Y hacerlo, lejos de reforzar nuestra democracia, la debilitará. Y lejos de debilitar a Vox, lo reforzará. Pues una parte de la población está harta de vivir en un país donde solo pueden decir barbaridades socialistas y comunistas. Si a esa parte le pones un candidato joven y atrevido, sus posibilidades de éxito son directamente proporcionales al hartazgo de cuarenta años de complejo post franquista.
Las elecciones de Castilla y León van a ser muy interesantes. Si las de Madrid fueron las de las tabernas, estas serán las de la carne y las de la libertad de expresión de la mitad derecha de la sociedad. La irrupción (como se dice ahora) de don Juan puede hacer de estas las elecciones más divertidas en la historia de la comunidad autónoma. No dejemos que la inquisición roja nos clausure la fiesta de la pluralidad y la democracia.
García-Gallardo y la inquisición roja
DIEGO VIGIL DE QUIÑONES 11/01/2022
Desde que el pasado sábado por la mañana se hizo público el candidato de Vox a las Cortes de Castilla y León, no ha parado el revuelo mediático contra su persona. Por la red corren colecciones de pantallazos de sus tuits más controvertidos (varios de ellos de hace más de diez años, cuando era estudiante) buscando el escándalo y alcanzando (cómo no) el ansiado trending topic en algunos momentos de los últimos días. Mientras OKDIARIO se limitó a dar la noticia del nombramiento del candidato, otros periódicos que van de puristas se lanzaron a la controversia de los tuits. Incluso la “homilía” dominical de algún predicador pedía que el PP anunciara que no pactará nunca con Vox, pues al predicador no le gustan los tuits del nuevo candidato y considera que la mejor manera de asentar nuestra democracia es el cinturón sanitario. Hasta aquí los hechos.
El tema tiene muchos matices que comentar. En cuanto a las posibles ofensas en sus tuits pasados, quitarlos y negarse homófobo ni machista debieran ser suficientes para que se tuviera con el candidato, como mínimo, la misma indulgencia que se tuvo con Rita Maestre cuando se quiso desmarcar de sus andanzas juveniles asaltando la capilla de su Universidad, o la ex ministra de Justicia cuando llamó “lgtb” al ministro del Interior.
Pero más allá de sus excesos borrados está la cuestión de si el candidato tiene o no derecho a expresarse libremente. Pues, siendo cierto que en su haber hay críticas contundentes, la mayoría de ellas son opiniones perfectamente sostenibles. Hacer afirmaciones irónicas sobre el debate de género, cuestionar el modo en que hacen carrera los políticos (la generación Casado del PP no resiste comparación con el curriculum de García- Gallardo) o decir que sin el golpe militar del 18 de julio del 36 España sería “una república soviética” (verdad que comparte cualquier comunista, y por eso están en contra), podrá gustar más o menos, pero son posiciones que no justifican la censura. Y menos en un país acostumbrado a que líderes de la extrema izquierda justifiquen “empalar”, usar la violencia o emplear la guillotina (ver imagen).
Guerra de tuits
Y es que la polémica salta precisamente por la anormalidad democrática de que en España la derecha se considere menos legítima que la izquierda. Una anormalidad que ha dado lugar a que una parte del electorado diga basta ya, y por eso existe Vox. Aislarlo podría ser discutible en la cultura política post-franquista de los setenta y ochenta, pero hoy no tiene sentido. Y hacerlo, lejos de reforzar nuestra democracia, la debilitará. Y lejos de debilitar a Vox, lo reforzará. Pues una parte de la población está harta de vivir en un país donde solo pueden decir barbaridades socialistas y comunistas. Si a esa parte le pones un candidato joven y atrevido, sus posibilidades de éxito son directamente proporcionales al hartazgo de cuarenta años de complejo post franquista.
Las elecciones de Castilla y León van a ser muy interesantes. Si las de Madrid fueron las de las tabernas, estas serán las de la carne y las de la libertad de expresión de la mitad derecha de la sociedad. La irrupción (como se dice ahora) de don Juan puede hacer de estas las elecciones más divertidas en la historia de la comunidad autónoma. No dejemos que la inquisición roja nos clausure la fiesta de la pluralidad y la democracia.
García-Gallardo y la inquisición roja
Desde que el pasado sábado por la mañana se hizo público el candidato de Vox a las Cortes de Castilla y León, no ha parado el revuelo mediático contra su persona.
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