El Pionero
Alcalde y presidente de Fútbol Paco premium
La entrega de los Premios de la Academia, más conocidos como «Los Oscars», ha sido tradicionalmente uno de los espectáculos televisivos más vistos en el mundo. Hasta hace unos años, cuando la ceremonia —y el cine, en general— empezó a entregarse a una orgía de delirio pogre que hace insoportable tragarse el acto e insípidas las películas premiadas.
Eso ha llevado a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos a lanzar una iniciativa de recaudación de fondos de 500 millones de dólares en un esfuerzo para compensar la dramática caída en la audiencia de los Oscar, que pasó de casi 44 millones de espectadores en 2014 a solo 19,5 millones en la última ceremonia, según Estatista.
Lo cuenta Bill Kramer, director ejecutivo de la Academia, en una entrevista concedida al Financial Times: la organización ya ha recaudado unos cien millones con contribuciones de donantes de alto perfil como el multimillonario Leonard Blavatnik. La campaña se ve reforzada por acuerdos de patrocinio con marcas de lujo como la Colección Dorchester.
La iniciativa llega en el momento justo, porque el actual acuerdo de retransmisión de la Academia con la cadena ABC (propiedad de la malhadada Disney) expira en 2028 , coincidiendo con el centenario de los Oscar. Se espera que las negociaciones para la renovación comiencen en breve. Para acabar de arreglarlo, el avance del ‘streaming’ y la crisis del cine y la televisión han llevado a la Academia a emprender lo que Kramer llama una “campaña de diversificación de ingresos”. «Ninguna empresa u organización saludable debería depender de una sola fuente de apoyo hasta el punto de causar preocupación si ese apoyo disminuye», sostiene Kramer.
Pero la verdadera crisis de los Oscars y, por extensión, de la propia industria cinematográfica americana la resumió el humorista británico Ricky Gervais cuando los organizadores de la ceremonia tuvieron la infeliz idea de contratarle como presentador en 2020: «A nadie le importan ya las películas. Nadie va al cine, nadie mira realmente la televisión convencional. Todo el mundo está en Netflix. En este programa debería salir yo y decir: ‘Bien hecho, Netflix. Te lo llevas todo. Buenas noches’. Pero no, tenemos que alargarlo durante tres horas…»
«(…) En serio, la mayoría de las películas son horribles. Revelan desidia. ‘Remakes’, secuelas… los mejores actores han huido a Netflix, HBO. Y los actores que se limitan a Hollywood ahora hacen tonterías de aventuras fantásticas. Llevan máscaras, capas y disfraces muy ajustados. Su trabajo ya no es actuar. En realidad, es ir al gimnasio dos veces al día y tomar esteroides. ¿Tenemos un premio para el drojadicto más desgarrado? No tiene sentido».
Eso ha llevado a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos a lanzar una iniciativa de recaudación de fondos de 500 millones de dólares en un esfuerzo para compensar la dramática caída en la audiencia de los Oscar, que pasó de casi 44 millones de espectadores en 2014 a solo 19,5 millones en la última ceremonia, según Estatista.
Lo cuenta Bill Kramer, director ejecutivo de la Academia, en una entrevista concedida al Financial Times: la organización ya ha recaudado unos cien millones con contribuciones de donantes de alto perfil como el multimillonario Leonard Blavatnik. La campaña se ve reforzada por acuerdos de patrocinio con marcas de lujo como la Colección Dorchester.
La iniciativa llega en el momento justo, porque el actual acuerdo de retransmisión de la Academia con la cadena ABC (propiedad de la malhadada Disney) expira en 2028 , coincidiendo con el centenario de los Oscar. Se espera que las negociaciones para la renovación comiencen en breve. Para acabar de arreglarlo, el avance del ‘streaming’ y la crisis del cine y la televisión han llevado a la Academia a emprender lo que Kramer llama una “campaña de diversificación de ingresos”. «Ninguna empresa u organización saludable debería depender de una sola fuente de apoyo hasta el punto de causar preocupación si ese apoyo disminuye», sostiene Kramer.
Pero la verdadera crisis de los Oscars y, por extensión, de la propia industria cinematográfica americana la resumió el humorista británico Ricky Gervais cuando los organizadores de la ceremonia tuvieron la infeliz idea de contratarle como presentador en 2020: «A nadie le importan ya las películas. Nadie va al cine, nadie mira realmente la televisión convencional. Todo el mundo está en Netflix. En este programa debería salir yo y decir: ‘Bien hecho, Netflix. Te lo llevas todo. Buenas noches’. Pero no, tenemos que alargarlo durante tres horas…»
«(…) En serio, la mayoría de las películas son horribles. Revelan desidia. ‘Remakes’, secuelas… los mejores actores han huido a Netflix, HBO. Y los actores que se limitan a Hollywood ahora hacen tonterías de aventuras fantásticas. Llevan máscaras, capas y disfraces muy ajustados. Su trabajo ya no es actuar. En realidad, es ir al gimnasio dos veces al día y tomar esteroides. ¿Tenemos un premio para el drojadicto más desgarrado? No tiene sentido».