El verdadero defecto de los españoles: el personalismo

M. Priede

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La reseña procede de una entrevista a Javier Cremades, candidato a presidir el Colegio de Abogados de Madrid, donde hace una crítica a Gallardón. Solo extraigo este párrafo tan elocuente, aunque nos aleje del asunto que trata Cremades.

(...) como ejemplo a Francia donde "con casi un 40% más de población hay casi la mitad de litigios y abogados, o Japón, donde la población triplica la nuestra, hay sólo 2.000 abogados en todo el país". En este sentido ha dicho que "la litigiosidad tiene que ver mucho con la cultura para resolver las disputas entre personas".

Javier Cremades: "Gallardn ha causado un deterioro adicional a la justicia" - Libertad Digital

Por cierto: este es un mal que arranca del siglo XVII, cuando a todo el mundo le dio por estudiar leyes. A día de hoy incluso el más aldeano de los sujetos visita a su abogado, porque un abogado es algo así como un pastor eléctrico frente al vecino.

No hablemos de los ruidos en las comunidades de vecinos y en las calles y que además se tiene a gala (somos el segundo país más ruidoso del mundo). Todo indica que fastidiar al vecino se entiende como la manera más usual de dejar constancia de que uno existe, de ese modo la molestia que se ocasiona no es más que una muestra de ese supuesto poder.

Creo que aciertan quienes sostienen (en algún lado lo leí) que el problema de los españoles no consiste, tal y como dicen tantos, en el individualismo, porque en sí mismo eso no sería malo, salvo que llevase al egoísmo más radical y a perder la perspectiva del bien común que a todos atañe. El mal está en el personalismo, en ese "porque yo lo valgo" y el "aquí voy yo", que soy más chula o más chulo que un ocho. Abarca todos los sectores: jóvenes y mayores, directivos y mandados, asalariados y parados, escritores y albañiles, médicos y periodistas. Todos sin excepción.

Un porcentaje elevado de los litigios tienen al culpable en el demandante. Lo he visto varias veces. Un caso en concreto, de un amigo: un sujeto y su maridita lo insultaban cada vez que lo tropezaban, aparte las burlas. Y todo porque los dos tipejos sostenían que nadie podía aparcar al lado de su casa, donde no había vado ni prohibición de ningún tipo. Harto de la situación, un día que se repitió la escena, le pegó dos guantazos a él y otro a ella. Lo crujieron en los tribunales, y eso por más que los testigos aseguraron que la pareja era absolutamente incívica. Ya se pueden imaginar: perica togada de fiscal y perido togado de juez. Ambos: "la Justicia soy yo", a la manera como Luis XIV pensaba que el Estado era él. No digamos si el perico y la perica tienen ante sí a dos acusados por defenderse de un atraco en su propia casa, donde el perico y la perica togados también son la Justicia. El portavoz del sindicato CEP de la policía lo contaba: "no tememos a los delincuentes, tememos a los jueces y sobre todo a los fiscales". ¿Recuerdan a aquel chulito cortijero que llegó a ministro, un tal Bermejo? Creo que hizo escuela, y que los fiscales y fiscalas más jóvenes, y jóvenas, no le tienen nada que envidiar

Ahora veámoslo del otro lado y pensemos en el incivismo más light: recuerdo la noticia de cuando un par de niñatos españoles de viaje en Copenhague esperaron a la parada de un tren, o tranvía, y ni cortos ni perezosos sacaron sus spray y se pusieron a pintar. Tras unos instantes de estupor general, los allí presentes se abalanzaron sobre ellos, los retuvieron y los entregaron a la policía. Aunque es probable que mayor estupor debió de ser el de los niñatos. Me los puedo imaginar: "qué pasa", "pero esta peña está loca o qué". Siete mil euros de multa a cada uno. Los papás fueron a recogerlos y traérselos de vuelta a casa, no sin antes pagar a tocateja bajo amenaza de estancia en la guandoca, creo que de seis meses. Ni una protesta hicieron los papás. ¿Se imaginan aquí, que a mi niño lo multe el alcalde? Los resultados están a la vista: se pintan las calles y no pasan dos meses antes de que dé ardor de estomago mirar para ellas.

Y lo mismo ocurre con la lectura. La inmensa mayoría de los españoles (no sé en otros países) no tiene comprensión lectora, no les han enseñado que no existe nada menos libre que el pensamiento, dado que uno no puedo pensar como le da la gana, y menos cuando trata de rebatir los argumentos de otro. Hay en muchos españoles un instinto que les empuja a tras*itar por los renglones ajenos, ciegos a los argumentos del otro. Desde la primera línea que leen no hayan sosiego hasta encontrar un recoveco donde consideren que pueden meter baza, dándoles lo mismo que venga o no venga al caso y emprendiendo así una enmienda a la totalidad. Y eso cuando se esfuerzan; normalmente parten del convencimiento de que no son menos que nadie, eso les permite pasar por alto cualquier argumentación en la que otro se ampare, dado que eso, consideran, es de flojos.

Lo veo en la Burbuja y en cualquier otro foro; en los blogs, en los comentarios al pie de las noticias, en la calle, en el bar. Es imposible centrar un discusión. Confunden permanentemente opinión y conocimiento, y encima con alevosía: "me rezuma la platano", "me importa una cosa", "esa es tu opinión, la mía no; y qué". Sin ir más lejos, aquí en la Burbuja: entran en el hilo llamando cerdos a los españoles, alegrándose del desastre en el que estamos. Al tercer renglón te das cuenta de que el sujeto es el vivo retrato de lo que critica, y de que en su idiocia lo único que hace es proyectar en el país su propia estulticia. Cuando a esos insultos les respondes con otros personales, avisan a la moderación, convencidos de que pueden dedicar insultos que abarcan a millones de personas pero que a ellos no les pueden mentar a la progenitora. Eso jamás. Pero lo deprimente no es tanto ver esto como ver que el resto de foreros juzga el asunto empezando por donde les conviene y no por el principio, que es por donde toca.

(Por cierto: los separatistas han advertido ese juego y se suman gustosos a esa laceración contra todo lo que suene a España; jamás los verás hacer la más mínima autocrítica a la sarama que inunda su región; les basta con el necio pringao al que llaman hispanistaní; y el hispanistaní, en su idiocia, para huir del insulto, se pone del lado de ellos, aunque en el fondo ellos no hagan otra cosa que sentir desprecio por él).

Lo veo desde hace décadas, y cuando leo a nuestros antepasados, también. Las memorias de los exiliados de nuestra última guerra civil son un claro ejemplo: nadie fue responsable del desastre de todo orden ocurrido dentro del Frente Popular; todos culpaban al vecino, las más de las veces con argumentos ridículos; muy sonado el de Azaña cuando echaba pestes a diestro y siniestro, empezando por los compañeros de partido, pero incapaz de presentar la dimisión. Quemaban iglesias, violaban monjas, mataban a los frailes y a sus alumnos, y sin embargo era incapaz de asumir su responsabilidad. Es muy recordada la frase de Azaña cuando, recién proclamada la república y presidiendo el Ministerio de Gobernación, atajó a Maura al recriminarle este que no detuviera los saqueos y los incendios de iglesias en Madrid, provocados por los amigos ateneístas de Azaña: "Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano". Después culpó a todos menos a sí mismo. Da vergüenza leer lo que escribía en plena guerra (y escribía maravillosamente); como si aquello no fuese con él, obsesionado por el qué dirán, por dejar constancia de que él sí estaba altura, cuando resulta que era todo lo contrario. Y como Azaña, los demás.

Hay en el español --por cierto, en palabras de Azaña-- un fuero interno por el cual considera que puede hacer y decir lo que a los demás les está vedado; es más, incluso el mismo individuo que habla sentenciando se enfurece si le responden. Vuelvo a lo mismo: es frecuente aquí faltar e insultar y luego avisar en moderación cuando le contestan. Y a su vez vuelvo también al principio: esto no es otra cosa que un reflejo de lo que ocurre en la calle, en el bar, en el trabajo, en la aulas, en la comunidad de vecinos o en el autobús.

El progretariado docente celebró la imposición de una asignatura como la EpC, pero no eran normas de conducta cívicas lo que les enseñaban a los alumnos, que eso sería propio de la España cavernícola, sino el catecismo progre. El resultado está ahí: maltrato constante en cualquier lugar, violencia verbal y física; y litigios, muchos litigios, "porque yo lo valgo" o "porque donde hay huevones sobran razones". Y si acaso eso no alcanzara, lo que no hay "es derecho". No hay derecho, que dicen tantos.

Bien. Al menos riámonos un rato, que el panorama está lejos de cambiar a mejor; mas bien parece que todo lo contrario:

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Reiros los que leáis esto pero juro que que lo creo sinceramente.

Nuestros abuelos del medio rural tenían una capacidad retórica y, sobre todo, descriptiva y para la interlocución muy superior a la nuestra.

Razón. Tenían que ser capaces de exponer las problemáticas ante la comunidad en los concejos abiertos, tenían que ser capaces de comunicar los sucesos del día a la familia al reunirse en las comidas y cenas, tenían que ser capaces de elaborar relatos y composiciones que componían el ocio pretelevisión, tenían que ser capaces de indicar con toda precisión dónde, cuándo, cómo, etc, vieron los animales de Fulano, Mengano y Zutrano para que éste los pudiera localizar si estaban extraviados.

Entre los de mi tribu, uno de los peores defectos que podía tener una persona era ser "curtu" (retraído, tímido), "gutu" (callado, poco comunicativo) y "ambrollón" (embarullado al hablar, que no guarda orden para escuchar a los demás, etc...).

Laresial:

Ojalá fuera un problema que se pudiera solventar con decretos leyes. Bien es verdad que también son necesarias, porque es inadmisible que a un niñato le permitan pintarrajear la calle sin multarlo; y si sus padres se oponen, multa al niñato y a los papás.

Es un problema más grave. La pedagogía tendría mucho que decir si no se dedicara a impartir ideología. Un buen entrenamiento en las aulas sería que todo aquel que quiera rebatir a otro, tendría primero que reexponer con sus propias palabras lo dicho por el otro. Te aseguro que el 90% no es capaz de hacerlo
 
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