El timador Darwin y su 'selección natural'

M. Priede

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Aviso: espero que no vengan los creacionistas a soltarnos el rollo de que la inconsistencia científica del darwinismo 'demuestra que Dios existe'; ni tampoco los energúmenos que dicen que negamos la evolución. AQUÍ SE NIEGA LA EVOLUCIÓN TAL Y COMO LA ENTIENDE EL DARWINISMO, que es una de las teorías evolutivas, no la única. Existen multitud de biólogos que claman por 'reiniciar' la teoría evolutiva desde Lamarck, es decir, que el medio afecta al genoma, no solo individual y grupal sino a todos los seres vivientes, y no que las mutaciones se producen al azar y luego la lucha por la vida decide qué mutación es más valiosa (la bioquímica demuestra que cualquier mutación produce en el que organismo que la sufre una alteración grave, dañina, nunca beneficiosa).

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1.- Deconstruyendo a Darwin desde la historia


La evolución de las especies se asocia, como hemos dicho, a la figura de Darwin. Darwin se suele presentar como el padre de la biología moderna y el que revolucionó el mundo con su teoría de la evolución por selección natural. ¿Qué hay de mito? ¿Qué de realidad? Hagámonos eco de una serie de acontecimientos.


Corría el verano del año 1858 cuando en “La Sociedad Linneana de Londres” se leía una síntesis de lo que un año después se publicaría con el título del “Origen de las especies”, junto con un manuscrito de Alfred Russell Wallace en los que se presentaba la teoría, que expresada de modo grandilocuente, cambiaría el mundo: la evolución de las especies por selección natural. Estos escritos iban acompañados de una carta de Darwin al botánico Asa Gray fechada el 5 de septiembre de 1857 en la que le había enviado un esbozo de su teoría sobre la selección natural.


Esta maniobra permitía a Darwin coanunciar el descubrimiento con Wallace; era una cuestión de precedencia y sobre este tema se ha escrito mucho. La cuestión sobre si fue correcta o no la actuación de Darwin no importa mucho.


Los hechos se desarrollaron así. El héroe del H. M. S. Beagle no había publicado nada cuando, el 18 de junio de 1858, recibió una carta de Wallace y un manuscrito en el que sintetizaba sus trabajos en el archipiélago de las Malucas; en él se detallaban las conclusiones a las que había llegado que eran semejantes a las de Darwin.


La recepción de la obra de Wallace hizo que apresuradamente redactara un resumen de sus trabajos, ya que él estaba escribiendo una obra en la que desarrollaba las conclusiones de sus estudios, pero esta obra no estaba acabada. El escribir aquella síntesis apresurada le permitió que pudiese presentarla junto al manuscrito de Wallace. La teoría de la evolución de las especies por selección natural no es, como podemos observar, exclusiva de Darwin. Lo cierto es que Wallace fue rápidamente olvidado por el gran público, la sociedad victoriana y sus prejuicios premiaban a un típico representante de la clase media como Darwin sobre una persona de carácter modesto como Wallace.


La “salida a la luz” de las ideas de Darwin


¿Qué impacto tuvo en el ámbito científico la recepción de esta “revolucionaria teoría”? Un dato interesante es que el presidente de la “Sociedad Linneana” indicaba que el año 1858 no estaba señalado por ningún descubrimiento revolucionario. Si tan novedosa era la teoría, esto no se entiende. Quizás el tema de la evolución no era tan novedoso en el mundo científico y en la historia que se ha contado haya mucho de mito. Lo cierto es que un año después, cuando el 22 de noviembre de 1859 salía publicado “El origen de las especies”, los 1.250 ejemplares de su primera edición se agotaron rápidamente.


Da mucho que pensar la forma en que nació el darwinismo, cómo se ha narrado su historia en la que se han inventado temas que poco tienen que ver con los hechos y cómo se ha mitificado la figura de Darwin. Todo esto produce la sospecha de que en este tema no tratamos sólo de cuestiones científicas (M. Sandín).


Cuando Darwin publicó “El origen de las especies”, la evolución llevaba ya un siglo estudiándose en las universidades europeas (A. Galera). Ni siquiera utilizó el término evolución hasta la sexta edición de su obra principal y lo hizo por sugerencia de T. H. Huxley.


Desde la segunda mitad del siglo XVIII, filósofos de la naturaleza como Maupertois y Buffon expresaban la idea de la progresiva diferenciación de unas especies a partir de otras. Esta idea se fue abriendo paso a paso en la intelectualidad europea.


Posteriormente, autores como Lamarck le dieron mayor consistencia científica, décadas anteriores a la publicación de la teoría darwiniano-wallaciana. Esto explica que la presentación de sus trabajos no pareciese revolucionaria. Los elementos que barajaban no tenían demasiada claridad y las pruebas fehacientes brillaban por su ausencia. Si a esto añadimos que se trataba de una aplicación de la teoría socioeconómica liberal a la naturaleza, no es de extrañar la indiferencia con que fue recibida la teoría en el ámbito científico.


Fijémonos en la principal tesis, principio o dogma (elíjase el término que se quiera, como señala Juan Arana) de la teoría evolutiva de Darwin: “la evolución por selección natural”. Lo primero que llama la atención es que Darwin no estaba convencido de su exclusividad. Él buscó prótesis para ella como la pangénesis o el aumento de eficacia reproductiva. Lo que siempre rechazó fue que la evolución se diese de modo independiente a la supervivencia o a la fertilidad, es decir, que se diesen tendencias ortogenéticas.


Más aún, el propio Darwin no creía en la selección natural porque pudiese probar en un caso particular la derivación de una especie respecto de otra, sino porque clarificaba, explicaba y agrupaba muchos hechos embriológicos, morfológicos y de sucesión y distribución geográfica. A pesar de los propios límites que encontraba Darwin a la idea de la selección natural, esta sigue siendo su principal aportación a la teoría evolutiva. ¿De dónde le vino esta idea?


Las raíces socio-económico-políticas de la intuición de Darwin


La selección natural es una extrapolación de la teoría de la visión del capitalismo liberal a la biología (Michael Ruse, Mauricio Abdalla, Máximo Sandín). Según narra el mismo Darwin, la idea de selección le venía de la selección artificial de ganaderos y agricultores mediante la que obtenían éxito con las plantas y el ganado; cómo aplicar esto a los organismos en la naturaleza le parecía un misterio.

Máximo Sandín incluye en esta tercera vía de la evolución la idea de que los grandes cambios de organización animal y vegetal que se han producido a lo largo de la evolución de la vida estarían relacionados con grandes cataclismos ambientales. Algo que la ciencia ya recoge es la asociación entre la caída de meteoritos o el vulcanismo con la desaparición masiva de especies, lo cual, según el profesor Sandín, provocaría al mismo tiempo la movilización de los elementos móviles de los genomas y la aparición de nuevos cambios súbitos. Conocemos, por ejemplo, que la aparición de los mamíferos, entre los que estamos incluidos los humanos, fue repentina y de todas las especies al mismo tiempo, tras la desaparición de los dinosaurios. El hecho de que algunas catástrofes hayan coincidido con momentos de inversión de los polos magnéticos ofrece una hipótesis muy sólida para estos cambios. Se conoce en los laboratorios que una de las formas de movilizar los trasposones de un genoma es proporcionándoles una radiación de tipo ultravioleta, y precisamente en momentos de inversión de los polos de la Tierra, el campo magnético terrestre, la magnetopausa, no está operativa y no puede proteger la vida de este tipo de radiaciones, lo que supone que muchos elementos móviles de muchos organismos al mismo tiempo estarían sometidos a estas radiaciones solares y cósmicas.
 
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