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Madmaxista
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PALABRA DE HONORCARMEN CORDÓN
El triunfo del terror
Lo más espeluznante es que, a pesar de la barbarie vivida, hay una corriente de opinión que acusa a las víctimas del terrorismo de ser rencorosas
16/09/2022 Actualizada 08:53
El 27 de junio de 1995 el grupo terrorista GRAPO secuestró a mi padre, Publio Cordón. Haciendo footing por los alrededores de nuestra casa en Zaragoza, tres encapuchados lo abordaron, lo derrumbaron, lo metieron en una furgoneta a golpes y se lo llevaron. No respetaron su vida ni el tiempo que nos costó hipotecarnos para entregarles 400 millones de pesetas que mi marido Ignacio y yo les dimos en París mientras nos apuntaban con pistolas. Así era como aquellos abanderados del comunismo luchaban por «el pueblo» para hacer «justicia social» expropiando la riqueza del empresario para quedársela ellos, claro. Según las confesiones a lo largo de estos 26 años, parece ser que lo tuvieron en un zulo en Lyon encadenado en un armario. Los terroristas cuentan que, intentando escapar, se cayó de un balcón y se partió la espalda, sin movimiento de cuello para abajo, le metieron ibuprofenos que no pudo tragar, y al no recibir órdenes de la cúpula en París, lo arrastraron hecho un saco de huesos al zulo porque «aullaba como un perro» (palabras textuales del juicio de 2007). Y allí murió arrinconado. Tardó dos días por lo visto.
Así se las gastan los terroristas. Buscan un relato romántico por el que luchar, organizan su mafia y, a partir de ahí, secuestros, asesinatos, bombas, niños desmembrados, tiros en la nuca, asaltos a furgones blindados, impuestos revolucionarios… Las historias del terrorismo en España son innumerables, cada una más conmovedora, más bestia, más despiadada si cabe, pero, desgraciadamente, somos un país de poca memoria y de sensibilidad anestesiada. Lo espeluznante es que, a pesar de la barbarie vivida, hay ahora una corriente de opinión que acusa solapadamente a las víctimas del terrorismo de ser «rencorosas» y no querer dejar los asesinatos atrás, para poder pasar página a uno de los episodios más neցros de la historia de España.
Señores, esto no es victimismo, ni rencor, ni sed de venganza. Las víctimas del terrorismo hemos entregado lo más querido sin reclamar nunca la revancha que ruge dentro de nuestras entrañas y eso es porque creemos en la democracia y en un Estado de derecho que aplique justicia haciendo pasar a todos por igual por el rodillo de la ley.
Déjenme darles dos cifras que leí el otro día en el libro La Demolición, de Rosa Díez: en las elecciones autonómicas vascas de 2016 los testaferros de ETA sacaron 225.179 votos (18 diputados); cuatro años más tarde, en las elecciones de julio de 2020 (justo terminado el confinamiento del primer estado de alarma), obtuvieron casi 25.000 votos más (249.580 votos y 21 escaños). En el País Vasco, Bildu, heredero y prescriptor de ETA, crece en votos y en escaños.
Es alucinante que en 4 años haya 25.000 vascos más que premien al terrorista no arrepentido Otegi, a los que organizan los homenajes a los asesinos de ETA... 25.000 vascos más que apoyan a los partidos que insultan a las víctimas y miran hacia otro lado ante el continuo acoso a los constitucionalistas (no se nos olvidan los quince encapuchados que apalearon a un alumno en la UPV en Vitoria por defender la unidad de España en diciembre de 2018)
¿Cómo es posible? ¿Por qué? La respuesta es Sanchez y su Gobierno trilero, famélico de poder.
El peor socialismo, vendido sin escrúpulos a mantenerse en el poder, permite la legitimación de ETA: en los colegios se enseña una historia falsa para que ningún joven sepa qué pasó de verdad, deroga leyes para permitir la fiesta de la humillación a la Guardia Civil, Ospa Eguña, en Alsasua; urde tramas para acercar a los presos de ETA a su tierra donde puedan gozar semilibertad y así, poco a poco, se está creando un espacio político contrario a la tras*ición, que fue modélica, reconcilió una España rota y que nos dio una Constitución que garantizaba la libertad de pensamiento y expresión y la igualdad de todos ante la ley. Es el mismo Gobierno que, borracho de poder, pacta también con el comunismo chavista (donde me consta anidan simpatizantes de GRAPO y FRAP). Pablo Iglesias dijo en una Herrikotaberna que ETA fue la única en oponerse a la farsa de la «democracia heredera del franquismo»… Todos ellos están construyendo el relato falso, que tristemente hay quien compra y asume como cierto.
Lo que más duele no es la falta de empatía y sensibilidad con el sufrimiento de las víctimas. El verdadero peligro es que con este relato falso de los verdugos el constitucionalismo está desapareciendo del País Vasco frente a los totalitarios.
Aún recuerdo cuando Aznar dijo que la democracia había derrotado el terror. Yo le creí. La realidad es que hoy ETA está en las instituciones, marca las pautas de la política española y su agenda es la destrucción de la convivencia democrática y del Estado de derecho.
El triunfo del terror
PALABRA DE HONORCARMEN CORDÓN
El triunfo del terror
Lo más espeluznante es que, a pesar de la barbarie vivida, hay una corriente de opinión que acusa a las víctimas del terrorismo de ser rencorosas
16/09/2022 Actualizada 08:53
El 27 de junio de 1995 el grupo terrorista GRAPO secuestró a mi padre, Publio Cordón. Haciendo footing por los alrededores de nuestra casa en Zaragoza, tres encapuchados lo abordaron, lo derrumbaron, lo metieron en una furgoneta a golpes y se lo llevaron. No respetaron su vida ni el tiempo que nos costó hipotecarnos para entregarles 400 millones de pesetas que mi marido Ignacio y yo les dimos en París mientras nos apuntaban con pistolas. Así era como aquellos abanderados del comunismo luchaban por «el pueblo» para hacer «justicia social» expropiando la riqueza del empresario para quedársela ellos, claro. Según las confesiones a lo largo de estos 26 años, parece ser que lo tuvieron en un zulo en Lyon encadenado en un armario. Los terroristas cuentan que, intentando escapar, se cayó de un balcón y se partió la espalda, sin movimiento de cuello para abajo, le metieron ibuprofenos que no pudo tragar, y al no recibir órdenes de la cúpula en París, lo arrastraron hecho un saco de huesos al zulo porque «aullaba como un perro» (palabras textuales del juicio de 2007). Y allí murió arrinconado. Tardó dos días por lo visto.
Así se las gastan los terroristas. Buscan un relato romántico por el que luchar, organizan su mafia y, a partir de ahí, secuestros, asesinatos, bombas, niños desmembrados, tiros en la nuca, asaltos a furgones blindados, impuestos revolucionarios… Las historias del terrorismo en España son innumerables, cada una más conmovedora, más bestia, más despiadada si cabe, pero, desgraciadamente, somos un país de poca memoria y de sensibilidad anestesiada. Lo espeluznante es que, a pesar de la barbarie vivida, hay ahora una corriente de opinión que acusa solapadamente a las víctimas del terrorismo de ser «rencorosas» y no querer dejar los asesinatos atrás, para poder pasar página a uno de los episodios más neցros de la historia de España.
Señores, esto no es victimismo, ni rencor, ni sed de venganza. Las víctimas del terrorismo hemos entregado lo más querido sin reclamar nunca la revancha que ruge dentro de nuestras entrañas y eso es porque creemos en la democracia y en un Estado de derecho que aplique justicia haciendo pasar a todos por igual por el rodillo de la ley.
Déjenme darles dos cifras que leí el otro día en el libro La Demolición, de Rosa Díez: en las elecciones autonómicas vascas de 2016 los testaferros de ETA sacaron 225.179 votos (18 diputados); cuatro años más tarde, en las elecciones de julio de 2020 (justo terminado el confinamiento del primer estado de alarma), obtuvieron casi 25.000 votos más (249.580 votos y 21 escaños). En el País Vasco, Bildu, heredero y prescriptor de ETA, crece en votos y en escaños.
Es alucinante que en 4 años haya 25.000 vascos más que premien al terrorista no arrepentido Otegi, a los que organizan los homenajes a los asesinos de ETA... 25.000 vascos más que apoyan a los partidos que insultan a las víctimas y miran hacia otro lado ante el continuo acoso a los constitucionalistas (no se nos olvidan los quince encapuchados que apalearon a un alumno en la UPV en Vitoria por defender la unidad de España en diciembre de 2018)
¿Cómo es posible? ¿Por qué? La respuesta es Sanchez y su Gobierno trilero, famélico de poder.
El peor socialismo, vendido sin escrúpulos a mantenerse en el poder, permite la legitimación de ETA: en los colegios se enseña una historia falsa para que ningún joven sepa qué pasó de verdad, deroga leyes para permitir la fiesta de la humillación a la Guardia Civil, Ospa Eguña, en Alsasua; urde tramas para acercar a los presos de ETA a su tierra donde puedan gozar semilibertad y así, poco a poco, se está creando un espacio político contrario a la tras*ición, que fue modélica, reconcilió una España rota y que nos dio una Constitución que garantizaba la libertad de pensamiento y expresión y la igualdad de todos ante la ley. Es el mismo Gobierno que, borracho de poder, pacta también con el comunismo chavista (donde me consta anidan simpatizantes de GRAPO y FRAP). Pablo Iglesias dijo en una Herrikotaberna que ETA fue la única en oponerse a la farsa de la «democracia heredera del franquismo»… Todos ellos están construyendo el relato falso, que tristemente hay quien compra y asume como cierto.
Lo que más duele no es la falta de empatía y sensibilidad con el sufrimiento de las víctimas. El verdadero peligro es que con este relato falso de los verdugos el constitucionalismo está desapareciendo del País Vasco frente a los totalitarios.
Aún recuerdo cuando Aznar dijo que la democracia había derrotado el terror. Yo le creí. La realidad es que hoy ETA está en las instituciones, marca las pautas de la política española y su agenda es la destrucción de la convivencia democrática y del Estado de derecho.
El triunfo del terror