HATE
Madmaxista
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Picor de ojos, náuseas, dolor de cabeza y mareos, no son los síntomas de una enfermedad rara sino que son los que han sufrido los vecinos del sur de Madrid este verano. La causa comenzó como un olor nauseabundo y misterioso que denunciaron las autoridades de Pinto y luego se fue conociendo que lo sufrían más municipios meridionales madrileños que se sitúan bajo la órbita de la Estación Sur de Depuración de Aguas Residuales que gestiona el Ayuntamiento de Madrid (EDAR).«Ya estábamos acostumbrados al olor de los lodos en verano pero éste no lo habíamos olido nunca», expresó uno de los policías de Pinto encargados de localizar la fuente de los malos olores.
Los vecinos lo describen como intenso, putrefacto y químico. «Yo es que me he tenido que levantar de una terraza donde me estaba tomando algo y me he metido en casa con las ventanas cerradas», cuenta Patricia Allende, vecina de Campo Real. La historia de los lodos en el sur de la región viene de lejos. Los vecinos llaman lodos a los residuos provenientes de las EDAR que, en Madrid, se suelen repartir, una vez tratados, para uso agrícola. La Comunidad cuenta con 157 estaciones depuradoras de las cuales ocho pertenecen a la ciudad y, de estas últimas, la mayoría se sitúa en la parte meridional. «Siempre ha existido un desequilibrio norte-sur, nos toca lo peor porque somos los más pobres», manifiesta Rosa Pérez Mateo, presidenta de la Asociación de Vecinos PAU-Ensanche de Vallecas.La cuestión es que la legislación regional, que data de 1998, contempla la utilización de este material para uso agrícola siempre que haya sido tratado «por vía biológica, química o térmica, mediante almacenamiento a largo plazo u otro tipo de procedimiento que reduzca su poder de fermentación y los inconvenientes sanitarios de su utilización».Hasta principios de siglo, el tratamiento de los lodos se hacía al aire libre con el consiguiente efecto sobre las poblaciones limítrofes de los lugares de almacenamiento. Pero la Unión Europea, a través del Ministerio de Industria, planteó una partida de ayudas para realizar un tratamiento más eficaz de estos materiales.
El método que se decidió en Madrid es el termosecado, se trata de quemar estos lodos para eliminar los metales pesados y con ellos su toxicidad y convertirlos así en una especie de grano oscuro. Así, entre 2001 y 2002, la Administración Municipal construyó dos plantas de secado de estos lodos, Butarque y Sur, con un presupuesto de 56 millones de euros, 10 de ellos provenientes de la Unión Europea. La gestión pasó a manos privadas, Sacyr y Ferrovial, por un periodo de 25 años hasta que en 2014 ambas, una en enero y otra en marzo, entraron en parada técnica porque, sin ayudas públicas, «no resultaban rentables» según el área de Medioambiente.
Y es que, aunque generaban gran cantidad de energía eléctrica también consumían mucho gas natural para poder deshidratar estos residuos.Los tres millones y medio de residentes madrileños producen anualmente casi 220.000 toneladas de desperdicios provenientes de sus aguas residuales. Durante dos años, estos lodos se fueron vertiendo o acumulando sin tratar hasta que el Ejecutivo de Ahora Madrid decidió hacerse cargo del secado de estos residuos. Reabrió una de las dos plantas de tratamiento, la Sur, mientras resolvía los contratos con las empresas concesionarias. La idea era cederle la gestión al Canal de Isabel II pero, a día de hoy, sigue esperando la carta de cesión según fuentes del propio Canal.
En medio de esta batalla residual, literalmente, están los daños colaterales. Son los vecinos que tienen que soportar el olor de estos lodos que hoy, aunque tratados mediante secado térmico, se siguen amontonando en varios puntos del territorio madrileño. Y es que la acumulación de los mismos hace que, al caer la noche y producirse un cambio de temperatura, haya pequeñas autocombustiones que multiplican el olor y le dan ese regusto químico. El principal y el que ha traído de cabeza a los habitantes de Getafe, Perales del Río, Pinto y el Ensanche de Vallecas, acostumbrados a los del macrovertedero de Valdemingómez, proviene de una finca, La Torrecilla. «¿Por qué tenemos que vivir así?», se queja Pérez Mateo.Estos municipios y la Federación de Asociaciones de Vecinos (FRAVM) han diseñado una estrategia conjunta para hacer frente a estos olores. Así solicitan a la Comunidad de Madrid «responsabilidad» para afrontar esta situación. «Pedimos ayuda a la CAM para localizar el olor y se pusieron de perfil», se queja Raúl Sánchez, concejal de Modelo Ecológico de Ciudad de Pinto. Sánchez sugiere que, a futuro, se prohíba «hacer acopio» de estos lodos que «oficialmente son fertilizantes», pero él los considera un residuo.
Por su parte, la Consejería de Medioambiente responde que ellos «siempre han aportado soluciones a los problemas con los olores en esta parte de Madrid» y culpan a los 65.000 metros cuadrados de vertidos de la finca de la Torrecilla como responsables de este problema.La Comunidad mantiene que ya ha enviado dos estaciones móviles de medición de olores para evaluar la toxicidad de los mismos a Pinto (24 de agosto) y a Perales del Río (6 de septiembre) sin resultado positivo. «Ha habido una incorrecta gestión de los lodos extraídos de la depuradora Sur del Ayuntamiento de Madrid. De haberse seguido y cumplido los procedimientos legales y administrativos, de acuerdo con la legislación ambiental, no se habrían producido estos hechos», declaran fuentes de la Consejería.El Consistorio, por su parte, dice haber tomado las primeras medidas de choque como sacar material para su comercialización y contratar más personal para mejorar su gestión y reducir el olor. También mantienen que la reducción de los olores que soportan los vecinos de esta zona depende de una estrategia conjunta ya que ellos consideran que la fuente no es única y también afecta la presencia del vertedero de Pinto y otras tres depuradoras circundantes.Rosa Pérez Mateo aún recuerda las palabras del fiscal ante la demanda que los vecinos del Ensanche de Vallecas presentaron en 2015 por los olores que soportaban. «Como es un servicio público para el bien común, hay que aguantarse». Así lleva el Sur de Madrid aguantando mal olor durante muchos años, un olor nauseabundo y que en verano, por el calor, se magnifica. «Estoy harta de no poder abrir las ventanas para ventilar, es insoportable», concluye otra vecina de Campo Real.
El sur de Madrid huele mal | Madrid
Los vecinos lo describen como intenso, putrefacto y químico. «Yo es que me he tenido que levantar de una terraza donde me estaba tomando algo y me he metido en casa con las ventanas cerradas», cuenta Patricia Allende, vecina de Campo Real. La historia de los lodos en el sur de la región viene de lejos. Los vecinos llaman lodos a los residuos provenientes de las EDAR que, en Madrid, se suelen repartir, una vez tratados, para uso agrícola. La Comunidad cuenta con 157 estaciones depuradoras de las cuales ocho pertenecen a la ciudad y, de estas últimas, la mayoría se sitúa en la parte meridional. «Siempre ha existido un desequilibrio norte-sur, nos toca lo peor porque somos los más pobres», manifiesta Rosa Pérez Mateo, presidenta de la Asociación de Vecinos PAU-Ensanche de Vallecas.La cuestión es que la legislación regional, que data de 1998, contempla la utilización de este material para uso agrícola siempre que haya sido tratado «por vía biológica, química o térmica, mediante almacenamiento a largo plazo u otro tipo de procedimiento que reduzca su poder de fermentación y los inconvenientes sanitarios de su utilización».Hasta principios de siglo, el tratamiento de los lodos se hacía al aire libre con el consiguiente efecto sobre las poblaciones limítrofes de los lugares de almacenamiento. Pero la Unión Europea, a través del Ministerio de Industria, planteó una partida de ayudas para realizar un tratamiento más eficaz de estos materiales.
El método que se decidió en Madrid es el termosecado, se trata de quemar estos lodos para eliminar los metales pesados y con ellos su toxicidad y convertirlos así en una especie de grano oscuro. Así, entre 2001 y 2002, la Administración Municipal construyó dos plantas de secado de estos lodos, Butarque y Sur, con un presupuesto de 56 millones de euros, 10 de ellos provenientes de la Unión Europea. La gestión pasó a manos privadas, Sacyr y Ferrovial, por un periodo de 25 años hasta que en 2014 ambas, una en enero y otra en marzo, entraron en parada técnica porque, sin ayudas públicas, «no resultaban rentables» según el área de Medioambiente.
Y es que, aunque generaban gran cantidad de energía eléctrica también consumían mucho gas natural para poder deshidratar estos residuos.Los tres millones y medio de residentes madrileños producen anualmente casi 220.000 toneladas de desperdicios provenientes de sus aguas residuales. Durante dos años, estos lodos se fueron vertiendo o acumulando sin tratar hasta que el Ejecutivo de Ahora Madrid decidió hacerse cargo del secado de estos residuos. Reabrió una de las dos plantas de tratamiento, la Sur, mientras resolvía los contratos con las empresas concesionarias. La idea era cederle la gestión al Canal de Isabel II pero, a día de hoy, sigue esperando la carta de cesión según fuentes del propio Canal.
En medio de esta batalla residual, literalmente, están los daños colaterales. Son los vecinos que tienen que soportar el olor de estos lodos que hoy, aunque tratados mediante secado térmico, se siguen amontonando en varios puntos del territorio madrileño. Y es que la acumulación de los mismos hace que, al caer la noche y producirse un cambio de temperatura, haya pequeñas autocombustiones que multiplican el olor y le dan ese regusto químico. El principal y el que ha traído de cabeza a los habitantes de Getafe, Perales del Río, Pinto y el Ensanche de Vallecas, acostumbrados a los del macrovertedero de Valdemingómez, proviene de una finca, La Torrecilla. «¿Por qué tenemos que vivir así?», se queja Pérez Mateo.Estos municipios y la Federación de Asociaciones de Vecinos (FRAVM) han diseñado una estrategia conjunta para hacer frente a estos olores. Así solicitan a la Comunidad de Madrid «responsabilidad» para afrontar esta situación. «Pedimos ayuda a la CAM para localizar el olor y se pusieron de perfil», se queja Raúl Sánchez, concejal de Modelo Ecológico de Ciudad de Pinto. Sánchez sugiere que, a futuro, se prohíba «hacer acopio» de estos lodos que «oficialmente son fertilizantes», pero él los considera un residuo.
Por su parte, la Consejería de Medioambiente responde que ellos «siempre han aportado soluciones a los problemas con los olores en esta parte de Madrid» y culpan a los 65.000 metros cuadrados de vertidos de la finca de la Torrecilla como responsables de este problema.La Comunidad mantiene que ya ha enviado dos estaciones móviles de medición de olores para evaluar la toxicidad de los mismos a Pinto (24 de agosto) y a Perales del Río (6 de septiembre) sin resultado positivo. «Ha habido una incorrecta gestión de los lodos extraídos de la depuradora Sur del Ayuntamiento de Madrid. De haberse seguido y cumplido los procedimientos legales y administrativos, de acuerdo con la legislación ambiental, no se habrían producido estos hechos», declaran fuentes de la Consejería.El Consistorio, por su parte, dice haber tomado las primeras medidas de choque como sacar material para su comercialización y contratar más personal para mejorar su gestión y reducir el olor. También mantienen que la reducción de los olores que soportan los vecinos de esta zona depende de una estrategia conjunta ya que ellos consideran que la fuente no es única y también afecta la presencia del vertedero de Pinto y otras tres depuradoras circundantes.Rosa Pérez Mateo aún recuerda las palabras del fiscal ante la demanda que los vecinos del Ensanche de Vallecas presentaron en 2015 por los olores que soportaban. «Como es un servicio público para el bien común, hay que aguantarse». Así lleva el Sur de Madrid aguantando mal olor durante muchos años, un olor nauseabundo y que en verano, por el calor, se magnifica. «Estoy harta de no poder abrir las ventanas para ventilar, es insoportable», concluye otra vecina de Campo Real.
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