El síndrome del niño emperador - Información y reflexión.

Ghazeoso

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Las denuncias de padres contra hijos por maltrato, amenazas y violencia verbal, física y psicológica se han multiplicado por término medio y, en general, hasta ocho veces más en tan sólo cuatro años. Los hijos que insultan y golpean a sus progenitores sufren el denominado “síndrome del emperador”. Este síndrome que muchos adolescentes padecen y bajo cuyos síntomas actúan comportándose como auténticos déspotas y tiranos, al igual que los emperadores de la Historia lo fueron con sus súbditos, es una conducta de cuya incidencia se conoce sólo “la punta del iceberg”. Para la psicología actual, de esta perturbadora conducta o síndrome de los menores sólo se conoce una reducida parte de un complejo profundo y extenso problema.

Como afirmaba Salvador Minuchin, en la estructura familiar tienen que existir límites entre el subsistema conyugal y el subsistema parental. Los límites están constituidos por las reglas que definen quiénes participan y de qué forma. Su función reside en proteger la diferenciación de los subsistemas. Estos límites tiene que ser claros y estar bien definidos, ya que lo normal es que el pequeño ególatra trate por su hedonismo de conseguir todo lo que le apetece y buscará constantemente llamar la atención, y es función de los padres el ponerle freno y control.

Actualmente la familia ha evolucionado y la estructura familiar se ha modificado. Existen familias monoparentales, divorciadas, reestructuradas, etc,…, y del mismo modo las funciones familiares también se han visto variadas: Los roles parentales se han diluido. La autoridad incuestionada que caracterizó en algún momento al modelo patriarcal del subsistema parental desapareció y ha sido reemplazada por el de una autoridad flexible y racional.

El perfil del niño/a tirano/a ha sido definido – artículo publicado en Zona Pediátrica-, como inteligente, rápido y contestatario, no acepta el límite de su autonomía y estalla escandalosamente ante la menor frustación. Padres dedicados y afectuosos, hiperatentos, le hablan como a iguales, explicando y justificando cualquier decisión que tomen y consultando democráticamente su joven voluntad”

Los especialistas psicólogos y pedagogos debaten si el “síndrome del emperador” es debido a carencias educativo-formativas y a la falta de afectos de los padres desde el seno familiar o si hay factores genético-hereditarios biológicos, principalmente de naturaleza psicopática, que resulten determinantes. Esto es, la psicología y la pedagogía se cuestionan si simplemente son niños caprichosos, malcriados, a los que nunca se les ha negado nada, o existe un trasfondo emocional cromosomático. La mayoría de los especialistas se decanta prioritariamente hacia la explicación de la carencia educacional desde el hogar.

Según Vicente ******* psicólogo criminalista y autor del libro “Los hijos tiranos. El síndrome del emperador”: “El elemento esencial del síndrome del emperador es la ausencia de conciencia. Son niños que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones jovenlandesales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad, y como consecuencia tienen problemas para sentir culpa”. Añade que los rasgos de personalidad psicopáticos a tener en cuenta son: insensibilidad emocional, falta de conciencia, falta de empatía y ausencia de culpa. Asegura que: “El sistema nervioso de estos chicos por alguna razón tiene problemas para aprender las lecciones jovenlandesales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad. Y, como consecuencia de esto, tienen problemas para sentir culpa, una reacción emocional que sólo puede existir sobre la base de que previamente me he vinculado con la gente.

Podré fingir que lo lamento, pero en el interior a mí me da igual. Como consiguiente, hay una ausencia de conciencia”. En su opinión estos chicos se creen con derecho a exigir y lograr –sea como sea-, lo que se les antoja cuando lleguen a la edad adulta serán hombres y mujeres violentos, agresores de sus parejas y acosadores de sus compañeros de trabajo, cuando no fracasados sociales o delincuentes. Excluye de este síndrome a los niños que han vivido episodios de violencia doméstica, los que sufren esquizofrenia y también los malcriados, “que tienen conciencia (los valores y creencias que utilizamos para guiar nuestro comportamiento y que está basado en esas emociones)”.

Discrepa de la tesis anterior Javier Urra, psicólogo de la Fiscalía de Menores del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y autor de otro libro sobre la materia “El pequeño dictador”: “La herencia marca tendencia, pero lo que cambia el ser humano es totalmente la educación, sobre todo en los primeros años, en los primeros meses y días, incluso antes de nacer, es muy distinto si eres un hijo deseado o no, si eres un padre relajado o agresivo”. En la etnia etniana, explica, es imposible que un hijo pegue a su progenitora, pero en España “algunos psicólogos y pedagogos han tras*mitido el criterio de que no se le puede decir no a un niño, cuando lo que le neurotiza es no saber cuáles son sus límites, no saber lo que está bien y está mal. Ésa es la razón de que tengamos niños caprichosos y consentidos, con una filosofía muy hedonista y nihilista”.

Los datos del Ministerio del Interior reflejan que más de 5.500 padres denunciaron entre enero y septiembre de 2005 a sus hijos por malos tratos en el ámbito familiar y hubo casi 5.000 órdenes de internamiento en distinto régimen, según consta en la Memoria Anual de la Fiscalía General del Estado. En el año 2006, hasta el mes de abril se han contabilizado 2.070 denuncias interpuestas por malos tratos en la familia cuya autoría corresponde al hijo/a.

Las cifras son escalofriantes: en tan sólo cinco años, las agresiones de menores a sus padres han crecido un 2000 por ciento. El fenómeno de los hijos violentos va en alza.

En Cataluña, las fiscalías de menores tramitaron 216 denuncias de padres a sus hijos (de 14 a 18 años) durante el año 2005 y 178 en 2004; pero en el año 2001 sólo habían sido 23. Actualmente, estas denuncias representan el 3,73% de los 6.000 expedientes abiertos en la justicia de menores en Cataluña. Según el informe del Centro de Estudios Jurídicos de la Generalitat de Cataluña, la progenitora es la víctima en el 87% de las ocasiones y principalmente recibe agresiones (abrazos, patadas, empujones, intentos de ahogo, etcétera), aunque también son agresiones verbales y, en el 13,8% de los casos se añade la intimidación con un cuchillo, por ejemplo. En el 55% de los casos, las causas de las agresiones se deben al hecho de no aceptar la autoridad y no cumplir las normas; en un 17%, por exigir dinero.

En la Comunidad Valenciana hubo 59 casos de violencia por parte de menores hacia sus mayores en 2004, lo que supuso un incremento del 64% respecto a 2003. Y el aumento supuestamente registrado en 2005 ha llevado a la Generalitat a extender un programa de ayuda a los progenitores –las escuelas de padres-.

La Dirección General del Menor del Gobierno de Canarias cifra en torno a los 700 el número de casos de hijos que maltratan a sus padres. Aproximadamente 200 chicos han sido denunciados por sus padres o madres en Canarias ante la Fiscalía solicitando amparo porque ya no pueden con ellos. Golpes, amenazas e insultos son la modalidad más practicada por estos niños maltratadores cuyo perfil es el de tener de 14 a 17 años, no estudiar y drojarse.

Buscar una solución para desposeer a esos pequeños emperadores del ambiente que han conquistado no es tarea fácil, ya que España carece de centros para corregir los trastornos de conducta de niños que controlan el ambiente familiar. La Administración española, aseguran expertos en el ámbito del menor, no dispone de armas para ayudar a esas familias que han perdido toda la autoridad sobre sus hijos y que son víctimas de su cruel conducta.

El Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez Morgades, aboga por el consenso institucional para crear centros donde enmendar esas conductas agresivas y antisociales. En España sólo existen los centros de reforma para los menores que han delinquido, o los de protección para los que están en una situación de desamparo. La solución intermedia, esa que debería ayudar a esos niños que no están desprotegidos ni son delincuentes, es la que se necesita en España, reitera Núñez. Afirma que el trabajo para corregir ese comportamiento debe ser dirigido por profesionales, en centros especializados en corregir trastornos de conducta en menores. A través de los servicios sociales autonómicos, que una familia desbordada pueda ceder la tutela de su hijo a la Administración para que ésta acuerde un tratamiento. En los equipos hay desde psiquiatras y psicólogos hasta monitores especializados en diferentes talleres y personal que ejerce como tutor.

Jueces, fiscales, entidades de protección al menor, abogados y psicólogos coinciden en el aumento de los casos de progenitores que denuncian a sus hijos por maltrato y llegan al extremo de recurrir a la Justicia, aunque por su dureza, las familias agotan todas las vías antes de llegar al banquillo. El magistrado Jaime Tapia, especialista en jurisdicción penal de menores, indica que a veces el sólo hecho de acudir a una sala suele alcanzar para intimidar a los chavales y lograr que corrijan su conducta. En otros casos, sin embargo, es necesario ir más allá: la sentencia judicial.

Una vez puesta la denuncia, se inicia un procedimiento que va a exigir a los menores de entre 14 y 18 años una responsabilidad civil, no penal. A diferencia de los demás procedimientos, es el Fiscal quien lo instruye.

Juan alopécico-Rubio, fiscal coordinador de la Audiencia Nacional en Málaga, explica el proceso: “El fiscal sigue un atestado de la policía o una denuncia directamente de la familia e incoa un procedimiento. Ese procedimiento incluye declaración de menor, de los padres y de todas las personas que hayan podido tener relación con esto. Se aporta un informe psicológico, puesto que tiene que hacer referencia a las medidas más adecuadas para aplicar al menor. Cuando se incoa el procedimiento hay que decidir si el menor va a seguir con la familia o si va a ser ingresado en un centro de reforma como consecuencia del peligro que pueda correr su familia. Esa decisión la solicita el fiscal y la toma el juez de menores. Luego el fiscal realiza un informe con la descripción detallada de los hechos y solicita medidas. El informe lo traslada al juez de menores que inicia un juicio”.

Finalmente, el juez decidirá si aplica o no la medida solicitada por el fiscal, y que dependiendo del caso, puede derivar en internamiento, libertad vigilada o tratamiento ambulatorio del pequeño emperador.

Mi caso adolescente

He tenido episodios de tiranía hacia mi padre estando en el instituto, pero no sé si calificarlo como Síndrome del niño emperador ya que se supone que son niños que no desarrollan emociones, y en mi caso, la rebeldía se debía a una falta de cariño y un maltrato hablado, que después pasó a ser físico en las contestaciones que le daba. Pero me siento acusado, ya que, según la página web centroadiccionesbarcelona.com las características que definen a un niño a con síndrome autoritario son la inteligencia, la baja autoestima y estados de ánimo depresivos o ansiosos (entro en el grupo de entre 155 y 174 de CI y me siento como un fanfarrón al decirlo, porque a pesar de las pruebas no sé si es verdad y dudo y me cohibo a veces). He leído que los casos están en aumento y se deben en gran medida a las estructuras familiares que están surgiendo como forma de adaptarse a las circunstancias sociales, como familias monoparentales, familias con hijos adoptados, familias de padres gayses, entre otras agrupaciones. Crecí con mi padre y mi hermana, y creo ahí descubierto uno de los factores que describen las páginas web que he consultado acerca del caso. Copio de la página web familiaysalud.es:

"Varios factores han sido la causa: el retraso en la decisión de tener hijos, el traer menos niños, la tecnología, la incorporación de la mujer al mundo laboral y el desarrollo de carreras académicas y profesionales.

Hace unas décadas, el número medio de hijos eran tres. Las relaciones con la familia de origen (abuelos) y la extensa (tíos y primos) eran estrechas. De este modo, el niño convivía con una jerarquía bien definida, con una red de apoyo muy amplia y recibiendo amor por parte de todos.

Hoy en día, las parejas que deciden tener hijos, lo hacen con más de treinta años. Son hijos muy deseados (tienen solo uno o dos). Ambos padres trabajan fuera de casa, con poco tiempo para el niño y confiando parte de su educación a los abuelos. Las relaciones con la familia extensa no se mantienen. De esta forma, los padres dirigen todo su tiempo libre y toda su atención al niño. Además, los abuelos con los que se cría le suelen proteger y consentir en exceso. Este niño aprende que es un “Rey Sol” y los demás deben adaptarse a sus necesidades. Así, tenemos las situaciones necesarias para convertir a nuestro “príncipe” en “tirano”.


Sin embargo, mi caso no ha sido de un consentimiento por parte del padre, sino de un abandono emocional por parte del padre, ya que decía tener depresión y cada vez que se le acusaba de algo ponía de manifiesto su condición de depresivo, haciéndose la víctima. Y ha seguido con el rollo hasta cerca de hoy, siempre victimizándose y no queriendo hacer frente a los problemas, y es un residuo de la relación paterna con mi abuelo, que tuvo disputas con mi padre, y el trauma familiar se hereda, como un fractal matemático:

"En el Hospital Monte Sinaí de Nueva York, Estados Unidos, se realizó el estudio que reveló que los cambios genéticos con experiencias traumáticas, se pueden tras*mitir de generación en generación a través de la genética.

Los datos genéticos de los supervivientes del Holocausto fueron contrastados con el de otras familias judías que no habían vivido en Europa mientras duró el régimen nancy de la Segunda Guerra Mundial. Los resultados mostraron que un gen regulador de la hormona del estrés, el cortisol, sufría de una alteración en todos los familiares relacionados al Holocausto.

Esto se producía en los supervivientes del Holocausto y en sus hijos, lo cual confirmaba que los traumas fueron heredados por sus descendientes.

También se realizaron varios análisis clínicos para descartar que el origen de la alteración hubiese sido provocada por experiencias dramáticas de los descendientes.

Rachel Yehuda, quien dirigió el equipo de investigación, manifestó que “los hijos de padres con desorden de estrés postraumático son probablemente más propensos a la depresión ya que los cambios genéticos en estos niños sólo pueden ser atribuidos al hecho de que sus padres estuvieron expuestos al Holocausto”.

Y concluye diciendo que “la primera evidencia en humanos- de la que tenemos conocimiento- de una marca epigenética en la descendencia basada en la exposición de los padres, antes de la concepción”.


Los psicólogos de la páginas web que he consultado concluyen en unas pautas para refrenar el comportamiento despótico:
  • Ambos progenitores deben estar de acuerdo en cómo quieren educar a sus hijos, en cuál va a ser su modelo educativo y actuar ante él sin fisuras, porque si las hay, el niño se aprovechará enseguida de ellas.
  • Los padres deben ser capaces de admitir que su hijo es un tirano y no buscarle atenuantes.
  • Rutina, rutina y más rutina. El día a día del niño debe estar pautado: horas fijas para comer, para acostarse, para hacer los deberes. También debe tener una serie de obligaciones en casa –hacer la cama, poner y quitar la mesa, etcétera– de las que no se puede escabullir. Y normas muy claras sobre su tiempo de ocio.
  • Nada de amenazas. Las amenazas tras*miten inseguridad al niño y sólo logran aumentar su tendencia a la negación.
  • No se trata de prohibirlo todo después de haberle dejado hacerlo todo. Una vez dicho una cosa, no hay que retractarse, así que más vale pensar con calma antes de hablar y actuar.
  • No hay que ponerse a la altura del niño: si grita, patalea y monta una escenita, hay que respirar y contenerse. Nada de chillidos, sofocones o tortazos, mejor esperar a que se calme sin hacerle el más mínimo caso.
  • No sirve de nada argumentar sin fin, el niño tirano no está acostumbrado a las palabras. En vez de discutir, hay que recordarle cuáles son las reglas que hemos fijado y su deber de respetarlas. (En este punto descriptivo, no creo que sea un niño tirano porque el que chillaba era mi padre, y mientras tanto intentaba plantar debate, del que huía mi padre con contradicciones. De hecho, me acusaba de hablador y polémico).
  • Tampoco sirve pedirle que se ponga en tu lugar: justamente una de sus características es su falta de empatía.
  • Recordar que los milagros no existen y la educación es una carrera de fondo: puede que no haya resultados inmediatos, pero, según va creciendo, el niño logrará interiorizar nuestras enseñanzas.

En series televisivas como Hermano Mayor, te muestran los miles de casos que aparecen de Síndrome de niño emperador, y la mayoría de ellos provienen de familias con problemas económicos y rupturas entre los miembros de la familia, generando discordia y aprensión contra los que están sanos de la familia. La sociedad es consumista y enferma, hay que reformarla de los pies a la cabeza, y no porque un cuidador vaya una semana a intentar poner orden en la casa se va arreglar el problema de una vida entera. Aunque el programa sea una estafa, muestran casos de adolescentes que han sido afectados por la situación social de manera indirecta, que se manifiesta de manera directa en el entorno familiar.

Me gustaría saber si alguno de los foreros ha sufrido o sufre Síndrome de niño emperador, y poder debatir de ello con más propiedad y uniendo experiencias mediante el hilo.
 
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