Burt Lancaster
Himbersor
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Público' ofrece una serie de informaciones exclusivas que revelan los cimientos ocultos de la fortuna del rey emérito: no se asientan en las comisiones por un porcentaje del crudo importado como se hizo creer, sino en el tráfico de armas. Ésta es la verdadera historia de un fraude gigantesco y de quienes lo administraron.
Antes de subir al trono, el heredero a la Corona borbónica designado por el dictador Francisco Franco ya está obsesionado con acumular una gran fortuna, la que su padre nunca llegó a tener. Para conseguirlo, Juan Carlos de Borbón promociona por todos los medios a Manuel Prado y Colón de Carvajal, su mejor amigo desde principios de los años sesenta, para que le haga rico por cualquier vía, sea suplicando dádivas de las otras casas reales —no sólo en las europeas— o sacando tajada de las relaciones económicas internacionales del Estado: en 1974 envía una carta a Henry Ford II —nieto del fundador de la famosa empresa automovilística— recomendándole a Prado como gestor de la entrada del coloso automotriz Ford en España.
Nada más ceñirse la corona, Juan Carlos I nombra (en 1977) senador por designación real a este descendiente directo de Cristóbal Colón, y lo hace embajador especial plenipotenciario ("Ambassador At Large") permanente de España, así como administrador solidario al 50% –como pantalla de su propia participación– de todos sus negocios, empezando por el más rentable que hay: la venta de armas.
Manuel Prado y Colón de Carvajal, en 2009. — Efe
En la primera visita de los reyes españoles a Riad, en octubre de 1977, el hoy emérito negocia la creación de una empresa conjunta hispano-saudí, supuestamente para canalizar el comercio entre los dos países: Alkantara ("puente", en árabe) Iberian Exports. El príncipe Fahd –en aquel momento, hombre fuerte del régimen teocrático del rey Jaled, sucesor de Faisal– nombra delegado saudí en Alkantara al magnate Adnan Khashoggi, traficante de armas cuyo holding Triad International ostentará el 50% del capital. Por su parte, Juan Carlos designa a Manuel Prado como presidente de la compañía, financiada con fondos públicos en la mitad española: el Instituto Nacional de Industria (INI) pondrá un 25% y Focoex (Fomento del Comercio Exterior, del Banco Exterior de España pero operando desde Panamá) el otro 25%.
La intención de que esa joint venture quede fuera del control fiscal de la Hacienda Pública se trasluce en el hecho de que Alkantara Iberian Exports no se constituye en Madrid ni Riad, sino en Londres, el 6 de julio de 1978, como "Private limited with Share Capital company" con registro 01377422. Borja Prado Eulate, hijo del socio y testaferro del rey, es colocado en la empresa por parte de Focoex, para la que trabajará de 1980 a 1988. En ese momento, el presidente del INI es Francisco Jiménez Torres, quien después asesorará como abogado al propio Khashoggi en operaciones comerciales internacionales.
En aquellos años, todas las operaciones internacionales de ventas de armamento y material militar son consideradas "materias clasificadas" por tratarse de "asuntos, actos, documentos, informaciones, datos y objetos cuyo conocimiento por personas no autorizadas pueda dañar o poner en riesgo la seguridad y defensa del Estado", según dispone el artículo 2 de la ley 9/1968, de 5 de abril, sobre secretos oficiales. Una ley que todavía hoy sigue vigente e impide obtener los documentos de esos contratos gestionados por Alkantara.
Felipe González se opuso a las comisiones por el crudo del Golfo
Dos años después, en 1980, Adolfo Suárez viaja a Riad para asegurarse el suministro de crudo saudí, pero la total ignorancia del idioma inglés del presidente del Gobierno no le permite desentrañar los negocios con ese país de Colón de Carvajal, al que había nombrado primer presidente de Iberia (1976-78) y después presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI, hasta 1982).
De aquella época parte la denuncia que hizo en diciembre de 2014 el catedrático de Economía y ex consejero delegado de Campsa, Roberto Centeno, quien asegura que Prado se llevaba una comisión de "uno o dos dólares" por cada barril de petróleo adquirido en el Golfo Pérsico, y que el entonces ministro de Hacienda de Suárez, Francisco Fernández Ordóñez, le impidió en 1979 cerrar la compra de 150.000 toneladas de crudo que había negociado a buen precio con la Kuwait Petroleum Company, advirtiéndole de que "Manolo Prado es la única persona que tiene derecho a comprar petróleo en Arabia Saudita y los Emiratos" Árabes.
Mucho se ha insistido en que ese trato de favor con la Corona pervivió durante la presidencia de Felipe González, pero una fuente consultada por Público afirma que el líder socialista no permitió esas comisiones e incluso fue oído, a la salida de un despacho con Juan Carlos en La Zarzuela, diciéndole a Sabino Fernández Campo (jefe de la Casa Real) en voz muy alta, de forma que lo escucharon varias personas del círculo íntimo del soberano: "¡Y de ese uno o dos por ciento del petróleo que dice Prado, nada de nada! ¿Eh?" Entre los que escucharon esas palabras, en 1982, estaba el teniente general Agustín Muñoz Grandes, ayudante de campo del rey, quien relató esa anécdota a la citada fuente.
Zourab Tchokotua y Juan Carlos I. — EFE
Préstamo de cien millones, sin interés, del príncipe saudí Salmán
Una prueba de que el rey no llega a ingresar cuantiosas comisiones de las compras de crudo es que, para conseguir los fondos con los que poder operar como intermediarios de otros negocios, Juan Carlos envía en 1980 a sus dos hombres de confianza, Manuel Prado y el príncipe georgiano-ruso Zourab Tchokotua –del que es amigo desde niño porque estudiaron juntos en un internado de Friburgo (Suiza)–, a pedirle un préstamo a otro de los siete hijos de la esposa preferida del fundador de Arabia Saudí, el legendario Saud: Salmán bin Abdulaziz, entonces emir de Riad –actualmente, es el rey del país–, a su fastuoso palacio de Marbella, el Al-Riyad, donde pasa largas temporadas.
Para sorpresa de Prado y Tchokotua, Salmán accede a la petición de Juan Carlos, habla con sus hermanos, y les proporciona un crédito a diez años, sin interés, por valor de 100 millones de dólares (unos 7.500 millones de pesetas en esas fechas). Una cantidad que, en pesetas, llegará a ascender a más de 17.000 millones cuatro años después a causa de las continuas devaluaciones de la moneda española.
Una de las personalidades más cercanas al rey durante ese periodo afirma a Público que ese dinero es depositado en una cuenta de Sogenal (Société Générale Alsacienne de Banque), de Ginebra. La importancia de ese depósito acredita a Prado para convertirse en consejero de la entidad –uno de los mayores bancos europeos–, al ser nombrado presidente de la Société Generale de Banque en Espagne, y retira anticipadamente los intereses de diez años (unos 33 millones de dólares), dinero con el que se financiarán a partir de entonces sus actividades como intermediarios de operaciones comerciales internacionales y especulaciones inmobiliarias.
Son sus costumbres y hay que respetarlas
Antes de subir al trono, el heredero a la Corona borbónica designado por el dictador Francisco Franco ya está obsesionado con acumular una gran fortuna, la que su padre nunca llegó a tener. Para conseguirlo, Juan Carlos de Borbón promociona por todos los medios a Manuel Prado y Colón de Carvajal, su mejor amigo desde principios de los años sesenta, para que le haga rico por cualquier vía, sea suplicando dádivas de las otras casas reales —no sólo en las europeas— o sacando tajada de las relaciones económicas internacionales del Estado: en 1974 envía una carta a Henry Ford II —nieto del fundador de la famosa empresa automovilística— recomendándole a Prado como gestor de la entrada del coloso automotriz Ford en España.
Nada más ceñirse la corona, Juan Carlos I nombra (en 1977) senador por designación real a este descendiente directo de Cristóbal Colón, y lo hace embajador especial plenipotenciario ("Ambassador At Large") permanente de España, así como administrador solidario al 50% –como pantalla de su propia participación– de todos sus negocios, empezando por el más rentable que hay: la venta de armas.
Manuel Prado y Colón de Carvajal, en 2009. — Efe
En la primera visita de los reyes españoles a Riad, en octubre de 1977, el hoy emérito negocia la creación de una empresa conjunta hispano-saudí, supuestamente para canalizar el comercio entre los dos países: Alkantara ("puente", en árabe) Iberian Exports. El príncipe Fahd –en aquel momento, hombre fuerte del régimen teocrático del rey Jaled, sucesor de Faisal– nombra delegado saudí en Alkantara al magnate Adnan Khashoggi, traficante de armas cuyo holding Triad International ostentará el 50% del capital. Por su parte, Juan Carlos designa a Manuel Prado como presidente de la compañía, financiada con fondos públicos en la mitad española: el Instituto Nacional de Industria (INI) pondrá un 25% y Focoex (Fomento del Comercio Exterior, del Banco Exterior de España pero operando desde Panamá) el otro 25%.
La intención de que esa joint venture quede fuera del control fiscal de la Hacienda Pública se trasluce en el hecho de que Alkantara Iberian Exports no se constituye en Madrid ni Riad, sino en Londres, el 6 de julio de 1978, como "Private limited with Share Capital company" con registro 01377422. Borja Prado Eulate, hijo del socio y testaferro del rey, es colocado en la empresa por parte de Focoex, para la que trabajará de 1980 a 1988. En ese momento, el presidente del INI es Francisco Jiménez Torres, quien después asesorará como abogado al propio Khashoggi en operaciones comerciales internacionales.
En aquellos años, todas las operaciones internacionales de ventas de armamento y material militar son consideradas "materias clasificadas" por tratarse de "asuntos, actos, documentos, informaciones, datos y objetos cuyo conocimiento por personas no autorizadas pueda dañar o poner en riesgo la seguridad y defensa del Estado", según dispone el artículo 2 de la ley 9/1968, de 5 de abril, sobre secretos oficiales. Una ley que todavía hoy sigue vigente e impide obtener los documentos de esos contratos gestionados por Alkantara.
Felipe González se opuso a las comisiones por el crudo del Golfo
Dos años después, en 1980, Adolfo Suárez viaja a Riad para asegurarse el suministro de crudo saudí, pero la total ignorancia del idioma inglés del presidente del Gobierno no le permite desentrañar los negocios con ese país de Colón de Carvajal, al que había nombrado primer presidente de Iberia (1976-78) y después presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI, hasta 1982).
Villarejo insinúa en sus agendas que el rey emérito movió dinero opaco en su viaje oficial a Brasil en 2012
ANA MARÍA PASCUAL / PATRICIA LÓPEZ
De aquella época parte la denuncia que hizo en diciembre de 2014 el catedrático de Economía y ex consejero delegado de Campsa, Roberto Centeno, quien asegura que Prado se llevaba una comisión de "uno o dos dólares" por cada barril de petróleo adquirido en el Golfo Pérsico, y que el entonces ministro de Hacienda de Suárez, Francisco Fernández Ordóñez, le impidió en 1979 cerrar la compra de 150.000 toneladas de crudo que había negociado a buen precio con la Kuwait Petroleum Company, advirtiéndole de que "Manolo Prado es la única persona que tiene derecho a comprar petróleo en Arabia Saudita y los Emiratos" Árabes.
Mucho se ha insistido en que ese trato de favor con la Corona pervivió durante la presidencia de Felipe González, pero una fuente consultada por Público afirma que el líder socialista no permitió esas comisiones e incluso fue oído, a la salida de un despacho con Juan Carlos en La Zarzuela, diciéndole a Sabino Fernández Campo (jefe de la Casa Real) en voz muy alta, de forma que lo escucharon varias personas del círculo íntimo del soberano: "¡Y de ese uno o dos por ciento del petróleo que dice Prado, nada de nada! ¿Eh?" Entre los que escucharon esas palabras, en 1982, estaba el teniente general Agustín Muñoz Grandes, ayudante de campo del rey, quien relató esa anécdota a la citada fuente.
Zourab Tchokotua y Juan Carlos I. — EFE
Préstamo de cien millones, sin interés, del príncipe saudí Salmán
Una prueba de que el rey no llega a ingresar cuantiosas comisiones de las compras de crudo es que, para conseguir los fondos con los que poder operar como intermediarios de otros negocios, Juan Carlos envía en 1980 a sus dos hombres de confianza, Manuel Prado y el príncipe georgiano-ruso Zourab Tchokotua –del que es amigo desde niño porque estudiaron juntos en un internado de Friburgo (Suiza)–, a pedirle un préstamo a otro de los siete hijos de la esposa preferida del fundador de Arabia Saudí, el legendario Saud: Salmán bin Abdulaziz, entonces emir de Riad –actualmente, es el rey del país–, a su fastuoso palacio de Marbella, el Al-Riyad, donde pasa largas temporadas.
Para sorpresa de Prado y Tchokotua, Salmán accede a la petición de Juan Carlos, habla con sus hermanos, y les proporciona un crédito a diez años, sin interés, por valor de 100 millones de dólares (unos 7.500 millones de pesetas en esas fechas). Una cantidad que, en pesetas, llegará a ascender a más de 17.000 millones cuatro años después a causa de las continuas devaluaciones de la moneda española.
Una de las personalidades más cercanas al rey durante ese periodo afirma a Público que ese dinero es depositado en una cuenta de Sogenal (Société Générale Alsacienne de Banque), de Ginebra. La importancia de ese depósito acredita a Prado para convertirse en consejero de la entidad –uno de los mayores bancos europeos–, al ser nombrado presidente de la Société Generale de Banque en Espagne, y retira anticipadamente los intereses de diez años (unos 33 millones de dólares), dinero con el que se financiarán a partir de entonces sus actividades como intermediarios de operaciones comerciales internacionales y especulaciones inmobiliarias.
El rey Juan Carlos I fraguó su fortuna con la venta de armas a países árabes junto a Colón de Carvajal y Khashoggi
'Público' ofrece una serie de informaciones exclusivas que revelan los cimientos ocultos de la fortuna del rey emérito: no se asientan en las comisiones por un porcentaje del crudo importado como se hizo creer, sino en el tráfico de armas. Ésta es la verdadera historia de un fraude gigantesco y...
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Son sus costumbres y hay que respetarlas