El relevo: la inmi gración se integra a través de la España de los toldos verdes. Y le gusta

M. Priede

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Le he cambiado el títular: Viaje a la España de los toldos: "Lo cutre está por todas partes, es lo que nos identifica". Viví en esa España, y en sitios sin toldo bastante peores; más que duros, crudos. Pasa que el autor es arquitecto, es decir, uno de esos criminales que edifica chalets donde no sabes si estás en casa o en el jardín a punto de caerte a la piscina, y que los futbolistas millonarios y horteras de bolera se pirran por tener; o te insulta y amenaza -lo hicieron con Esperanza Aguirre- cuando te quejas de que edifiquen casas consistoriales inspiradas en cajas hechas en hormigón, donde resulta difícil localizar la puerta, tanto para salir como para entrar. La suya no es una arquitectura cutre sino algo peor: pedante y estulta.

Por qué identificamos París, ¿por los Campos Elíseos o por el urbanismo en las 'banlieue'?

Las clases populares y urbanas españolas son herederas de la España de las corralas. ¿Cutre? Sí, pero atractivo, y la prueba es que la inmi gración se integra copiándonos al dedillo lo que fuimos hasta hace poco más de veinte años:


los nuevos españoles han abrazado España abrazando lo cutre. En Usera viven alrededor de 11.000 ciudadanos chinos. Carabanchel se vació durante los años noventa: perdió casi 30.000. En la siguiente década, la inmi gración proveniente de Latinoamérica permitió recuperar esa población.​
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Bodegón identitario. (Alejandro Martínez Vélez)
Bodegón identitario. (Alejandro Martínez Vélez)​
“Es como el chino que coge un restaurante español y deja la misma carta”, resume Olmos. El 'dumpling' convive con el plato de callos. Latinos, orientales y árabes son los grandes depositarios de la tradición de lo cutre, que han aceptado sin el estigma que tiene entre los españoles como el camino más corto a la integración con el paisaje urbano y social. Mientras tanto, el español parece haber seguido el camino opuesto, dando la espalda a su tradición.​
Un ejemplo: en las mesas de los parques, cada domingo, familias de ecuatorianos, dominicanos y venezolanos se juntan para pasar la tarde. Bailan, festejan y se juntan con los demás. Algo que era normal ver con familias de españoles hace décadas, pero ya no tanto. “El español, para alejarse de lo cutre, se ha alejado del espacio público, y se lo ha dejado a la inmi gración, que no sufre de esa misma clase de vergüenza”, sugiere Arboleda. “El español ya no se va a jugar al parque o a las pistas, mete a sus hijos en la piscina de bolas o alquila una pista de pádel”.​
"Pero por eso mismo, a pesar de su ingentrificabilidad, la España de los toldos es todo aquello que el urbanismo moderno considera deseable. “El barrio es el triunfo de la ciudad, porque ahí se cumple todo aquello que está de moda ahora, la ‘smart city’, la ciudad de 15 minutos”, sopesa Arboleda. “Puedes hacer casi toda tu vida en 500 metros a la redonda”. El sueño de Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, ya se ha cumplido en la España de los toldos, pensada en la época del desarrollo urbano para dar respuesta a las necesidades de sanidad, educación y consumo de esas grandes masas de población. Es un milagro urbanístico y, por tanto, social.
Esta inglesita ha pillado de Madrid el lado popular que siempre le ha caracterizado y que se está perdiendo. Ya no hay película en la que no aparezcan esos cuatro rascacielos que tiene -cuatro- , como si fuera lo más que se puede enseñar.



 
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