Henna
Madmaxista
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El príncipe Enrique, duque de Sussex, tras su matrimonio con la estadounidense Meghan Markle, decidió retirarse de la vida pública y mudarse al país de su esposa. Su "retiro" actualmente consiste en airear sus vidas en un documental de Netflix a cambio de unos, dicen, 100 millones de dólares.
En esa serie podemos ver a dos narcisistas quejándose constantemente de lo mala que es su vida, a Meghan burlándose de las reverencias que tenía que hacer a la reina Isabel II mientras Harry mira a lo lejos y calla, a Meghan quejándose de que no pudo invitar a su familia porque la familia real británica es racista (es mentira, la reina quiso invitarla porque resultaba extraño que solo acudiese su progenitora, fue ella quien se negó), a Harry proclamando su orgullo de la raza mixta de sus hijos, etc.
Los británicos están que trinan. Pagan y dan privilegios a la Familia Real para que se conviertan en embajadores de Reino Unido. Pero esta pareja, que no renuncia al título, no para de verter cosa sobre su país. En este contexto aparece este artículo de The Guardian (diario progre de RU), que es un ejercicio de arrimar el ascua a la sardina del autor (en la foto).
El racismo detrás del debate sobre la serie de Harry y Meghan en Reino Unido
Al igual que sus grandes y obvias cualidades, Meghan trajo también algo menos obvio: negritud, una cualidad que no habría podido ser más potente históricamente, dadas las circunstancias. De pronto, la Familia Real, el guante de seda para el brutal puño de hierro del Imperio Británico, la historia y tradición británicas personificadas, había pasado de blanca y medieval a moderna y multicultural. De hecho, hasta el día de hoy, gracias a Meghan, el Reino Unido ha tenido más princesas negras que directoras o directores neցros de la BBC.
Para muchos espectadores neցros, la revelación clave ha sido que la negritud de Meghan (quizá unida a su clase) fue tan sutil que su propia progenitora, la conmovedora Doria Ragland, no consideró necesario armarla con el kit de supervivencia racial (por ejemplo, “la charla” que los padres neցros suelen dar a sus hijos sobre la discriminación y violencia que pueden afrontar por el tonalidad de su piel).
Fuera tan sutil como fuera, al parecer la negritud de Meghan seguía siendo demasiado para el Reino Unido. Una mujer de piel suficientemente clara como para “aprobar” con éxito sus primeros 37 años de vida en la tierra de la regla de una sola gota, una antigua clasificación racial que rigió en Estados Unidos para definir quién era neցro, se enamoró de un príncipe de la tierra de “para nada somos tan racistas como los estadounidenses”.
Los medios británicos, especialmente los tabloides, son una industria blanca. Su interpretación de los acontecimientos y su sentido del juego limpio y de lo que puede o no ser apropiado o directamente racista se conforman a través de este hecho innegable.
La mirada blanca ha jugado un papel decisivo en cómo se ve a Harry y Meghan tanto el documental como los seres vivos. La gente de color veía a Meghan como su representante en algunos aspectos, debido a nuestras propias experiencias. Mientras que algunos describirán a los colaboradores del documental como Olusoga, Hirsch y Kehinde Andrews como unos radicales incendiarios anti-británicos, la mayoría de las personas negras los verán como desradicalizadores de una nación radicalizada por la mirada blanca.
En lugar de echar por tierra una oportunidad de avanzar en lo que respecta a la raza, puede que, por una vez, nos hayamos confundido y hayamos sacado provecho de esta oportunidad. Ojalá los tabloides fueran capaces de verlo.
Nels Abbey es escritor, presentador y antiguo banquero. Es autor del libro satírico Think Like a White Man (Piensa como un hombre blanco).
En esa serie podemos ver a dos narcisistas quejándose constantemente de lo mala que es su vida, a Meghan burlándose de las reverencias que tenía que hacer a la reina Isabel II mientras Harry mira a lo lejos y calla, a Meghan quejándose de que no pudo invitar a su familia porque la familia real británica es racista (es mentira, la reina quiso invitarla porque resultaba extraño que solo acudiese su progenitora, fue ella quien se negó), a Harry proclamando su orgullo de la raza mixta de sus hijos, etc.
Los británicos están que trinan. Pagan y dan privilegios a la Familia Real para que se conviertan en embajadores de Reino Unido. Pero esta pareja, que no renuncia al título, no para de verter cosa sobre su país. En este contexto aparece este artículo de The Guardian (diario progre de RU), que es un ejercicio de arrimar el ascua a la sardina del autor (en la foto).
El racismo detrás del debate sobre la serie de Harry y Meghan en Reino Unido
Al igual que sus grandes y obvias cualidades, Meghan trajo también algo menos obvio: negritud, una cualidad que no habría podido ser más potente históricamente, dadas las circunstancias. De pronto, la Familia Real, el guante de seda para el brutal puño de hierro del Imperio Británico, la historia y tradición británicas personificadas, había pasado de blanca y medieval a moderna y multicultural. De hecho, hasta el día de hoy, gracias a Meghan, el Reino Unido ha tenido más princesas negras que directoras o directores neցros de la BBC.
Para muchos espectadores neցros, la revelación clave ha sido que la negritud de Meghan (quizá unida a su clase) fue tan sutil que su propia progenitora, la conmovedora Doria Ragland, no consideró necesario armarla con el kit de supervivencia racial (por ejemplo, “la charla” que los padres neցros suelen dar a sus hijos sobre la discriminación y violencia que pueden afrontar por el tonalidad de su piel).
Fuera tan sutil como fuera, al parecer la negritud de Meghan seguía siendo demasiado para el Reino Unido. Una mujer de piel suficientemente clara como para “aprobar” con éxito sus primeros 37 años de vida en la tierra de la regla de una sola gota, una antigua clasificación racial que rigió en Estados Unidos para definir quién era neցro, se enamoró de un príncipe de la tierra de “para nada somos tan racistas como los estadounidenses”.
Los medios británicos, especialmente los tabloides, son una industria blanca. Su interpretación de los acontecimientos y su sentido del juego limpio y de lo que puede o no ser apropiado o directamente racista se conforman a través de este hecho innegable.
La mirada blanca ha jugado un papel decisivo en cómo se ve a Harry y Meghan tanto el documental como los seres vivos. La gente de color veía a Meghan como su representante en algunos aspectos, debido a nuestras propias experiencias. Mientras que algunos describirán a los colaboradores del documental como Olusoga, Hirsch y Kehinde Andrews como unos radicales incendiarios anti-británicos, la mayoría de las personas negras los verán como desradicalizadores de una nación radicalizada por la mirada blanca.
En lugar de echar por tierra una oportunidad de avanzar en lo que respecta a la raza, puede que, por una vez, nos hayamos confundido y hayamos sacado provecho de esta oportunidad. Ojalá los tabloides fueran capaces de verlo.
Nels Abbey es escritor, presentador y antiguo banquero. Es autor del libro satírico Think Like a White Man (Piensa como un hombre blanco).
