Mucho se ha hablado en las última semanas de la inminencia de un cambio de Gobierno. Se reconozca o no, existe una práctica unanimidad en que la situación actual es insostenible, en que uno de los peores Gabinetes de la historia de España, si no el peor, no puede continuar durante mucho tiempo y en que Zapatero no aguantará el desgaste político de la soledad parlamentaria y el económico de la crisis.
Por eso, algunos medios de comunicación consideran que el bálsamo podría provenir de un giro en la imagen del Ejecutivo que permita retirar a los ministros amortizados –como Solbes o Maleni– e incluso reducir el número de carteras para así ofrecer una falsa apariencia de austeridad en tiempos de crisis.
De ser cierta la exclusiva anunciada por la SER, la ministra Salgado –célebre Torquemada en su etapa por Sanidad– será promocionada a la Vicepresidencia económica y el presidente del PSOE y de Andalucía, Manuel Chaves –dinosaurio felipista reconvertido al zapaterismo–, a una nueva de política territorial.
Los ejes del cambio de Gobierno, por consiguiente, pasarían por resolver los dos mayores quebraderos de cabeza del Gobierno: recomponer las relaciones territoriales con los nacionalistas para no quedarse en minoría parlamentaria y enfrentarse a la crisis económica con una nueva figura al frente del Ministerio.
Sin embargo, por mucho que Zapatero quiera dar la impresión de que está recuperando la iniciativa política y de que, tras el consenso planetario alcanzado con la cumbre del G-20 y con su foto con Obama, los problemas de España pronto terminarán, este Ejecutivo sólo puede tras*mitir una imagen de desorientación y de agotamiento.
Para empezar, los fichajes "estrella" son Chaves y Blanco, es decir, la quintaesencia política del mismo Partido Socialista que ha venido sosteniendo al actual Gobierno. Sería por tanto sorprendente que los máximos representantes del zapaterismo fueran los que imprimieran un nuevo rumbo a este Ejecutivo. No, si acaso estamos ante una huida hacia delante, ante un cambio cosmético para que nada cambie o para que sólo lo haga a peor. Por lo visto, la manera que tiene Zapatero de rectificar sus errores es ratificándolos.
Y no obstante nada es más necesario en estos momentos que una reorientación profunda y a conciencia de la política económica. Las cifras de paro, de caída de la actividad o de déficit público son la exteriorización más clara de la pésima gestión de la crisis. Con todo, que sea imperativo expulsar a Solbes y a Corbacho no significa que algo vaya a mejorar sin ellos. Más importantes que las personas son las ideas que éstas representan, y en este Gabinete las decisiones económicas seguirán paradójicamente marcadas por un autorreconocido ignorante en la materia. Zapatero nunca se ha guiado por unos principio científicos que desconoce –y que sugieren la necesidad de adelgazar el tamaño del Estado y de liberalizar los mercados– sino por los prejuicios ideológicos izquierdistas que tan interiorizados tiene.
Por eso tampoco nada cambiará en economía. Zapatero continuará anteponiendo su sesgo socialista a las necesidades del país, tal y como ha venido haciendo hasta la fecha para perjuicio de 3,6 millones de parados.
El problema, en última instancia, no es de personas más o menos competentes –si bien el actual Ejecutivo está plagado de incompetentes radicales– sino de ideologías. La crisis política y económica que sufre nuestro país se soluciona con más España y más libertad; y el PSOE –especialmente el PSOE de Zapatero– sólo representa menos España y menos libertad. De ahí que las expectativas desatadas por el cambio de Gobierno tengan tan poca base como las probabilidades reales de que tenga éxito. Quien realmente sobra es Zapatero... todo lo demás es atrezo.
EDITORIAL - Quien sobra es Zapatero - Libertad Digital
Por eso, algunos medios de comunicación consideran que el bálsamo podría provenir de un giro en la imagen del Ejecutivo que permita retirar a los ministros amortizados –como Solbes o Maleni– e incluso reducir el número de carteras para así ofrecer una falsa apariencia de austeridad en tiempos de crisis.
De ser cierta la exclusiva anunciada por la SER, la ministra Salgado –célebre Torquemada en su etapa por Sanidad– será promocionada a la Vicepresidencia económica y el presidente del PSOE y de Andalucía, Manuel Chaves –dinosaurio felipista reconvertido al zapaterismo–, a una nueva de política territorial.
Los ejes del cambio de Gobierno, por consiguiente, pasarían por resolver los dos mayores quebraderos de cabeza del Gobierno: recomponer las relaciones territoriales con los nacionalistas para no quedarse en minoría parlamentaria y enfrentarse a la crisis económica con una nueva figura al frente del Ministerio.
Sin embargo, por mucho que Zapatero quiera dar la impresión de que está recuperando la iniciativa política y de que, tras el consenso planetario alcanzado con la cumbre del G-20 y con su foto con Obama, los problemas de España pronto terminarán, este Ejecutivo sólo puede tras*mitir una imagen de desorientación y de agotamiento.
Para empezar, los fichajes "estrella" son Chaves y Blanco, es decir, la quintaesencia política del mismo Partido Socialista que ha venido sosteniendo al actual Gobierno. Sería por tanto sorprendente que los máximos representantes del zapaterismo fueran los que imprimieran un nuevo rumbo a este Ejecutivo. No, si acaso estamos ante una huida hacia delante, ante un cambio cosmético para que nada cambie o para que sólo lo haga a peor. Por lo visto, la manera que tiene Zapatero de rectificar sus errores es ratificándolos.
Y no obstante nada es más necesario en estos momentos que una reorientación profunda y a conciencia de la política económica. Las cifras de paro, de caída de la actividad o de déficit público son la exteriorización más clara de la pésima gestión de la crisis. Con todo, que sea imperativo expulsar a Solbes y a Corbacho no significa que algo vaya a mejorar sin ellos. Más importantes que las personas son las ideas que éstas representan, y en este Gabinete las decisiones económicas seguirán paradójicamente marcadas por un autorreconocido ignorante en la materia. Zapatero nunca se ha guiado por unos principio científicos que desconoce –y que sugieren la necesidad de adelgazar el tamaño del Estado y de liberalizar los mercados– sino por los prejuicios ideológicos izquierdistas que tan interiorizados tiene.
Por eso tampoco nada cambiará en economía. Zapatero continuará anteponiendo su sesgo socialista a las necesidades del país, tal y como ha venido haciendo hasta la fecha para perjuicio de 3,6 millones de parados.
El problema, en última instancia, no es de personas más o menos competentes –si bien el actual Ejecutivo está plagado de incompetentes radicales– sino de ideologías. La crisis política y económica que sufre nuestro país se soluciona con más España y más libertad; y el PSOE –especialmente el PSOE de Zapatero– sólo representa menos España y menos libertad. De ahí que las expectativas desatadas por el cambio de Gobierno tengan tan poca base como las probabilidades reales de que tenga éxito. Quien realmente sobra es Zapatero... todo lo demás es atrezo.
EDITORIAL - Quien sobra es Zapatero - Libertad Digital