El prodigioso auto del supremo contra el procés (gorka maneiro en vozpópuli)

Eric Finch

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El prodigioso auto del Supremo contra el procés​


26/07/2024

Gorka Maneiro-Vozpópuli

  • El auto condensa brillantes argumentos jurídicos y verdades como puños frente a la manipulación, las mentiras y los intereses políticos de Sánchez y sus socios, delincuentes incluidos
Hemos tenido la ocasión de conocer, leer y, en mi caso, degustar párrafo a párrafo el prodigioso auto y obra maestra jurídica elaborado por la Sala Penal del Tribunal Supremo a través del cual recurre la Ley de Amnistía ante el Tribunal Constitucional. Además de ser jurídicamente impecable, el auto se entiende perfectamente, que es lo que deben conseguir las cosas que se escriban, especialmente si estas afectan a nuestro Estado de Derecho y a la democracia misma. De este modo, los ciudadanos comprenden de qué se habla y cuáles son los argumentos que se exponen y, como en este caso, podemos conocer qué altas cotas de degradación democrática alcanzaron los ideólogos de la vergonzosa Ley de Amnistía pactada y redactada por el PSOE con los delincuentes que quiso amnistiar para que estos, con sus votos, mantuvieran a Pedro Sánchez un tiempo más en la Moncloa.

El auto es canela fina y concluye lo que ya sabíamos: el proceso independentista catalán fue un intento de «golpe de Estado» y la Ley de Amnistía es inconstitucional, al conceder a determinados políticos que delinquieron gravemente contra el Estado de Derecho un trato diferenciado del dispensado a los restantes ciudadanos españoles; es decir, que los políticos que delinquieron fueron tratados mejor que el resto por razones políticas e ideológicas; o sea, por ser vos quien sois y disponer de los votos que Sánchez necesitaba. Y es que la Ley de Amnistía, nos confirma el auto, colisiona con varios derechos constitucionales y, en concreto, hace trizas el derecho a la igualdad ante la ley. En el fondo, el auto del TS dice lo mismo que decía el PSOE hasta que necesitó los votos de los golpistas catalanes: que tal cosa era inconstitucional, improcedente e inmoral, como bien saben ellos y sus palmeros. Después comenzó a decir (y a hacer) justo lo contrario.

El auto, para enmarcarlo y guardarlo como oro en paño, afirma que la Ley de Amnistía se presenta como una «suerte de amnistía permanente revisable» que «da repelús el derecho constitucional a la igualdad ante la ley» y altera las «bases de la convivencia democrática». Y en cuanto a las «razones» aducidas para justificar su aprobación y otorgar un tratamiento especial a quienes cometieron los delitos de sedición, malversación o corrupción, las considera «arbitrarias»; o sea, que no hubo más razón que el interés del PSOE en que Sánchez siguiera siendo presidente del Gobierno de España, razón primera y última del engendro, como el propio PSOE sabe.

Mientras el común de los mortales debemos respetar la ley y pagar religiosamente los impuestos que nos corresponden, los líderes del proceso independentista están exentos



El PSOE pretendió vendernos la idea de que la Ley de Amnistía pretendía devolver a la política el conflicto catalán, como si no lo estuviera hasta que los golpistas se saltaron la ley y lo llevaron a los Tribunales. Y en cuanto a la convivencia democrática, el Tribunal Supremo cree que «la mera condonación de sus delitos en nada podría contribuir, por sí misma, a ella», esa misma convivencia democrática que precisamente su conducta «trató y trata de impedir«. Porque lo que garantiza la convivencia democrática es el cumplimiento de la ley y lo que la rompe es permitir que se vulnere impunemente. La democracia consiste en entender que puedes defender las ideas que consideres (siempre que sean respetuosas con los derechos humanos), y, sin embargo, quizás no puedas convertirlas en mayoritarias. Y que las minorías deben ser respetadas y no recibir trato discriminatorio, pero tampoco privilegiado. El auto del Tribunal Supremo explica lo fácil que puede recuperarse la convivencia: basta con que los golpistas descarten el uso de la violencia y se avengan «a respetar sus reglas básicas». Sin embargo, no solo no se comprometen a respetar la Constitución Española sino que prometen volver a saltársela.

Ofende, afirma, que se diga que la Ley de Amnistía se justifica en la desafección de los independentistas hacia las instituciones, dado que tal cosa está en su propia naturaleza y ya estaban desafectos antes

Si aspiras a ser impune a los delitos, necesitarás una «cierta representatividad electoral», reflexiona el Supremo, y para que no haya dudas, sentencia: «La aplicación de la ley penal solo será entonces segura para los orates y para los pobres«. O sea, la justicia estamental de la Edad Media para modernizar y regenerar la España del siglo XXI. Y ofende, afirma, que se diga que la Ley de Amnistía se justifica en la desafección de los independentistas hacia las instituciones, dado que tal cosa está en su propia naturaleza y ya estaban desafectos antes; es la histórica persistencia absurda de acomodar a los que se sienten incómodos o de saciar a los insaciables: hambre para hoy y más hambre para mañana. Y se pregunta inteligentemente si los demócratas conservarán su afección por las instituciones cuando comprueben que quienes se saltaron la ley resultan beneficiados por la amnistía.
Una oda a la democracia

El TS termina reconocimiento que su criterio puede no resultar decisivo, puesto que es al Tribunal Constitucional a quien corresponde dirimir la cuestión. Sea lo que sea lo que decida el TC de Conde-Pumpido (y podemos suponerlo), el auto del TS condensa brillantes argumentos jurídicos y verdades como puños frente a la manipulación, las mentiras y los intereses políticos de Sánchez y sus socios, delincuentes incluidos. Es una oda a la democracia y al Estado de Derecho. Un texto para nuestros estudiantes de Ciencias Políticas y hasta para nuestros adolescentes; para incluirlo en la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
 
Mientras no plantemos guillotinas en las plazas no hay nada que hacer. Los mecanismos institucionales vigentes vienen todos con las cartas marcadas. El ciudadano (de momento, súbdito, mejor dicho) está desprotegido ante el poder.
 
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