El problema con el que Ucrania no contaba: el suministro de armas de EEUU está al límite

_Mickey_Mouse_

Madmaxista
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Los Javelins no son infinitos y EEUU se acerca a un límite en las armas que pueden suministrar. Las fábricas, y los materiales, no dan abasto. Explicamos la situación y el impacto para Ucrania

La comunidad internacional se está volcando con Ucrania en su conflicto armado con Rusia. No se trata solo de apoyo jovenlandesal o de gestos, se materializa también en el envío de material militar. Unos más y otros, como España, menos. Pero es incuestionable que el principal suministrador, con diferencia, es Estados Unidos. Sin embargo, el masivo apoyo militar está teniendo una segunda lectura inesperada: sus reservas de armas bajan a niveles preocupantes y la industria militar no da abasto.


Las cifras en las que se mueve el mundo de la defensa en Estados Unidos siempre nos sorprenden por su magnitud, muy lejos del resto. Todo , sin embargo, tiene un límite. Solo para la crisis de Ucrania, la administración Biden ha comprometido cerca de 43.000 millones de dólares, de los que aproximadamente la mitad irían destinados a ayuda militar directa. Esta ayuda directa se materializa en los sucesivos envíos de armas que se están realizando, no solo a los ucranianos, sino también a otros países aliados. Son países a los que Estados Unidos se compromete a compensar a cambio de la cesión de determinado material —el de origen ruso— para el combate.


Más de 20.000 millones de dólares (de momento) es mucho dinero. Es más de lo que España gasta en un año en defensa. Para los norteamericanos no sería algo dramático si solo habláramos de dinero, pero no se trata solo de dólares. El problema es de dónde sale el material y cómo reponerlo.

Stocks bajo mínimos

Como decíamos, la cuestión no es solo el dinero. Vayamos a casos concretos. Tan solo en munición de artillería de 155 mm se ha comprometido el envío de unos 185.000 proyectiles, de los que del entorno de los 120.000 ya están en suelo ucraniano e incluso muchos ya se han utilizado. Es una cifra grande, pero más importante es que parte de ese total corresponde a las nuevas municiones guiadas M982 Excalibur.

Toda esta munición ha salido de las reservas del US Army y la cuestión es que se están comprometiendo las existencias. Más delicado aún debe ser el caso de los Excalibur, cuyo coste no tiene nada que ver en absoluto con el de una munición convencional, incluso con las asistidas, cuyo motor cohete añadido les proporciona un alcance extendido. Un solo Excalibur cuesta unos 110.000 dólares, mientras que un proyectil convencional de 155 mm, dependiendo del tipo, fabricante y calidad, está en el entorno de los 500 a 2.000 dólares. Aun así es un coste que sale rentable cuando se puede asegurar la destrucción de un objetivo valioso con tan solo un disparo.

Pero tampoco es solo cuestión de precio, ya que las existencias de ese tipo de proyectil tan sofisticado no pueden ser muy elevadas habida cuenta de su coste. Los planes iniciales del US Army, principal usuario, preveían una cantidad de unos 30.000 proyectiles de este tipo, cifra demasiado elevada —y prohibitiva en costes— que posteriormente se redujo a unas 6.500 unidades. Cuántas de verdad había en los almacenes norteamericanos no se sabe y tampoco cuántas han ido para Ucrania, pero que habrá que reponer esa cantidad, es un hecho.

Vayamos con otro caso muy significativo, como es el de los misiles contracarro Javelin. A Ucrania se han enviado 7.000 ejemplares y es una cifra muy respetable. Lo es, además, si tenemos en cuenta que desde que el Javelin entró en servicio el US Army y el USMC se dotaron con cerca de 37.000 unidades del misil, de los que se habrán utilizado en adiestramiento y en combate —Afganistán— alrededor de los 18.000.

Estas cifras de consumo de misiles sorprenderían en cualquier país, por no hablar de España, donde lanzar un misil 'de verdad' en ejercicios se hace, pero es un hecho singular. Podemos hablar entonces que en las reservas norteamericanas pueden andar en unas 19.000 unidades. Esto significa que a Ucrania ha ido a parar más de un tercio de las reservas.

Otro caso interesante de material suministrado es el de misiles Stinger. Es un misil antiaéreo de guiado infrarrojo de los denominados MANPAD, misiles ligeros que se pueden lanzar desde el hombro de un soldado. Sin embargo, aquí es muy difícil estimar la cifra de reservas, pues la última adquisición norteamericana se realizó en 2003 y la fabricación llegó a cerrarse.

Su coste se sitúa alrededor de los 120.000 dólares y a Ucrania se han enviado 1.400 unidades, de las que los rusos ya han sufrido en sus carnes sus letales capacidades. El problema para Estados Unidos es cómo reponer esta cifra, con una fabricación sin componentes, unos sistemas a punto de quedar obsoletos y con un programa de reemplazo que todavía no ha arrancado. No quedará más remedio que acelerar el desarrollo de su reemplazo, lo que generará más fondos, pero también más tensión, a la industria.


Algo parecido sucede con el Switchblade, del que se enviaron 700 ejemplares, cifra que está prevista ampliar a 1.000. Es un dron del tipo 'merodeador' o 'suicida', pues una vez en el aire dispone de un tiempo limitado de vuelo, unos 20 minutos en este caso, para localizar un objetivo y lanzarse contra él junto con su carga explosiva. Su gran virtud es que es barato pues cuesta unos 6.000 dólares y puede hacer mucho daño si se usa en grandes cantidades.


Se trata de un modelo nuevo, por lo que el stock no puede ser muy elevado y se estima en poco más de 4.000 ejemplares. Así pues, a Ucrania se ha ido un 25% de toda la reserva. Este es uno de los motivos por el que el Departamento de Defensa norteamericano acaba de firmar un contrato con el fabricante, AeroVironment, por valor de 18 millones de dólares, lo que supone entregar unos 3.000 ejemplares para mayo de 2023.

Industria en tensión

La forma de reponer estas reservas no es otra que tirar de fabricación. La industria de armamento se va a tener que poner a toda máquina y en muchos casos no será capaz de satisfacer las cifras que el Estado Mayor le va a pedir. La reposición de todos estos activos supone más presión sobre la industria, pero también más dinero y más beneficios. Pensemos que, por citar un caso, Lockheed Martin y Raytheon Technologies, planean duplicar el ritmo de producción de misiles Javelin en su planta de Alabama, alcanzando un volumen de entregas de 4.000 unidades al año.

El problema de esta industria, en muchos casos, es el dimensionamiento de su infraestructura y medios. La industria militar, salvo el pequeño material como la munición ligera, no es de grandes cifras si lo comparamos con otras industrias dedicadas al consumo, por ejemplo, con la del automóvil. Aquí las cosas funcionan de manera diferente. A la hora de solicitar determinado número de unidades de un producto es frecuente ver unos largos plazos de entrega, muy a menudo de años.

Esto se debe a que las cadenas de producción, salvo escasas excepciones, se dimensionan para mantener una actividad industrial durante un plazo razonable de tiempo que permita amortizar las inversiones. Una filosofía que choca muy a menudo con los intereses de los gobiernos, por no hablar de los estados mayores, que querrían disponer de toda la flota o el lote comprometido lo antes posible.

Si la industria se dimensionara para atender esta demanda el precio se incrementaría de manera brutal pues, una vez servido el producto, ¿qué se hace con la infraestructura creada? Y aquí aparece el segundo problema de la industria de defensa, las cortas o muy cortas series de material fabricado.

Se establece pues un compromiso, un equilibrio complicado entre los costes y los plazos por el lado del cliente y las inversiones y los retornos por el del fabricante. Y esto sin hablar del tema de los desarrollos o de la investigación, que darían para un capítulo aparte, pues es a veces difícil de entender que, sin el apoyo gubernamental o un compromiso de adquisición, por ejemplo, de un nuevo modelo de avión, ningún fabricante lo diseñaría por su cuenta por los enormes costes que supone.

Todo este estrés introducido de golpe en las estructuras industriales de defensa ya está teniendo 'víctimas colaterales'. Son otros países, clientes del armamento norteamericano, que están viendo como sus pedidos de armas van a sufrir algún tipo de retraso en los plazos de entrega.

Otro tipo de apoyo y otro problema

No solo hay que hablar de dinero o de material. La implicación de Estados Unidos va bastante más allá y hay otro capítulo del que se habla poco: el adiestramiento. El envío de material militar, salvo la munición estándar, armamento ligero y sistemas muy sencillos, como es el caso del C-90 enviado por España, precisan de un adiestramiento que puede ser mínimo en algunos casos, como el de las piezas de artillería M777 de 155 mm, o muy complejo y costoso en tiempo.

En este último caso entraría el material más sofisticado, como los propios Javelin, sobre los que no olvidemos que instructores norteamericanos llevan meses formando a los ucranianos, por no hablar de las políticas de ejercicios conjuntos que ya se venían realizando y que han introducido tácticas y técnicas occidentales y modernas en las fuerzas armadas ucranianas.

Cientos de soldados ucranianos se han adiestrado y lo están haciendo ahora en material norteamericano y de otros países, hasta el punto de generar un nuevo problema. Y es que tanta variedad de armas, enviadas además por tantos países, puede llegar a ser inmanejable. Sería, por así decirlo, llegar al punto de que las tropas ucranianas no fueran capaces de manejar tal amalgama de sistemas diferentes, incapaces de digerir todo lo que se ha puesto en sus manos.

Otra cuestión aparte es el caso del armamento muy sofisticado. El ejemplo claro es del material alemán que puede que al final se envíe a Ucrania. Hablamos de piezas de artillería pesada PzH 2000, radares de contrabatería COBRA, carros de combate o los sistemas antiaéreos Guepard, aunque estos ya se están enviando. Todo este material va a requerir, para cada modelo, un plazo no inferior a 6 semanas de intenso adiestramiento, que en algunos casos ya se ha iniciado.

El resumen sería que Zelenski pide y pide material pesado y sofisticado. Es verdad que lo necesita, pero también tiene que pensar en lo que pide y el resto de países en lo que se les envía. Esta guerra va a cambiar muchos conceptos. En lo militar se escribirán manuales solo con las cosas que no se debieron hacer en el campo de batalla, pero también se deberán sacar muchas conclusiones para aplicar a la industria y a las políticas de defensa.

 
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La comunidad internacional se está volcando con Ucrania en su conflicto armado con Rusia. No se trata solo de apoyo jovenlandesal o de gestos, se materializa también en el envío de material militar. Unos más y otros, como España, menos. Pero es incuestionable que el principal suministrador, con diferencia, es Estados Unidos. Sin embargo, el masivo apoyo militar está teniendo una segunda lectura inesperada: sus reservas de armas bajan a niveles preocupantes y la industria militar no da abasto.


Las cifras en las que se mueve el mundo de la defensa en Estados Unidos siempre nos sorprenden por su magnitud, muy lejos del resto. Todo , sin embargo, tiene un límite. Solo para la crisis de Ucrania, la administración Biden ha comprometido cerca de 43.000 millones de dólares, de los que aproximadamente la mitad irían destinados a ayuda militar directa. Esta ayuda directa se materializa en los sucesivos envíos de armas que se están realizando, no solo a los ucranianos, sino también a otros países aliados. Son países a los que Estados Unidos se compromete a compensar a cambio de la cesión de determinado material —el de origen ruso— para el combate.


Más de 20.000 millones de dólares (de momento) es mucho dinero. Es más de lo que España gasta en un año en defensa. Para los norteamericanos no sería algo dramático si solo habláramos de dinero, pero no se trata solo de dólares. El problema es de dónde sale el material y cómo reponerlo.

Stocks bajo mínimos

Como decíamos, la cuestión no es solo el dinero. Vayamos a casos concretos. Tan solo en munición de artillería de 155 mm se ha comprometido el envío de unos 185.000 proyectiles, de los que del entorno de los 120.000 ya están en suelo ucraniano e incluso muchos ya se han utilizado. Es una cifra grande, pero más importante es que parte de ese total corresponde a las nuevas municiones guiadas M982 Excalibur.

Toda esta munición ha salido de las reservas del US Army y la cuestión es que se están comprometiendo las existencias. Más delicado aún debe ser el caso de los Excalibur, cuyo coste no tiene nada que ver en absoluto con el de una munición convencional, incluso con las asistidas, cuyo motor cohete añadido les proporciona un alcance extendido. Un solo Excalibur cuesta unos 110.000 dólares, mientras que un proyectil convencional de 155 mm, dependiendo del tipo, fabricante y calidad, está en el entorno de los 500 a 2.000 dólares. Aun así es un coste que sale rentable cuando se puede asegurar la destrucción de un objetivo valioso con tan solo un disparo.

Pero tampoco es solo cuestión de precio, ya que las existencias de ese tipo de proyectil tan sofisticado no pueden ser muy elevadas habida cuenta de su coste. Los planes iniciales del US Army, principal usuario, preveían una cantidad de unos 30.000 proyectiles de este tipo, cifra demasiado elevada —y prohibitiva en costes— que posteriormente se redujo a unas 6.500 unidades. Cuántas de verdad había en los almacenes norteamericanos no se sabe y tampoco cuántas han ido para Ucrania, pero que habrá que reponer esa cantidad, es un hecho.

Vayamos con otro caso muy significativo, como es el de los misiles contracarro Javelin. A Ucrania se han enviado 7.000 ejemplares y es una cifra muy respetable. Lo es, además, si tenemos en cuenta que desde que el Javelin entró en servicio el US Army y el USMC se dotaron con cerca de 37.000 unidades del misil, de los que se habrán utilizado en adiestramiento y en combate —Afganistán— alrededor de los 18.000.

Estas cifras de consumo de misiles sorprenderían en cualquier país, por no hablar de España, donde lanzar un misil 'de verdad' en ejercicios se hace, pero es un hecho singular. Podemos hablar entonces que en las reservas norteamericanas pueden andar en unas 19.000 unidades. Esto significa que a Ucrania ha ido a parar más de un tercio de las reservas.

Otro caso interesante de material suministrado es el de misiles Stinger. Es un misil antiaéreo de guiado infrarrojo de los denominados MANPAD, misiles ligeros que se pueden lanzar desde el hombro de un soldado. Sin embargo, aquí es muy difícil estimar la cifra de reservas, pues la última adquisición norteamericana se realizó en 2003 y la fabricación llegó a cerrarse.

Su coste se sitúa alrededor de los 120.000 dólares y a Ucrania se han enviado 1.400 unidades, de las que los rusos ya han sufrido en sus carnes sus letales capacidades. El problema para Estados Unidos es cómo reponer esta cifra, con una fabricación sin componentes, unos sistemas a punto de quedar obsoletos y con un programa de reemplazo que todavía no ha arrancado. No quedará más remedio que acelerar el desarrollo de su reemplazo, lo que generará más fondos, pero también más tensión, a la industria.


Algo parecido sucede con el Switchblade, del que se enviaron 700 ejemplares, cifra que está prevista ampliar a 1.000. Es un dron del tipo 'merodeador' o 'suicida', pues una vez en el aire dispone de un tiempo limitado de vuelo, unos 20 minutos en este caso, para localizar un objetivo y lanzarse contra él junto con su carga explosiva. Su gran virtud es que es barato pues cuesta unos 6.000 dólares y puede hacer mucho daño si se usa en grandes cantidades.


Se trata de un modelo nuevo, por lo que el stock no puede ser muy elevado y se estima en poco más de 4.000 ejemplares. Así pues, a Ucrania se ha ido un 25% de toda la reserva. Este es uno de los motivos por el que el Departamento de Defensa norteamericano acaba de firmar un contrato con el fabricante, AeroVironment, por valor de 18 millones de dólares, lo que supone entregar unos 3.000 ejemplares para mayo de 2023.

Industria en tensión

La forma de reponer estas reservas no es otra que tirar de fabricación. La industria de armamento se va a tener que poner a toda máquina y en muchos casos no será capaz de satisfacer las cifras que el Estado Mayor le va a pedir. La reposición de todos estos activos supone más presión sobre la industria, pero también más dinero y más beneficios. Pensemos que, por citar un caso, Lockheed Martin y Raytheon Technologies, planean duplicar el ritmo de producción de misiles Javelin en su planta de Alabama, alcanzando un volumen de entregas de 4.000 unidades al año.

El problema de esta industria, en muchos casos, es el dimensionamiento de su infraestructura y medios. La industria militar, salvo el pequeño material como la munición ligera, no es de grandes cifras si lo comparamos con otras industrias dedicadas al consumo, por ejemplo, con la del automóvil. Aquí las cosas funcionan de manera diferente. A la hora de solicitar determinado número de unidades de un producto es frecuente ver unos largos plazos de entrega, muy a menudo de años.

Esto se debe a que las cadenas de producción, salvo escasas excepciones, se dimensionan para mantener una actividad industrial durante un plazo razonable de tiempo que permita amortizar las inversiones. Una filosofía que choca muy a menudo con los intereses de los gobiernos, por no hablar de los estados mayores, que querrían disponer de toda la flota o el lote comprometido lo antes posible.

Si la industria se dimensionara para atender esta demanda el precio se incrementaría de manera brutal pues, una vez servido el producto, ¿qué se hace con la infraestructura creada? Y aquí aparece el segundo problema de la industria de defensa, las cortas o muy cortas series de material fabricado.

Se establece pues un compromiso, un equilibrio complicado entre los costes y los plazos por el lado del cliente y las inversiones y los retornos por el del fabricante. Y esto sin hablar del tema de los desarrollos o de la investigación, que darían para un capítulo aparte, pues es a veces difícil de entender que, sin el apoyo gubernamental o un compromiso de adquisición, por ejemplo, de un nuevo modelo de avión, ningún fabricante lo diseñaría por su cuenta por los enormes costes que supone.

Todo este estrés introducido de golpe en las estructuras industriales de defensa ya está teniendo 'víctimas colaterales'. Son otros países, clientes del armamento norteamericano, que están viendo como sus pedidos de armas van a sufrir algún tipo de retraso en los plazos de entrega.

Otro tipo de apoyo y otro problema

No solo hay que hablar de dinero o de material. La implicación de Estados Unidos va bastante más allá y hay otro capítulo del que se habla poco: el adiestramiento. El envío de material militar, salvo la munición estándar, armamento ligero y sistemas muy sencillos, como es el caso del C-90 enviado por España, precisan de un adiestramiento que puede ser mínimo en algunos casos, como el de las piezas de artillería M777 de 155 mm, o muy complejo y costoso en tiempo.

En este último caso entraría el material más sofisticado, como los propios Javelin, sobre los que no olvidemos que instructores norteamericanos llevan meses formando a los ucranianos, por no hablar de las políticas de ejercicios conjuntos que ya se venían realizando y que han introducido tácticas y técnicas occidentales y modernas en las fuerzas armadas ucranianas.

Cientos de soldados ucranianos se han adiestrado y lo están haciendo ahora en material norteamericano y de otros países, hasta el punto de generar un nuevo problema. Y es que tanta variedad de armas, enviadas además por tantos países, puede llegar a ser inmanejable. Sería, por así decirlo, llegar al punto de que las tropas ucranianas no fueran capaces de manejar tal amalgama de sistemas diferentes, incapaces de digerir todo lo que se ha puesto en sus manos.

Otra cuestión aparte es el caso del armamento muy sofisticado. El ejemplo claro es del material alemán que puede que al final se envíe a Ucrania. Hablamos de piezas de artillería pesada PzH 2000, radares de contrabatería COBRA, carros de combate o los sistemas antiaéreos Guepard, aunque estos ya se están enviando. Todo este material va a requerir, para cada modelo, un plazo no inferior a 6 semanas de intenso adiestramiento, que en algunos casos ya se ha iniciado.

El resumen sería que Zelenski pide y pide material pesado y sofisticado. Es verdad que lo necesita, pero también tiene que pensar en lo que pide y el resto de países en lo que se les envía. Esta guerra va a cambiar muchos conceptos. En lo militar se escribirán manuales solo con las cosas que no se debieron hacer en el campo de batalla, pero también se deberán sacar muchas conclusiones para aplicar a la industria y a las políticas de defensa.



Eso no es nada.

Peor que es los risios... ! en dos semanas estarán en Kiev !, eso sí es un problema para los ucros.
 
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