"El número de suicidios en España es aterrador porque no sabemos cómo pararlo"

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Carrasco Perera es doctor en Medicina, catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad Complutense de Madrid y jefe de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico San Carlos
Foto: El psiquiatra José Luis Carrasco Perera posa para El Confidencial. (A. B.)

El psiquiatra José Luis Carrasco Perera posa para El Confidencial. (A. B.)
Por
Javier Caraballo

Fotografías: Ana Beltrán
01/11/2022 - 05:00
Podríamos imaginar el mundo actual como en una película de Woody Allen, el globo terráqueo sentado cada tarde en el diván del psiquiatra, apesadumbrado por tanta incertidumbre como tenemos en estos tiempos. “Sentirse culpable es importante. Yo me siento culpable todo el tiempo y nunca he hecho nada” (Broadway Danny Rose). Los problemas de salud mental se disparan en nuestros días en dos direcciones contrarias. A medida que crece la preocupación por el aumento exponencial de los casos, aumenta la brecha que nos separa de la protección sanitaria que existe, muy deficitaria con respeto a otras enfermedades, y del conocimiento mismo que tenemos del cerebro. Desde las causas de la polarización de la sociedad hasta el debate encendido que existe por la llamada ley tras*, pasando por la oleada creciente de suicidios, que es la realidad más terrible a la que nos enfrentamos, los expertos en Salud Mental buscan respuestas, plantean debates y nos hacen preguntas que no siempre podemos contestar. Ni siquiera tiene todas las respuestas alguien como José Luis Carrasco Perera (Cáceres, 1961), doctor en Medicina, catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad Complutense de Madrid y jefe de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico San Carlos, que fue elegido hace un par de años por la revista Forbes como uno de los 100 mejores médicos de España, uno de los cuatro mejores psiquiatras que tenemos.

PREGUNTA. Por no tener, doctor, ni siquiera existe una definición de salud mental; solo podemos constatar que es uno de los problemas más graves de nuestra sociedad.

RESPUESTA. No hay definición, es verdad, y casi me atrevería a decir que, afortunadamente, no hay definición porque, si la hubiera, tendría que venir de arriba, de las instituciones. Con lo cual, mejor así que una definición marcada por ideologías o creencias. A lo largo de la historia, desde la Antigua Grecia, los filósofos han buscado la felicidad, cómo llegar a ella, pero lo que nadie ha definido es qué es estar sano mentalmente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene una definición de salud mental, pero es muy vaga: dice que “la salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad”.

P. España ostenta el récord mundial en consumo de antidepresivos. Consumimos más Valium, Trankimazin y Orfidal que nadie. ¿Tan mal está España?

R. Veamos, esa es la estadística, pero tiene más que ver con las restricciones y con la facilidad que existe en España para conseguir los medicamentos. No es que haya más enfermos mentales, sino que cualquiera, y esto lo vemos con mucha frecuencia, consigue esos antidepresivos porque se los ha pedido a su progenitora o a su abuelo que tienen receta y los consiguen medio gratis y sin mucho control. Esa es la clave, que las recetas de la Seguridad Social en España son accesibles y se nutren de ellas muchas personas. No hay ningún dato epidemiológico que nos diga que en España hay más ansiedad, por ejemplo. Hay mucha medicación en casa y somos muy dados a automedicarnos.
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Foto: A. B.

Foto: A. B.
P. Ya decía yo porque, de forma paralela, lo que reflejan las encuestas es que el español es un ser feliz con su vida. La percepción que tienen sobre su calidad de vida es muy elevada, a pesar de que las condiciones socioeconómicas no sean buenas.

R.Los españoles nos quejamos mucho entre nosotros, pero la propia queja es una forma de expresión. Somos gente que interactúa mucho socialmente, que podemos tener muchas cosas en la cabeza, pero siempre hay un momento para tomar una cerveza y charlar con los amigos. No hay más que ver cómo están las calles y los bares, llenos de gente… Pues bien, esos son momentos de salud mental muy importantes porque aligeramos la carga de pensamientos negativos. Esa capacidad de interactuar y de aparcar un poco las cosas, de desconectar aunque sea un momento, no se da en todos los países.

P. El año pasado, en una conferencia, usted predijo: “La salud mental será la nueva esa época en el 2020 de la que yo le hablo y durará mucho tiempo”. ¿Lo mantiene todavía, ahora que la esa época en el 2020 de la que yo le hablo se da por superada?

R. Si, sí… Los trastornos de la salud mental van a ser la nueva esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Han aflorado y ya están causando serios problemas sociales, además de una sobrecarga sanitaria importante. ¿Por qué afloran? Nadie esperaba que en la actualidad pudiera afectarnos una esa época en el 2020 de la que yo le hablo por un bichito, por ejemplo, porque nos sonaba a medieval, a las pestes de entonces, que nada tenían que ver con este mundo del siglo XXI. Tampoco nadie podía pensar en otra guerra en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial. Todo eso remueve las estructuras psicológicas, las dudas existenciales del ser humano, y afloran las enfermedades mentales que se producen cuando uno pierde ciertos equilibrios internos. Ansiedad, depresión y trastornos en la contención de los impulsos que antes no aparecían o que estaban más contenidos. Si le suma usted a eso que la sociedad que nos hemos dado ejerce una presión importante sobre cada uno de nosotros, por la consecución de logros, podemos pensar que ese entorno social agrava lo anterior. De modo que sí, la salud mental va a ser una esa época en el 2020 de la que yo le hablo, pero yo espero que, como ha ocurrido con el cobi19, al final nos haga mejorar algunos esquemas y conceptos, personales, sociales y sanitarios.

"Los trastornos de la salud mental serán la nueva esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Ya están causando serios problemas sociales, además de una sobrecarga sanitaria"

P. Lo más aterrador que ocurre en España es esa cifra que se ofrece, yo creo que, sin reparar en lo que supone, porque cuesta imaginarlo: los suicidios se han multiplicado por 10 y afectan sobre todo a jóvenes y adolescentes; cada dos horas y media una persona se quita la vida.

R.Es aterrador, sí, aterrador, porque, además de las cifras, todavía no sabemos cómo pararlo. La incertidumbre de la que hablábamos ha removido algunos cimientos en nuestro cerebro y han crecido exponencialmente las patologías relacionadas con el descontrol de impulsos, con la autorregulación emocional, con la tolerancia a la frustración; todo lo que tiene que ver con la formación de la identidad es lo que lleva al intento de suicidio. Es una sensación de rabia y de desesperanza no tolerada. Algo ha ocurrido con la esa época en el 2020 de la que yo le hablo de cobi19 y el confinamiento que ha cambiado algunas dinámicas de interacción social, familiares, afectuosas o laborales, con las consecuencias que estamos viendo. Ya le digo que no lo sabemos bien, solo podemos confirmar este incremento exponencial.

P. ¿Y es posible que todo eso se agrave por algo en lo que parece haber coincidencia: la sociedad actual está más infantilizada y soporta peor problemas cotidianos como un desamor o un problema laboral?

R. Sí, eso es absolutamente cierto y la comparación con la sociedad de no hace tantos años es abismal. Vivimos en una sociedad infantilizada con una mínima tolerancia a la frustración. Lo que se nos dice es que tenemos derecho a ser felices, al bienestar continuo, y, cuando aparecen problemas, la desesperación llega antes. Unamos esto, además, al individualismo creciente y a los problemas de exclusión social que se producen por las exigencias de triunfo social, de acumulación, que nosotros mismos nos hemos dado.
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Foto: A. B.

Foto: A. B.
P. Vamos a centrar aún más el problema, el acoso escolar: ¿qué sucede hoy en las escuelas que no ocurriese hace unas décadas? Me refiero a las burlas, a los desprecios, a las humillaciones de unos niños hacia otros.

R. Está relacionado con lo anterior. Siempre han existido esos casos de acoso escolar que cita y lo que ha cambiado ahora es que la tolerancia a la humillación o a la burla es mucho menor. Lo que ha cambiado es la víctima. Estoy convencido de que esa mayor debilidad del yo se produce por factores culturales, la educación que reciben los niños en las familias, que es distinta, menos proclive a aumentar el rechazo o la ignorancia de esos episodios. Se le da una excesiva importancia a las humillaciones, a los fallos o a las imperfecciones, y existe una sobreprotección de los niños porque queremos que no sufran nada, que no tengan ningún tipo de malestar. Sucede, además, que hay un excesivo emotivismo y victimización de algunos problemas, como una simple riña o una burla, que ya se quieren convertir en acoso escolar, sin serlo. Todo eso provoca que los niños tengan menos armas para enfrentarse a los problemas. A los acosadores hay que detectarlos y separarlos, y en esto también influye la limitación de medios y recursos de la educación para ver a un niño que está siempre solo en el patio y protegerlo. Pero, además de eso, de luchar contra el acoso escolar, a los niños tenemos que enseñarlos a saber que la vida de ahí fuera es dura, que nadie es perfecto, y que tienen que aprender a aguantar y a superar las adversidades. Dicho esto, la terrible realidad a la que nos enfrentamos es que el acoso escolar existe, que no se puede minusvalorar, porque está en más del 50% de los trastornos mentales de los jóvenes, que los que lo padecen no lo cuentan y que, a veces, conduce a un trágico final de suicidio.
 
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"libertad, libertad, sin ira libertad" .

Ahora resulta que eso del progreso era, en verdad, una fruta cosa.

Para muchos es el infierno en la tierra, porque un lugar en el que prefieres morirte a estar en el, no puede llamarse mas que infierno.
 
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