Cirujano de hierro
Será en Octubre
Las cancelaciones del Primavera Sound 2024 y las ediciones de este año del Reggeaton Beach y el Dcode en Madrid reflejan la falta de regulación y de buenos espacios. La industria musical pide que "no se demonice a los festivales"
En una semana han cancelado tres festivales en Madrid. Uno de gran tamaño —Primavera Sound — y dos medianos —el Reggaeton Beach y el Dcode—. El primero, cuya última (y triste) edición atrajo a 90.000 asistentes (viernes y sábado), no se celebrará en la capital en 2024 (sí en Barcelona donde ha llegado a reunir a 253.000 festivaleros); el segundo, que tiene una media de 30.000 asistentes, ha sido anulado solos unos días antes de su inicio; y el tercero, que reúne a más 20.000 personas, no se celebrará el próximo septiembre. Ante estos tres casos, y otros tantos inconvenientes con masificaciones, cancelaciones y problemas de tras*porte de otros grandes eventos musicales desde la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, saltan las alarmas: ¿qué está pasando con los festivales? ¿Fin de un determinado modelo? ¿De la cacareada burbuja?
La respuesta de la industria y de buenos conocedores de estos macro eventos es tajante: no, no ha explotado ninguna burbuja porque este modelo lleva ya más de veinte años. Lo que sí está ocurriendo es un cambio precisamente de este modelo."Estamos en un momento de tras*ición del modelo. Lo que sí es posible es que estemos llegando a un techo de grandes festivales", manifiesta a El Confidencial Joan Vich, que durante más de una década trabajó en el FIB de Benicassim, experiencia que retrató en el libro Aquí vivía yo (Libros del KO).
"Estamos en un momento de tras*ición del modelo. Lo que sí es posible es que estemos llegando a un techo de grandes festivales"
No hay más que ir a los datos. Según el Anuario de Estadísticas Culturales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en España se celebraron 874 festivales de música en 2021 (aunque todavía era un año casi pandémico). En 2022 se alcanzó el número más alto de facturación de ventas de entradas en vivo en toda la historia, registrando más de 459 millones de euros, según el último Anuario de la Música en Vivo de la Asociación de Promotores Musicales (APM) de España. Esto supone un aumento del 191,33 % en comparación al año anterior. Quizá el crecimiento infinito sea sencillamente imposible.
El alto número de festivales musicales llega a un punto en el que es difícil sostener. "Es evidente que hay un auge y cada día se cierra alguno. En ese sentido, los que mejor se posicionan son los que mejor lo tienen. Para nosotros es un trabajo de año tras año, de seguir mejorando e intentar tener el cartel más diverso", señalaba EFE en mayo Alberto Guijarro, uno de los directores de Primavera Sound, solo unos días antes de una celebración en Madrid que no fue la esperada por varios factores: un elevadísimo precio de las entradas (325 el abono completo) —¿hay suficiente poder adquisitivo en España para tanto festival?—; el cartel, conformado por artistas que, en realidad, no son tan difíciles de ver; y, sobre todo el recinto en Arganda del Rey, que también supuso otro problema, principalmente por el difícil acceso que tiene, ya que se encuentra a 30 kilómetros del centro (como ya había sucedido hacía más de una década con el Rock in Río). Un cóctel perfecto para que acabase siendo un desastre.
El Mad Cool de esta última edición, celebrada a comienzos de julio, tampoco se libró de los problemas. Se había cambiado de recinto a uno nuevo —Los Aguados— a más de un kilómetro de las líneas de tras*porte público en Villaverde y, aunque las cifras de asistencia oficiales señalan que acudieron unas 70.000 personas cada día, los atascos claustrofóbicos y las colas kilométricas en los aseos dando lugar a situaciones complicadas fueron habituales.
Hace unos meses, Elena González, técnica de sonido que trabaja para bandas como Lori Meyers, ya alertaba en una entrevista en Business Insider de que este boom festivalero no se estaba gestionando del todo bien. "Ha habido una especie de boom exagerado para el que no hay personal, no hay equipo de sonido, no hay material físico, no hay tras*porte. Creo que se están haciendo más eventos de los que es capaz de aguantar cualquier país".
Falta de regulación
No obstante, desde la industria se insiste en que no se puede meter a todos los festivales en el mismo saco y que no todos tienen los mismos problemas. De hecho, los pequeños y medianos no están teniendo tantos contratiempos como los macro. La cancelación del Dcode se debe a que su artista principal, Lewis Capaldi, canceló la gira que tenía prevista "y a dos meses es muy difícil conseguir otro cabeza de cartel. En este sentido, lo que sí puede estar pasando es que los grandes estén ahogando a los pequeños", sostiene Vich.
Kin Martínez-Silva, promotor musical: "Pedimos que no se demonice a los festivales porque son buenos para la economía"
Es más, como sostiene a este periódico Kin Martínez Silva, co-director del O Son do Camiño —reúne a 42.000 personas en Monte do Gozo, a las afueras de Santiago de Compostela—, del Casa Port América en Ciudad de México y presidente de la Federación de la Música en España, "pedimos que no se demonice a los festivales porque son buenos para la economía". Ahí van los datos, según este promotor: el gasto medio de un festival por persona es de 200 euros, de los cuales la mitad se va en gasto de producción que no tiene nada que ver con la música y lo otro al caché. Y el gasto de una persona en un festival de tres-cuatro días es fácilmente de 600-700 euros. "Por tanto, imagina la pérdida económica que sería no hacer un festival", manifiesta.
Sin embargo, los promotores sí reconocen que hay dos patas que están quebrando la mesa macrofestivalera: la falta de regulación y de espacios adecuados para los macroeventos, principalmente en una gran ciudad como Madrid, que es donde se han dado la mayor parte de problemas.
"Falta una normativa específica para los festivales porque lo que ahora se aplica es de carácter general", mantiene Martínez-Silva. Esto tiene mucho que ver también con las licencias para la celebración del festival, que muchas veces los promotores solo obtienen horas antes de la celebración del macroevento. "Esto se debe a que son construcciones efímeras y los ingenieros te pasan toda la información cuando está todo montado. Al final el problema es que hay muchos festivales con muchas lagunas legales…", añade este promotor. Precisamente, desde la Asociación de Promotores Musicales ya se ha pedido un cambio legislativo por el cual a quien se le haya dado una licencia en años anteriores, con una declaración de responsabilidad ya valga para agilizar todo el papeleo.
En cuanto a los espacios, "en Madrid hay un problema grave. Los promotores están intentando hacer cosas, pero no es fácil. El Mad Cool ya tenía un espacio y tuvo que buscarse otro que tampoco parece que haya salido bien. Así que quizá lo que se tiene que construir es un gran recinto para este tipo de eventos", manifiesta Martínez-Silva.
El festival como sector estratégico
Y si estos son los problemas, ¿cuáles son las soluciones aparte de la regulación y los espacios? El presidente de la Federación de la Música de España lo tiene claro: "Hay que considerar a este sector estratégico para la economía y dejarse de burbuja. Queremos que los festivales se consideren una industria limpia. España se ha convertido en el destino musical más importante del mundo y lo que tiene que haber es una regulación laboral y de todo tipo. Y eso es lo que le pedimos al nuevo Gobierno porque no estamos hablando de fiesta sino de economía". ¿Cómo les fue con Iceta? "Ha sido un gobierno que se ha acercado al sector porque si no estaríamos pobres. Ha sido el único que se ha parado para hablar con el sector. Pero no es suficiente, y además queda casi todo por hacer". Ahí va el recado para el nuevo o nueva ministra de Cultura.
El modelo del macrofestival salta por los aires
En una semana han cancelado tres festivales en Madrid. Uno de gran tamaño —Primavera Sound — y dos medianos —el Reggaeton Beach y el Dcode—. El primero, cuya última (y triste) edición atrajo a 90.000 asistentes (viernes y sábado), no se celebrará en la capital en 2024 (sí en Barcelona donde ha llegado a reunir a 253.000 festivaleros); el segundo, que tiene una media de 30.000 asistentes, ha sido anulado solos unos días antes de su inicio; y el tercero, que reúne a más 20.000 personas, no se celebrará el próximo septiembre. Ante estos tres casos, y otros tantos inconvenientes con masificaciones, cancelaciones y problemas de tras*porte de otros grandes eventos musicales desde la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, saltan las alarmas: ¿qué está pasando con los festivales? ¿Fin de un determinado modelo? ¿De la cacareada burbuja?
La respuesta de la industria y de buenos conocedores de estos macro eventos es tajante: no, no ha explotado ninguna burbuja porque este modelo lleva ya más de veinte años. Lo que sí está ocurriendo es un cambio precisamente de este modelo."Estamos en un momento de tras*ición del modelo. Lo que sí es posible es que estemos llegando a un techo de grandes festivales", manifiesta a El Confidencial Joan Vich, que durante más de una década trabajó en el FIB de Benicassim, experiencia que retrató en el libro Aquí vivía yo (Libros del KO).
"Estamos en un momento de tras*ición del modelo. Lo que sí es posible es que estemos llegando a un techo de grandes festivales"
No hay más que ir a los datos. Según el Anuario de Estadísticas Culturales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en España se celebraron 874 festivales de música en 2021 (aunque todavía era un año casi pandémico). En 2022 se alcanzó el número más alto de facturación de ventas de entradas en vivo en toda la historia, registrando más de 459 millones de euros, según el último Anuario de la Música en Vivo de la Asociación de Promotores Musicales (APM) de España. Esto supone un aumento del 191,33 % en comparación al año anterior. Quizá el crecimiento infinito sea sencillamente imposible.
El alto número de festivales musicales llega a un punto en el que es difícil sostener. "Es evidente que hay un auge y cada día se cierra alguno. En ese sentido, los que mejor se posicionan son los que mejor lo tienen. Para nosotros es un trabajo de año tras año, de seguir mejorando e intentar tener el cartel más diverso", señalaba EFE en mayo Alberto Guijarro, uno de los directores de Primavera Sound, solo unos días antes de una celebración en Madrid que no fue la esperada por varios factores: un elevadísimo precio de las entradas (325 el abono completo) —¿hay suficiente poder adquisitivo en España para tanto festival?—; el cartel, conformado por artistas que, en realidad, no son tan difíciles de ver; y, sobre todo el recinto en Arganda del Rey, que también supuso otro problema, principalmente por el difícil acceso que tiene, ya que se encuentra a 30 kilómetros del centro (como ya había sucedido hacía más de una década con el Rock in Río). Un cóctel perfecto para que acabase siendo un desastre.
El Mad Cool de esta última edición, celebrada a comienzos de julio, tampoco se libró de los problemas. Se había cambiado de recinto a uno nuevo —Los Aguados— a más de un kilómetro de las líneas de tras*porte público en Villaverde y, aunque las cifras de asistencia oficiales señalan que acudieron unas 70.000 personas cada día, los atascos claustrofóbicos y las colas kilométricas en los aseos dando lugar a situaciones complicadas fueron habituales.
Hace unos meses, Elena González, técnica de sonido que trabaja para bandas como Lori Meyers, ya alertaba en una entrevista en Business Insider de que este boom festivalero no se estaba gestionando del todo bien. "Ha habido una especie de boom exagerado para el que no hay personal, no hay equipo de sonido, no hay material físico, no hay tras*porte. Creo que se están haciendo más eventos de los que es capaz de aguantar cualquier país".
Falta de regulación
No obstante, desde la industria se insiste en que no se puede meter a todos los festivales en el mismo saco y que no todos tienen los mismos problemas. De hecho, los pequeños y medianos no están teniendo tantos contratiempos como los macro. La cancelación del Dcode se debe a que su artista principal, Lewis Capaldi, canceló la gira que tenía prevista "y a dos meses es muy difícil conseguir otro cabeza de cartel. En este sentido, lo que sí puede estar pasando es que los grandes estén ahogando a los pequeños", sostiene Vich.
Kin Martínez-Silva, promotor musical: "Pedimos que no se demonice a los festivales porque son buenos para la economía"
Es más, como sostiene a este periódico Kin Martínez Silva, co-director del O Son do Camiño —reúne a 42.000 personas en Monte do Gozo, a las afueras de Santiago de Compostela—, del Casa Port América en Ciudad de México y presidente de la Federación de la Música en España, "pedimos que no se demonice a los festivales porque son buenos para la economía". Ahí van los datos, según este promotor: el gasto medio de un festival por persona es de 200 euros, de los cuales la mitad se va en gasto de producción que no tiene nada que ver con la música y lo otro al caché. Y el gasto de una persona en un festival de tres-cuatro días es fácilmente de 600-700 euros. "Por tanto, imagina la pérdida económica que sería no hacer un festival", manifiesta.
Sin embargo, los promotores sí reconocen que hay dos patas que están quebrando la mesa macrofestivalera: la falta de regulación y de espacios adecuados para los macroeventos, principalmente en una gran ciudad como Madrid, que es donde se han dado la mayor parte de problemas.
"Falta una normativa específica para los festivales porque lo que ahora se aplica es de carácter general", mantiene Martínez-Silva. Esto tiene mucho que ver también con las licencias para la celebración del festival, que muchas veces los promotores solo obtienen horas antes de la celebración del macroevento. "Esto se debe a que son construcciones efímeras y los ingenieros te pasan toda la información cuando está todo montado. Al final el problema es que hay muchos festivales con muchas lagunas legales…", añade este promotor. Precisamente, desde la Asociación de Promotores Musicales ya se ha pedido un cambio legislativo por el cual a quien se le haya dado una licencia en años anteriores, con una declaración de responsabilidad ya valga para agilizar todo el papeleo.
En cuanto a los espacios, "en Madrid hay un problema grave. Los promotores están intentando hacer cosas, pero no es fácil. El Mad Cool ya tenía un espacio y tuvo que buscarse otro que tampoco parece que haya salido bien. Así que quizá lo que se tiene que construir es un gran recinto para este tipo de eventos", manifiesta Martínez-Silva.
El festival como sector estratégico
Y si estos son los problemas, ¿cuáles son las soluciones aparte de la regulación y los espacios? El presidente de la Federación de la Música de España lo tiene claro: "Hay que considerar a este sector estratégico para la economía y dejarse de burbuja. Queremos que los festivales se consideren una industria limpia. España se ha convertido en el destino musical más importante del mundo y lo que tiene que haber es una regulación laboral y de todo tipo. Y eso es lo que le pedimos al nuevo Gobierno porque no estamos hablando de fiesta sino de economía". ¿Cómo les fue con Iceta? "Ha sido un gobierno que se ha acercado al sector porque si no estaríamos pobres. Ha sido el único que se ha parado para hablar con el sector. Pero no es suficiente, y además queda casi todo por hacer". Ahí va el recado para el nuevo o nueva ministra de Cultura.
El modelo del macrofestival salta por los aires