El mindundi y España (Miquel Giménez en Vozpópuli)

Eric Finch

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El mindundi y España

25/03/2024

Miquel Giménez-Vozpópuli

Decía el viernes mi hermano Juan Carlos Girauta en el programa de Carlos Herrera que Pedro Sánchez, el mindundi, no iba a cargarse una nación como España. Y tiene razón, como suele suceder con este hombre felizmente recuperado para la vida pública por Santiago Abascal. Cierto es que Sánchez y su corte de los milagros – Puigdemont, Otegi, comunistas variados a escoger y revolver, delincuentes, terroristas de Hamas y todo lo que de peor se arrastra por la capa de la tierra – han hecho mucho daño a nuestro país. No es menos cierto que proseguirán su labor destructiva mientras estén en el poder. Por una sola razón, y es que no saben hacer otra cosa. El estulto, el ágrafo, el torpe, el primate, el violento, no puede construir nada y mucho menos algo que tenga como cimiento la razón, la lógica, la justicia o la libertad. Esa banda de unga unga que rige los destinos patrios sólo sabe congregarse alrededor de la hoguera tribal en la que arde la convivencia y bailar desaforadamente mientras aúllan. Son la encarnación moderna de todas las hordas que han sido en la historia de la humanidad, más obcecadas en arrasar que en construir. Igual que los talibanes afganos que destruyeron los Budas de Bamiyan. Sus revoluciones exigen derribo sin alternativa, que es lo mismo que decir vida sin esperanza.

El aglutinador de los mindundis es el repruebo hacia todo lo que en su interín saben que jamás podrán hacer, porque parten de un supuesto tan equivocado como perverso: todo lo que no sea su pensamiento es carne de erradicación. Lo dejó claro Lenin cuando al preguntarle cuál era su músico preferido respondió que Beethoven, porque le tras*mitía una gran sensación de paz y humanidad, rematando que por eso lo escuchaba muy poco. Al menos, el líder soviético al que el servicio secreto imperial alemán del coronel Nikolai le financió el traslado desde Suiza a Rusia y pagó las primeras facturas de aquella ordalía, poseía la cultura suficiente como para saber quién era Beethoven. Eso lo diferencia con sus herederos contemporáneos, que no poseen ni un gramo de conocimiento ni les interesa lo más mínimo saber quién fue Rilke, o porque Baudelaire escribía en pleno delirio, o qué temor tenía Wittgenstein como para exigir que sus obras al ser traducidas llevasen, página por página, el original en alemán o qué de risible, paradójico y vivamente moderno tiene el personaje del Autodidacta de “La Náusea”, de Sartre.
El aglutinador de los mindundis es el repruebo hacia todo lo que en su interín saben que jamás podrán hacer, porque parten de un supuesto tan equivocado como perverso: todo lo que no sea su pensamiento es carne de erradicación
Mientras el presidente alopécico Sotelo era un pianista más que aceptable, Guerra un lector impenitente que se sabía a Norberto Bobbio de memoria o, ya como ejemplo excelso, Churchill escribía la biografía de su antepasado el Duque de Malborough, el mindundi y su caravana ven programas del corazón, partidos de fútbol y series, muchas series, que eso hace moderno. Autores de fantasía actuales, que hay que estar en el siglo y Cicerón o Aristóteles son un rollo. Ah, pero si les pidiésemos que diferenciaran entre Terry Pratchet y Brendan Sanderson se quedarían con la misma cara de bobos que ponen cuando no les enfocan las cámaras. No saben nada de nada y viven en ese piélago sombrío en el que el mago de Borges residía después de muerto creando ilusiones de palacios suntuosos para impresionar a los recién fallecidos. Palacios que, con el paso del tiempo, se iban desvaneciendo dejando ver la miseria del nigromante finado.

Qué sabrá Sánchez y Marijesú y Bolaños y Óscar Puente y Patxi López de cultura, si no sabrían distinguir Parsifal de una bachata. Mindundis son y por eso una batalla imprescindible es la cultural. Esa resta no puede cargarse a una nación como España. Porque la cultura es luz y la luz disipa las tinieblas al instante. Et lux in tenebris lucet.
 
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Como decía Giovanni Guareschi por boca de Don Camilo, con la ayuda de Dios se pueden andar todos los caminos.
Bien lo sabia el, un "rojo" italiano enrolado en el ejercito de Mussolini para salvarse de la quema y posteriormente encarcelado por fascista.
 
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