El río de la vida
Madmaxista
El mercado se equivoca
El mercado alcista o bull market en el que estamos inmersos no es demasiado popular. Sorprendentemente, incluso parece que hay a muchos a los que les molesta. Todos los días nos desayunamos con nuevos argumentos para no invertir en renta variable: “el mercado ha subido mucho y un recorte o, lo que es peor, nuevos mínimos no son sólo inminentes sino justos y necesarios”. Esto es lo que algunas de las voces más reputadas –y otras no tanto- del mercado llevan gritando los últimos meses con un tono que se ha ido elevando a medida que el comportamiento de los distintos activos se ha empeñado en llevarles la contraria.
A los osos ruidosos los podríamos clasificar en dos grupos principales: los que están buscando un punto de entrada mejor –gente razonable, con la que todavía se puede hablar y no meten demasiada bulla- y, en el extremo opuesto, los que esperan que el escenario apocalíptico en el que llevan enrocados los últimos meses se confirme y así justificar una decisión que, a la vista de los resultados, ha podido ser la peor que hayan tomado en su vida como inversores –les advierto que no son para nada razonables, pueden, si insisten en rebatirles, volverse agresivos…-. En el medio estarían aquellos –la mayoría- que han entrado y salido de bolsa sin mucha convicción, sin que necesariamente estas entradas y salidas se hayan correspondido con subidas y/o bajadas de mercado en el momento correcto. La falta de tino tampoco les ha servido para reforzar su confianza.
El valor que tiene todo este ruido que están montando es que nos sirve para ver cómo está el personal posicionado: por el momento fuera y nerviosos, con la nariz aplastada contra el cristal viendo lo que está pasando en el mercado.
Es comprensible que después del último año y medio, la confianza tarde en volver. Se ha perdido mucho dinero y se han revisado los objetivos en muchos casos limitándolos a preservar el capital. Pero sorprende que entre los inversores de todo el mundo haya una actitud muy española: ver los toros desde la barrera y fantasear a grito pelado sobre si hay que pasarse el toro por el pitón izquierdo o por el derecho. Mientras que su aversión al riesgo –¡miedo, tengo miedo!- les mantiene atenazados impidiéndoles hacer otra cosa.
Esta actitud tiene que ver con el fenómeno de cómo la evolución reciente de los precios influye a la hora de tomar decisiones de inversión. Hay mucho escrito sobre como la subida de los precios en épocas de calma hace que se relativice el valor de determinados activos, llegándose a justificar valoraciones poco razonables o incluso absolutamente disparatadas. De esto hay muchos ejemplos a lo largo de toda la Historia –desde los tulipanes holandeses, pasando por Internet y el inmobiliario español, hasta los ajos últimamente en China-.
Sin embargo, no hay muchos análisis de este fenómeno a la inversa: esto es, de cómo las pérdidas recientes o incluso situaciones de pánico como las vividas no hace mucho, pueden condicionar a la hora de invertir, minusvalorando oportunidades de inversión e incluso llegando a modificar los criterios de valoración contrastados históricamente. Y en una segunda fase, con el argumento muchas veces utilizado para justificar burbujas –“esta vez es distinta”-, negar lo que es evidente, justificando hasta el delirio que el mercado se equivoca.
Enlace.
El mercado alcista o bull market en el que estamos inmersos no es demasiado popular. Sorprendentemente, incluso parece que hay a muchos a los que les molesta. Todos los días nos desayunamos con nuevos argumentos para no invertir en renta variable: “el mercado ha subido mucho y un recorte o, lo que es peor, nuevos mínimos no son sólo inminentes sino justos y necesarios”. Esto es lo que algunas de las voces más reputadas –y otras no tanto- del mercado llevan gritando los últimos meses con un tono que se ha ido elevando a medida que el comportamiento de los distintos activos se ha empeñado en llevarles la contraria.
A los osos ruidosos los podríamos clasificar en dos grupos principales: los que están buscando un punto de entrada mejor –gente razonable, con la que todavía se puede hablar y no meten demasiada bulla- y, en el extremo opuesto, los que esperan que el escenario apocalíptico en el que llevan enrocados los últimos meses se confirme y así justificar una decisión que, a la vista de los resultados, ha podido ser la peor que hayan tomado en su vida como inversores –les advierto que no son para nada razonables, pueden, si insisten en rebatirles, volverse agresivos…-. En el medio estarían aquellos –la mayoría- que han entrado y salido de bolsa sin mucha convicción, sin que necesariamente estas entradas y salidas se hayan correspondido con subidas y/o bajadas de mercado en el momento correcto. La falta de tino tampoco les ha servido para reforzar su confianza.
El valor que tiene todo este ruido que están montando es que nos sirve para ver cómo está el personal posicionado: por el momento fuera y nerviosos, con la nariz aplastada contra el cristal viendo lo que está pasando en el mercado.
Es comprensible que después del último año y medio, la confianza tarde en volver. Se ha perdido mucho dinero y se han revisado los objetivos en muchos casos limitándolos a preservar el capital. Pero sorprende que entre los inversores de todo el mundo haya una actitud muy española: ver los toros desde la barrera y fantasear a grito pelado sobre si hay que pasarse el toro por el pitón izquierdo o por el derecho. Mientras que su aversión al riesgo –¡miedo, tengo miedo!- les mantiene atenazados impidiéndoles hacer otra cosa.
Esta actitud tiene que ver con el fenómeno de cómo la evolución reciente de los precios influye a la hora de tomar decisiones de inversión. Hay mucho escrito sobre como la subida de los precios en épocas de calma hace que se relativice el valor de determinados activos, llegándose a justificar valoraciones poco razonables o incluso absolutamente disparatadas. De esto hay muchos ejemplos a lo largo de toda la Historia –desde los tulipanes holandeses, pasando por Internet y el inmobiliario español, hasta los ajos últimamente en China-.
Sin embargo, no hay muchos análisis de este fenómeno a la inversa: esto es, de cómo las pérdidas recientes o incluso situaciones de pánico como las vividas no hace mucho, pueden condicionar a la hora de invertir, minusvalorando oportunidades de inversión e incluso llegando a modificar los criterios de valoración contrastados históricamente. Y en una segunda fase, con el argumento muchas veces utilizado para justificar burbujas –“esta vez es distinta”-, negar lo que es evidente, justificando hasta el delirio que el mercado se equivoca.
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