urano
Madmaxista
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Burgos prestó un apoyo decisivo al golpe militar de julio de 1936, surtiéndo a los rebeldes de hombres, bienes, alojamientos y dinero. El arzobispado dió la bendición a tan peculiar “cruzada”. Se impuso el ejercicio de una sistemática y expeditiva violencia contra los simpatizantes de la República que llevaría a cometer numerosos asesinatos y atrocidades en toda la retaguardia del llamado bando nazional, sobre todo, durante el período conocido como terror caliente (verano-otoño 1936).
Las acciones represivas fueron dirigidas, principalmente, contra los referentes del Frente Popular, afiliados de organizaciones políticas, directivos de las casas del pueblo, sindicalistas de izquierdas. Aunque también se extendió a aquellos otros que fueron tachados de gente de izquierdas entre los obreros, jornaleros, ferroviarios, maestros, periodistas, funcionarios, etc. En Burgos los franquistas provocaron como mínimo unas 2.500 víctimas mortales. Los militares encargaron labores de movilización y de “limpieza” en la retaguardia a una variedad de milicias, falangistas, carlistas, albiñanistas, acción popular, guardias cívicas, además de guardia civiles y militares, que contaron con la complicidad de curas y derechistas locales para la delación y elaboración de listas negras.
Durante el verano de 1936 se produjeron la mayor parte de los asesinatos, principalmente por vía extrajudicial (paseos y sacas). Los Republicanos eran sacados de un centro de reclusión, o buscados en su propia casa o trabajo para ser conducidas a un lugar apartado donde fueron fusilados, a veces tras ser golpeados o torturados, como muestran las fracturas óseas en las exhumaciones de las fosas comunes. Posteriormente predominaron los métodos “judiciales” de eliminación, casi siempre por delito de rebelión. No faltaron “segundas vueltas” en la acción de los milicianos fascistas y de la guardia civil, en un proceso que se alargará agónicamente hasta casi la fin del dictador.
Hubo otras 5.131 personas castigadas de algún otro modo: encarcelamiento, depuración laboral, multa o incautación de bienes, etc, generando un magma de dolor, humillación y desesperación que provocó el zarpazo fascista en la retaguardia de la sedicente “zona nazional”. Es destacable la nutrida presencia de maestros y maestras represaliados, unos 170 en la provincia, de los que al menos 60 fueron asesinados, como por ejemplo los maestros de las merindades (uno de ellos, Bañuelos por garrote vil). Muy pronto llamó la atención esta inquina contra el magisterio: así, ya en el libro de memorias de Zugazagoitia, de 1940, se recuerda el caso de un maestro soriano “cazado” en el monte por una jauría de mozos armados de escopetas y hierros.
Los militares sediciosos fueron los responsables de esta carnicería: Los gobernadores “civiles” de Burgos, generales como Fidel Dávila Arrondo, que se cobró la vida de miles de personas en Burgos y otros lugares. Francisco Fermoso y el teniente coronel Antonio Almagro, quienes, entre otras cosas, firmaron las “sacas” de la prisión de Burgos; el capitán de la guardia civil García Lasierra, en las comarcas de La Ribera y Lerma, donde hubo más de 600 asesinados; el coronel Antonio Sagardia, cuyo rastro sangriento va desde las Merindades burgalesas, Cantabria y Pirineo central, con muchas mujeres entre sus víctimas ( 5 exhumadas en la fosa de Sedano fueron, entre ellas progenitora e hija, en el norte de Lérida, donde hubo otra mujer asesinada en avanzado estado de gestación).
Cientos de burgaleses fueron confinados en los penales de la capital así como en multitud de cárceles en las principales localidades de la provincia (Aranda, Espinosa, Salas, Sedano, Villarcayo, etc). Se crearon campos de concentración en Aranda, Lerma, Miranda de Ebro, San Pedro de Cardeña, que acogieron a combatientes Republicanos y brigadistas capturados. Además de los Republicanos fallecidos en prisión por malos tratos o por las penosas condiciones de vida, como es el caso de los 154 muertos en el penal de Valdenoceda hay que recordar los campos de concentración extranjeros, como Mauthausen.
Al acabar la guerra el régimen concentró en el penal de Burgos a los reos con penas más largas, muchos de ellos dirigentes del PCE, UGT y CNT, y algunos comisarios, para que no influyeran con su activismo al resto de los reclusos. Esta prisión fue un clave en las biografías de muchos antifranquistas, Sánchez Montero, Miguel Núñez, Marcos Ana, Marcelino Camacho, Sixto Agudo y otros.
Como consecuencia de los paseos, asesinatos cometidos impunemente previa detención ilegal, y las sacas, falsas excarcelaciones que terminaban en ejecuciones masivas. Cunetas, montes y simas se poblaron de fosas comunes. En otros casos se realizaron fusilamientos en las tapias de cementerios como resultado de los juicios sumarísimos y hubo fallecimientos en prisiones y campos de concentración a causa de las malas condiciones del cautiverio.
La actividad de las asociaciones ARMH, Foro, Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos, Asociación En Medio de Abril, Merindades en la Memoria y Asociación por la Memoria Histórica de Miranda de Ebro, agrupaciones de familiares de víctimas (de Valdenoceda y la Pedraja) y equipos científicos de las universidades de Burgos, País Vasco, Autónoma y Complutense de Madrid, y de la Sociedad de ciencias Aranzadi han permitido exhumar 50 fosas desde el año 2.000 hasta el 2.017, rescatando los restos de 936 personas. En la zona de La Rivera se contabilizan unos 600 asesinados. Algunas de esas fosas eran grandes mataderos con docenas de cuerpos y su búsqueda y exhumación ha requerido a veces campañas de varios años: Costaján, La Lobera, Alto la Venta, La Andaya, Villamayor, Estepar, La Pedraja, La Casilla y La Legua, contabilizando casi el 80% de las víctimas.
Otros lugares han tenido también su exhumación. Incompleta, porque siempre hay falta de recursos, problemas de la administración, aunque mucho voluntarismo. En Aranda de Duero, en lugares como Monte Castoján o La Lobera han sido exhumados ya 130 cuerpos. Se estima que hay muchos más. En Gumiel de Izán se localizaron 59 en un lugar llamado La Legua. En Milagros, en La Casilla de los Camineros, se exhumaron 46. En Quintanilla de la Mata, en Monte Andaya, los cuerpos fueron 85. En el cementerio de Valdenoceda, 114 cuerpos. En Villamayor de los Montes, en Alto de la Venta, 46 cadáveres.
En Burgos se han localizado también fosas de menor tamaño, algunas son fosas individuales, otras son colectivas, acogiendo a veces hasta una docena de cuerpos, y otras con algunos más. En muchos casos estas fosas fueon ubicadas en las proximidades de localidades pequeñas, buscaban amedrentar a los vecinos de los pueblos, infundiendo terror mediante el impacto de la visualización de los cuerpos de las víctimas asesinadas. Muchos de estos lugares corresponden a enterramientos clandestinos, sin embargo la población, desconociendo la localización, sabía que existían.
Otros lugares están localizados pero no exhumados. Por ejemplo, la Torca Palomera en Mozuelos de Sedano. En ese paraje, las partidas falangistas fusilaban y lanzaban los cuerpos a una sima de más de 60 metros de profundidad. Unos de los dirigentes falangistas ejecutores que vivía en Masa dijo que en esa sima cabían todos los militantes de izquierdas del Valle de Sedano. Jesús Gutiérrez Flores, en su libro ‘Guerra Civil en Cantabria y pueblos de Castilla’, calcula unos 40 ejecutados en ese paraje. No se sabe. No se ha podido bajar a la sima. Hoy esos cuerpos descansan bajo una pila de sarama y animales muertos.
Las acciones represivas fueron dirigidas, principalmente, contra los referentes del Frente Popular, afiliados de organizaciones políticas, directivos de las casas del pueblo, sindicalistas de izquierdas. Aunque también se extendió a aquellos otros que fueron tachados de gente de izquierdas entre los obreros, jornaleros, ferroviarios, maestros, periodistas, funcionarios, etc. En Burgos los franquistas provocaron como mínimo unas 2.500 víctimas mortales. Los militares encargaron labores de movilización y de “limpieza” en la retaguardia a una variedad de milicias, falangistas, carlistas, albiñanistas, acción popular, guardias cívicas, además de guardia civiles y militares, que contaron con la complicidad de curas y derechistas locales para la delación y elaboración de listas negras.
Durante el verano de 1936 se produjeron la mayor parte de los asesinatos, principalmente por vía extrajudicial (paseos y sacas). Los Republicanos eran sacados de un centro de reclusión, o buscados en su propia casa o trabajo para ser conducidas a un lugar apartado donde fueron fusilados, a veces tras ser golpeados o torturados, como muestran las fracturas óseas en las exhumaciones de las fosas comunes. Posteriormente predominaron los métodos “judiciales” de eliminación, casi siempre por delito de rebelión. No faltaron “segundas vueltas” en la acción de los milicianos fascistas y de la guardia civil, en un proceso que se alargará agónicamente hasta casi la fin del dictador.
Hubo otras 5.131 personas castigadas de algún otro modo: encarcelamiento, depuración laboral, multa o incautación de bienes, etc, generando un magma de dolor, humillación y desesperación que provocó el zarpazo fascista en la retaguardia de la sedicente “zona nazional”. Es destacable la nutrida presencia de maestros y maestras represaliados, unos 170 en la provincia, de los que al menos 60 fueron asesinados, como por ejemplo los maestros de las merindades (uno de ellos, Bañuelos por garrote vil). Muy pronto llamó la atención esta inquina contra el magisterio: así, ya en el libro de memorias de Zugazagoitia, de 1940, se recuerda el caso de un maestro soriano “cazado” en el monte por una jauría de mozos armados de escopetas y hierros.
Los militares sediciosos fueron los responsables de esta carnicería: Los gobernadores “civiles” de Burgos, generales como Fidel Dávila Arrondo, que se cobró la vida de miles de personas en Burgos y otros lugares. Francisco Fermoso y el teniente coronel Antonio Almagro, quienes, entre otras cosas, firmaron las “sacas” de la prisión de Burgos; el capitán de la guardia civil García Lasierra, en las comarcas de La Ribera y Lerma, donde hubo más de 600 asesinados; el coronel Antonio Sagardia, cuyo rastro sangriento va desde las Merindades burgalesas, Cantabria y Pirineo central, con muchas mujeres entre sus víctimas ( 5 exhumadas en la fosa de Sedano fueron, entre ellas progenitora e hija, en el norte de Lérida, donde hubo otra mujer asesinada en avanzado estado de gestación).
Cientos de burgaleses fueron confinados en los penales de la capital así como en multitud de cárceles en las principales localidades de la provincia (Aranda, Espinosa, Salas, Sedano, Villarcayo, etc). Se crearon campos de concentración en Aranda, Lerma, Miranda de Ebro, San Pedro de Cardeña, que acogieron a combatientes Republicanos y brigadistas capturados. Además de los Republicanos fallecidos en prisión por malos tratos o por las penosas condiciones de vida, como es el caso de los 154 muertos en el penal de Valdenoceda hay que recordar los campos de concentración extranjeros, como Mauthausen.
Al acabar la guerra el régimen concentró en el penal de Burgos a los reos con penas más largas, muchos de ellos dirigentes del PCE, UGT y CNT, y algunos comisarios, para que no influyeran con su activismo al resto de los reclusos. Esta prisión fue un clave en las biografías de muchos antifranquistas, Sánchez Montero, Miguel Núñez, Marcos Ana, Marcelino Camacho, Sixto Agudo y otros.
Como consecuencia de los paseos, asesinatos cometidos impunemente previa detención ilegal, y las sacas, falsas excarcelaciones que terminaban en ejecuciones masivas. Cunetas, montes y simas se poblaron de fosas comunes. En otros casos se realizaron fusilamientos en las tapias de cementerios como resultado de los juicios sumarísimos y hubo fallecimientos en prisiones y campos de concentración a causa de las malas condiciones del cautiverio.
La actividad de las asociaciones ARMH, Foro, Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos, Asociación En Medio de Abril, Merindades en la Memoria y Asociación por la Memoria Histórica de Miranda de Ebro, agrupaciones de familiares de víctimas (de Valdenoceda y la Pedraja) y equipos científicos de las universidades de Burgos, País Vasco, Autónoma y Complutense de Madrid, y de la Sociedad de ciencias Aranzadi han permitido exhumar 50 fosas desde el año 2.000 hasta el 2.017, rescatando los restos de 936 personas. En la zona de La Rivera se contabilizan unos 600 asesinados. Algunas de esas fosas eran grandes mataderos con docenas de cuerpos y su búsqueda y exhumación ha requerido a veces campañas de varios años: Costaján, La Lobera, Alto la Venta, La Andaya, Villamayor, Estepar, La Pedraja, La Casilla y La Legua, contabilizando casi el 80% de las víctimas.
Otros lugares han tenido también su exhumación. Incompleta, porque siempre hay falta de recursos, problemas de la administración, aunque mucho voluntarismo. En Aranda de Duero, en lugares como Monte Castoján o La Lobera han sido exhumados ya 130 cuerpos. Se estima que hay muchos más. En Gumiel de Izán se localizaron 59 en un lugar llamado La Legua. En Milagros, en La Casilla de los Camineros, se exhumaron 46. En Quintanilla de la Mata, en Monte Andaya, los cuerpos fueron 85. En el cementerio de Valdenoceda, 114 cuerpos. En Villamayor de los Montes, en Alto de la Venta, 46 cadáveres.
En Burgos se han localizado también fosas de menor tamaño, algunas son fosas individuales, otras son colectivas, acogiendo a veces hasta una docena de cuerpos, y otras con algunos más. En muchos casos estas fosas fueon ubicadas en las proximidades de localidades pequeñas, buscaban amedrentar a los vecinos de los pueblos, infundiendo terror mediante el impacto de la visualización de los cuerpos de las víctimas asesinadas. Muchos de estos lugares corresponden a enterramientos clandestinos, sin embargo la población, desconociendo la localización, sabía que existían.
Otros lugares están localizados pero no exhumados. Por ejemplo, la Torca Palomera en Mozuelos de Sedano. En ese paraje, las partidas falangistas fusilaban y lanzaban los cuerpos a una sima de más de 60 metros de profundidad. Unos de los dirigentes falangistas ejecutores que vivía en Masa dijo que en esa sima cabían todos los militantes de izquierdas del Valle de Sedano. Jesús Gutiérrez Flores, en su libro ‘Guerra Civil en Cantabria y pueblos de Castilla’, calcula unos 40 ejecutados en ese paraje. No se sabe. No se ha podido bajar a la sima. Hoy esos cuerpos descansan bajo una pila de sarama y animales muertos.