M. Priede
Será en Octubre
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Echo en falta en la Burbuja un foro para cuentos. Para publicarlos y sobre todo para intercambiar información y opinión de literatura, o de artes en general.
Esto lo envié por correo-e hace año y medio y me acabo de tropezar con ello ahora:
Les va a gustar. Casi seguro que sí. Para contar esta historia que acabo de escuchar hace cinco minutos hay que ser un pelmazo encantador. Y argentino. De no ser argentino no hay oxímoron posible. Bueno, vale también oriental, uruguayo. Hay que agarrar una nada y enredarse en palabras y sentimientos y enganchar al oyente. No es fácil, no.
Homero no se detuvo a contarnos el reencuentro de Odiseo con su perro, que fue el único que le reconoció después de veinte años de ausencia. Como Homero no lo hizo alguien que gusta del gauchaje recoge ese desafío y coloca en un desierto de hierba la historia que nunca contó el griego.
El arquetipo del cawboy es puramente visual; el de un gaucho son versos y unos punteos de una guitarra.
El perro era cimarrón y estaba herido; el gaucho lo cura y el perro se queda con él. Sin darnos cuenta el pelmazo llorón ya nos ha metido en la historia, y engolado en sus palabras nos sigue largando el suceso. Uno acaba amando ese cuento de tal manera que se le olvida lo que había dejado pendiente. Porque en siete minutos el perro aparece desde la nada, trabaja, el gaucho se casa, tiene un hijo...
Daría cualquier cosa por manejarme así, por ser así: un pelmazo encantador. Quizá lo consiga, aunque tendrá que ser de otra manera: sin guitarra y sin versos. Quizá; quién sabe.
El Malevo - YouTube
Esto lo envié por correo-e hace año y medio y me acabo de tropezar con ello ahora:
Les va a gustar. Casi seguro que sí. Para contar esta historia que acabo de escuchar hace cinco minutos hay que ser un pelmazo encantador. Y argentino. De no ser argentino no hay oxímoron posible. Bueno, vale también oriental, uruguayo. Hay que agarrar una nada y enredarse en palabras y sentimientos y enganchar al oyente. No es fácil, no.
Homero no se detuvo a contarnos el reencuentro de Odiseo con su perro, que fue el único que le reconoció después de veinte años de ausencia. Como Homero no lo hizo alguien que gusta del gauchaje recoge ese desafío y coloca en un desierto de hierba la historia que nunca contó el griego.
El arquetipo del cawboy es puramente visual; el de un gaucho son versos y unos punteos de una guitarra.
El perro era cimarrón y estaba herido; el gaucho lo cura y el perro se queda con él. Sin darnos cuenta el pelmazo llorón ya nos ha metido en la historia, y engolado en sus palabras nos sigue largando el suceso. Uno acaba amando ese cuento de tal manera que se le olvida lo que había dejado pendiente. Porque en siete minutos el perro aparece desde la nada, trabaja, el gaucho se casa, tiene un hijo...
Daría cualquier cosa por manejarme así, por ser así: un pelmazo encantador. Quizá lo consiga, aunque tendrá que ser de otra manera: sin guitarra y sin versos. Quizá; quién sabe.
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