forestal92
Madmaxista
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LAS DOS CARAS DEL LOBBY JUDÍO: El antes y el después de Bush
http://identidadandaluza.wordpress.com/2008/12/06/las-dos-caras-del-lobby-alubio*-el-antes-y-el-despues-de-bush/
Las líneas rectoras y los camuflajes del sistema que gobierna al mundo. Lo que no se cuenta sobre el poder que controla la Casa Blanca.
El lobby “por derecha”
Cuando se refieren al lobby judío (al que llaman lobby pro-israelí) la mayoría de los expertos y analistas hablan de un grupo de funcionarios y tecnócratas de la derecha fundamentalista, en cuyas manos está el diseño y la ejecución de la política militar norteamericana.
A este lobby judío (de derecha conservadora) se le atribuye el objetivo estratégico permanente de imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU.
Como definición, el lobby es una gigantesca maquinaria de presión económica y política que opera simultáneamente en todos los estamentos del poder institucional estadounidense: Casa Blanca, Congreso, Pentágono, Departamento de Estado, CIA y agencias de la comunidad de inteligencia, entre los mas importantes.
Como objetivo estratégico permanente, el lobby judío orienta sus acciones a imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU, valiéndose de funcionarios y lobbystas que operan sobre las estructuras del Estado norteamericano.
A través del lobby judío (”por derecha”) el Estado militarista de Israel consigue imponer sus propias estrategias en la agenda exterior norteamericana, principalmente en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se mimetiza con las posiciones oficiales de la representación de Washington en ese organismo clave de la política internacional.
Con esa misión el lobby tiene instalados funcionarios claves en los centros de decisión de la Casa Blanca, el Congreso, el Pentágono y el Departamento de Estado y las redes y agencias de la comunidad de inteligencia estadounidense.
Según Petras, el poder del lobby pro-Israel, que incluye al AIPAC, la Conferencia de Presidentes, los PAC y cientos de organizaciones locales formales e informales, se ve incrementado por su influencia y hegemonía sobre el Congreso, los medios de comunicación de masas, las instituciones financieras, los fondos de pensiones y las organizaciones fundamentalistas cristianas.
Los tecnócratas del lobby (neocons) provienen principalmente del lobby sionista de Israel, la derecha cristiana, los think-tanks, las fundaciones y los grandes consorcios mediáticos -diarios y cadenas televisivas y radiales- que integran la logia empresarial contratista del Complejo Militar Industrial.
El lobby judío en EEUU adquirió fuerza y gran capacidad de influencia en la política norteamericana hacia Oriente Medio tras la guerra árabe-israelí de 1967, cuando se creó el American-Israel Public Affairs Committee (AIPAC) y la doctrina Nixon convirtió a Israel en el gendarme regional del poder militar estadounidense en la región.
Entre los integrantes más sobresalientes del lobby (nucleados alrededor de las figuras políticas del vicepresidente Dick Cheney, y del secretario de Defensa Donald Rumsfeld) sobresale el ex secretario adjunto de defensa, Paul Wolfowitz (hoy presidente del Banco Mundial) para muchos el verdadero “cerebro”.
Otros miembros destacados del grupo son Douglas Feith, el ex número tres en el Pentágono, Lewis “Scooter” Libby, ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, John R. Bolton, embajador de EEUU en la ONU, y Elliott Abrams, a cargo de la política de Medio Oriente en el Consejo Nacional de Seguridad.
También son integrantes destacados James Woolsey, ex director de la CIA, autor de la operación que intentó vincular a Saddam Hussein con el 11-S y con las cartas con ántrax en EE.UU; y Richard Perle, que renunció a su cargo de asesor del departamento de Defensa tras un escándalo empresarial.
Una vez que abandonan sus cargos en la administración estadounidense pasan a desempeñarse en los think-tanks (gabinetes estratégicos) como el American Enterprise Institute (AEI), y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), desde los cuales siguen operando ideas y negocios para el lobby desde la función privada.
El dinero para la financiación de las estructuras operativas del lobby (”por derecha”) proviene de las megacorporaciones, petroleras, armamentistas, tecnológicas, financieras, que hacen negocios tanto con el Complejo Militar Industrial como con Wall Street, y también de fundaciones conservadoras al estilo de Bradley y Olin que utilizan las fortunas legadas a tal fin por magnates que ya dejaron este mundo.
El mayor vínculo entre los think-tanks conservadores y el lobby de Israel es el Instituto Judío de Asuntos de Seguridad Nacional (JINSA, por sus siglas en inglés) de Washington, que apoya al Likud, y que involucra a muchos expertos no-judíos de Defensa, quienes hacen constantes viajes a Israel en carácter de consultivos de los halcones de los gobiernos sionistas de turno en el Estado de Israel.
El Instituto Judío para Asuntos de la Seguridad Nacional (Jinsa), que fue fundado en 1976, fue fusionado con otro grupo, el Centro para la Política de Seguridad (CSP), y posee una impresionante junta directiva que incluye al vicepresidente, Dick Cheney, y los neoconservadores Paul Wolfowitz, Richard Perle, el subsecretario de Estado, John Bolton, el subsecretario de Defensa, Douglas Feith, Michael Ledeen, la antigua embajadora en las Naciones Unidas Jeanne J. Kirkpatrick, Stephen Bryen, Joshua Muravchik, Eugene Rostow y el ex director de la CIA James Woolsey, además de varios generales y almirantes retirados.
El grupo de funcionarios y tecnócratas del lobby “por derecha” se apoderó de la administración Bush hijo por medio del vicepresidente Dick Cheney, una especie de tutor político de W., cuando éste estaba a cargo de la tras*ición presidencial (el período entre la elección en noviembre y el acceso al poder en enero).
Cheney, asesorado en las sombras por su socio y amigo el ex presidente George Bush, padre de W., se valió de esa circunstancia para colocar en la primera línea de administración republicana a los más reputados intelectuales y tecnócratas del lobby judío “por derecha”.
Desde ese espacio clave empezaron a construir las nuevas coordenadas de la política exterior del Imperio y diseñaron la nueva estrategia colonizadora del Estado norteamericano: las guerras preventivas contra el “eje del mal”, plasmadas en el papel por la halcona de color Condoleezza Rice.
En esa orientación estratégica el lobby (”por derecha”) empezó a construir las teorías conspirativas sobre Bin Laden y el “terrorismo amenazante” que sirvieron para justificar la oleada turística a Afganistán tras el 11-S, y luego la oleada turística a Irak.
Las teorías e hipótesis de conflicto justificatorias de esa invasiones fueron elaboradas por el lobby judío en la Oficina de Planes Especiales (una estructura paralela a la CIA y a los organismo de inteligencia) , en vinculación directa con el equipo conducido por la entonces asesora en Seguridad Nacional de Bush, Condoleezza Rice, que componían junto con Cheney y Powell (hoy retirado) la primera línea de influencia en la Casa Blanca.
Desde allí el lobby construyó las principales teorías legitimadoras de la nueva oleada turística a Irak en base a informes falsos como lo fue, por ejemplo, la información provista a Bush sobre las armas químicas de Saddam, y sus presuntas vinculaciones con la organización Al Qaeda de Bin Laden.
Experiencia que le valió el mote de “fabrica de mentiras” con que se conoce a esta oficina invisible del lobby en el Pentágono.
Actualmente el lobby neocon con sus jefes políticos, Dick Cheney y Donald Rumsfeld, incrementa su presión sobre la Casa Blanca para que ordene acciones militares puntuales contra Irán y Siria, básicamente bombardeos “selectivos” como los realizados en Irak antes de la oleada turística.
El lobby judío (”por derecha”) impulsa abiertamente la intervención militar en todo el mapa de Medio Oriente para eliminar “la amenaza árabe a Israel”, y sostiene que Israel y Turquía son los únicos verdaderos Estados-naciones de la región y han estado pronosticando la desintegración de algunos Estados árabes desde la primera Guerra del Golfo.
Su “biblia” funcional se condensa en un documento del año1996 titulado “Un cambio nítido: una nueva estrategia para asegurar el territorio nacional,” escrito por el grupo JINSA para aconsejar al entonces primer ministro entrante israelí Benjamin Netanyahu.
Este documento abreva en las raíces de la “teoría de los bolos” del Oriente Medio, según la cual un golpe dirigido contra Irak podría derribar varios regímenes árabes del Medio Oriente.
La misma teoría la repiten ahora poniendo en el centro a Irán y Siria, y a las organizaciones radicalizadas árabes que combaten a la ocupación militar de EE.UU. en Irak.
Hasta aquí, hemos de******o resumidamente al lobby judío “de derecha” como un grupo estratégico de funcionarios y tecnócratas “ultraderechistas” que (infiltrado en la administración Bush, y desde el 11-S) orienta sus acciones a imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU.
Pero esta versión del lobby (recreada por los expertos) está incompleta, le falta un capítulo.
http://identidadandaluza.wordpress.com/2008/12/06/las-dos-caras-del-lobby-alubio*-el-antes-y-el-despues-de-bush/
Las líneas rectoras y los camuflajes del sistema que gobierna al mundo. Lo que no se cuenta sobre el poder que controla la Casa Blanca.
El lobby “por derecha”
Cuando se refieren al lobby judío (al que llaman lobby pro-israelí) la mayoría de los expertos y analistas hablan de un grupo de funcionarios y tecnócratas de la derecha fundamentalista, en cuyas manos está el diseño y la ejecución de la política militar norteamericana.
A este lobby judío (de derecha conservadora) se le atribuye el objetivo estratégico permanente de imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU.
Como definición, el lobby es una gigantesca maquinaria de presión económica y política que opera simultáneamente en todos los estamentos del poder institucional estadounidense: Casa Blanca, Congreso, Pentágono, Departamento de Estado, CIA y agencias de la comunidad de inteligencia, entre los mas importantes.
Como objetivo estratégico permanente, el lobby judío orienta sus acciones a imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU, valiéndose de funcionarios y lobbystas que operan sobre las estructuras del Estado norteamericano.
A través del lobby judío (”por derecha”) el Estado militarista de Israel consigue imponer sus propias estrategias en la agenda exterior norteamericana, principalmente en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se mimetiza con las posiciones oficiales de la representación de Washington en ese organismo clave de la política internacional.
Con esa misión el lobby tiene instalados funcionarios claves en los centros de decisión de la Casa Blanca, el Congreso, el Pentágono y el Departamento de Estado y las redes y agencias de la comunidad de inteligencia estadounidense.
Según Petras, el poder del lobby pro-Israel, que incluye al AIPAC, la Conferencia de Presidentes, los PAC y cientos de organizaciones locales formales e informales, se ve incrementado por su influencia y hegemonía sobre el Congreso, los medios de comunicación de masas, las instituciones financieras, los fondos de pensiones y las organizaciones fundamentalistas cristianas.
Los tecnócratas del lobby (neocons) provienen principalmente del lobby sionista de Israel, la derecha cristiana, los think-tanks, las fundaciones y los grandes consorcios mediáticos -diarios y cadenas televisivas y radiales- que integran la logia empresarial contratista del Complejo Militar Industrial.
El lobby judío en EEUU adquirió fuerza y gran capacidad de influencia en la política norteamericana hacia Oriente Medio tras la guerra árabe-israelí de 1967, cuando se creó el American-Israel Public Affairs Committee (AIPAC) y la doctrina Nixon convirtió a Israel en el gendarme regional del poder militar estadounidense en la región.
Entre los integrantes más sobresalientes del lobby (nucleados alrededor de las figuras políticas del vicepresidente Dick Cheney, y del secretario de Defensa Donald Rumsfeld) sobresale el ex secretario adjunto de defensa, Paul Wolfowitz (hoy presidente del Banco Mundial) para muchos el verdadero “cerebro”.
Otros miembros destacados del grupo son Douglas Feith, el ex número tres en el Pentágono, Lewis “Scooter” Libby, ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, John R. Bolton, embajador de EEUU en la ONU, y Elliott Abrams, a cargo de la política de Medio Oriente en el Consejo Nacional de Seguridad.
También son integrantes destacados James Woolsey, ex director de la CIA, autor de la operación que intentó vincular a Saddam Hussein con el 11-S y con las cartas con ántrax en EE.UU; y Richard Perle, que renunció a su cargo de asesor del departamento de Defensa tras un escándalo empresarial.
Una vez que abandonan sus cargos en la administración estadounidense pasan a desempeñarse en los think-tanks (gabinetes estratégicos) como el American Enterprise Institute (AEI), y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), desde los cuales siguen operando ideas y negocios para el lobby desde la función privada.
El dinero para la financiación de las estructuras operativas del lobby (”por derecha”) proviene de las megacorporaciones, petroleras, armamentistas, tecnológicas, financieras, que hacen negocios tanto con el Complejo Militar Industrial como con Wall Street, y también de fundaciones conservadoras al estilo de Bradley y Olin que utilizan las fortunas legadas a tal fin por magnates que ya dejaron este mundo.
El mayor vínculo entre los think-tanks conservadores y el lobby de Israel es el Instituto Judío de Asuntos de Seguridad Nacional (JINSA, por sus siglas en inglés) de Washington, que apoya al Likud, y que involucra a muchos expertos no-judíos de Defensa, quienes hacen constantes viajes a Israel en carácter de consultivos de los halcones de los gobiernos sionistas de turno en el Estado de Israel.
El Instituto Judío para Asuntos de la Seguridad Nacional (Jinsa), que fue fundado en 1976, fue fusionado con otro grupo, el Centro para la Política de Seguridad (CSP), y posee una impresionante junta directiva que incluye al vicepresidente, Dick Cheney, y los neoconservadores Paul Wolfowitz, Richard Perle, el subsecretario de Estado, John Bolton, el subsecretario de Defensa, Douglas Feith, Michael Ledeen, la antigua embajadora en las Naciones Unidas Jeanne J. Kirkpatrick, Stephen Bryen, Joshua Muravchik, Eugene Rostow y el ex director de la CIA James Woolsey, además de varios generales y almirantes retirados.
El grupo de funcionarios y tecnócratas del lobby “por derecha” se apoderó de la administración Bush hijo por medio del vicepresidente Dick Cheney, una especie de tutor político de W., cuando éste estaba a cargo de la tras*ición presidencial (el período entre la elección en noviembre y el acceso al poder en enero).
Cheney, asesorado en las sombras por su socio y amigo el ex presidente George Bush, padre de W., se valió de esa circunstancia para colocar en la primera línea de administración republicana a los más reputados intelectuales y tecnócratas del lobby judío “por derecha”.
Desde ese espacio clave empezaron a construir las nuevas coordenadas de la política exterior del Imperio y diseñaron la nueva estrategia colonizadora del Estado norteamericano: las guerras preventivas contra el “eje del mal”, plasmadas en el papel por la halcona de color Condoleezza Rice.
En esa orientación estratégica el lobby (”por derecha”) empezó a construir las teorías conspirativas sobre Bin Laden y el “terrorismo amenazante” que sirvieron para justificar la oleada turística a Afganistán tras el 11-S, y luego la oleada turística a Irak.
Las teorías e hipótesis de conflicto justificatorias de esa invasiones fueron elaboradas por el lobby judío en la Oficina de Planes Especiales (una estructura paralela a la CIA y a los organismo de inteligencia) , en vinculación directa con el equipo conducido por la entonces asesora en Seguridad Nacional de Bush, Condoleezza Rice, que componían junto con Cheney y Powell (hoy retirado) la primera línea de influencia en la Casa Blanca.
Desde allí el lobby construyó las principales teorías legitimadoras de la nueva oleada turística a Irak en base a informes falsos como lo fue, por ejemplo, la información provista a Bush sobre las armas químicas de Saddam, y sus presuntas vinculaciones con la organización Al Qaeda de Bin Laden.
Experiencia que le valió el mote de “fabrica de mentiras” con que se conoce a esta oficina invisible del lobby en el Pentágono.
Actualmente el lobby neocon con sus jefes políticos, Dick Cheney y Donald Rumsfeld, incrementa su presión sobre la Casa Blanca para que ordene acciones militares puntuales contra Irán y Siria, básicamente bombardeos “selectivos” como los realizados en Irak antes de la oleada turística.
El lobby judío (”por derecha”) impulsa abiertamente la intervención militar en todo el mapa de Medio Oriente para eliminar “la amenaza árabe a Israel”, y sostiene que Israel y Turquía son los únicos verdaderos Estados-naciones de la región y han estado pronosticando la desintegración de algunos Estados árabes desde la primera Guerra del Golfo.
Su “biblia” funcional se condensa en un documento del año1996 titulado “Un cambio nítido: una nueva estrategia para asegurar el territorio nacional,” escrito por el grupo JINSA para aconsejar al entonces primer ministro entrante israelí Benjamin Netanyahu.
Este documento abreva en las raíces de la “teoría de los bolos” del Oriente Medio, según la cual un golpe dirigido contra Irak podría derribar varios regímenes árabes del Medio Oriente.
La misma teoría la repiten ahora poniendo en el centro a Irán y Siria, y a las organizaciones radicalizadas árabes que combaten a la ocupación militar de EE.UU. en Irak.
Hasta aquí, hemos de******o resumidamente al lobby judío “de derecha” como un grupo estratégico de funcionarios y tecnócratas “ultraderechistas” que (infiltrado en la administración Bush, y desde el 11-S) orienta sus acciones a imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU.
Pero esta versión del lobby (recreada por los expertos) está incompleta, le falta un capítulo.