El lobby Sionista y sus dos caras

forestal92

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LAS DOS CARAS DEL LOBBY JUDÍO: El antes y el después de Bush


http://identidadandaluza.wordpress.com/2008/12/06/las-dos-caras-del-lobby-alubio*-el-antes-y-el-despues-de-bush/


Las líneas rectoras y los camuflajes del sistema que gobierna al mundo. Lo que no se cuenta sobre el poder que controla la Casa Blanca.

El lobby “por derecha”


Cuando se refieren al lobby judío (al que llaman lobby pro-israelí) la mayoría de los expertos y analistas hablan de un grupo de funcionarios y tecnócratas de la derecha fundamentalista, en cuyas manos está el diseño y la ejecución de la política militar norteamericana.



A este lobby judío (de derecha conservadora) se le atribuye el objetivo estratégico permanente de imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU.



Como definición, el lobby es una gigantesca maquinaria de presión económica y política que opera simultáneamente en todos los estamentos del poder institucional estadounidense: Casa Blanca, Congreso, Pentágono, Departamento de Estado, CIA y agencias de la comunidad de inteligencia, entre los mas importantes.



Como objetivo estratégico permanente, el lobby judío orienta sus acciones a imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU, valiéndose de funcionarios y lobbystas que operan sobre las estructuras del Estado norteamericano.



A través del lobby judío (”por derecha”) el Estado militarista de Israel consigue imponer sus propias estrategias en la agenda exterior norteamericana, principalmente en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se mimetiza con las posiciones oficiales de la representación de Washington en ese organismo clave de la política internacional.



Con esa misión el lobby tiene instalados funcionarios claves en los centros de decisión de la Casa Blanca, el Congreso, el Pentágono y el Departamento de Estado y las redes y agencias de la comunidad de inteligencia estadounidense.



Según Petras, el poder del lobby pro-Israel, que incluye al AIPAC, la Conferencia de Presidentes, los PAC y cientos de organizaciones locales formales e informales, se ve incrementado por su influencia y hegemonía sobre el Congreso, los medios de comunicación de masas, las instituciones financieras, los fondos de pensiones y las organizaciones fundamentalistas cristianas.



Los tecnócratas del lobby (neocons) provienen principalmente del lobby sionista de Israel, la derecha cristiana, los think-tanks, las fundaciones y los grandes consorcios mediáticos -diarios y cadenas televisivas y radiales- que integran la logia empresarial contratista del Complejo Militar Industrial.



El lobby judío en EEUU adquirió fuerza y gran capacidad de influencia en la política norteamericana hacia Oriente Medio tras la guerra árabe-israelí de 1967, cuando se creó el American-Israel Public Affairs Committee (AIPAC) y la doctrina Nixon convirtió a Israel en el gendarme regional del poder militar estadounidense en la región.



Entre los integrantes más sobresalientes del lobby (nucleados alrededor de las figuras políticas del vicepresidente Dick Cheney, y del secretario de Defensa Donald Rumsfeld) sobresale el ex secretario adjunto de defensa, Paul Wolfowitz (hoy presidente del Banco Mundial) para muchos el verdadero “cerebro”.



Otros miembros destacados del grupo son Douglas Feith, el ex número tres en el Pentágono, Lewis “Scooter” Libby, ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, John R. Bolton, embajador de EEUU en la ONU, y Elliott Abrams, a cargo de la política de Medio Oriente en el Consejo Nacional de Seguridad.



También son integrantes destacados James Woolsey, ex director de la CIA, autor de la operación que intentó vincular a Saddam Hussein con el 11-S y con las cartas con ántrax en EE.UU; y Richard Perle, que renunció a su cargo de asesor del departamento de Defensa tras un escándalo empresarial.



Una vez que abandonan sus cargos en la administración estadounidense pasan a desempeñarse en los think-tanks (gabinetes estratégicos) como el American Enterprise Institute (AEI), y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), desde los cuales siguen operando ideas y negocios para el lobby desde la función privada.



El dinero para la financiación de las estructuras operativas del lobby (”por derecha”) proviene de las megacorporaciones, petroleras, armamentistas, tecnológicas, financieras, que hacen negocios tanto con el Complejo Militar Industrial como con Wall Street, y también de fundaciones conservadoras al estilo de Bradley y Olin que utilizan las fortunas legadas a tal fin por magnates que ya dejaron este mundo.



El mayor vínculo entre los think-tanks conservadores y el lobby de Israel es el Instituto Judío de Asuntos de Seguridad Nacional (JINSA, por sus siglas en inglés) de Washington, que apoya al Likud, y que involucra a muchos expertos no-judíos de Defensa, quienes hacen constantes viajes a Israel en carácter de consultivos de los halcones de los gobiernos sionistas de turno en el Estado de Israel.



El Instituto Judío para Asuntos de la Seguridad Nacional (Jinsa), que fue fundado en 1976, fue fusionado con otro grupo, el Centro para la Política de Seguridad (CSP), y posee una impresionante junta directiva que incluye al vicepresidente, Dick Cheney, y los neoconservadores Paul Wolfowitz, Richard Perle, el subsecretario de Estado, John Bolton, el subsecretario de Defensa, Douglas Feith, Michael Ledeen, la antigua embajadora en las Naciones Unidas Jeanne J. Kirkpatrick, Stephen Bryen, Joshua Muravchik, Eugene Rostow y el ex director de la CIA James Woolsey, además de varios generales y almirantes retirados.



El grupo de funcionarios y tecnócratas del lobby “por derecha” se apoderó de la administración Bush hijo por medio del vicepresidente Dick Cheney, una especie de tutor político de W., cuando éste estaba a cargo de la tras*ición presidencial (el período entre la elección en noviembre y el acceso al poder en enero).



Cheney, asesorado en las sombras por su socio y amigo el ex presidente George Bush, padre de W., se valió de esa circunstancia para colocar en la primera línea de administración republicana a los más reputados intelectuales y tecnócratas del lobby judío “por derecha”.



Desde ese espacio clave empezaron a construir las nuevas coordenadas de la política exterior del Imperio y diseñaron la nueva estrategia colonizadora del Estado norteamericano: las guerras preventivas contra el “eje del mal”, plasmadas en el papel por la halcona de color Condoleezza Rice.

En esa orientación estratégica el lobby (”por derecha”) empezó a construir las teorías conspirativas sobre Bin Laden y el “terrorismo amenazante” que sirvieron para justificar la oleada turística a Afganistán tras el 11-S, y luego la oleada turística a Irak.



Las teorías e hipótesis de conflicto justificatorias de esa invasiones fueron elaboradas por el lobby judío en la Oficina de Planes Especiales (una estructura paralela a la CIA y a los organismo de inteligencia) , en vinculación directa con el equipo conducido por la entonces asesora en Seguridad Nacional de Bush, Condoleezza Rice, que componían junto con Cheney y Powell (hoy retirado) la primera línea de influencia en la Casa Blanca.



Desde allí el lobby construyó las principales teorías legitimadoras de la nueva oleada turística a Irak en base a informes falsos como lo fue, por ejemplo, la información provista a Bush sobre las armas químicas de Saddam, y sus presuntas vinculaciones con la organización Al Qaeda de Bin Laden.

Experiencia que le valió el mote de “fabrica de mentiras” con que se conoce a esta oficina invisible del lobby en el Pentágono.



Actualmente el lobby neocon con sus jefes políticos, Dick Cheney y Donald Rumsfeld, incrementa su presión sobre la Casa Blanca para que ordene acciones militares puntuales contra Irán y Siria, básicamente bombardeos “selectivos” como los realizados en Irak antes de la oleada turística.

El lobby judío (”por derecha”) impulsa abiertamente la intervención militar en todo el mapa de Medio Oriente para eliminar “la amenaza árabe a Israel”, y sostiene que Israel y Turquía son los únicos verdaderos Estados-naciones de la región y han estado pronosticando la desintegración de algunos Estados árabes desde la primera Guerra del Golfo.



Su “biblia” funcional se condensa en un documento del año1996 titulado “Un cambio nítido: una nueva estrategia para asegurar el territorio nacional,” escrito por el grupo JINSA para aconsejar al entonces primer ministro entrante israelí Benjamin Netanyahu.

Este documento abreva en las raíces de la “teoría de los bolos” del Oriente Medio, según la cual un golpe dirigido contra Irak podría derribar varios regímenes árabes del Medio Oriente.

La misma teoría la repiten ahora poniendo en el centro a Irán y Siria, y a las organizaciones radicalizadas árabes que combaten a la ocupación militar de EE.UU. en Irak.



Hasta aquí, hemos de******o resumidamente al lobby judío “de derecha” como un grupo estratégico de funcionarios y tecnócratas “ultraderechistas” que (infiltrado en la administración Bush, y desde el 11-S) orienta sus acciones a imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU.



Pero esta versión del lobby (recreada por los expertos) está incompleta, le falta un capítulo.
 
El lobby “por izquierda”



Curiosamente los expertos, tanto de izquierda como de derecha, (salvo James Petras) sólo se ocupan del lobby judío neoconservador de la administración Bush, sin ninguna mención de otras administraciones anteriores, como la del demócrata Clinton, por ejemplo.



¿Acaso el lobby judío es un invento exclusivo de la derecha fundamentalista que hoy controla la Casa Blanca?



¿Porqué cuando se habla del lobby judío en “versión conservadora” se omite, aunque sea como referencia complementaria, su “versión liberal” implementada durante las administraciones demócratas, principalmente de Carter y de Clinton?



¿Acaso con las administraciones demócratas se detiene la acción del lobby judío sobre la Casa Blanca y las estructuras institucionales del poder estadounidense?



¿Acaso con las administraciones demócratas se detienen las invasiones militares de EEUU por conquistas de mercados y apropiación de recursos naturales, como las realizadas por Bush y su administración en Irak y Afganistán?



Al liberalismo de los demócratas, en EEUU, se lo denomina “izquierda”. Y al lobby judío que opera durante esas administraciones (complementarias de la derecha conservadora) habría que llamarlo, por lógica consecuencia, lobby judío “de izquierda”.



O por lo menos hacer una referencia, cuando se habla del lobby judío “de derecha”, que el mismo lobby que hoy opera con la derecha conservadora de Bush (con otros nombres) opera simultáneamente tanto en las estructuras del Partido Republicano como del Partido Demócrata, y de sus respectivas administraciones cuando llegan a la Casa Blanca.



Por ejemplo: ningún analista se preguntó que hacia Samuel Berger, el jefe político del lobby judío que se movía en la órbita de la administración Clinton, como principal asesor del candidato demócrata John Kerry en la última elección presidencial .



Berger, un sionista liberal “de izquierda”, fue asesor de seguridad nacional durante la presidencia de Bill Clinton, pero hasta ser descubierto robando papeles secretos se desempeñaba como principal consejero en temas de seguridad del candidato demócrata John Kerry.



Samuel Berger, William Cohen y Madeleine Albright cumplieron, durante la administración de Bill Clinton, las mismas funciones para el lobby judío liberal “de izquierda” que hoy cumplen Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Condoleezza Rice en la administración Bush.



Pero de eso los analistas no hablan, solo se ocupan de los funcionarios halcones de Bush que hoy representan al lobby “por derecha”.



Desde sus puestos en la Casa Blanca los sionistas judíos “de izquierda” Berger, Albright y Cohen, tuvieron una participación clave en los bombardeos y posterior oleada turística de EEUU a Yugoslavia lanzada por la administración Clinton con la complicidad militar de la OTAN, en marzo de 1999.

El trío también fue el impulsor principal de las operaciones aéreas anglo estadounidenses sobre la llamada “zona de exclusión” de Irak, las que causaron miles de muertos por las bombas y por los efectos colaterales de la radiación con uranio empobrecido entre la población civil.



Esta hoja en su prontuario no les impide a los sionistas “por izquierda”, Berger y a Albright, presentarse hoy (sin ningún cuestionamiento de los analistas y de la prensa del sistema ) como opositores “democráticos” acérrimos a las prácticas militaristas “unilaterales” de Bush en territorio iraquí.



Experto en contraterrorismo, Berger fue una pieza clave en la “aportación de pruebas” para las denuncias sobre “irregularidades” cometidas por la administración Bush durante los atentados terroristas del 11-S formuladas por Richard Clarke, las que fueron utilizadas mediáticamente para complicar electoralmente al actual presidente de EEUU.



La administración de Clinton invadió países y asesinó a tanta o más gente que Bush, y sin embargo la prensa imperialista lo presenta hoy como un inofensivo play boy, o como un moderno cruzado (algo cholulo) de la democracia americana ocupado en escribir libros para chicos o presentar sus memorias con un éxito editorial millonario.



Según James Petras, ” Bajo el presidente Clinton, el imperio estadounidense se expandió mucho más allá de las fronteras de cualquier otro presidente desde Harry Truman. Desde los países bálticos a los Balcanes, siguiendo hacia la parte meridional de lo que antes era la URSS, EE.UU. ha establecido una cantidad de estados clientes, que son o nuevos miembros de la OTAN o “Asociados por la Paz” (clientes en espera)”.



Para Petras, “El estilo de construcción del imperio de Clinton combinaba la penetración económica abierta y el reclutamiento de nuevos clientes políticos con la intervención militar y de inteligencia encubierta.



“Este último método fue utilizado sea para reforzar la influencia sobre regímenes en desintegración o para socavar a regímenes independientes, o para vencer en la competencia contra competidores europeos o japoneses, usando el espionaje económico de alto nivel, el llamado Proyecto Echelon”, señala Petras.



A este caballero, Bill Clinton, la socialdemocracia “progresista” internacional, aliada de los demócratas y del lobby judío “por izquierda, presenta como un estereotipo “democrático” a Bush.

Los demócratas y el lobby judío “liberal” de la era Clinton fueron los inventores de los bombardeos “quirúrgicos”, término con el que se definió el uso intensivo de misiles y bombas “inteligentes” dirigidos por sistema láser, con el que se inició la era de la supremacía de los ataques aéreos como método de conquista militar, cuyo módulo experimental fue Yugoslavia.



Durante la gestión de Clinton comenzaron las primeras operaciones encubiertas de la CIA para asesinar o derrocar a Saddam Hussein, utilizando a los mismos funcionarios títeres que hoy gobiernan para Bush en Irak, y que entonces se presentaban en Londres y en Washington como la “oposición a Saddam en el exilio”.



Tras la aprobación en 1998 por el Congreso de EEUU de la denominada Acta de Liberación de Irak, la Administración Clinton se dedicó a “fabricar” pruebas de inteligencia falsas y una oposición al ex líder iraquí, con el propósito de destituirlo o de legitimar una oleada turística militar y un cambio de régimen interno en el país.



El lobby judío, a través de Samuel Berger junto con el secretario de Defensa, William Kohen, fueron firmes impulsores tanto del grupo terrorista de Iyav Allawi (ex primer ministro de Irak) como con el de Amhed Chalabi, quienes consiguieron cuantiosos recursos del Pentágono y de la CIA para asesinar a Saddam Hussein y preparar el terreno para la oleada turística militar.



El lobby judío de Clinton



El Washington Institute for Near East Policy (WINEP), creado en 1985 bajo la responsabilidad del que hasta entonces había sido el director del AIPAC, Martin Indyk, desempeñó, durante la administración Clinton el mismo rol de “think tank” del lobby neoconservador que hoy desempeña el Instituto Judío para Asuntos de la Seguridad Nacional (JINSA) en el gobierno de los halcones de Bush.



Ambas son una rama de AIPAC, la organización de presión sionista más poderosa de EEUU y de todo el planeta capitalista.



Y como dato relevante indicador de la función complementaria de ambos lobbys judíos (el de derecha con los republicanos, y el de izquierda con los demócratas) baste mencionar que el director fundador de WINEP, Martin Indyk, había sido antes director de investigación del Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (AIPAC).



Como ya habíamos dicho y como señalara Petras, el poder del lobby pro-Israel, que lidera el AIPAC, la Conferencia de Presidentes, los PAC y cientos de organizaciones locales formales e informales, incrementan su influencia y hegemonía sobre el Congreso, los medios de comunicación de masas, las instituciones financieras, los fondos de pensiones y las organizaciones fundamentalistas cristianas.



En 1993, tras adquirir la ciudadanía estadounidense, Indyk se convirtió en asesor especial del presidente Clinton y director para Oriente Medio del Consejo de Seguridad Nacional. Más tarde fue nombrado embajador en Israel y subsecretario de Estado para Oriente Medio y el Sudeste Asiático.

El WINEP hoy es dirigido por Dennis Ross, que actuó como coordinador del presidente Clinton en el proceso de paz de Oriente Medio. Entre los investigadores y el personal que comparte con otros institutos neoconservadores se encuentran Robert Satloff (director de política), Patrick Clawson (director de investigación), Michael Rubin y Martin Kramer.



Fue el WINEP quien impulsó la concepción estratégica norteamericana de Israel como gendarme del Medio Oriente y aliado imprescindible de EEUU contra la “expansión del islamismo” y de los Estados “terroristas” en el mundo árabe.



Los operativos del lobby judío de la administración Clinton fueron los adelantados de las teorías y estrategias para el Medio Oriente que luego pusieron en práctica los halcones sionistas de la era Bush hijo.



Los tecnócratas y funcionarios del WINEP estaban entre los consejeros más próximos al presidente Clinton en la cumbre que negociaba la paz entre palestinos e israelíes, en Camp David, en julio de 2000.



La delegación norteamericana seguía al pie de la letra las posiciones del primer ministro israelí Ehud Barak, sin ofrecer propuestas independientes para la resolución del conflicto, tal como hoy lo hacen los integrantes del lobby neocon que controla la política exterior de Bush en Medio Oriente.

Además, el lobby sionista de la era Clinton impulsó el caso de mayor abuso de poder en la historia estadounidense con el perdón presidencial otorgado para Mark Rich, un multimillonario fugitivo en la lista de los Más Buscados del FBI, que había renunciado a su ciudadanía estadounidense antes de pagar los impuestos que debía.



El gobierno de Clinton, influido por el lobby de presión sionista inició los bombardeos preventivos contra Irak desoyendo el llamado de quienes pedían que cesaran las sanciones económicas que mataban a seis mil niños cada mes.



Estas precisiones y evidencias históricas prueban, entre otras cosas, que el lobby judío no es propiedad ni creación “exclusiva” de los halcones de Bush, sino que responde a dos líneas convergentes del sionismo capitalista trasnacional que proyecta su influencia en la Casa Blanca, tanto con administraciones demócratas como republicanas.



La catedral del poder sionista (O la progenitora de todos los lobbys)



A los analistas (escandalizados por el lobby judío derechista de Cheney y Rumsfeld) no les mereció ningún comentario el hecho de que la candidatura del demócrata Kerry fuera impulsada por el lobby judío liberal “de izquierda”, encarnado por la crema de empresarios y financistas de Wall Street, entre los que se contaban, entre otros, George Soros, David Rockefeller y Warren Buffet, el segundo hombre más rico del planeta después de Bill Gates.



Todos ellos notables integrantes de la Comisión Trilateral, histórico bastión del lobby judío liberal “por izquierda”.



La Comisión Trilateral, fundada por iniciativa de David Rockfeller en julio de 1973, consolida la alianza entre el poder de las trasnacionales, el de las finanzas y el de la política, gracias a una red de influencias cuyas ramificaciones se extienden a los principales sectores de la sociedad estadounidense y mundial.



Entre sus principales “cerebros” fundadores se encuentra Zbigniew Brzezinski, articulador estratégico de la política exterior de Carter, gurú “ideológico” del lobby sionista que acompañó a Clinton, y mentor doctrinario en las sombras de la campaña electoral de Kerry.



La Comisión Trilateral (CT) representaba la síntesis del proyecto que venía a terminar con los residuos ideológicos del capitalismo conservador tradicional, destinado a morir a plazo fijo junto con la Guerra Fría y la URSS.



El “nuevo orden” trilateralista (paradojalmente impulsado por los viejos consorcios del imperio norteamericano) estaba delineado por la nueva clase dirigente de la era nuclear y espacial.



Bill Clinton, como James Carter y el resto de los presidentes norteamericanos de las últimas cinco décadas, salieron de las entrañas del Council on Foreign Relations (CFR) , la Comisión Trilateral y el Bilderberg Group, columnas vertebrales del poder sionista capitalista trasnacional.



El Council on Foreign Relations (CFR) conforma una poderosa organización centralizadora del capitalismo trasnacional a nivel planetario, de muy bajo perfil público, y de alta efectividad, integrada por unos 3.600 miembros del más alto nivel, prestigio e influencia en sus respectivas disciplinas y ámbitos de poder, tanto en EEUU como en Europa.



Integra en su seno una red vertebradora del capitalismo sionista trasnacionalizado expresado en el dominio abrumador de un reducido número de empresas tras*nacionales de dimensiones gigantescas, mayores que Estados, sobre la producción, el comercio y las finanzas mundiales.

La concentración del capital mundial en estos mega-grupos o mega-compañías, en una proporción aplastante, que implica modificaciones de todo tipo, en la economía, en la sociedad, en la vida política, en la cultura, etc., es seguramente el aspecto más definitorio de la globalización impuesta por el poder mundial del capitalismo imperial sionista.



Este capitalismo tras*nacional “sin fronteras” asentado en dos pilares fundamentales: la especulación financiera informatizada (con asiento territorial en Wall Street ) y la tecnología militar-industrial de última generación (cuya expresión máxima de desarrollo se concentra en el Complejo Militar Industrial de EEUU) se expresa totalizadamente en la estructura funcional de Council on Foreign Relations (CFR)



El objetivo central expansivo de este capitalismo sionista trasnacionalizado es el control y el dominio de recursos naturales y sistemas económico - productivos, que sus defensores y teóricos llaman “políticas de mercado”.



El capitalismo tras*nacional, a escala global, es el dueño de los estados y sus recursos y sistemas económico- productivos, no solamente del mundo dependiente, sino también de los países capitalistas centrales.



Por lo tanto los gobiernos dependientes y centrales son gerencias de enclave ( por izquierda o derecha) que con variantes discursivas ejecutan el mismo programa económico y las mismas líneas estratégicas de control político y social.



El lobby judío de Washington (por izquierda o por derecha) planifica todo el nivel de las operaciones del capitalismo trasnacional, pero el diseño de la estrategia está en la cabeza de los grandes charmans y ejecutivos que se sientan en el cónclave del Consenso de Washington, instancia ejecutiva del “poder real”.



Bush y sus halcones militaristas, como lo fueron Clinton y su troupe bancaria , son operadores circunstanciales de las necesidades estratégicas de este capitalismo sionista trasnacionalizado que, más allá de sus falsas competencias internas entre “halcones” y “moderados”, entre lobby de “derecha” y lobby de “izquierda”, funciona en una interacción económica - científica - tecnológica - militar totalizada.

Clinton, Rubin, y el Consenso de Washington lanzaron (en la década de los 90) la “burbuja financiera” de libre mercado y capitalismo sin fronteras, con el “sistema democrático” estandarizado como estrategia de dominio en todo el planeta, principalmente en el patio trastero latinoamericano.

Pero también (utilizando la cara “militarista” del Imperio) la administración demócrata de Clinton lanzó la oleada turística militar a Yugoslavia con el objetivo de expandir el capitalismo hacia los ex países comunistas de Europa del Este.



El Council on Foreign Relations, como ya se dijo, conforma la red vertebradora central de este capitalismo trasnacionalizado y “sin fronteras”.



Sus redes se expresan a través de una multiplicidad de organizaciones dedicadas a promover el actual modelo global, entre las que se cuentan principalmente:

The Hudson Institute, The RAND Corporation, The Brookings Institution, The Trilateral Commission, The World Economic Forum, Aspen Institute, American Enterprise Institute, Deutsche Gesellschaft für Auswärtigen Politik, Bilderberg Group, Cato Institute, Tavestock institute, y el Carnegie Endowment for International Peace, entre otros.



Todos estos think tanks o “bancos de cerebros”, reúnen a los mejores tecnócratas, científicos y estudiosos en sus respectivos campos, egresados de los las universidades de EEUU, Europa y de todo el resto del mundo.



Su función táctica y estratégica consiste en identificar amenazas y oportunidades del entorno mundial, evaluar las fuerzas y debilidades de los intereses agrupados dentro del CFR, y realizar amplios planes estratégicos, tácticos y operativos en todos los ámbitos donde opera la estructura del capitalismo trasnacional.



El CFR nuclea a los más altos directivos de instituciones financieras, colosos industriales y medios de comunicación social, a investigadores y académicos, a oficiales militares de máxima jerarquía, y a políticos, funcionarios públicos y decanos de universidades, facultades y centros de estudios.

Los distintos niveles operativos del sionismo capitalista trasnacional, desde tecnócratas, ejecutivos y grandes “charman” del Consenso de Washington (expresión máxima del poder capitalista real) con asiento en Nueva York, están contenidos y expresadosen el Council on Foreign Relations.

Son miembros del CFR una parte mayoritaria de los presidentes, gerentes y accionistas de las empresas Fortune 500 que en su conjunto manejan casi el 80% de la economía estadounidense, emplean a más de 25 millones de personas, y tienen un valor de mercado que equivale a dos veces y media el PBI de los Estados Unidos.



Las “Fortune 500” son las 500 mayores empresas de los Estados Unidos de acuerdo al ranking que anualmente publica la revista “Fortune”.



Desde su fundación, en 1945, el CFR tuvo como vocero a la publicación internacional más prestigiosa e influyente en materia de análisis geopolítico: Foreign Affairs. Los expertos sostienen que “lo que hoy se publica en “Foreign Affairs” se tras*forma mañana en la política exterior oficial de los Estados Unidos”.



En el CFR se concentra todo el poder mediático del lobby judío sionista (por derecha y por izquierda): CNN, CBS, NBC, The New York Times, The Daily Telegraph, Le Figaró, The Economist, The Wall Street Journal, Le Monde, The Washington Post, Time, Newsweek, US News & World Report, Business Week, RTVE, etc, todos en manos de redes empresariales que integran el CFR.



En términos operativos el CFR conforma un poderoso centro de análisis y planeamiento geopolítico y estratégico del capitalismo imperial sionista en sus fase trasnacionalizada y globalizada.

También son miembros integrantes del CFR las grandes universidades y facultades como Harvard, MIT Massachussets Institute of Technology, Columbia, Johns Hopkins, Princeton, Yale, Stanford, y Chicago, entre otras, desde donde egresan la mayoría de los profesionales que cubren los 150 puestos clave de la administración estadounidense, incluyendo los cargos más relevantes en sus fuerzas armadas.



Como ejemplo del poder “totalizador” del CFR, se puede citar algunos miembros destacados del mismo como David Rockefeller, Henry Kissinger, Bill Clinton, Zbigniew Brzezinski, George H.W. Bush, la ex-secretaria de estado Madeleine Albright, el especulador sionista George Soros, el juez de la corte suprema Stephen Breyer, Laurence A. Tisch (presidente de la cadena Lowes/CBS), el ex secretario de Estado Colin Powell, Jack Welsh (presidente de General Electric Company), W. Thomas Johnson (presidente de CNN y hoy director de Aol/Time-Warner), Katherine Graham (fallecida presidenta del grupo Washington Post / Newsweek / International Herald Tribune), Richard Cheney (vicepresidente de EE. UU., ex-secretario de defensa de George Bush (padre), y ex-presidente de la petrolera Halliburton), Samuel “Sandy” Berger (ex asesor del presidente Clinton en seguridad nacional), John M. Deutch (ex-director de la CIA del presidente Clinton), Alan Greenspan (ex presidente del Banco de la Reserva Federal), Stanley Fischer (ex-director gerente del Fondo Monetario Internacional y actual director del CitiGroup), Anne Krueger (ex vicedirectora del FMI), James D. Wolfensohn (ex presidente del Banco Mundial), Paul Volcker (presidente del CS First Boston Bank y ex-gobernador de la Reserva Federal), John Reed (director y ex-presidente de CitiGroup); los economistas Jeffrey Sachs, Lester Thurow, Martin Feldman y Richard N. Cooper, el ex-secretario del Tesoro, ex-presidente de Goldman Sachs y actual co-Chairman de CitiGroup, Robert E. Rubin, el presidente de IBM, Louis V. Gerstner, el diputado republicano, Newt Gingrich, y la asesora del presidente Bush en seguridad nacional, Condoleeza Rice, el representante comercial de Bush Robert Zoellick, Elliot Abrams, William Perry, Mark Falcoff, Paul Wolfowitz (cerebro del lobby judío “de derecha” y actual presidente del Banco Mundial) , Richard N. Perle, y Richard Armitage, entre muchos otros.



Los citados personajes conforman las “dos caras” del lobby judío que controla las estructuras operativas y estratégicas del capitalismo sionista trasnacional que hegemoniza los recursos naturales y los sistemas económicos-productivos a lo largo y a lo ancho del planeta.



Para quien quiera investigar su existencia real, puede visitar la sede del CFR en la residencial Park Avenue esquina calle 68 de la ciudad de Nueva York, donde podrá obtener un ejemplar de su Memoria y Balance en el que figuran descripciones oficiales de sus actividades y la nómina de sus más de 3.600 miembros.


En síntesis:



El llamado lobby judío (por “derecha” y por “izquierda) esta conformado por una estructura de estrategas y tecnócratas que operan las redes industriales, tecnológicas, militares, financieras y mediáticas del capitalismo trasnacional extendido por los cuatro puntos cardinales del planeta.

El lobby judío no responde solamente al Estado de Israel (como afirman los analistas de la “cara derechista” de los neocons) sino a un poder mundial sionista que es el dueño del Estado de Israel tanto como del Estado norteamericano, y del resto de los Estados con sus recursos naturales y sistemas económico-productivos.



El lobby no solamente está en la Casa Blanca sino que abarca todos los niveles de las operaciones del capitalismo trasnacional, cuyo diseño estratégico está en la cabeza de los grandes charmans y ejecutivos de bancos y consorcios multinacionales que se sientan en el Consenso de Washington y se reparten el planeta como si fuera un pastel.



Este diseño del poder mundial, interactivo y totalizado, se concreta mediante una red infinita de asociaciones y vasos comunicantes entre el capital financiero, industrial y de servicios que convierte a los países y gobiernos en gerencias de enclave.



Ni la izquierda ni la derecha hablan de este poder “totalizado” por la sencilla razón de que ambas están fusionadas (a modo de alternativas falsamente enfrentadas) a los programas y estrategias del capitalismo trasnacional que controla el planeta.



Mientras no se articule un nuevo sistema de comprensión estratégica (una “tercera posición” revolucionaria del saber y el conocimiento) el poder mundial que controla el planeta seguirá perpetuándose en las falsas opciones de “izquierda” y “derecha”.



Y el lobby judío de “derecha” de Bush y los halcones republicanos será sustituido -como está previsto- por el lobby judío “de izquierda” de los demócratas liberales en una continuidad estratégica de las mismas líneas rectoras del Imperio sionista mundial.



Y el mundo (de no mediar un viraje estratégico del sistema de comprensión) seguirá como hasta ahora: alienado y con el cerebro dividido.



(*) Manuel Freytas es periodista, investigador y analista, especialista en inteligencia y comunicación estratégica.
 
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