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Trump anuncia un rescate a las petroleras tras el hundimiento del crudo
Avisa a través de un mensaje en redes sociales de que "no dejará caer al sector del petróleo y gas", crucial en algunos de los Estados afines a los republicanos.
El presidente de EEUU, Donald Trump. Tasos Katopodis / POOL EFE
¿Pereza o tradición? El organismo regulador del sector petrolero y gasista en Texas se llama Comisión del Ferrocarril, y, de hecho, no regula los ferrocarriles desde 2005. La Comisión se ha reunido este martes, y ha decidido no tocar la 'patata caliente' del bombeo de crudo en ese estado, que, si fuera un país independiente, sería el quinto productor del mundo, por delante de, Irak, Irán, Kuwait o los Emiratos.
Porque la Comisión tiene la potestad de limitar la producción de petróleo, algo que no hace desde 1972, en los viejos tiempos anteriores a los 'shocks' del petróleo de la OPEP. Es una cuestión controvertida, con los pequeños productores - sobre todo, los que extraen crudo por medio de 'fracking', un controvertido método consistente en inyectar miles de toneladas de agua, arena y productos químicos y partir la roca - al borde del colapso, y los grandes preparándose para una oleada de fusiones.
La Comisión del Ferrocarril ha dejado el asunto para su reunión de mayo. No es solo un debate ideológico sobre intervención estatal en el mercado. Es, también, una cuestión de lobby. Las grandes petroleras estadounidenses, como ExxonMobil, Chevron y Conoco - no son partidarias de las ayudas ni de la limitación de la producción porque obtienen la mayor parte de su crudo por métodos convencionales, no por 'fracking', y prefieren, por tanto, que sus competidores más débiles caigan para así ganar cuota de mercado.
La clave está en que el 'fracking' nunca ha generado cash-flows positivos, de modo que ha dependido de la financiación de Wall Street. En un momento en el que el precio del petróleo está muy por debajo de su coste de extracción, estas empresas, que bombean petróleo caro, están con la soga al cuello.
Hay, además, otro factor. Si un pozo de petróleo se cierra y deja de producir, es posible que sufra daños que impidan que vuelva a ser operativo una vez que se reabra. Eso afecta especialmente al 'fracking', donde hay que 'pinchar' más a menudo para lograr mantener los rendimientos a lo largo del tiempo.
Y, entretanto, Donald Trump ha entrado en liza con un 'tuit' en el que afirma que "¡Nunca dejaremos que caiga la Gran Industria del gas y el Petróleo!", y declara que "he dado instrucciones al secretario de Energía y al secretario del Tesoro para que formulen un plan para que esas muy importantes empresas y empleos estén asegurados en el futuro". Trump es cercano a todo el sector del petróleo.
De hecho, el mayor empresario del 'fracking', Harold Hamm, rechazó su oferta de ser secretario de Energía cuando ganó las elecciones. La fortuna de Hamm ha caído de 17.200 millones de dólares (15.900 millones de euros) en 2018 a 3.000 millones de dólares (2.760 millones de ríos) por el desplome del precio. Solo el 27 de febrero, cuando empezó el actual derrumbe del precio del barril, Hamm fue 1.000 millones de dólares (920 millones de euros) más pobre. O menso, rico, según como se mire.
Las declaraciones de Trump son difíciles de interpretar. Por un lado, el presidente tiene interés en salvar al petróleo, ya que se concentra en estados que votan por él, como Texas y Dakota del Norte. No solo eso: en los últimos años, el control republicano de Texas se ha debilitado, y, aunque aún es sólido, Trump no quiere correr riesgos allí en las elecciones de noviembre. De hecho, el presidente ya lanzó un bien publicitado rescate del sector petrolero en marzo, cuando anunció que la Reserva Estratégica de Petróleo de Estados Unidos iba a llenarse con crudo producido en el país. Eso significaría añadir unos 77 millones de barriles, a un ritmo de alrededor de 700.000 diarios. Es solo un 5% de la producción de EEUU. Pero al menos ayudaría al sector.
El problema, como con casi todos los anuncios de Trump, es que los hechos y la retórica no van juntos. El Congreso no aprobó los 3.000 millones de dólares (2.760 millones de euros) necesarios para llevar a cabo la compra, con lo que el plan embarrancó de inmediato. Este martes, Trump volvió a prometer la compra de 75 millones de barriles para la Reserva Estratégica de Petróleo. Queda, además, otra cuestión. El petróleo que se acumula en la Reserva es de un tipo diferente al que producen la mayor parte de los pozos de Estados Unidos.
Más de 1.000 quiebras en dos años
El rescate público llega después de que diversos informes de analistas advirtieran ayer de una oleada de quiebras en EEUU por los bajos precios del petróleo. Según la consultora Rystad Energy, la criba podría superar el millar antes de que acabe 2021 si los precios se mantienen de forma sostenida por debajo de los 10 dólares. Ayer, la cotización del precio del barril WTI -referencia en EEUU- abandonaba el terreno negativo y volvía a superar los 5 dólares, una referencia que el mercado todavía considera insuficiente para garantizar la continuidad de las empresas dedicadas a la producción mediante técnicas de fracking.
Pero el impacto empresarial no queda limitado a las arenas de Texas. Rystad Energy vaticina una sangría en toda la cadena de suministro del crudo e impagos de intereses y deuda por parte de un tercio de las empresas de servicios petrolíferos que sirven de apoyo a las grandes energéticas en las tareas de extracción del petróleo. Desde grupos de perforación hasta aquellas dedicadas al mantenimiento o a la medición de actividades sísmicas, entre otras.
Y detrás de estas empresas están enormes cantidades de deuda con las entidades y mercados financieros, que es otra de las grandes preocupaciones del presidente de EEUU junto a la pérdida de empleos. Sólo las empresas de producción norteamericanas caídas desde 2015 han dejado ya 130.000 millones de dólares en deuda impagada. En la última semana de marzo, según la estadística recopilada por el bufete Haynes and Boone's, cuatro compañías energéticas activaron el proceso concursal anticipando un abril neցro para el sector
Avisa a través de un mensaje en redes sociales de que "no dejará caer al sector del petróleo y gas", crucial en algunos de los Estados afines a los republicanos.
¿Pereza o tradición? El organismo regulador del sector petrolero y gasista en Texas se llama Comisión del Ferrocarril, y, de hecho, no regula los ferrocarriles desde 2005. La Comisión se ha reunido este martes, y ha decidido no tocar la 'patata caliente' del bombeo de crudo en ese estado, que, si fuera un país independiente, sería el quinto productor del mundo, por delante de, Irak, Irán, Kuwait o los Emiratos.
Porque la Comisión tiene la potestad de limitar la producción de petróleo, algo que no hace desde 1972, en los viejos tiempos anteriores a los 'shocks' del petróleo de la OPEP. Es una cuestión controvertida, con los pequeños productores - sobre todo, los que extraen crudo por medio de 'fracking', un controvertido método consistente en inyectar miles de toneladas de agua, arena y productos químicos y partir la roca - al borde del colapso, y los grandes preparándose para una oleada de fusiones.
La Comisión del Ferrocarril ha dejado el asunto para su reunión de mayo. No es solo un debate ideológico sobre intervención estatal en el mercado. Es, también, una cuestión de lobby. Las grandes petroleras estadounidenses, como ExxonMobil, Chevron y Conoco - no son partidarias de las ayudas ni de la limitación de la producción porque obtienen la mayor parte de su crudo por métodos convencionales, no por 'fracking', y prefieren, por tanto, que sus competidores más débiles caigan para así ganar cuota de mercado.
La clave está en que el 'fracking' nunca ha generado cash-flows positivos, de modo que ha dependido de la financiación de Wall Street. En un momento en el que el precio del petróleo está muy por debajo de su coste de extracción, estas empresas, que bombean petróleo caro, están con la soga al cuello.
Hay, además, otro factor. Si un pozo de petróleo se cierra y deja de producir, es posible que sufra daños que impidan que vuelva a ser operativo una vez que se reabra. Eso afecta especialmente al 'fracking', donde hay que 'pinchar' más a menudo para lograr mantener los rendimientos a lo largo del tiempo.
Y, entretanto, Donald Trump ha entrado en liza con un 'tuit' en el que afirma que "¡Nunca dejaremos que caiga la Gran Industria del gas y el Petróleo!", y declara que "he dado instrucciones al secretario de Energía y al secretario del Tesoro para que formulen un plan para que esas muy importantes empresas y empleos estén asegurados en el futuro". Trump es cercano a todo el sector del petróleo.
De hecho, el mayor empresario del 'fracking', Harold Hamm, rechazó su oferta de ser secretario de Energía cuando ganó las elecciones. La fortuna de Hamm ha caído de 17.200 millones de dólares (15.900 millones de euros) en 2018 a 3.000 millones de dólares (2.760 millones de ríos) por el desplome del precio. Solo el 27 de febrero, cuando empezó el actual derrumbe del precio del barril, Hamm fue 1.000 millones de dólares (920 millones de euros) más pobre. O menso, rico, según como se mire.
Las declaraciones de Trump son difíciles de interpretar. Por un lado, el presidente tiene interés en salvar al petróleo, ya que se concentra en estados que votan por él, como Texas y Dakota del Norte. No solo eso: en los últimos años, el control republicano de Texas se ha debilitado, y, aunque aún es sólido, Trump no quiere correr riesgos allí en las elecciones de noviembre. De hecho, el presidente ya lanzó un bien publicitado rescate del sector petrolero en marzo, cuando anunció que la Reserva Estratégica de Petróleo de Estados Unidos iba a llenarse con crudo producido en el país. Eso significaría añadir unos 77 millones de barriles, a un ritmo de alrededor de 700.000 diarios. Es solo un 5% de la producción de EEUU. Pero al menos ayudaría al sector.
El problema, como con casi todos los anuncios de Trump, es que los hechos y la retórica no van juntos. El Congreso no aprobó los 3.000 millones de dólares (2.760 millones de euros) necesarios para llevar a cabo la compra, con lo que el plan embarrancó de inmediato. Este martes, Trump volvió a prometer la compra de 75 millones de barriles para la Reserva Estratégica de Petróleo. Queda, además, otra cuestión. El petróleo que se acumula en la Reserva es de un tipo diferente al que producen la mayor parte de los pozos de Estados Unidos.
Más de 1.000 quiebras en dos años
El rescate público llega después de que diversos informes de analistas advirtieran ayer de una oleada de quiebras en EEUU por los bajos precios del petróleo. Según la consultora Rystad Energy, la criba podría superar el millar antes de que acabe 2021 si los precios se mantienen de forma sostenida por debajo de los 10 dólares. Ayer, la cotización del precio del barril WTI -referencia en EEUU- abandonaba el terreno negativo y volvía a superar los 5 dólares, una referencia que el mercado todavía considera insuficiente para garantizar la continuidad de las empresas dedicadas a la producción mediante técnicas de fracking.
Pero el impacto empresarial no queda limitado a las arenas de Texas. Rystad Energy vaticina una sangría en toda la cadena de suministro del crudo e impagos de intereses y deuda por parte de un tercio de las empresas de servicios petrolíferos que sirven de apoyo a las grandes energéticas en las tareas de extracción del petróleo. Desde grupos de perforación hasta aquellas dedicadas al mantenimiento o a la medición de actividades sísmicas, entre otras.
Y detrás de estas empresas están enormes cantidades de deuda con las entidades y mercados financieros, que es otra de las grandes preocupaciones del presidente de EEUU junto a la pérdida de empleos. Sólo las empresas de producción norteamericanas caídas desde 2015 han dejado ya 130.000 millones de dólares en deuda impagada. En la última semana de marzo, según la estadística recopilada por el bufete Haynes and Boone's, cuatro compañías energéticas activaron el proceso concursal anticipando un abril neցro para el sector