"Hasta el último club de ajedrez está intervenido políticamente en Cataluña"
Francisco Caja (Arnedo, La Rioja, 1949), filósofo, profesor de Estética en la Universidad de Barcelona, presidente de Convivencia Cívica Catalana y miembro del Patronato de Honor de la fundación DENAES, es una de las tradicionales bestias negras del nacionalismo catalán. En buena parte por su oposición radical a la inmersión lingüística, en otra buena parte por su actividad como enemigo del nacionalismo en todas sus formas públicas y civiles y, finalmente, como némesis de Jordi Pujol, al que Caja considera "un paranoico de libro".
Demonizado y caricaturizado como un trasunto de Francisco Franco de la sociedad civil, Caja fue ingresado a la fuerza por el nacionalismo en ese panteón de muertos civiles en el que también figuran ilustres opositores al nacionalismo como Félix de Azúa, Federico Jiménez Losantos, Xavier Pericay o Albert Boadella. Todos ellos, y no precisamente por casualidad, viven en la actualidad fuera de una Cataluña que ha visto huir a sus intelectuales, como también a sus empresas, sus turistas o sus libertades, sin que nadie en el nacionalismo haya enarcado media ceja.
Pero Caja sigue aquí, en Barcelona, la ciudad en la que ha vivido durante más de cuarenta años. Me recibe en el despacho de su casa, no rodeado sino sepultado bajo cientos de libros, y me confiesa que, por primera vez en su vida, se está planteando la posibilidad de irse de Barcelona. Pero no por agotamiento o cansado de la lucha contra un nacionalismo cada vez más impermeable a la realidad, sino porque le jubilan en un año. "No me jubilo: me jubilan", repite un par de veces para que me quede claro.
¿Tenía usted puestas esperanzas en la reunión de la llamada Comisión Bilateral entre el Gobierno y la Generalidad de Cataluña?
La emotiva reacción de una niña al enterarse de que ha sido adoptadaLa emotiva reacción de una niña al enterarse de que ha sido adoptadaM.C.En la Jungla. El llanto de una niña al descubrir que sus padres de acogida han decidido adoptarla a ella y a sus dos hermanos es enternecedor e impactante a la vez.
Si esperaba algo, no era nada bueno. El señor Sánchez es un peligro público. Dialogar con un delincuente, con los autores de un delito de rebelión, no tiene ni pies ni cabeza. Es una traición al orden constitucional y a los españoles. Porque a un delincuente se le detiene, se le juzga y se le condena. Que el presidente del Gobierno reciba o se reúna con los golpistas, y lo haga con todos los honores, es increíble.
¿No le llama la atención el uso del término ‘bilateral’?
Sí. Aceptar el vocabulario del nacionalismo es entrar en su juego. La terminología es muy importante para ellos porque refleja la ficción de la que nos quieren convencer al resto de los españoles. Y, por eso, hablar de bilateralidad es reconocer de alguna manera que ya se ha producido la independencia y que se están reuniendo las delegaciones diplomáticas de dos Estados soberanos.
El bloque independentista está viviendo una guerra civil entre el sector posibilista y el sector delirante o unilateral.
Sí, pero no es menos delirante Quim Torra que Carles Puigdemont. Los nacionalistas modulan su ficción en función de las circunstancias del momento. Pero modulan la táctica, porque su estrategia sigue siendo la misma. Ellos no van a bajarse del monte.
La política de cesiones, de aceptación de lo inaceptable, de quiebra del orden constitucional, se justificaba tradicionalmente con el argumento de que así los nacionalistas no se echarían al monte. Pero se han echado al monte. Y lo han hecho, precisamente, por esa política de cesiones.
Ellos mismos han reconocido que iban de farol.
Hay que remitirse a la historia de este país y ver cómo los inventores del nacionalismo catalán, los Prat de la Riba o los Cambó, tampoco creyeron que llegaría tan lejos. Cambó llegó a poner su fortuna personal a disposición de Franco, por ejemplo.
Cambó creó un monstruo.
Yo siempre lo comparo con la criatura del doctor Frankenstein. Frankenstein crea a su criatura con una intención muy determinada, pero su obra se descontrola y acaba matando a su propio creador. Y eso es, exactamente, lo que está ocurriendo ahora. Así es el nacionalismo.
Por eso fue un disparate, para cualquiera que haya leído la historia de España, incluir en la Constitución una organización territorial del Estado federal o casi federal. Porque la condición de posibilidad para la construcción de una estructura federal es que nadie amenace con irse si no le da lo que pide.
De esas lluvias, estos lodos.
Entregarle a los nacionalismos vascos y catalán un Estado federal es garantizar que en el plazo de treinta años se produzca una declaración de independencia en uno o en los dos territorios. Territorios que, hay que decirlo claramente, están infectados políticamente por el nacionalismo.
¿Cree que el Estado de las autonomías fue un error?
Absoluto. Nadie que examine con objetividad la historia reciente de España puede negarlo. Y no es sólo el nacionalismo, sino también lo que se ha derivado de él. La política de inmersión lingüística, por ejemplo, que ha sido, y es, un arma muy eficaz para crear las condiciones que han conducido a que la mitad de los catalanes busquen la independencia. Eso no existía en 1978. Pujol creo un país ficticio. Esto es Pujolandia.
Me llama la atención que se siga considerando al catalán como la lengua propia de Cataluña cuando el español le supera muy claramente como lengua de uso preferente y de identificación primaria de los catalanes.
Exacto. En Barcelona y su área metropolitana el español es la lengua de uso preferente del 62% de los ciudadanos. La lengua propia de los catalanes es el español. Pero está excluida del ámbito oficial y de las escuelas. Y esa es el arma de propaganda más eficaz del nacionalismo. Dejarla en sus manos ha permitido que crearan las condiciones propicias para una declaración de independencia. Está todo en el famoso Programa 2000 del pujolismo, que es del año 90.
Todo lo que ha ocurrido estaba anunciado desde hace décadas.
¿Quién no se alarmaría y adoptaría de inmediato medidas frente a un documento así para evitar que se llevaran a cabo sus propuestas? ¿Por qué no lo hicieron? Ahí están las responsabilidades del PP y del PSOE. Porque el nacionalismo ya sabemos lo que es. Pero el PP y el PSOE… Estamos en manos de una clase política que… En fin, no encuentro el calificativo adecuado para describirla.
No hay ninguno amable.
Ninguno.
La situación tiene difícil marcha atrás. El PSOE también apoya la inmersión lingüística, es decir la marginación del español en Cataluña.
La gente no sabe que la inmersión lingüística no es en realidad una invención de Jordi Pujol. Pujol era reacio a ella. Fue en marzo del 81 cuando Marta Mata, que entonces era diputada del Parlamento de Cataluña, presentó la proposición no de ley que defendía la inmersión lingüística. Hasta ese momento, ella había defendido el bilingüismo en la escuela.
¿Fueron los socialistas los que inventaron la inmersión lingüística?
El invento es en realidad de algunos teóricos como Ninyoles o Aracil, que se ha arrepentido por cierto toda su vida de haber impulsado esa monstruosidad que es la inmersión lingüística. Es en un congreso en Sitges, en el 79, cuando se elabora esa propuesta.
La inmersión lingüística es en realidad un invento comunista que copian los socialistas y que estos presentan por primera vez en el 81. En aquel momento, Convergencia Democrática de Cataluña, ERC y Unión Democrática de Cataluña votaron en contra con el argumento de que los padres no tienen derecho a elegir la lengua de enseñanza de sus hijos.
¿Y cómo logra el PSC convencer a Pujol de imponer la inmersión lingüística obligatoria?
Es en ese momento cuando Marta Mata se entrevista con Pujol y le convence de que eso del bilingüismo es una antigualla y de que lo que hay que hacer es imponer la inmersión lingüística. Pujol se convence, y convence a su vez a Joaquim Arenas y a los maestros de Òmnium Cultural, esa sociedad civil ficticia creada por el nacionalismo. Y en el 83 aparece la Ley de normalización lingüística.
Luego, Pujol va implantando esa inmersión con normas de bajo rango legal hasta que en el 92-93 la impone universalmente. Y eso a pesar de que, luego, en el 94, el Tribunal Constitucional dice que el modelo constitucional es el bilingüismo. Pero les da igual y se lo pasan por el entreforro con el beneplácito de los socialistas.
El invento es, en definitiva, del PSC.
El del PSC es un tipo de nacionalismo que coyunturalmente no está por la independencia, pero que lo estará dentro de poco. Que no lo dude nadie. El PSC hará todo lo posible para que se produzca el referéndum de independencia. Porque el PSC no es que haya adoptado el lenguaje del nacionalismo: es que ha ayudado a crear esa baba ideológica que ha entrado en las casas hasta la cocina. Hasta el último club de ajedrez está intervenido políticamente en Cataluña. Es el modelo de la Unión Soviética.
Los partidos nacionales también andan divididos en esta cuestión.
Hace siete u ocho años, mientras gobernaba Rajoy, propusimos un gobierno de concentración con la entrada en él de los socialistas para evitar lo que ocurrió después. Y es que no hacía falta tener un fino instinto político para prever lo que acabó pasando. Algunos llevábamos años anunciándolo.
¿Qué le parece La Crida de Carles Puigdemont? Huele a movimiento caudillista de tintes totalitarios.
La Crida es un movimiento, si no fascista, sí parafascista. Pero no es nada nuevo. Ya tuvimos la Crida per la Solidaritat, donde se ejercitaron muchos de los que luego acabaron dirigiendo ERC.
La Crida es un movimiento social como el de los fascios. Es una manera característica, de libro, de tomar el poder y de ejercerlo de forma totalitaria. Que esto no lo vean nuestros amigos del resto de Europa es verdaderamente increíble.
En realidad, es otro populismo más.
El populismo cada vez se extiende más, pero el catalán en concreto tiene todas las características de un movimiento fascista. Esto es un Movimiento Nacional como el de Ramón Serrano Suñer. Del que el franquismo, por cierto, se deshizo muy rápidamente.
¿Qué le pareció la decisión de la Justicia alemana respecto a la extradición de Puigdemont?
Desde el punto de vista político, es contrario a cualquier idea de europeísmo. Desde el punto de vista jurídico, es un disparate absoluto. No debieron haber entrado jamás en el fondo de la cuestión. Es un torpedo a la línea de flotación del europeísmo.
Usted ha sido, y sigue siendo, una de las bestias negras del nacionalismo catalán. ¿Alguna vez ha pensado en irse de Barcelona, como se fueron Azúa, Losantos o Vidal-Quadras?
Sí. Pero es ya una cuestión sentimental. A mí me jubilan el año que viene y ahí acaba mi vida profesional como profesor de universidad. Y por primera vez me lo estoy pensando. Los profesores lo tenemos muy difícil para desplazarnos a otra universidad, hemos de volver a opositar incluso. Quizá si hubiera habido más facilidades me lo habría pensado.
Ahora el papel de malo del nacionalismo lo ocupan otros, como Inés Arrimadas. ¿Cómo lo vivió usted en su momento?
El papel está más repartido, sí. Yo lo viví… bueno, a la fuerza ahorcan. ¿Con qué cara me presento yo frente a mis alumnos si no soy capaz de defender mis ideas fuera del aula y comprometerme con ellas?
Yo lo viví con graves dificultades personales porque en Cataluña se decreta la fin civil de cualquier opositor al nacionalismo. Y también hay que decir que así como en el País Vasco los intelectuales se mantuvieron críticos frente al nacionalismo, en Cataluña se han vendido por un plato de lentejas. Se pueden contar con los dedos de una mano los que se han atrevido a denunciar este delirio. ¡Qué pocos libros críticos con el nacionalismo hay en Cataluña! Caben en una pequeña estantería.
Usted estuvo en la guandoca por enfrentarse al franquismo y ahora está en una guandoca civil por enfrentarse al nacionalismo.
Es mi deber como ciudadano defender aquello que me llevó a la guandoca durante el franquismo. Yo fui procesado por el Tribunal de Orden Público cuando era un estudiante, un mocoso, y no sabía nada de la vida. Pero creí que era necesario rebelarse contra el franquismo y eso me costó unos cuantos meses de guandoca. Y ahora es la misma lucha, la lucha por las libertades de los ciudadanos.
El nacionalismo se está contagiando a Valencia, Baleares, Galicia, Asturias…
Es normal. Volvemos al pal de paller del nacionalismo: la lengua. La lengua es lo que hace nación para un nacionalista. Eso es el Pacto del Majestic, donde se cedió más incluso de lo que pedía Pujol. Aznar tenía prisa por ocupar el poder y vendió lo invendible. Entre otras cosas, aquellas partes de la Constitución que afectan a la lengua. El PP tiene una responsabilidad enorme por la situación actual.
La fontanería del PP, sí.
Yo me entrevisté, por ejemplo, con el ministro Wert. Porque la Lomce era una oportunidad fantástica para acabar con la inmersión lingüística. Wert incluso me dijo que estaba dispuesto a elaborar el reglamento para arreglar en la medida de lo posible el desastre de la inmersión lingüística. Y añadió: “Yo no temo a los abogados del Estado. Temo a una abogada del Estado”.
Se refiere a Soraya Sáenz de Santamaría, claro.
En aquel momento, Soraya ya determinaba la política respecto a Cataluña. Y eso es responsabilidad directa del PP. Soraya guisó todo lo relativo a Cataluña, hasta el punto de tener controlado a todos los ministros. A Wert, de hecho, lo demonizaron y lo estigmatizaron, pero en realidad era un manso corderito a las órdenes de Soraya.
¿Tiene puestas algunas esperanzas más en Pablo Casado?
Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate [abandonad toda esperanza, vosotros los que entráis]. Eso es lo que hay que tener en cuenta cuando cruzas el umbral del PP. Uno entiende cómo funciona la política, pero hay límites. Y son los límites prescritos por la Constitución. Lo que ha hecho el PP es entregar el artículo de la Constitución que dice que la lengua oficial del Estado es el español y que no puede ser discriminado.
¿Y en Ciudadanos?
Lo que ocurre es que cuando Ciudadanos ha tenido la oportunidad de presionar al PP en un sentido contrario a la inmersión lingüística en Cataluña, se ha puesto de perfil y no ha puesto freno a los desmanes. Y eso cuando el PP necesitaba sus votos. En el momento de la verdad, se han olvidado. Y tengo buenos amigos en Ciudadanos, pero les reprocho su tibieza en este asunto.
¿Cree que la derecha y el centro-derecha se reorganizarán de una forma diferente a la de los últimos dos años después de la elección de Pablo Casado como líder del PP?
No parece que haya excesiva coordinación en la derecha. VOX intenta captar una clientela que es incapaz de captar el PP. Y el PP ha demonizado a VOX porque Santiago Abascal procede del PP. Y Ciudadanos, ¿qué intereses representa?
¿Es el nacionalismo una religión?
La religión de una sociedad secularizada y que ya no persigue intereses reales económicos o materiales, sino una idea. El lema es “pensamiento hecho realidad”. Y eso es Jordi Pujol, un personaje paranoico. Porque no a todos los paranoicos se los llevan a Sant Boi. Hay algunos que acaban gobernando.
¿Cómo fue capaz Hitler de conducir a la catástrofe a un pueblo tan admirable como el alemán? Era un paranoico de libro. Y lo que está ocurriendo en Cataluña es el sueño de Jordi Pujol. El sueño de un paranoico tenaz que ha sido capaz de corromper a la mitad de los catalanes, de imponerles una misión, para llevarlos al desastre, a la locura.
Y todo eso a cambio de nada: están donde estaban, pero con la sociedad catalana rota.
¿Han construido algo? ¿Han construido una nación? No, han construido una monstruosidad, una casa de locos.
Lees los escritos de Pujol de los años 60 y ves cómo llama “ejército de ocupación” a los porteros y las monjas del Sagrado Corazón. Es un paranoico. Como otro paranoico ilustre, Jean Jacques-Rousseau. Lo que no le evitó, por cierto, influir sobre toda la sociedad del siglo XIX y XX, y muy especialmente en el terreno de la enseñanza. Algo paradójico si se tiene en cuenta que abandonó a sus cinco hijos y fue incapaz de asumir su condición de educador. Y fíjate: para Pujol, lo suyo no ha sido corrupción, ha sido compensación. Compensación por todo lo que ha hecho él por Cataluña.
Cualquiera baja ahora del burro a ese casi 50% de los catalanes que quieren la independencia, señor Caja. Cataluña está rota.
Pero fíjate. La manifestación de un millón de catalanes constitucionalistas en las calles de Barcelona ha sido una novedad radical. Y, a pesar de ello, no hay cauces políticos para esa rebeldía. El mal es muy profundo y ese malestar debería ser el germen de un movimiento social en Cataluña. Quiero hablar claro y no engañar a nadie. Ahora ha surgido rápidamente un invento llamado Sociedad Civil Catalana. Eso es un invento de Soraya Sáenz de Santamaría.
¿De Soraya? ¿Seguro? Me sorprende.
Pero no lo digo yo. Lo he oído de boca de varios diputados del PP en el Parlamento. Se subvencionó con un golpe de teléfono de Soraya a cinco empresas del IBEX porque había que crear un Òmnium Cultural constitucionalista. Y ahí dentro hay gente de todas las ideologías porque se pretende dar la sensación de que eso es tras*versal.
Caja: "Hasta el último club de ajedrez está intervenido políticamente en Cataluña"
Francisco Caja (Arnedo, La Rioja, 1949), filósofo, profesor de Estética en la Universidad de Barcelona, presidente de Convivencia Cívica Catalana y miembro del Patronato de Honor de la fundación DENAES, es una de las tradicionales bestias negras del nacionalismo catalán. En buena parte por su oposición radical a la inmersión lingüística, en otra buena parte por su actividad como enemigo del nacionalismo en todas sus formas públicas y civiles y, finalmente, como némesis de Jordi Pujol, al que Caja considera "un paranoico de libro".
Demonizado y caricaturizado como un trasunto de Francisco Franco de la sociedad civil, Caja fue ingresado a la fuerza por el nacionalismo en ese panteón de muertos civiles en el que también figuran ilustres opositores al nacionalismo como Félix de Azúa, Federico Jiménez Losantos, Xavier Pericay o Albert Boadella. Todos ellos, y no precisamente por casualidad, viven en la actualidad fuera de una Cataluña que ha visto huir a sus intelectuales, como también a sus empresas, sus turistas o sus libertades, sin que nadie en el nacionalismo haya enarcado media ceja.
Pero Caja sigue aquí, en Barcelona, la ciudad en la que ha vivido durante más de cuarenta años. Me recibe en el despacho de su casa, no rodeado sino sepultado bajo cientos de libros, y me confiesa que, por primera vez en su vida, se está planteando la posibilidad de irse de Barcelona. Pero no por agotamiento o cansado de la lucha contra un nacionalismo cada vez más impermeable a la realidad, sino porque le jubilan en un año. "No me jubilo: me jubilan", repite un par de veces para que me quede claro.
¿Tenía usted puestas esperanzas en la reunión de la llamada Comisión Bilateral entre el Gobierno y la Generalidad de Cataluña?
La emotiva reacción de una niña al enterarse de que ha sido adoptadaLa emotiva reacción de una niña al enterarse de que ha sido adoptadaM.C.En la Jungla. El llanto de una niña al descubrir que sus padres de acogida han decidido adoptarla a ella y a sus dos hermanos es enternecedor e impactante a la vez.
Si esperaba algo, no era nada bueno. El señor Sánchez es un peligro público. Dialogar con un delincuente, con los autores de un delito de rebelión, no tiene ni pies ni cabeza. Es una traición al orden constitucional y a los españoles. Porque a un delincuente se le detiene, se le juzga y se le condena. Que el presidente del Gobierno reciba o se reúna con los golpistas, y lo haga con todos los honores, es increíble.
¿No le llama la atención el uso del término ‘bilateral’?
Sí. Aceptar el vocabulario del nacionalismo es entrar en su juego. La terminología es muy importante para ellos porque refleja la ficción de la que nos quieren convencer al resto de los españoles. Y, por eso, hablar de bilateralidad es reconocer de alguna manera que ya se ha producido la independencia y que se están reuniendo las delegaciones diplomáticas de dos Estados soberanos.
El bloque independentista está viviendo una guerra civil entre el sector posibilista y el sector delirante o unilateral.
Sí, pero no es menos delirante Quim Torra que Carles Puigdemont. Los nacionalistas modulan su ficción en función de las circunstancias del momento. Pero modulan la táctica, porque su estrategia sigue siendo la misma. Ellos no van a bajarse del monte.
La política de cesiones, de aceptación de lo inaceptable, de quiebra del orden constitucional, se justificaba tradicionalmente con el argumento de que así los nacionalistas no se echarían al monte. Pero se han echado al monte. Y lo han hecho, precisamente, por esa política de cesiones.
Ellos mismos han reconocido que iban de farol.
Hay que remitirse a la historia de este país y ver cómo los inventores del nacionalismo catalán, los Prat de la Riba o los Cambó, tampoco creyeron que llegaría tan lejos. Cambó llegó a poner su fortuna personal a disposición de Franco, por ejemplo.
Cambó creó un monstruo.
Yo siempre lo comparo con la criatura del doctor Frankenstein. Frankenstein crea a su criatura con una intención muy determinada, pero su obra se descontrola y acaba matando a su propio creador. Y eso es, exactamente, lo que está ocurriendo ahora. Así es el nacionalismo.
Por eso fue un disparate, para cualquiera que haya leído la historia de España, incluir en la Constitución una organización territorial del Estado federal o casi federal. Porque la condición de posibilidad para la construcción de una estructura federal es que nadie amenace con irse si no le da lo que pide.
De esas lluvias, estos lodos.
Entregarle a los nacionalismos vascos y catalán un Estado federal es garantizar que en el plazo de treinta años se produzca una declaración de independencia en uno o en los dos territorios. Territorios que, hay que decirlo claramente, están infectados políticamente por el nacionalismo.
¿Cree que el Estado de las autonomías fue un error?
Absoluto. Nadie que examine con objetividad la historia reciente de España puede negarlo. Y no es sólo el nacionalismo, sino también lo que se ha derivado de él. La política de inmersión lingüística, por ejemplo, que ha sido, y es, un arma muy eficaz para crear las condiciones que han conducido a que la mitad de los catalanes busquen la independencia. Eso no existía en 1978. Pujol creo un país ficticio. Esto es Pujolandia.
Me llama la atención que se siga considerando al catalán como la lengua propia de Cataluña cuando el español le supera muy claramente como lengua de uso preferente y de identificación primaria de los catalanes.
Exacto. En Barcelona y su área metropolitana el español es la lengua de uso preferente del 62% de los ciudadanos. La lengua propia de los catalanes es el español. Pero está excluida del ámbito oficial y de las escuelas. Y esa es el arma de propaganda más eficaz del nacionalismo. Dejarla en sus manos ha permitido que crearan las condiciones propicias para una declaración de independencia. Está todo en el famoso Programa 2000 del pujolismo, que es del año 90.
Todo lo que ha ocurrido estaba anunciado desde hace décadas.
¿Quién no se alarmaría y adoptaría de inmediato medidas frente a un documento así para evitar que se llevaran a cabo sus propuestas? ¿Por qué no lo hicieron? Ahí están las responsabilidades del PP y del PSOE. Porque el nacionalismo ya sabemos lo que es. Pero el PP y el PSOE… Estamos en manos de una clase política que… En fin, no encuentro el calificativo adecuado para describirla.
No hay ninguno amable.
Ninguno.
La situación tiene difícil marcha atrás. El PSOE también apoya la inmersión lingüística, es decir la marginación del español en Cataluña.
La gente no sabe que la inmersión lingüística no es en realidad una invención de Jordi Pujol. Pujol era reacio a ella. Fue en marzo del 81 cuando Marta Mata, que entonces era diputada del Parlamento de Cataluña, presentó la proposición no de ley que defendía la inmersión lingüística. Hasta ese momento, ella había defendido el bilingüismo en la escuela.
¿Fueron los socialistas los que inventaron la inmersión lingüística?
El invento es en realidad de algunos teóricos como Ninyoles o Aracil, que se ha arrepentido por cierto toda su vida de haber impulsado esa monstruosidad que es la inmersión lingüística. Es en un congreso en Sitges, en el 79, cuando se elabora esa propuesta.
La inmersión lingüística es en realidad un invento comunista que copian los socialistas y que estos presentan por primera vez en el 81. En aquel momento, Convergencia Democrática de Cataluña, ERC y Unión Democrática de Cataluña votaron en contra con el argumento de que los padres no tienen derecho a elegir la lengua de enseñanza de sus hijos.
¿Y cómo logra el PSC convencer a Pujol de imponer la inmersión lingüística obligatoria?
Es en ese momento cuando Marta Mata se entrevista con Pujol y le convence de que eso del bilingüismo es una antigualla y de que lo que hay que hacer es imponer la inmersión lingüística. Pujol se convence, y convence a su vez a Joaquim Arenas y a los maestros de Òmnium Cultural, esa sociedad civil ficticia creada por el nacionalismo. Y en el 83 aparece la Ley de normalización lingüística.
Luego, Pujol va implantando esa inmersión con normas de bajo rango legal hasta que en el 92-93 la impone universalmente. Y eso a pesar de que, luego, en el 94, el Tribunal Constitucional dice que el modelo constitucional es el bilingüismo. Pero les da igual y se lo pasan por el entreforro con el beneplácito de los socialistas.
El invento es, en definitiva, del PSC.
El del PSC es un tipo de nacionalismo que coyunturalmente no está por la independencia, pero que lo estará dentro de poco. Que no lo dude nadie. El PSC hará todo lo posible para que se produzca el referéndum de independencia. Porque el PSC no es que haya adoptado el lenguaje del nacionalismo: es que ha ayudado a crear esa baba ideológica que ha entrado en las casas hasta la cocina. Hasta el último club de ajedrez está intervenido políticamente en Cataluña. Es el modelo de la Unión Soviética.
Los partidos nacionales también andan divididos en esta cuestión.
Hace siete u ocho años, mientras gobernaba Rajoy, propusimos un gobierno de concentración con la entrada en él de los socialistas para evitar lo que ocurrió después. Y es que no hacía falta tener un fino instinto político para prever lo que acabó pasando. Algunos llevábamos años anunciándolo.
¿Qué le parece La Crida de Carles Puigdemont? Huele a movimiento caudillista de tintes totalitarios.
La Crida es un movimiento, si no fascista, sí parafascista. Pero no es nada nuevo. Ya tuvimos la Crida per la Solidaritat, donde se ejercitaron muchos de los que luego acabaron dirigiendo ERC.
La Crida es un movimiento social como el de los fascios. Es una manera característica, de libro, de tomar el poder y de ejercerlo de forma totalitaria. Que esto no lo vean nuestros amigos del resto de Europa es verdaderamente increíble.
En realidad, es otro populismo más.
El populismo cada vez se extiende más, pero el catalán en concreto tiene todas las características de un movimiento fascista. Esto es un Movimiento Nacional como el de Ramón Serrano Suñer. Del que el franquismo, por cierto, se deshizo muy rápidamente.
¿Qué le pareció la decisión de la Justicia alemana respecto a la extradición de Puigdemont?
Desde el punto de vista político, es contrario a cualquier idea de europeísmo. Desde el punto de vista jurídico, es un disparate absoluto. No debieron haber entrado jamás en el fondo de la cuestión. Es un torpedo a la línea de flotación del europeísmo.
Usted ha sido, y sigue siendo, una de las bestias negras del nacionalismo catalán. ¿Alguna vez ha pensado en irse de Barcelona, como se fueron Azúa, Losantos o Vidal-Quadras?
Sí. Pero es ya una cuestión sentimental. A mí me jubilan el año que viene y ahí acaba mi vida profesional como profesor de universidad. Y por primera vez me lo estoy pensando. Los profesores lo tenemos muy difícil para desplazarnos a otra universidad, hemos de volver a opositar incluso. Quizá si hubiera habido más facilidades me lo habría pensado.
Ahora el papel de malo del nacionalismo lo ocupan otros, como Inés Arrimadas. ¿Cómo lo vivió usted en su momento?
El papel está más repartido, sí. Yo lo viví… bueno, a la fuerza ahorcan. ¿Con qué cara me presento yo frente a mis alumnos si no soy capaz de defender mis ideas fuera del aula y comprometerme con ellas?
Yo lo viví con graves dificultades personales porque en Cataluña se decreta la fin civil de cualquier opositor al nacionalismo. Y también hay que decir que así como en el País Vasco los intelectuales se mantuvieron críticos frente al nacionalismo, en Cataluña se han vendido por un plato de lentejas. Se pueden contar con los dedos de una mano los que se han atrevido a denunciar este delirio. ¡Qué pocos libros críticos con el nacionalismo hay en Cataluña! Caben en una pequeña estantería.
Usted estuvo en la guandoca por enfrentarse al franquismo y ahora está en una guandoca civil por enfrentarse al nacionalismo.
Es mi deber como ciudadano defender aquello que me llevó a la guandoca durante el franquismo. Yo fui procesado por el Tribunal de Orden Público cuando era un estudiante, un mocoso, y no sabía nada de la vida. Pero creí que era necesario rebelarse contra el franquismo y eso me costó unos cuantos meses de guandoca. Y ahora es la misma lucha, la lucha por las libertades de los ciudadanos.
El nacionalismo se está contagiando a Valencia, Baleares, Galicia, Asturias…
Es normal. Volvemos al pal de paller del nacionalismo: la lengua. La lengua es lo que hace nación para un nacionalista. Eso es el Pacto del Majestic, donde se cedió más incluso de lo que pedía Pujol. Aznar tenía prisa por ocupar el poder y vendió lo invendible. Entre otras cosas, aquellas partes de la Constitución que afectan a la lengua. El PP tiene una responsabilidad enorme por la situación actual.
La fontanería del PP, sí.
Yo me entrevisté, por ejemplo, con el ministro Wert. Porque la Lomce era una oportunidad fantástica para acabar con la inmersión lingüística. Wert incluso me dijo que estaba dispuesto a elaborar el reglamento para arreglar en la medida de lo posible el desastre de la inmersión lingüística. Y añadió: “Yo no temo a los abogados del Estado. Temo a una abogada del Estado”.
Se refiere a Soraya Sáenz de Santamaría, claro.
En aquel momento, Soraya ya determinaba la política respecto a Cataluña. Y eso es responsabilidad directa del PP. Soraya guisó todo lo relativo a Cataluña, hasta el punto de tener controlado a todos los ministros. A Wert, de hecho, lo demonizaron y lo estigmatizaron, pero en realidad era un manso corderito a las órdenes de Soraya.
¿Tiene puestas algunas esperanzas más en Pablo Casado?
Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate [abandonad toda esperanza, vosotros los que entráis]. Eso es lo que hay que tener en cuenta cuando cruzas el umbral del PP. Uno entiende cómo funciona la política, pero hay límites. Y son los límites prescritos por la Constitución. Lo que ha hecho el PP es entregar el artículo de la Constitución que dice que la lengua oficial del Estado es el español y que no puede ser discriminado.
¿Y en Ciudadanos?
Lo que ocurre es que cuando Ciudadanos ha tenido la oportunidad de presionar al PP en un sentido contrario a la inmersión lingüística en Cataluña, se ha puesto de perfil y no ha puesto freno a los desmanes. Y eso cuando el PP necesitaba sus votos. En el momento de la verdad, se han olvidado. Y tengo buenos amigos en Ciudadanos, pero les reprocho su tibieza en este asunto.
¿Cree que la derecha y el centro-derecha se reorganizarán de una forma diferente a la de los últimos dos años después de la elección de Pablo Casado como líder del PP?
No parece que haya excesiva coordinación en la derecha. VOX intenta captar una clientela que es incapaz de captar el PP. Y el PP ha demonizado a VOX porque Santiago Abascal procede del PP. Y Ciudadanos, ¿qué intereses representa?
¿Es el nacionalismo una religión?
La religión de una sociedad secularizada y que ya no persigue intereses reales económicos o materiales, sino una idea. El lema es “pensamiento hecho realidad”. Y eso es Jordi Pujol, un personaje paranoico. Porque no a todos los paranoicos se los llevan a Sant Boi. Hay algunos que acaban gobernando.
¿Cómo fue capaz Hitler de conducir a la catástrofe a un pueblo tan admirable como el alemán? Era un paranoico de libro. Y lo que está ocurriendo en Cataluña es el sueño de Jordi Pujol. El sueño de un paranoico tenaz que ha sido capaz de corromper a la mitad de los catalanes, de imponerles una misión, para llevarlos al desastre, a la locura.
Y todo eso a cambio de nada: están donde estaban, pero con la sociedad catalana rota.
¿Han construido algo? ¿Han construido una nación? No, han construido una monstruosidad, una casa de locos.
Lees los escritos de Pujol de los años 60 y ves cómo llama “ejército de ocupación” a los porteros y las monjas del Sagrado Corazón. Es un paranoico. Como otro paranoico ilustre, Jean Jacques-Rousseau. Lo que no le evitó, por cierto, influir sobre toda la sociedad del siglo XIX y XX, y muy especialmente en el terreno de la enseñanza. Algo paradójico si se tiene en cuenta que abandonó a sus cinco hijos y fue incapaz de asumir su condición de educador. Y fíjate: para Pujol, lo suyo no ha sido corrupción, ha sido compensación. Compensación por todo lo que ha hecho él por Cataluña.
Cualquiera baja ahora del burro a ese casi 50% de los catalanes que quieren la independencia, señor Caja. Cataluña está rota.
Pero fíjate. La manifestación de un millón de catalanes constitucionalistas en las calles de Barcelona ha sido una novedad radical. Y, a pesar de ello, no hay cauces políticos para esa rebeldía. El mal es muy profundo y ese malestar debería ser el germen de un movimiento social en Cataluña. Quiero hablar claro y no engañar a nadie. Ahora ha surgido rápidamente un invento llamado Sociedad Civil Catalana. Eso es un invento de Soraya Sáenz de Santamaría.
¿De Soraya? ¿Seguro? Me sorprende.
Pero no lo digo yo. Lo he oído de boca de varios diputados del PP en el Parlamento. Se subvencionó con un golpe de teléfono de Soraya a cinco empresas del IBEX porque había que crear un Òmnium Cultural constitucionalista. Y ahí dentro hay gente de todas las ideologías porque se pretende dar la sensación de que eso es tras*versal.
Caja: "Hasta el último club de ajedrez está intervenido políticamente en Cataluña"