El infierno de ocho padres que han sufrido los rigores de las denuncias falsas y la condena social

Vlad_Empalador

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Cuando los hombres son las víctimas
Fueron acusados de maltratar a sus mujeres y de violar a sus hijos. Quedaron convertidos en monstruos. Pero no lo eran. El periodista Quico Alsedo reconstruye el infierno de ocho padres que han sufrido los rigores de las denuncias falsas y la condena social
Cuando los hombres son las víctimas

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Rafael, Daniel, Carlos, Sergio, Pedro, Alejandro, José Manuel y Francesco saben lo que es estar muerto en vida. Alguno de ellos aún lo está. En pleno proceso de separación, sus exparejas los acusaron en falso de violencia de género y de la peor de las aberraciones: abusar sexualmente de sus propios hijos. Se vieron vapuleados por los medios, repudiados en el trabajo, excluidos de su entorno y desasistidos por la justicia y la policía. Y lo más devastador: perdieron durante años el contacto con los críos. Ni siquiera el que los tribunales les haya dado finalmente la razón garantiza que puedan rehacer su vida. La destrucción ha sido profunda.
Ellos también son víctimas de la violencia machista. O más bien, "de un pensamiento binario que no puede aceptar que haya hombres buenos y mujeres que no lo son tanto". Lo dice Quico Alsedo (Oviedo, 1976), periodista de EL MUNDO especializado en investigación y tribunales, que ha buceado durante seis años en el universo viscoso de las denuncias falsas y el secuestro de hijos y que acaba de publicar Algunos hombres buenos (La Esfera de los Libros), una crónica con trepidante ritmo de thriller.
Los ocho casos que reconstruye el libro no dejan de ser apenas la muestra de una casuística mucho más amplia, y que refleja una disfunción gravísima: cómo una ley, la de Violencia de Género, inspirada por el noble propósito de proteger a la mujer, se convierte en un instrumento perverso en manos de personas sin escrúpulos, condenando a la indefensión no solo a los padres, sino, sobre todo, a los menores.
Abrir el libro es sumergirse en unos hechos espeluznantes, que llevan a preguntarse cómo pueden suceder en un país europeo con un sistema judicial mínimamente solvente. Una realidad sórdida en la que se mezclan el veneno ideológico, la estupidez, la cobardía y la mala fe, a la que contribuyen la clase política, los medios de comunicación y ciertos profesionales de la salud y la judicatura.

Modestamente, quiero intervenir en esa dinámica divisoria. No me identifico con posiciones extremas. El libro no es ideológico en absoluto, pero intento reivindicar cierta moderación
En 2021 se denunciaron en España 434 secuestros de menores. La cifra va en aumento. "Niño y medio secuestrado al día", escribe Alsedo. "Ahí hay un problemita, ¿no?". Lo hay. Pero quien osa señalarlo corre el riesgo de verse acusado de "machista" o de "de derechas". Alsedo no es sospechoso de ninguna de las dos cosas, pero asume que ha escrito un "libro suicida". ¿Por qué ha seguido adelante? "Porque es mi obligación y porque, modestamente, quiero intervenir en esa dinámica divisoria. No me identifico con posiciones extremas. El libro no es ideológico en absoluto, pero intento reivindicar cierta moderación. Salir de las trincheras, dejar que los hechos hablen y que cada cual juzgue".
Alsedo, en efecto, hace periodismo: datos contrastados, testimonios, sentencias. Pero no puede evitar plasmar su propia evolución, desde el escepticismo inicial (que lo llevó, por ejemplo, a evitar a Daniel, compañero del periódico, cuando su ex lo denunció) a la zozobra que le provoca el desamparo "de unos tíos que quieren a sus hijos, que están dispuestos a hacer lo que sea por ellos", a los que se priva de la presunción de inocencia y a los "nadie hace ni puñetero caso".
Quico Alsedo, periodista de EL MUNDO y autor de 'Algunos hombres buenos'.

Quico Alsedo, periodista de EL MUNDO y autor de 'Algunos hombres buenos'.INFANCIA LIBRE
Dos de los casos tuvieron un enorme eco mediático: el de Juana Rivas, la mujer de Maracena (Granada) que secuestró a sus dos hijos para no devolvérselos al padre, el italiano Francesco Arcuri, y el de María Sevilla, que mantuvo a su hijo aislado, sin escolarizar, dopándole con medicamentos innecesarios e inculcándole el dictum "divino" de que su padre, Rafael Marcos, "era el malo". Todo ello mientras Podemos la paseaba por el Congreso como flamante presidenta de Infancia Libre, una asociación que daba cobertura a los secuestros.
Francesco Arcuri, en un juzgado de Granada en 2017

Francesco Arcuri, en un juzgado de Granada en 2017Miguel RodríguezEl Mundo
Rivas y Sevilla fueron condenadas a prisión e indultadas de inmediato por el mismo Gobierno que las había elevado al santoral del feminismo. "Igualdad se había implicado tanto, que indultarlas fue su forma de cubrirse", comenta Alsedo.
El nombre de María Sevilla aparece detrás de otros dos de los casos, el de Daniel y el de José Manuel, cuya ex, una estafadora consumada, ha logrado huir a Suiza con sus mellizos. "La policía intentó que la fiscalía encausara a Infancia Libre como organización criminal. Funcionaban con tácticas de delincuencia organizada y estaban bien asesoradas", explica Alsedo. "La fiscalía no quiso entrar ahí. Al final se hace política. Pero el informe de la policía está muy bien fundamentado. Ellos hacen un cuadrante de 18 casos, todos desestimados por la Justicia, y en todos está la misma abogada, la misma pediatra, el mismo psiquiatra, que llega a prescribir antidepresivos a dos niños de menos de 10 años".
Los niños, verdaderas víctimas del drama

¿Qué sucede cuando los niños vuelven con sus padres tras años de separación traumática? "Es un puzzle muy difícil de recomponer. Hablamos de la desintegración del suelo afectivo que tiene que sostener a un niño en su crecimiento", dice Quico Alsedo. "No hay pegamento que pueda unir eso". El periodista ha hablado con Samuel, hijo de María Sevilla, que ha cumplido 18 años junto a Rafa, su padre. Los demás son menores de edad. "Dentro de 15 años me gustaría hacer el libro de qué pasó con estos críos, y qué huella les dejó"
Otro rasgo común en los casos, y que resulta llamativo, es el comportamiento patológico de las mujeres. Mienten, manipulan, no tienen empatía, supeditan el bienestar de sus hijos a su propio interés, llegan a inventarles enfermedades y a hipermedicarlos. ¿Cómo es posible que fiscales y jueces no indaguen en la salud mental de estas mujeres? Sí lo hizo la forense italiana que determinó que Juana Rivas era un peligro para sus hijos. "Los juzgados en España tienen una sobrecarga salvaje de trabajo. Y hay un clima social que tiene una incidencia también muy importante. Eso es así", explica Alsedo. "De los ocho casos del libro, el único donde se hace un trabajo pericial serio es el de Juana Rivas y Arcuri: los forenses italianos hacen más de 30 entrevistas a lo largo de cinco meses, hacen dinámicas de familia, hablan con un montón de profesionales y de allegados. Por allí pasa todo Dios. Ese trabajo es impensable en España. Y no sé si es habitual en Italia, porque probablemente el juez italiano, viendo lo que se había montado aquí, decide hacer orfebrería para que no se le caiga el tenderete".
¿Que han podido hacer un poco el pringado? Pues sí, y ellos te lo dicen: 'Es que yo esto no lo vi venir'... Pero son tíos normales
Respecto a los hombres, da la impresión de que algunos son perfectas víctimas propiciatorias para personas manipuladoras... "A ver, si nos ponemos a hacer una conversación de bar, es verdad que los tíos muchas veces somos contemporizadores, preferimos mirar para otro lado y evitar el problema. Pero tengo que decir que estos, con alguna excepción, no son débiles, ni frágiles. ¿Que han podido hacer un poco el pringado? Pues sí, y ellos te lo dicen: 'Es que yo esto no lo vi venir'... Pero son tíos normales, que se enfrentan a alguien que distorsiona y que además tiene entre manos algo tan preciado como tu hijo o tu hija. Ahí tienes miedo, claro".
Que las banderas ideológicas están a margen del asunto lo demuestra el hecho de que entre ellos hay incluso un socialista que formó parte del Gobierno de Zapatero.
LENTITUD JUDICIAL
Todos se topan con la lentitud de los procedimientos, que contrasta con lo expeditivo que es el proceso cuando es una mujer la que denuncia; con la desidia de policías y los jueces... ¿Es cobardía, presión ambiental? "Los jueces tienen muchas posibilidades de procrastinar los procedimientos, de ralentizarlos, para proteger su posición. Y los abogados obviamente saben cómo controlar los tiempos, que es algo básico, como en el fútbol y la política. Aquí gran parte de los problemas derivan del garantismo, que lógicamente tiene que impregnar toda la actividad judicial. Pero claro, si ese garantismo causa más perjuicio que beneficio general... Como sabemos, la justicia tardía no es justicia".
La Ley de Violencia de género permite pulsar un simple botón al que sólo puede acceder la mujer y la justicia baila a su ritmo
El modus operandi es el mismo: cuando en un proceso de divorcio el padre roza la custodia compartida, le cae una denuncia por abusos. El hombre es imputado y apartado del menor. Se abre la vía penal y se paraliza el proceso en el juzgado de Familia. Pueden pasar años hasta que el caso se cierre. Para entonces, a veces la progenitora se ha fugado con los hijos.
El uso torticero de la ley es, por desgracia, frecuente. "Cuando comencé a investigar empezaron a lloverme casos. Uno tras otro. Yo he hecho muchísimo periodismo en tribunales y cuando hablas con abogados de Familia te dicen con total sencillez que esto está a la orden del día". El Derecho pone unos límites en el terreno de juego, pero luego la realidad lo llena todo. Es como un gas. En estos conflictos de familia, de parejas, se utiliza todo y cada cual con sus estándares éticos y jovenlandesales.
Eso nos lleva al meollo de la propia Ley Integral contra la Violencia de Género, elaborada por el Gobierno Zapatero y aprobada por unanimidad en el Congreso en 2004, que ha maniatado a la Justicia a la hora de poner coto a los abusos. Quico Alsedo usa una imagen muy gráfica. "Permite pulsar un simple botón al que sólo puede acceder la mujer y la justicia baila a su ritmo". Jueces, fiscales y policías creen que la ley crea más problemas de los que resuelven en algunos casos. "No tengo una opinión clara. Hay mujeres que mueren por violencia machista. No veo mal que haya algún tipo de asimetría para tratar estas situaciones, pero no sé cómo tendría que hacerse. Soy licenciado en Derecho, no jurista. Bastante he tenido con contar qué es lo que ha ido sucediendo".
Las redes sociales están causando un daño que no imaginamos. Distorsionan la realidad, el valor de las cosas. Vivimos en flashes, cada uno como anuncios de sí mismo
El problema pone al feminismo ante dos paradojas. Por un lado, señala Alsedo, "el feminismo lucha legítimamente contra los roles de género, pero estos hombres también. Es triste que resulte contracultural decir que aman a sus hijos". Por otro, "al defender a gente deshonesta que usa la ley de manera espuria, hacen un flaco favor a la mujeres que sufren maltrato de verdad".
PAPEL DE LOS MEDIOS
De la lectura del libro se desprende el nefasto papel de unos políticos oportunistas, pero también la enorme responsabilidad de unos periodistas incapaces de acercarse a los hechos con distanciamiento y sentido crítico, empeñados en defender causas y construir mitos, aunque eso implique silenciar testimonios y tergiversar la realidad. Basta recordar la abracadabrante cobertura del caso de Juana Rivas, en medio de una especie de delirio colectivo. "Sí, absolutamente. Recuerdo estar en casa ese verano, ver las noticias y pensar: esto no lo entiendo, aquí me estoy perdiendo algo. Llevo más de 22 años en esto, y creo que este negocio ha tenido tiempos mucho mejores en términos de capacidad para enfrentarse a las cosas. Al final nos contagiamos de las dinámicas sociales, que hoy son una cosa, Todo es el que más grita. Las redes sociales están causando un daño que no imaginamos. Distorsionan la realidad, el valor de las cosas. Vivimos en flashes, cada uno como anuncios de sí mismo. Y esta simplificación, también en el periodismo, procede de la ausencia de debates reales, más allá de los 280 caracteres. Dudar es algo que está proscrito».
Ausencia de debate y tal vez exceso de cinismo. Como el que rezuma un ejecutivo de televisión que rechaza la propuesta de Alsedo de hacer una serie sobre Francesco Arcuri con esta sentencia: "Da igual lo que Arcuri sea, lo importante es lo que dicen que es". "Lo que pasa es que eso es realismo empresarial. Entiendo esa posición en esta persona. No la entiendo en nosotros, los periodistas".
 
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