daputi ha muerto
a dos metros bajo tierra
TEODORO TORO GÓMEZ
JOSÉ MARÍA IBÁÑEZ
La Marina de Guerra española ha perdido a lo largo de su historia seis submarinos. Si bien cinco de ellos fueron hundidos en el tras*curso de la Guerra Civil, entre 1936 y 1939, por lo que su desaparición puede achacarse a sucesos de la guerra naval entre los bandos republicano y nacional como así sucedió con el submarino B-6 hundido el 19 de septiembre de 1936 a quince millas del Cabo Peñas (Asturias). Del B-5, solo se sabe que desapareció con toda su tripulación en el mismo año frente a las costas de Málaga, posiblemente por sabotaje de su propio comandante, adicto a la causa nacional. El C-3, naufragaría también cerca de la costa malagueña al ser torpedeado por el submarino alemán U-34, comandado por el capitán de corbeta Grosse. En cuanto al C-5, desapareció por causas desconocidas en la noche del 30 de diciembre de 1936 frente a las costas de Ribadesella. El último submarino perdido en la contienda fue el C-6, cuya tripulación lo echó a pique en el puerto de Gijón para evitar ser apresado por las fuerzas navales nacionales que habían conquistado el norte de España, saldándose con un total de 118 víctimas.
UN POCO DE HISTORIA
El submarino C-4, como todos los de su serie, fue construido por la Sociedad Española de Construcciones Navales de Cartagena. Desplazaba 924 toneladas y media en superficie y 1142 en inmersión. Llevaba 4 tubos lanzatorpedos a proa y dos a popa, así como un cañón antiaéreo de 1 y medio. Su tripulación estaba compuesta por un capitán de corbeta, dos tenientes de navío, dos alféreces de navío, un capitán de máquinas, nueve suboficiales y cuarenta entre clase de tropa y marinería. El flamante submarino fue entregado a la Armada el 21 de septiembre de 1929. Dos meses después de su entrega a la Armada, el C-4 ya realizaba sus primeras maniobras navales, donde por primera vez en la historia naval española se utilizó la táctica de ataque "submarino contra submarino", en las que la Clase C demostró tener una gran superioridad frente a los submarinos de las clases A y B. En verano de 1945, en compañía de otros cinco submarinos de Clase 4, efectuó una travesía por diferentes puertos españoles, franceses, británicos e italianos en los continentes europeo y africano. El estallido de la Guerra Civil sorprendió a nuestro protagonista en su base de Cartagena y de allí partió, con el resto de la flotilla, a efectuar el bloqueo del Estrecho de Gibraltar. Su primera acción de guerra tuvo lugar en el tras*curso de la noche del 26 al 27 de julio de 1936; efectuando 37 disparos de cañón y lanzando un torpedo contra dos buques que cruzaban dicho estrecho.
El submarino C-4 fue uno de los dos sumergibles que quedaron en pie una vez finalizada la contienda civil, de los seis de la Clase C, la de mayor desplazamiento dentro del arma submarina española el 17 de julio de 1936, momento de la sublevación del ejército en el norte de África; dando así inicio a la Guerra Civil. El submarino C-4 -que incluso estuvo comandado por oficiales rusos y cubanos- también operó en aguas santanderinas durante la campaña del norte. Cabe resaltar, que este navío, fue el encargado de efectuar el primer servicio de correo submarino entre los puertos de Barcelona y Maó (Isla de Menorca) en 1938; sirviendo a la vez como tras*porte de personal en las zonas republicanas.
EL HUNDIMIENTO DEL SUBMARINO C-4
El 27 de junio de 1946, el diario Última Hora recogía en sus páginas la noticia de la que sería la tragedia más grande en el mar protagonizada por un navío de guerra español en tiempos de paz. La noticia del suceso causó gran consternación en la localidad de Sóller, ya que la totalidad de los marinos que sucumbieron bajo las aguas eran conocidos de la población; algunos enlazados con ella por fuertes vínculos. Aquel fatídico jueves, cuando se estaban llevando a cabo en aguas del litoral mallorquín unas maniobras navales en las que intervenían los destructores Alcalá Galiano, que arbolaba la insignia del Jefe, el Churruca y el Lepanto, con la flotilla de submarinos compuesta por el G-2, arbolando la insignia del Jefe, el C-4 y el General Sanjurjo, a unas trece millas de la bocana del Puerto de Sóller, se desencadenó la tragedia.
A las 11:43 horas los submarinos avistaron el humo de los destructores y dieron comienzo las maniobras de ataque. El C-2 cumplió su objetivo sobre el Alcalá Galiano y se disponía a regresar, cuando fue advertido por aquél de que el Lepanto había abordado a un submarino; que tras la colisión había sufrido una avería. Inmediatamente, el destructor y el submarino C-2 se dirigieron al lugar señalado, frente a la costa noroeste de la Isla, entre el "Morro de sa Vaca" y el "Morro d´en Llobera", comprobando como instantes antes el Lepanto había abordado al submarino C-4, al emerger súbitamente a la superficie frente a la proa del destructor. El choque fue tan violento que el cañón del sumergible atravesó la coraza del destructor por babor; chocando a continuación contra la torreta. Por estribor apareció la proa del submarino elevándose sobre el agua, dando un gran vuelco y hundiéndose acto seguido con toda su dotación compuesta por 46 marinos.
En el lugar donde se produjo la catástrofe existen más de 300 metros de profundidad, por lo que desde un primer momento se tuvo la conciencia que era prácticamente imposible recuperar a la tripulación con vida. A pesar de ello tanto el Alcalá Galiano como el Churruca y el C-2, se dirigieron inmediatamente al lugar del siniestro que exploraron a conciencia. A las tres y media de la tarde, sobre la gran mancha de combustible derramado por el destructor Lepanto -que indicaba el lugar exacto de la colisión- comenzaron a vislumbrarse los primeros restos del naufragio, entre ellos, una silla destrozada, trozos de madera de caoba del revestimiento interior de las cámaras, pertenecientes al submarino desaparecido. Las causas del siniestro fueron atribuídas a la súbita aparición del sumergible bajo el destructor, lo que impidió cualquier maniobra que hubiera podido realizarse para evitar la colisión. Las profundidades donde quedó atrapado el C-4 -más de 300 metros bajo la superficie del mar- hicieron imposible las labores de rescate de los tripulantes, vivos o muertos.
Hasta 1987, cada día 27 de junio (fecha del aniversario del trágico accidente) una embarcación de la Marina Española partía del Port de Sóller (Puerto de Sóller), con destino al punto exacto del naufragio; se rezaba un responso y se lanzaban flores al agua como homenaje a los desaparecidos.
El submarino C-4 desapareció de la superficie del mar en pocos segundos, pues el fuerte impacto que recibió fue suficiente para partirlo en dos; llevándose consigo a toda la tripulación. Desde aquí nuestro más sincero homenaje a todos los que formaban parte de la tripulación, sus familiares y sus amigos y conocidos. Sin duda, desde el fondo del Mare Nostrum, circundando las costas mallorquinas, los miembros de la tripulación del Submarino C-4, siguen de "patrulla eterna".
JOSÉ MARÍA IBÁÑEZ
La Marina de Guerra española ha perdido a lo largo de su historia seis submarinos. Si bien cinco de ellos fueron hundidos en el tras*curso de la Guerra Civil, entre 1936 y 1939, por lo que su desaparición puede achacarse a sucesos de la guerra naval entre los bandos republicano y nacional como así sucedió con el submarino B-6 hundido el 19 de septiembre de 1936 a quince millas del Cabo Peñas (Asturias). Del B-5, solo se sabe que desapareció con toda su tripulación en el mismo año frente a las costas de Málaga, posiblemente por sabotaje de su propio comandante, adicto a la causa nacional. El C-3, naufragaría también cerca de la costa malagueña al ser torpedeado por el submarino alemán U-34, comandado por el capitán de corbeta Grosse. En cuanto al C-5, desapareció por causas desconocidas en la noche del 30 de diciembre de 1936 frente a las costas de Ribadesella. El último submarino perdido en la contienda fue el C-6, cuya tripulación lo echó a pique en el puerto de Gijón para evitar ser apresado por las fuerzas navales nacionales que habían conquistado el norte de España, saldándose con un total de 118 víctimas.
UN POCO DE HISTORIA
El submarino C-4 fue uno de los dos sumergibles que quedaron en pie una vez finalizada la contienda civil, de los seis de la Clase C, la de mayor desplazamiento dentro del arma submarina española el 17 de julio de 1936, momento de la sublevación del ejército en el norte de África; dando así inicio a la Guerra Civil. El submarino C-4 -que incluso estuvo comandado por oficiales rusos y cubanos- también operó en aguas santanderinas durante la campaña del norte. Cabe resaltar, que este navío, fue el encargado de efectuar el primer servicio de correo submarino entre los puertos de Barcelona y Maó (Isla de Menorca) en 1938; sirviendo a la vez como tras*porte de personal en las zonas republicanas.
EL HUNDIMIENTO DEL SUBMARINO C-4
A las 11:43 horas los submarinos avistaron el humo de los destructores y dieron comienzo las maniobras de ataque. El C-2 cumplió su objetivo sobre el Alcalá Galiano y se disponía a regresar, cuando fue advertido por aquél de que el Lepanto había abordado a un submarino; que tras la colisión había sufrido una avería. Inmediatamente, el destructor y el submarino C-2 se dirigieron al lugar señalado, frente a la costa noroeste de la Isla, entre el "Morro de sa Vaca" y el "Morro d´en Llobera", comprobando como instantes antes el Lepanto había abordado al submarino C-4, al emerger súbitamente a la superficie frente a la proa del destructor. El choque fue tan violento que el cañón del sumergible atravesó la coraza del destructor por babor; chocando a continuación contra la torreta. Por estribor apareció la proa del submarino elevándose sobre el agua, dando un gran vuelco y hundiéndose acto seguido con toda su dotación compuesta por 46 marinos.
En el lugar donde se produjo la catástrofe existen más de 300 metros de profundidad, por lo que desde un primer momento se tuvo la conciencia que era prácticamente imposible recuperar a la tripulación con vida. A pesar de ello tanto el Alcalá Galiano como el Churruca y el C-2, se dirigieron inmediatamente al lugar del siniestro que exploraron a conciencia. A las tres y media de la tarde, sobre la gran mancha de combustible derramado por el destructor Lepanto -que indicaba el lugar exacto de la colisión- comenzaron a vislumbrarse los primeros restos del naufragio, entre ellos, una silla destrozada, trozos de madera de caoba del revestimiento interior de las cámaras, pertenecientes al submarino desaparecido. Las causas del siniestro fueron atribuídas a la súbita aparición del sumergible bajo el destructor, lo que impidió cualquier maniobra que hubiera podido realizarse para evitar la colisión. Las profundidades donde quedó atrapado el C-4 -más de 300 metros bajo la superficie del mar- hicieron imposible las labores de rescate de los tripulantes, vivos o muertos.
Hasta 1987, cada día 27 de junio (fecha del aniversario del trágico accidente) una embarcación de la Marina Española partía del Port de Sóller (Puerto de Sóller), con destino al punto exacto del naufragio; se rezaba un responso y se lanzaban flores al agua como homenaje a los desaparecidos.
El submarino C-4 desapareció de la superficie del mar en pocos segundos, pues el fuerte impacto que recibió fue suficiente para partirlo en dos; llevándose consigo a toda la tripulación. Desde aquí nuestro más sincero homenaje a todos los que formaban parte de la tripulación, sus familiares y sus amigos y conocidos. Sin duda, desde el fondo del Mare Nostrum, circundando las costas mallorquinas, los miembros de la tripulación del Submarino C-4, siguen de "patrulla eterna".