Rio Revuelto
Madmaxista
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Algunas soluciones hace años que ya están neցro sobre blanco.
Por desgracia Manuel García-Viñó ya no esta entre nosotros, por si no lo conocéis os copio un articulo que vale la pena conocer.
EL HOMBRE INDEPENDIENTE O PERIFÉRICO
En 1977 expliqué en un artículo publicado en la revista “Tierras del Sur”, de Sevilla, qué era un periférico. Como entonces gobernaba en España la UCD (Unión de Centro Democrático), fue con relación a este “Centro” como definí la periferia. Ahora ya no se trata sólo de un partido o un país: ahora todo se ha centrado, hasta el punto de que resulta imposible distinguir el programa de un partido socialista (centro-izquierda) de uno conservador (centro-derecha). Pues bien, es a prácticamente el mundo entero a lo que se puede aplicar lo que defendí en aquella ocasión: la oposición natural a la derecha, siempre ha sido la izquierda y viceversa, pero la oposición natural al centro, la única lógica, coherente y verdaderamente opuesta es la periferia. Traslado aquí algunos puntos del artículo aquél:
“La periferia existe; y existe no sólo como oposición al
gobierno actual, sino como oposición a todos los gobiernos posibles e imaginables. La periferia es la oposición por antonomasia (...), constituida por todos los voluntariamente marginados de cualquier tipo de formación que implique —y en el terreno político, todos lo implican— comulgar con ruedas de molino, decir “amén” por razones coyunturales de táctica o estrategia; por los defensores de la verdad cueste lo que cueste; por los capaces de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios y quedarse ellos sin nada; por los sordos a los cantos de sirena; los lobos esteparios, que diría Hermann Hesse, dispuestos a luchar hasta sucumbir por ser ellos mismos en una dimensión, con una profundidad excepcional en este tiempo nuestro de circo subterráneo, en este pedazo de historia que nos están configurando los sapos histéricos e ignorantes.
“El militante periférico no se mueve sólo en una dimensión histórica, sino también intrahistórica, lo cual no quiere decir que se a apolítico ni, mucho menos, insolidario. Si está por ser él mismo y por la verdad, es que está por el hombre; por tanto, no puede ignorar, ni quiere, lo que ocurre en la polis. Más aún: si de él se puede decir que está por el hombre, es que está por quienes tienen necesidad de que estén por ellos: los pobres, los oprimidos, los marginados, que son, en cierto modo, como especies de periféricos sin saberlo. Y digo “en cierto modo” y “especies de”, porque el auténtico militante periférico lo es conscientemente, visceral, racional y sentimentalmente: no puede ser otra cosa.
“Es doloroso el parto que el periférico tiene diariamente de sí mismo; es dolorosa y árida su obstinada soledad. Mas la satisfacción que de vez en cuando le produce su pureza y su desinterés puede llegar a ser casi nirvánica. El periférico tiene derecho a tirar la primera piedra, lo cual no deja de constituir un privilegio casi sobrehumano.
“La actitud del periférico ante la política es tan volcada hacia fuera, hacia quien no es él mismo, como masturbatoria es la del político profesional. La sencillez, la sobriedad, la sinceridad son las virtudes que más admira y practica y, en su opinión, un político, para no merecer ser descalificado, debería ser un simple técnico de las tareas de gobierno, no un inquilino permanente de los noticiarios, los telediarios y las revistas semanales; un técnico, además, con sueldo por debajo del mínimo, pero con más vacaciones que nadie.
“El periférico no hace proselitismo —mucho menos, a base de prometer paraísos utópicos o antiutópicas prebendas, que por lo general no amanecen más que para sus anunciantes—, pero gusta de relacionarse con sus congéneres, ante quienes su innato espíritu de contradicción queda inoperante. Cree en la utopía realizable y el ejercicio de su búsqueda; en la libertad que no admite el despiporre, en la fraternidad que no acepta el cachondeo y en la igualdad que no significa medir por el mismo rasero el mérito y la estulticia. O sea, que es demócrata, porque, entre democracia y dictadura, elige aquélla como mal menor, no porque la crea perfecta. Su ideal, que lo tiene, es la dictadura del genio o de los genios, caso de triunvirato (el filósofo, el sociólogo, el economista), o de consejo de ancianos—: ese gobernante —o terceto o grupo de gobernantes— que haría las cosas con inadvertida eficacia, dejándonos en plena libertad para autorrealizarnos y ayudar a los demás a autorrealizarse, en pleno espíritu de mutua comprensión y tolerancia. Pero esto es algo que se ha revelado biológicamente imposible en todas las galaxias hasta ahora exploradas.
"Gente de mirada superficial suele confundir al periférico con un anarquista, pero de él se diferencia por su tolerancia, su repudio de la violencia y su admisión de la existencia de una parte de la realidad que es invisible y está regida por arcanos que nos afectan, aunque no los comprendamos, susceptible de ser interpretada y aun, en parte, descrita por medio de esas parábolas que la historiografía de la cultura denomina “obras de arte”, más no por medio de dogmas. En el fondo, el periférico, que es un crítico infatigable, piensa como un ácrata pacífico, pero esto ni siquiera se le nota cuando no le hostigan con memeces de demasiado calibre...”
MANUEL GARCÍA-VIÑÓ
Novelista, ensayista y crítico literario
Por desgracia Manuel García-Viñó ya no esta entre nosotros, por si no lo conocéis os copio un articulo que vale la pena conocer.
EL HOMBRE INDEPENDIENTE O PERIFÉRICO
En 1977 expliqué en un artículo publicado en la revista “Tierras del Sur”, de Sevilla, qué era un periférico. Como entonces gobernaba en España la UCD (Unión de Centro Democrático), fue con relación a este “Centro” como definí la periferia. Ahora ya no se trata sólo de un partido o un país: ahora todo se ha centrado, hasta el punto de que resulta imposible distinguir el programa de un partido socialista (centro-izquierda) de uno conservador (centro-derecha). Pues bien, es a prácticamente el mundo entero a lo que se puede aplicar lo que defendí en aquella ocasión: la oposición natural a la derecha, siempre ha sido la izquierda y viceversa, pero la oposición natural al centro, la única lógica, coherente y verdaderamente opuesta es la periferia. Traslado aquí algunos puntos del artículo aquél:
“La periferia existe; y existe no sólo como oposición al
gobierno actual, sino como oposición a todos los gobiernos posibles e imaginables. La periferia es la oposición por antonomasia (...), constituida por todos los voluntariamente marginados de cualquier tipo de formación que implique —y en el terreno político, todos lo implican— comulgar con ruedas de molino, decir “amén” por razones coyunturales de táctica o estrategia; por los defensores de la verdad cueste lo que cueste; por los capaces de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios y quedarse ellos sin nada; por los sordos a los cantos de sirena; los lobos esteparios, que diría Hermann Hesse, dispuestos a luchar hasta sucumbir por ser ellos mismos en una dimensión, con una profundidad excepcional en este tiempo nuestro de circo subterráneo, en este pedazo de historia que nos están configurando los sapos histéricos e ignorantes.
“El militante periférico no se mueve sólo en una dimensión histórica, sino también intrahistórica, lo cual no quiere decir que se a apolítico ni, mucho menos, insolidario. Si está por ser él mismo y por la verdad, es que está por el hombre; por tanto, no puede ignorar, ni quiere, lo que ocurre en la polis. Más aún: si de él se puede decir que está por el hombre, es que está por quienes tienen necesidad de que estén por ellos: los pobres, los oprimidos, los marginados, que son, en cierto modo, como especies de periféricos sin saberlo. Y digo “en cierto modo” y “especies de”, porque el auténtico militante periférico lo es conscientemente, visceral, racional y sentimentalmente: no puede ser otra cosa.
“Es doloroso el parto que el periférico tiene diariamente de sí mismo; es dolorosa y árida su obstinada soledad. Mas la satisfacción que de vez en cuando le produce su pureza y su desinterés puede llegar a ser casi nirvánica. El periférico tiene derecho a tirar la primera piedra, lo cual no deja de constituir un privilegio casi sobrehumano.
“La actitud del periférico ante la política es tan volcada hacia fuera, hacia quien no es él mismo, como masturbatoria es la del político profesional. La sencillez, la sobriedad, la sinceridad son las virtudes que más admira y practica y, en su opinión, un político, para no merecer ser descalificado, debería ser un simple técnico de las tareas de gobierno, no un inquilino permanente de los noticiarios, los telediarios y las revistas semanales; un técnico, además, con sueldo por debajo del mínimo, pero con más vacaciones que nadie.
“El periférico no hace proselitismo —mucho menos, a base de prometer paraísos utópicos o antiutópicas prebendas, que por lo general no amanecen más que para sus anunciantes—, pero gusta de relacionarse con sus congéneres, ante quienes su innato espíritu de contradicción queda inoperante. Cree en la utopía realizable y el ejercicio de su búsqueda; en la libertad que no admite el despiporre, en la fraternidad que no acepta el cachondeo y en la igualdad que no significa medir por el mismo rasero el mérito y la estulticia. O sea, que es demócrata, porque, entre democracia y dictadura, elige aquélla como mal menor, no porque la crea perfecta. Su ideal, que lo tiene, es la dictadura del genio o de los genios, caso de triunvirato (el filósofo, el sociólogo, el economista), o de consejo de ancianos—: ese gobernante —o terceto o grupo de gobernantes— que haría las cosas con inadvertida eficacia, dejándonos en plena libertad para autorrealizarnos y ayudar a los demás a autorrealizarse, en pleno espíritu de mutua comprensión y tolerancia. Pero esto es algo que se ha revelado biológicamente imposible en todas las galaxias hasta ahora exploradas.
"Gente de mirada superficial suele confundir al periférico con un anarquista, pero de él se diferencia por su tolerancia, su repudio de la violencia y su admisión de la existencia de una parte de la realidad que es invisible y está regida por arcanos que nos afectan, aunque no los comprendamos, susceptible de ser interpretada y aun, en parte, descrita por medio de esas parábolas que la historiografía de la cultura denomina “obras de arte”, más no por medio de dogmas. En el fondo, el periférico, que es un crítico infatigable, piensa como un ácrata pacífico, pero esto ni siquiera se le nota cuando no le hostigan con memeces de demasiado calibre...”
MANUEL GARCÍA-VIÑÓ
Novelista, ensayista y crítico literario