Paletik "Paletov" Pasha
Dios, Empresa y Concejo
Me ha sorprendido la turcochinofilia que recogió el general en su Memoria sobre esta guerra cuando 5 años después combatió a los jovenlandeses en los Castillejos. Redactaré el siguiente texto basándome en la biografía del General escrita por Pere Anguera. Empezamos en París, en Junio de 1853, donde Prim se encuentra con su pretendida Francisca Agüero para arreglar su matrimonio, ante la oposición de la progenitora de ella, que no gustaba de las ideas progresistas de Prim.
La decisión de ir a Turquía obedecía a una doble motivación: poner tierra de por medio entre el él y Francisca, cuya relación se había enrarecido debido a la oposición familiar a la unión matrimonial; y adquirir nuevas experiencias profesionales analizando las maniobras de dos grandes ejércitos en campo abierto, el ruso y el turco, que habrían de entrar en guerra prontamente tal como anunciaban los tabloides franceses en el verano de 1853. Finalmente el Zar declaró la guerra a Turquía en octubre del mismo año.
Esta maniobra también le permitiría colaborar y estrechar las relaciones con el Gobierno y evitar las fricciones que se habían producido durante los últimos gobiernos moderados, con los que Prim mostraba su disconformidad, especialmente en la forma de organizar las elecciones.
Así pues le Gobierno (que a su vez, quería tener a Prim lejos) atendió con rapidez a las peticiones de Prim y el Ministro de la Guerra, a la sazón el General Lersundi, le nombró jefe de la comitiva de militares que debían estudiar las incidencias de la guerra en el teatro de operaciones oriental. Prim se sentía voluntarioso y ansioso por asistir a la guerra: "veré mover numerosas masas, asistiré agrandes batallas desconocidas para nosotros, y aprenderé prácticamente lo que hasta ahora no he aprendido más que por los libros. Voy, pues, contento, contentísimo".
Desde París, Prim tomó el ferrocarril a Marsella, donde llegó 19 de Julio, embarcándose hacia Constantinopla el 21 en un vapor. Al llegar a Malta el día 24, la isla le desveló "los recuerdos de sus antiguos caballeros", no por ello se enfriaron sus simpatías "por los que fueron acérrimos enemigos, pues la causa del Imperio Otomano es demasiado justa para que todo hombre sensato deje de abrazarla, al menos en su corazón". La comisión militar llegó a Constantinopla el primero de agosto de 1853 y Turquía entera estaba en plena efervescencia bélica: se armaba a la flota, los arsenales trabajaban a todo ritmo y se reclutaban voluntarios en medio de la exaltación religiosa y nacionalista... todo ello con cuantioso crédito extranjero.
La comisión la presidia Prim en calidad de observador, cuya tarea era la de redactar una memoria sobre el resultado de la expedición, sujeta a una revisión posterior por distintos oficiales que se encargaban de redactarlo con corrección. La primera parte de la memoria, de 144 páginas, se componía de las características geográficas, religiosas, políticas, militares e históricas de Turquía. La segunda, se describen los ejércitos contendientes y las evoluciones de los frentes hasta su vuelta a Madrid.
Los primeros días en la capital de Turquía los dedicó Prim a visitar a "personajes jovenlandeses y cristianos". Después de visitar a Ministros y generales turcos, que le recibieron con los mayores agasajos y muestras de consideración, el día 25 Agosto le recibió el Sultán en el recién estrenado Palacio de Dolmabahçe, de estilo europeo. Relata Prim "hizo poner el Sultán toda su guardia en gala para recibirnos y el mismo se cubrió de brillantes de los pies a la cabeza. Su sable valía un Potosí". El sultán quedó satisfecho con el discurso de Prim, este le habló en francés, lengua que el soberano dominaba a la perfección pero que, cuestiones protocolarias, se vió obligado a traducir su primer dragomán y "se mostró muy agradecido por la simpatía de los españoles y se informó con interés de la salud de nuestra reina".
Después de presentarse ante las autoridades del país, la comitiva emprendió el viaje hacia el campamento general de Chumla, al nordeste de la actual Bulgaria, haciendo el recorrido por el interior de los Balcanes para estudiar las posiciones militares turcas en esos montes. El viaje fue penoso y fatigoso. Prim nos da un retrato somero del nivel de vida de los balcanes respecto de Europa en aquella época. Dice que "es un país de grandes recursos, pero que la negligencia de sus habitantes desatiende completamente", la falta de dedicación a la agricultura hacía que el paisaje fuera "monótono, con inmensos llanos sin ningún cultivo, poco poblado y sin un árbol del que cobijarse del excesivo calor". La abundancia de "países insalubres" en la zona hizo que padeciese de fiebres y calenturas durante 4 días que se calmaron con "píldoras de quinina".
La crítica a la falta de visión estratégica en la preparación de la defensa de los Balcanes contrasta con los elogios que Prim hace en su Memoria sobre el ejército truco, al que consideraba bien estructurado y disciplinado, con hospitales, depósitos, arsenales y con soldados bien pagados y vestidos gracias a la esmerada atención del gobierno constantinopolitano. Algunos extractos de su Memoria dicen del ejército turco "en toda reunión de tropas occidentales hay que reprimir los desórdenes ocasionados por el vino, el juego y las mujeres, siendo muy lamentables a veces las rencillas y disputas; en los ejércitos turcos ningún funesto choque hay que deplorar pues ninguno de esos elementos disolventes están presentes en la tropa, estándoles prohibidos tales excesos por su religión". Sobre la disciplina y mañosidad de las tropas " en los trabajos de fortificación asombra la inteligencia y la velocidad con el que secundan el pensamiento del oficial que les dirige, habiéndonos hecho entender nosotros sin ningún esfuerzo, solo con algunos ademanes". Cuesta entender que a renglón seguido Prim colme su Memoria de críticas donde antes había elogios, criticando el nepotismo de la oficialidad, la ignorancia, la descuidada administración, abusos y añejas costumbres del mundo de la religión del amor y la laxitud en la observancia de los reglamentos.
El día 30 de Octubre la comitiva llegó al cuartel general de Chumla, donde fueron recibidos por el general en jefe turco Omar Bajá el cual le regaló a Prim un caballo pura sangre árabe.
Continuara.... (no me da tiempo)
La decisión de ir a Turquía obedecía a una doble motivación: poner tierra de por medio entre el él y Francisca, cuya relación se había enrarecido debido a la oposición familiar a la unión matrimonial; y adquirir nuevas experiencias profesionales analizando las maniobras de dos grandes ejércitos en campo abierto, el ruso y el turco, que habrían de entrar en guerra prontamente tal como anunciaban los tabloides franceses en el verano de 1853. Finalmente el Zar declaró la guerra a Turquía en octubre del mismo año.
Esta maniobra también le permitiría colaborar y estrechar las relaciones con el Gobierno y evitar las fricciones que se habían producido durante los últimos gobiernos moderados, con los que Prim mostraba su disconformidad, especialmente en la forma de organizar las elecciones.
Así pues le Gobierno (que a su vez, quería tener a Prim lejos) atendió con rapidez a las peticiones de Prim y el Ministro de la Guerra, a la sazón el General Lersundi, le nombró jefe de la comitiva de militares que debían estudiar las incidencias de la guerra en el teatro de operaciones oriental. Prim se sentía voluntarioso y ansioso por asistir a la guerra: "veré mover numerosas masas, asistiré agrandes batallas desconocidas para nosotros, y aprenderé prácticamente lo que hasta ahora no he aprendido más que por los libros. Voy, pues, contento, contentísimo".
Desde París, Prim tomó el ferrocarril a Marsella, donde llegó 19 de Julio, embarcándose hacia Constantinopla el 21 en un vapor. Al llegar a Malta el día 24, la isla le desveló "los recuerdos de sus antiguos caballeros", no por ello se enfriaron sus simpatías "por los que fueron acérrimos enemigos, pues la causa del Imperio Otomano es demasiado justa para que todo hombre sensato deje de abrazarla, al menos en su corazón". La comisión militar llegó a Constantinopla el primero de agosto de 1853 y Turquía entera estaba en plena efervescencia bélica: se armaba a la flota, los arsenales trabajaban a todo ritmo y se reclutaban voluntarios en medio de la exaltación religiosa y nacionalista... todo ello con cuantioso crédito extranjero.
La comisión la presidia Prim en calidad de observador, cuya tarea era la de redactar una memoria sobre el resultado de la expedición, sujeta a una revisión posterior por distintos oficiales que se encargaban de redactarlo con corrección. La primera parte de la memoria, de 144 páginas, se componía de las características geográficas, religiosas, políticas, militares e históricas de Turquía. La segunda, se describen los ejércitos contendientes y las evoluciones de los frentes hasta su vuelta a Madrid.
Los primeros días en la capital de Turquía los dedicó Prim a visitar a "personajes jovenlandeses y cristianos". Después de visitar a Ministros y generales turcos, que le recibieron con los mayores agasajos y muestras de consideración, el día 25 Agosto le recibió el Sultán en el recién estrenado Palacio de Dolmabahçe, de estilo europeo. Relata Prim "hizo poner el Sultán toda su guardia en gala para recibirnos y el mismo se cubrió de brillantes de los pies a la cabeza. Su sable valía un Potosí". El sultán quedó satisfecho con el discurso de Prim, este le habló en francés, lengua que el soberano dominaba a la perfección pero que, cuestiones protocolarias, se vió obligado a traducir su primer dragomán y "se mostró muy agradecido por la simpatía de los españoles y se informó con interés de la salud de nuestra reina".
Después de presentarse ante las autoridades del país, la comitiva emprendió el viaje hacia el campamento general de Chumla, al nordeste de la actual Bulgaria, haciendo el recorrido por el interior de los Balcanes para estudiar las posiciones militares turcas en esos montes. El viaje fue penoso y fatigoso. Prim nos da un retrato somero del nivel de vida de los balcanes respecto de Europa en aquella época. Dice que "es un país de grandes recursos, pero que la negligencia de sus habitantes desatiende completamente", la falta de dedicación a la agricultura hacía que el paisaje fuera "monótono, con inmensos llanos sin ningún cultivo, poco poblado y sin un árbol del que cobijarse del excesivo calor". La abundancia de "países insalubres" en la zona hizo que padeciese de fiebres y calenturas durante 4 días que se calmaron con "píldoras de quinina".
La crítica a la falta de visión estratégica en la preparación de la defensa de los Balcanes contrasta con los elogios que Prim hace en su Memoria sobre el ejército truco, al que consideraba bien estructurado y disciplinado, con hospitales, depósitos, arsenales y con soldados bien pagados y vestidos gracias a la esmerada atención del gobierno constantinopolitano. Algunos extractos de su Memoria dicen del ejército turco "en toda reunión de tropas occidentales hay que reprimir los desórdenes ocasionados por el vino, el juego y las mujeres, siendo muy lamentables a veces las rencillas y disputas; en los ejércitos turcos ningún funesto choque hay que deplorar pues ninguno de esos elementos disolventes están presentes en la tropa, estándoles prohibidos tales excesos por su religión". Sobre la disciplina y mañosidad de las tropas " en los trabajos de fortificación asombra la inteligencia y la velocidad con el que secundan el pensamiento del oficial que les dirige, habiéndonos hecho entender nosotros sin ningún esfuerzo, solo con algunos ademanes". Cuesta entender que a renglón seguido Prim colme su Memoria de críticas donde antes había elogios, criticando el nepotismo de la oficialidad, la ignorancia, la descuidada administración, abusos y añejas costumbres del mundo de la religión del amor y la laxitud en la observancia de los reglamentos.
El día 30 de Octubre la comitiva llegó al cuartel general de Chumla, donde fueron recibidos por el general en jefe turco Omar Bajá el cual le regaló a Prim un caballo pura sangre árabe.
Continuara.... (no me da tiempo)