El fútbol como política social en Islandia

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El fútbol como política social en Islandia

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Con una población de poco más de 300.000 habitantes, Islandia se ha convertido en la gran sorpresa del fútbol mundial. Tuvo un papel destacado en la Eurocopa de 2016 y en 2018 participará por primera vez en un mundial. Pero estos éxitos deportivos nacionales no son un hecho anecdótico: son el resultado de una política estratégica del Estado islandés, que ha visto en el deporte un motor de desarrollo social.

En Reikiavik comienza poco a poco a percibirse que ya se acerca el verano a finales de abril. La temperatura se va suavizando y las horas de sol se alargan. En los meses de julio y agosto la luz solar está prácticamente presente las 24 horas del día. Es durante esta época del año cuando la capital islandesa y el resto del país parecen recobrar la actividad que durante el invierno había estado parada. Coincide con la temporada alta del turismo, protagonizada por la llegada de millares de visitantes del todo el mundo, que vienen a disfrutar de los paisajes únicos de la isla y de las famosas auroras boreales. Este sector se ha convertido en el principal motor económico y ha ayudado a la recuperación tras la grave crisis bancaria del 2008. Sin embargo, el boom del turismo está generando un profundo debate sobre la sostenibilidad de un modelo que implica la llegada de más de un millón y medio de turistas sobre una población de apenas 335.000 habitantes.

Las calles, bares y mercadillos de las ciudades vuelven a llenarse de gente. Por las tardes, entre el tránsito de los viandantes se repite una misma escena: a media tarde, niños y adolescentes salen de los colegios e institutos directos a los conservatorios de música o a las instalaciones deportivas. La rutina de un estudiante islandés está claramente dividida en dos partes: el aprendizaje dentro del centro escolar por la mañana y las ocupaciones extraescolares que lleva a cabo por las tardes. El modelo educativo islandés se fundamenta en la formación académica combinada con espacios para la música, la danza y el deporte, que intentan ofrecer ocio y entretenimiento colectivo a los más jóvenes casi todos los días de la semana. No sorprende que al entrar a la universidad la mayoría sepan tocar algún instrumento o practiquen con regularidad algún deporte.

Con un tiempo más propicio, las competiciones deportivas al aire libre retoman su ritmo. Los islandeses no tienen una actitud pasiva ante el deporte; lo conciben como proceso social, participativo, que ayuda a la integración y cohesión. Por eso, debido al tamaño reducido de la población, no existe una clara distinción entre el profesionalismo y el mundo amateur. Tradicionalmente, el deporte que más afición ha tenido entre los islandeses ha sido el balonmano, ya que, debido a sus características, permite ser practicado durante todo el año. Sin embargo, desde hace más de 20 años el fútbol se ha convertido en el otro referente deportivo nacional. El crecimiento del número de aficionados, entrenadores y jugadores de balompié no puede ser entendido sin analizar las decisiones políticas que ha habido detrás. El fútbol es más que un mero espectáculo deportivo en Islandia; es una cuestión de política social.

En busca del bienestar social

A pesar de las características del país, Islandia se ha consagrado desde hace décadas como un referente internacional en numerosos aspectos políticos y sociales. El conjunto de países nórdicos —Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca— son considerados como el baluarte del Estado de bienestar. Desde la segunda mitad del siglo XX, entre los diferentes Gobiernos, ya fueran de ideología socialdemócrata o conservadora, ha existido un mínimo consenso político para el desarrollo y mantenimiento de un modelo estatal que promoviera la cohesión social en todos sus niveles. En los últimos tiempos, los Gobiernos de estos países están orientando sus principales esfuerzos en favorecer la igualdad entre mujeres y hombres. En enero de 2018 el Gobierno islandés promulgaba la primera ley del mundo que prohibía la brecha salarial y se marcaba el objetivo de acabar con esta discriminación laboral para 2020.

Una de las singularidades más llamativas de las estadísticas oficiales de Islandia es la referida a la seguridad. La nación nórdica se sitúa a la cabeza de los países más seguros del mundo, con una tasa de homicidios de 0,3 por 100.000 habitantes. La policía islandesa no porta armas; solo la unidad especial de intervención puede hacer uso de ellas. Estos datos sorprenden si se comparan con el número de armas registradas en el país. Para 2013 se calculaba que había más de 90.000 armas en Islandia, el decimoquinto país del mundo en posesión legal de armas per cápita —aunque la gran mayoría de ellas son autorizadas exclusivamente para el uso de caza y se exige pasar un examen psicotécnico para adquirirlas—.

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Islandia está considerado el país más seguro del mundo. Fuente: Wikipedia.

Las investigaciones sobre tales niveles de seguridad y estabilidad social en Islandia apuntan directamente a su modelo de bienestar. En este sentido, destacan dos aspectos fundamentales: las políticas sociales redistributivas y los programas educativos. Por una parte, la crisis económica de 2008 supuso un difícil reto para el país, pero su respuesta fue decidida: no rescatar el sistema bancario nacional, llevar a los tribunales a los máximos responsables políticos y bancarios y preservar su sistema de ayudas e inversiones públicas. Por otra parte, el sistema educativo se ha convertido en el mejor vector de igualdad. En las clases de los colegios e institutos se proyecta una concienciación que no distingue entre clases sociales, sesso o raza; en una misma clase comparten pupitre los hijos de los directivos con los hijos de los trabajadores. Toda la formación educativa va orientada a promover la cooperación y la inclusión entre los alumnos. Sobre estas premisas se han educado varias generaciones de islandeses, que priman la cohesión e igualdad social por encima de cualquier otro valor.

Fútbol, mucho más que entretenimiento


El idílico panorama islandés se vio preocupantemente dañado a finales de los noventa. Los estudios pedagógicos y las investigaciones de la policía detectaron un problema creciente: estaba aumentando aceleradamente el consumo de alcohol, tabaco y cannabis entre los más jóvenes, lo que a su vez estaba propiciando episodios de violencia en las calles. Los resortes políticos se pusieron en marcha para buscar una solución. Inicialmente, se elaboraron una serie de medidas legislativas encaminadas a cortar de raíz la relación de los jóvenes con el alcohol, tabaco y otras sustancias adictivas. Se prohibió la publicidad de bebidas alcohólicas y tabaco en todo tipo de medios y espacios públicos, se penalizó la compra para menores de estos productos y se obligó por ley a crear organizaciones de padres y madres en las escuelas para tratar este problema. Además, sigue vigente una ley que marca una especie de toque de queda para los adolescentes entre 13 y 16 años, que tienen prohibido salir más tarde de las diez de la noche en invierno y de medianoche en verano.

Aparte de estas restricciones, el Gobierno islandés puso en marcha el programa “Juventud en Islandia”, que, debido a su éxito en apenas dos décadas, otros países han intentado tomar como modelo. El plan consiste en dos partes: uno de análisis y otro de aplicación de medidas. Cada dos años se realizan en todas las escuelas e institutos del país encuestas que recogen datos de los adolescentes: pautas de consumo y entretenimiento, características del hogar familiar, situación escolar, inquietudes culturales y cuestiones emocionales. Tras el resultado, se abordan los problemas más recurrentes según cada colegio y distrito. En la segunda parte del plan entran en juego los propios jóvenes, sus familiares y los profesionales educativos: conjuntamente, intentan trazar las posibles soluciones y centrarlas en las circunstancias personales de cada adolescente.

En 1998 cerca del 40% de los jóvenes islandeses entre 14 y 16 años reconocían haberse emborrachado en el último mes, una cifra que la situaba a la cabeza de los países europeos. Pero para 2016 la cifra había disminuido al 5% de jóvenes que habían sufrido una borrachera y solo un 3% afirmaban fumar tabaco a diario. El punto central de este exitoso trabajo se ha centrado en cómo gestionar el tiempo libre y el ocio de los adolescentes, así como canalizar problemas como el estrés, la frustración o la soledad. Es en este espacio donde el deporte cobra una importancia vital y donde el fútbol se ha consagrado como una herramienta social muy útil.

Cuando las autoridades islandesas pusieron en marcha su programa, donde se incluía la práctica deportiva, no tenían en mente convertir el pequeño país en una revelación futbolística. Su propósito era encontrar un entorno para los menores que combinara dosis de diversión y entretenimiento, favoreciera la socialización y difundiera valores como el respeto, la disciplina, el trabajo en equipo y el esfuerzo. Se ha necesitado de una considerable inversión pública, realizada principalmente por los Ayuntamientos de cada municipio, para proporcionar las instalaciones deportivas necesarias para la práctica del fútbol. En menos de 20 años se multiplicaron los campos de césped natural, hierba artificial y pistas cubiertas en todo el país. Además, se ha facilitado que cada colegio, instituto y club deportivo pueda contar con un recinto donde los alumnos hagan deporte todos los días de la semana.

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Algunas muestras del avance del fútbol en Islandia desde 2002 hasta 2014. Fuente: KSI

Igualmente, existe un paquete de ayudas sociales del Gobierno dedicado a financiar el deporte para los menores de edad. La familia de un escolar islandés recibe cerca de 300 euros anuales por cada hijo para poder costear los gastos de la práctica deportiva. Por otra parte, existen programas específicos de la Administración Pública para formar a todo aquel ciudadano que lo desee como técnico deportivo, además de becas para ampliar sus conocimientos en centros deportivos en el extranjero. De esta manera, aunque Islandia solo cuenta con cien jugadores profesionales, tiene más de 500 acreditados como entrenadores de fútbol, de los cuales 185 poseen una licencia de la FIFA y solo diez son mujeres. La intención es que toda la sociedad participe de una forma u otra del deporte. En Islandia están registrados 90 equipos de fútbol, integrados en asociaciones o clubs deportivos de barrios o municipios que no se limitan exclusivamente al fútbol, sino que organizan competiciones deportivas de todo tipo. El espíritu amateur sigue impregnando el fútbol islandés; la mayoría de los jugadores de renombre terminan recalando en las ligas de Suecia, Noruega o Inglaterra. La generación de futbolistas que ha protagonizado la hazaña de la Eurocopa de 2016 y ha conseguido clasificarse para el Mundial de Rusia es heredera directa de las políticas emprendidas hace ya 20 años.

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El proyecto de un país en el mundial de fútbol


El mundo del fútbol internacional había mirado con desdén a los equipos y profesionales islandeses hasta 2016. Las referencias que llegaban a los medios deportivos del continente europeo eran las extravagantes celebraciones de goles por parte de los isleños. Sin embargo, un profundo cambio llevaba tiempo produciéndose en la relación entre los islandeses y el fútbol. Esa pequeña revolución deportiva tuvo su eclosión en la Eurocopa de 2016, en la que los islandeses sorprendieron a medio mundo al eliminar en octavos de final a los creadores del fútbol: Inglaterra. Pero los éxitos del fútbol islandés no solo son escritos por hombres. Con el propósito de convertirse en una sociedad plenamente igualitaria, existe una extrema precaución en Islandia por tratar con la misma importancia los deportes femeninos y masculinos. Los éxitos nacionales son celebrados de la misma manera y tienen el mismo alcance mediático independientemente de si lo protagonizan hombres o mujeres.

Por primera vez en su Historia, la selección masculina de fútbol va a participar en un mundial. Será durante los meses de junio y julio en Rusia. El equipo nacional logró clasificarse directamente tras superar un grupo en el que había selecciones con mayor tradición futbolística, como Croacia, Turquía o Ucrania. Estos partidos vinieron a confirmar que lo sucedido en la Eurocopa de Francia no había sido un milagro, sino que había detrás un trabajo y talento que debían tenerse en cuenta. Como ha ocurrido en otras ocasiones, se espera que los partidos del mundial sean seguidos por la mayoría de la población; además, se calcula que cerca de un quinto de los islandeses se van a trasladar a Rusia a ver los encuentros. El comportamiento de la afición es reflejo de cómo se entiende el fútbol en Islandia: un espacio para el encuentro y la diversión, siempre desde el respeto y la tolerancia. Por eso, durante las semanas del mundial, los jugadores islandeses no solo estarán consagrando un consenso social de décadas; también pondrán de relieve unos valores y una manera muy particular de entender el deporte.

Para ampliar: El faro de Dalatangi. Postales islandesas del verano previo a la gesta futbolística, Víctor Cervantes Belmonte y Àxel Torres, 2018

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Con buena picha bien se ama: población étnicamente homogénea y físicamente apta, un número reducido para poder aplicar con efectividad cualquier política social; están más cerca de ser un pueblo grande que de ser un país. Esto no lo puedes aplicar en un país de decenas de millones de individuos, ni siquiera en una ciudad de algún millón o más de personas.
 
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