Cirujano de hierro
Será en Octubre
FORTUNAS - Mentes brillantes de Silicon Valley
WeWork era un unicornio empresarial, una creación casi invencible secundada por las mentes más brillantes de Silicon Valley y capital riesgo como parar un camión. En su punto álgido llegó a valer 47.000 millones de dólares, cuatro veces más que el PIB de las Bahamas, y el visionario detrás, el excéntrico Adam Neumann, soñó con sumarse al club de los billonarios de la mano de su no menos polémica mujer, Rebekah Paltrow, prima de Gywneth, la actriz de Hollywood. Pero el suflé se desinfló a una velocidad meteórica, lo mismo que la reputación de una pareja acostumbrada a moverse en las altas esferas de la sociedad neoyorquina.
Seis semanas hicieron falta para que WeWork se desplomara como un castillo de naipes. Neumann, un ex veterano del Ejército israelí de 44 años, presentó la petición de salida al mercado de valores ante la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) en agosto de 2019 y de inmediato destapó una caja de Pandora. Lo que debía haber sido la coronación de un genio se convirtió en su sepultura como empresario. Salieron a la luz sus dudosas prácticas financieras y las enormes deudas que acumulaba la compañía, además de una lista considerable de excentricidades. Su estilo de vida se convirtió en un problema para su larga lista de inversores.
Neumann y su mujer derrocharon millones de dólares en la década que duró su ascenso. El dinero entraba a espuertas de la mano de la confianza que le otorgaron firmas como Microsoft, Volkswagen, Pinterest o Google. Solo de Softbank, el holding japonés, recibió una inyección de 4.400 millones de dólares, suficientes como para permitirse dos mansiones en los Hamptons de Nueva York, un apartamento de 35 millones de dólares en Manhattan y una casa en San Francisco con todo tipo de extravagancias: un salón con forma de guitarra, un tobogán de tres pisos para la piscina y hasta un spa.
Sus delirios de grandeza ayudaron a inspirar la serie que describe su ascenso y caída, WeCrashed, de Apple TV+, donde a Neumann lo pintan como un ególatra al que le gustaba vivir como un rey francés en Versalles. En una de las escenas le despertaba un sirviente que, además de abrirle la cortinas de su dormitorio de lujo, le proporcionaba la primera dosis de marihuana del día en una bandeja de plata. No es su única afición. A Neumann le apasiona el tequila, los deportivos y los aviones privados.
A su mujer la conoció a través de un amigo común y ya en la primera cita pareció atisbar lo que otros tardaron años en descubrir. "Tardó cinco minutos en mirarme a los ojos y decirme: 'Tú, amigo, estás lleno de cosa. Cada palabra que sale de su boca es falsa'". Se casaron en 2008 y tienen seis hijos.
Fue ella la que inspiró la idea de WeWork y la que puso el dinero para alquilar el primer espacio, responsable después de las bacanales que organizaba la empresa para sus empleados y de una rama educativa, WeGrow, que nunca terminó de fraguar.
Pese a la debacle, Neumann ha sabido capear bien el colapso de su sueño y la bancarrota posterior. Sigue siendo un hombre inmensamente rico. Su fortuna ronda los 1.700 millones de dólares, de acuerdo a Bloomberg, atribuida en gran parte a su habilidad para exprimir al máximo los réditos de su compañía cuando aún despedía aires de proyecto viable.
El israelí recibió una compensación de 245 millones de dólares cuando fue reemplazado por Artie Minson como presidente ejecutivo en 2019, además de una lluvia adicional de millones como parte de un acuerdo con el consejo de administración para evitar la competencia y demandas posteriores: 185 millones por un lado y 106 millones por otro, además de los 578 millones por un paquete de acciones vendido por Neumann.
En un comunicado lamentó la caída en desgracia de su invento puesto en marcha en 2008 junto a Miguel McKelvey, con los nubarrones de la crisis económica mundial a punto de descargar. Empezaron a alquilar espacio de oficinas a cualquiera que necesitase un lugar de trabajo. Más que un mero servicio de alquiler, su idea era crear una comunidad para colaborar y evadir la sensación de soledad. La idea agarró vuelo y entre 2010 y 2019 pasaron de 450 a más de medio millón de clientes. Abrieron sedes por todo el país, empezaron a llamar la atención de peces rellenitos y Neumann creyó que su efímera leyenda perduraría.
"Ha sido un desafío para mí observar desde 2019 cómo WeWork no ha logrado aprovechar un producto que hoy es más relevante que nunca", indicó en un comunicado.
En el aire, la posibilidad de un reencuentro entre Neumann y su creación. El hecho de que la compañía se haya declarado en bancarrota abre de nuevo esta opción, de acuerdo a Bloomberg. Al emprendedor ya le han contactado para ayudar a revivir la marca una vez que ha vencido el acuerdo que le prohibía la competencia.
El estrepitoso tren de vida de los dueños de WeWork: mansiones, jets y bandejas de marihuana antes de la bancarrota
WeWork era un unicornio empresarial, una creación casi invencible secundada por las mentes más brillantes de Silicon Valley y capital riesgo como parar un camión. En su punto álgido llegó a valer 47.000 millones de dólares, cuatro veces más que el PIB de las Bahamas, y el visionario detrás, el excéntrico Adam Neumann, soñó con sumarse al club de los billonarios de la mano de su no menos polémica mujer, Rebekah Paltrow, prima de Gywneth, la actriz de Hollywood. Pero el suflé se desinfló a una velocidad meteórica, lo mismo que la reputación de una pareja acostumbrada a moverse en las altas esferas de la sociedad neoyorquina.
Seis semanas hicieron falta para que WeWork se desplomara como un castillo de naipes. Neumann, un ex veterano del Ejército israelí de 44 años, presentó la petición de salida al mercado de valores ante la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) en agosto de 2019 y de inmediato destapó una caja de Pandora. Lo que debía haber sido la coronación de un genio se convirtió en su sepultura como empresario. Salieron a la luz sus dudosas prácticas financieras y las enormes deudas que acumulaba la compañía, además de una lista considerable de excentricidades. Su estilo de vida se convirtió en un problema para su larga lista de inversores.
Neumann y su mujer derrocharon millones de dólares en la década que duró su ascenso. El dinero entraba a espuertas de la mano de la confianza que le otorgaron firmas como Microsoft, Volkswagen, Pinterest o Google. Solo de Softbank, el holding japonés, recibió una inyección de 4.400 millones de dólares, suficientes como para permitirse dos mansiones en los Hamptons de Nueva York, un apartamento de 35 millones de dólares en Manhattan y una casa en San Francisco con todo tipo de extravagancias: un salón con forma de guitarra, un tobogán de tres pisos para la piscina y hasta un spa.
Tú, amigo, estás lleno de cosa. Cada palabra que sale de su boca es falsa
Sus delirios de grandeza ayudaron a inspirar la serie que describe su ascenso y caída, WeCrashed, de Apple TV+, donde a Neumann lo pintan como un ególatra al que le gustaba vivir como un rey francés en Versalles. En una de las escenas le despertaba un sirviente que, además de abrirle la cortinas de su dormitorio de lujo, le proporcionaba la primera dosis de marihuana del día en una bandeja de plata. No es su única afición. A Neumann le apasiona el tequila, los deportivos y los aviones privados.
A su mujer la conoció a través de un amigo común y ya en la primera cita pareció atisbar lo que otros tardaron años en descubrir. "Tardó cinco minutos en mirarme a los ojos y decirme: 'Tú, amigo, estás lleno de cosa. Cada palabra que sale de su boca es falsa'". Se casaron en 2008 y tienen seis hijos.
Fue ella la que inspiró la idea de WeWork y la que puso el dinero para alquilar el primer espacio, responsable después de las bacanales que organizaba la empresa para sus empleados y de una rama educativa, WeGrow, que nunca terminó de fraguar.
Pese a la debacle, Neumann ha sabido capear bien el colapso de su sueño y la bancarrota posterior. Sigue siendo un hombre inmensamente rico. Su fortuna ronda los 1.700 millones de dólares, de acuerdo a Bloomberg, atribuida en gran parte a su habilidad para exprimir al máximo los réditos de su compañía cuando aún despedía aires de proyecto viable.
El israelí recibió una compensación de 245 millones de dólares cuando fue reemplazado por Artie Minson como presidente ejecutivo en 2019, además de una lluvia adicional de millones como parte de un acuerdo con el consejo de administración para evitar la competencia y demandas posteriores: 185 millones por un lado y 106 millones por otro, además de los 578 millones por un paquete de acciones vendido por Neumann.
En un comunicado lamentó la caída en desgracia de su invento puesto en marcha en 2008 junto a Miguel McKelvey, con los nubarrones de la crisis económica mundial a punto de descargar. Empezaron a alquilar espacio de oficinas a cualquiera que necesitase un lugar de trabajo. Más que un mero servicio de alquiler, su idea era crear una comunidad para colaborar y evadir la sensación de soledad. La idea agarró vuelo y entre 2010 y 2019 pasaron de 450 a más de medio millón de clientes. Abrieron sedes por todo el país, empezaron a llamar la atención de peces rellenitos y Neumann creyó que su efímera leyenda perduraría.
"Ha sido un desafío para mí observar desde 2019 cómo WeWork no ha logrado aprovechar un producto que hoy es más relevante que nunca", indicó en un comunicado.
En el aire, la posibilidad de un reencuentro entre Neumann y su creación. El hecho de que la compañía se haya declarado en bancarrota abre de nuevo esta opción, de acuerdo a Bloomberg. Al emprendedor ya le han contactado para ayudar a revivir la marca una vez que ha vencido el acuerdo que le prohibía la competencia.
El estrepitoso tren de vida de los dueños de WeWork: mansiones, jets y bandejas de marihuana antes de la bancarrota