El Espíritu de Europa

pacomermela

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Discurso pronunciado por Greg Johnson el 8 de abril de 2018 en Helsinki durante la “Awakening Conference”​

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Así empieza la Ilíada de Homero. El primer libro de Occidente. Aquiles era el mejor guerrero de los aqueos. Su espíritu luchador en cualquier caso, se convirtió en ira destructiva cuando fue deshonrado por Agamenón.

¿Será el principio del fin de Occidente un cartel de “Refugees Welcome” sostenido por hipsters cuckazos bebedores de leche de soja, envueltos en grandes bufandas, con bolsos para hombre colgando en bandolera de sus débiles brazos mientras aguardan histéricos en estaciones de tren, mostrando su sometimiento al Corán del globalismo y el multiculturalismo?

No si podemos evitarlo.

Me han pedido que hable hoy del espíritu de lucha de Europa. La crisis actual de Occidente es simultáneamente una crisis de nacionalismo y una crisis de masculinidad. Es interesante como la izquierda globalista define masculinidad y nacionalismo como algo tóxico. ¿Cuál es la conexión de masculinidad con el nacionalismo? El nacionalismo es el amor por tu gente, tu tribu. El nacionalismo es preferir tu tribu a los extranjeros. El nacionalismo es la voluntad de tomar parte por los tuyos en una pelea. ¿Y quién pelea por la tribu?

Los hombres.


El papel masculino como guerrero no es una mera construcción social. Es una cuestión biológica. Los hombres están biológicamente predispuestos a luchar. Somos más agresivos. Tenemos ese espíritu de combate asociado a la testosterona. Los hombres también son fisicamente más capaces de pelear y desde un punto de vista reproductivo, los hombres son más prescindibles para la supervivencia de la tribu. Un hombre puede ser padre de muchos hijos con muchas mujeres pero una mujer sólo puede ser progenitora de pocos hijos con menos hombres. Una sociedad puede permitirse perder más hombres en una guerra que mujeres. Es perfectamente lógico que los globalistas quieran eliminar las distintas naciones y tribus y crear un mundo homogeneizado y unificado que además le haya declarado la guerra a la masculinidad, estigmatizándola y promoviendo el feminismo, la androgeneidad y la confusión entre los roles sensuales y la identidad.

En los últimos años han salido noticias alarmantes acerca del declive de la fertilidad y la virilidad de los hombres blancos y asiáticos orientales que viven en sociedades industriales. Estos declives se miden en la bajada de testosterona y la cantidad de esperma fabricado. Se han propuesto muchas causas para esto, dietéticas y ambientales, pero no todos los venenos son químicos. El cuerpo y la mente tienen relaciones recíprocas y complejas. Esto no debería sorprendernos dada la incesante guerra psicológica que hay contra la masculinidad que bien podría cobrarse un daño físico.

La guerra ideológica contra la masculinidad es mucho más vieja de lo que podamos pensar. Tan vieja como el propio mundo. Entender hasta dónde llegan sus profundas raíces arrojará luz sobre cuál es la solución.

Como la mayoría de discursos en la historia de las ideas, este empieza con Platón. En “La república”, Sócrates divide el alma humana en tres partes. Está el razonamiento, el poder pensar, asociado con la cabeza. También el deseo, que está detrás de las necesidades vitales y sirve al instinto de auto conservación. El deseo está asociado con el vientre y más abajo.

Estamos todos familiarizados con la razón y el deseo. ¿Pero cuántos de nosotros hemos oído hablar de la tercera parte del alma platónica? Esta parte se llama thumos y se traduce normalmente como “espíritu”. Pero no es un espíritu en el sentido inmaterial. Al revés, es muy físico. Es el espíritu de equipo. El espíritu de lucha. Platón lo ubica en el pecho, donde sentimos la ira y donde sentimos el orgullo.

Para Platón, thumos es el amor apasionado por uno mismo, por el honor propio, por la propia familia, por la propia tribu. Thumos siempre es parcial, particular, tribal. Para Platón y Aristóteles, y más tarde Carl Schmitt, thumos es la base de la política que siempre implica el partidismo, la distinción entre ellos y nosotros. Las mujeres también tienen thumos, pero thumos está especialmente relacionado con la masculinidad porque son los hombres los que luchan en primera línea por el honor, la familia y la tribu.

Platón afirmaba que si hay tres partes del alma, hay tres tipos de hombre dependiendo de qué parte del alma les gobierne; razón, espíritu o deseo. Es posible que haya entonces conflictos entre distintas partes del alma. Por ejemplo vuestros deseos podrían impulsaros a beber demasiado pero vuestra razón diría que no. Vuestro deseo de autoconservación podría pediros que huyáis de una lucha pero vuestro sentido del orgullo os diría que no. Vuestro sentido del orgullo puede querer pelea pero vuestra razón podría vetarlo porque es mejor retirarse estratégicamente. La parte del alma que tiende a ganar en esos conflictos es la dominante y determina vuestro carácter básico.

Hegel, el gran idealista alemán, mantenía que thumos es la fuerza conductora de la Historia. Para Hegel el inicio de la Historia es un duelo a fin por honor. Aquellos que ponen el honor sobre la vida misma están gobernados por el espíritu. Aquellos dispuestos a sufrir deshonor para preservar sus vidas están dominados por el deseo. El hombre que antepone la fin al deshonor es libre. El hombre que prefiere el deshonor a la fin, es un esclavo por naturaleza.

Para Hegel la historia es cuando un humano subordina la vida y el deseo a las partes más elevadas del alma; la razón, la imaginación, el espíritu. El deseo es un instinto de autoconservación. Thumos es un instinto de trascendencia, incluso de sacrificio. El deseo busca satisfacer las necesidades de la vida. Razón y thumos abren el reino de lo no necesario; el lujo, lo bello y lo inútil que yace en el reino de la cultura. Por supuesto la cultura es sólo inútil desde el punto de vista del deseo pero tiene usos más elevados; es el medio por el cual la razón y el espíritu, las distintas partes del alma humana, se expresan y comprenden a sí mismas.

La historia humana la de la búsqueda de la verdad y la gloria. No puede ser entendida en términos puramente materialistas y aún así la mayoría de nosotros aún no hemos oído hablar de thumos. No entendemos de qué va esto del patriotismo. No estamos cómodos con el amor por uno mismo, con preferir nuestra familia, nuestra tribu, nuestra nación y nuestra raza. La idea de sacrificio parece una locura, un fanatismo. No somos la misma gente que libraba duelos de honor y levantaba monumentos a sus héroes. ¿Qué nos ha pasado?

Para responder a esta pregunta necesitamos entender los orígenes del liberalismo moderno. Platón enseñó que la ciudad era la extensión del alma. Igual que un individuo podía ser gobernado por la razón, el espíritu o el deseo, una sociedad podía ser gobernada por hombres que siguieran a la razón, el espíritu o el deseo. La base de cualquier constitución política es la constitución jovenlandesal de su gente. Para preservarse a sí mismo un regimen necesita poner su sello en el carácter de sus ciudadanos. Cuando el carácter de sus ciudadanos cambia, el cambio de regimen no queda lejos.

Antes del ascenso del liberalismo Europa estaba gobernada por una alianza entre el Trono y el Altar. Para los aristócratas el honor es el bien más preciado y aunque el Cristianismo no sea exactamente una cosmovisión racional, es un sistema ideológico que subordina el deseo y el thumos a sus imperativos. Los fundadores del Liberalismo entendieron que para dar un vuelco al orden social, primero necesitaban dar un vuelvo al orden del alma, derribar el imperio de la razón y el thumos para reemplazarlo por el reino del deseo.

La razón fue aupada de un poder que pudiera legislar o crear valores y convertirlos en una capacidad instrumental o técnica para satisfacer los deseos. Como Thomas Hobbes dijo, “la razón es a las pasiones lo que los espías al servicio de un general“. O como David Hume escribió “la razón es y siempre debe ser una esclava de las pasiones“.

El thumos fue despachado por Hobbes como simple orgullo y vanagloria. El propósito del liberalismo de acuerdo a John Locke era proteger al industrioso y racional, aquel que usa su razón para satisfacer sus deseos, de la interferencia de los conflictivos y violentos, aquellos que se tomaban sus principios y su honor seriamente.

El resultado de esta reforma del alma fue el ascenso del burgués moderno para el que la riqueza material, la seguridad personal y una larga vida, están por encima de cualquier principio y patriotismo. En 2016 los EEUU vivieron unas elecciones muy disputadas en las que el asunto principal era si preservar la identidad nacional era más importante que tener productos y servicios baratos. Los buenos ganaron por los pelos, está claro que muchos americanos no sacrificarán unos dólares para salvar a su país y menos aún, sus vidas.

Desde un punto de vista aristocrático, el burgués es un esclavo por naturaleza. Sufrirá cualquier deshonor mientras pueda mantener su pensión y su valoración crediticia. Preferirá caer muerto en un campo de golf antes que hacerlo en el del honor.

Nuestros gobernantes cuentan con ello. Nuestro reemplazo étnico depende de eso.

¿Cuál es el papel de la masculinidad en la moderna sociedad burguesa? No puede ser abolida por entero. Por supuesto los oligarcas apelarán a ella cuando sientan que es necesario ir a la guerra así que la masculinidad tiene que ser controlada. La búsqueda del honor llevada a la competición económica, el seguimiento de las competiciones deportivas y la persecución de símbolos de status materiales.

Pero sobre todo, la masculinidad simplemente tiene que eliminarse. No nos enseñan las palabras que necesitamos para entender el honor y su papel en la civilización. La búsqueda del honor está patologizada, se considera una cuestión de ego y de narcisismos. Los chicos con espíritu acaban diagnosticados con TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) y medicados. Como C.S. Lewis observó, el burgués moderno es un “hombre sin pecho”. O por decirlo más vulgarmente, hombre sin huevones. Hay un vacío donde habitaba el honor y la masculinidad.

¿Cómo podemos reavivar el espíritu de lucha de Europa? El primer paso es entender qué nos han quitado. La psicología de Platón contiene mucha más verdad y capacidad de explicar que cualquier cosa que ofrezca Freud o Jung. Una vez hayamos recuperado el concepto de thumos y el lenguaje del honor, entenderemos que podemos ser mucho más que productores y consumidores, inteligentes esclavos en la economía actual. También podemos ser guerreros e idealistas, gente que está dispuesta a luchar y morir por cuestiones de honor, principios y patriotismo. Para ser libre tienes que saber de verdad cuáles son tus opciones. Ahora que sabés, tenéis elección. Estoy seguro de que no hay escasez de thumos en Finlandia, la tierra del Black Metal y si estáis aquí en esta sala hoy, no tengo duda de qué tipo de hombres elegiréis ser.


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"Los hombres se reparten entre los que se complican la vida para ganarse el alma y los que se gastan el alma para facilitarse la vida."
 
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Siempre he sido más de Aristóteles y Jenofonte que de Platón. Voy a tener que leerme al de la Academia, me gustó lo del thumos
 
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