Coronel Sanders
Madmaxista
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Jaime, un virgendoritos de 36 años, estuvo persiguiendo a Lorena durante meses, empeñado en que ella saliera con él, pero ella nunca le prestaba la más mínima atención. Sólo un día por la mañana ella decidió escucharle en el parking; Jaime no llevaba ni un minuto hablando cuando ella lo interrumpió. Lo primero que le dijo: "Quítate la ropa".
Sonaba extraño y, al principio, Jaime pensó que era una broma. Tardó sólo unos segundos en darse cuenta de que no lo era.
Las arrugas surcaron su rostro con confusión. Miró a su alrededor y no pudo ver a nadie cerca, pero permaneció incómodo. Lo peor de todo es que no tuvo mucho tiempo para procesar mentalmente lo que ella le exigía.
Lorena se dio la vuelta e insertó la llave de su coche en la cerradura de la puerta.
"¡Vale, ya lo hago!" Jaime gritó, apresurándose y acercándose a ella.
"No voy a repetirme. ¡Quítate la ropa ahora!"
Esta era su última oportunidad y tenía que aprovecharla. Al instante, se quitó la camisa y luego los pantalones y los dejó caer hasta los tobillos. La mirada severa de Lorena le recordó lo serio que era obedecer su orden. Nervioso, se bajó los calzoncillos, pero sólo unos centímetros. La ropa interior elástica abrazó sus muslos.
"Hazlo bien", advirtió Lorena, señalando sus tobillos. Jaime resopló y se bajó los calzoncillos hasta los tobillos. Ahora se sentía muy vulnerable.
La incertidumbre envolvió su mente mientras el aire frío del invierno envolvía su cuerpo. El corazón le latía a mil por hora y se sentía como un espécimen bajo la mirada escrutadora de Lorena, mirando todo su cuerpo de la cabeza a los pies. Luego fijó su mirada en su platano y negó con la cabeza.
"Esta es la razón por la que siempre desnudo a los tíos primero, incluso antes de escuchar lo que me tienen que decir", le dijo Lorena a Jaime, "¡Imagina haberte dicho que sí solo para descubrir luego que la tienes tan pequeña!"
Se sintió avergonzado del tamaño de su miembro viril.
"¿Cuántos años tienes, Jaime?"
"36", respondió, suspirando profundamente y sintiéndose cada vez más avergonzado.
"¿Cómo puede un hombre de 36 años tener una platano tan pequeña? Esa cosita entre tus piernas es como la de un niño de 2 años".
Se quedó estupefacto, sin saber qué decir.
"Lo siento, pequeño, no puedo salir contigo."
Decir "No" a alguien después de desnudarlo es bastante cruel, pero así es como es Lorena con los hombres que no dan la talla.
Aceptar esa repentina derrota después de todo el esfuerzo realizado fue un desafío para Jaime. Estaba desnudo y avergonzado, pero sentía que se había esforzado mucho en esta búsqueda. Dar la vuelta e irse a casa parecía incluso más difícil que la humillante situación en la que se encontraba.
"Por favor, Lorena, no la tengo tan pequeña".
"¿Quieres discutir conmigo? ¿Quieres que midamos esa cosa? ¡Dudo que llegue ni a 8 cm!"
Jaime fue superado por la vergüenza.
"Esa cosita no puede ni acercarse a mi shishi. Sería abuso infantil. ¡Tienes treinta y seis años, pero tu miembro viril tiene tres!"
Ella continuó siendo condescendiente con él. Jaime se quedó paralizado en estado de shock, deseando que se lo tragara la tierra.
"Bueno, como has sido tan persistente, creo que sí que hay algo que podría hacer por ti para compensarte por el esfuerzo".
Finalmente, un rayo de esperanza. Jaime todavía estaba avergonzado, pero se alegró de saber que ella estaba dispuesta a hacer un trato con él.
"¿Puedes comer cosa?"
Las arrugas de su rostro se volvieron más profundas y no supo entender qué quería decir exactamente. Pensó que debía ser un modismo.
"¿Comer cosa? No lo entiendo, Lorena."
"¿Puedes comerte mi cosa? Necesito un esclavo-wáter y creo que podrías servirme para eso. Me gusta la forma de tu boca. Hará juego con mi ano".
"¡Uf!" Jaime suspiró.
"Yo a ti te gusto, ¿no? Esto es algo importante que te acabo de ofrecer. No es una oportunidad que muchos tíos vayan a tener en su vida, la de tener la suerte de comerse los desechos digestivos de una chica tan guapa como yo."
La mente de Jaime se nubló y trató de procesar lo que estaba escuchando.
"¿Aceptas la oferta o no?" Preguntó Lorena con voz impaciente. Abrió la puerta del coche, dispuesta a entrar e irse.
"¡Vale!" Jaime dijo con decisión. "Me comeré tu cosa."
"Genial, veamos si estás a la altura de la tarea. Túmbate en el suelo, que quiero probarte ahora".
"¿Aquí ahora?" Preguntó Jaime, sin poder creerse lo que le ordenaba Lorena.
"Sí. Aquí. Ahora. Túmbate y no me hagas perder el tiempo"
Jaime se quedó sin habla. Bueno, la cosa tampoco podía empeorar mucho. Ya estaba desnudo en un espacio público, así que tampoco le costaba tanto llegar hasta el final obedeciendo sus ridículas órdenes.
Se tumbó boca arriba en el suelo junto al coche de Lorena.
"Abre la boca, cerdito."
Lorena se desabrochó los pantalones vaqueros y se los bajó, dejando al descubierto su ojo ciego pálido y redondo. Luego se puso en cuclillas sobre el rostro de Jaime y colocó su shishi sobre la boca de él. Primero, ella orinó en su boca. Orina caliente de tonalidad amarillo dorado. Él se la tragó.
Luego bajó el ano hasta sus labios y apretó las paredes abdominales.
Trocitos blandos de cosa salieron del ano de Lorena para caer en la boca de Jaime.
"Ahhh ... Qué gustito", confesó Lorena. "Me estás empezando a gustar, pequeño comemierda".
La cosa de Lorena sabía a sarama podrida. Se horrorizó cuando las heces se extendieron a la parte posterior de su boca. ¿Cómo una mujer tan guapa podía soltar cosa tan repulsiva? Jaime empezó a sentir náuseas.
"Un esclavo-wáter se come la cosa, no sólo la mantiene en la boca. Te he dicho que necesito un esclavo-wáter, no una boca con cosa. Jaime, trágate mi cosa. Trágatela ahora".
Jaime estaba demasiado aturdido como para defenderse, ya había probado su cosa e incluso se le había filtrado en la garganta. Lo lógico era obedecerla.
Exhaló y comenzó a comerse su cosa. Todo lo que ella depositó en su boca, se lo tragó todo. Pero hubo más.
¡Flopppop Ploppptt!!
Más trozos de cosa salieron del ano de Lorena y cayeron directamente a la lengua de Jaime. Se la volvió a comer.
Lorena terminó de cagarse en su boca, se puso de pie e inspeccionó su boca. Realmente se había comido toda su cosa.
Metió la mano en su bolso que había dejado caer en el asiento del conductor y sacó un pañuelo de papel. Ella se limpió el ojo ciego con él y se lo metió en la boca a Jaime: "Cómete esto también".
Él masticó y se tragó el pañuelo de papel.
"Está bien, Jaime. Ahora eres mi esclavo-retrete. Debes sentirte feliz por haber obtenido finalmente un lugar en mi vida. Levántate y ponte tu ropa, anda".
¿Levántate y ponte tu ropa? - eso lo hizo de inmediato, después de lo cual intercambiaron números de teléfono. Ella le preguntó por la dirección de su casa y él se la dio.
"Genial. Eso no está lejos de mi casa. Cago todos los días. De tu casa a la mía sólo hay unos quince minutos. Puedo usarte siempre que tenga ganas de hacer ocre"
Jaime no daba crédito. El sabor a la cosa de Lorena le inundaba toda la boca.
Lorena le sonrió. "Muy bien, retrete. ¡Nos vemos mañana!"
Sonaba extraño y, al principio, Jaime pensó que era una broma. Tardó sólo unos segundos en darse cuenta de que no lo era.
Las arrugas surcaron su rostro con confusión. Miró a su alrededor y no pudo ver a nadie cerca, pero permaneció incómodo. Lo peor de todo es que no tuvo mucho tiempo para procesar mentalmente lo que ella le exigía.
Lorena se dio la vuelta e insertó la llave de su coche en la cerradura de la puerta.
"¡Vale, ya lo hago!" Jaime gritó, apresurándose y acercándose a ella.
"No voy a repetirme. ¡Quítate la ropa ahora!"
Esta era su última oportunidad y tenía que aprovecharla. Al instante, se quitó la camisa y luego los pantalones y los dejó caer hasta los tobillos. La mirada severa de Lorena le recordó lo serio que era obedecer su orden. Nervioso, se bajó los calzoncillos, pero sólo unos centímetros. La ropa interior elástica abrazó sus muslos.
"Hazlo bien", advirtió Lorena, señalando sus tobillos. Jaime resopló y se bajó los calzoncillos hasta los tobillos. Ahora se sentía muy vulnerable.
La incertidumbre envolvió su mente mientras el aire frío del invierno envolvía su cuerpo. El corazón le latía a mil por hora y se sentía como un espécimen bajo la mirada escrutadora de Lorena, mirando todo su cuerpo de la cabeza a los pies. Luego fijó su mirada en su platano y negó con la cabeza.
"Esta es la razón por la que siempre desnudo a los tíos primero, incluso antes de escuchar lo que me tienen que decir", le dijo Lorena a Jaime, "¡Imagina haberte dicho que sí solo para descubrir luego que la tienes tan pequeña!"
Se sintió avergonzado del tamaño de su miembro viril.
"¿Cuántos años tienes, Jaime?"
"36", respondió, suspirando profundamente y sintiéndose cada vez más avergonzado.
"¿Cómo puede un hombre de 36 años tener una platano tan pequeña? Esa cosita entre tus piernas es como la de un niño de 2 años".
Se quedó estupefacto, sin saber qué decir.
"Lo siento, pequeño, no puedo salir contigo."
Decir "No" a alguien después de desnudarlo es bastante cruel, pero así es como es Lorena con los hombres que no dan la talla.
Aceptar esa repentina derrota después de todo el esfuerzo realizado fue un desafío para Jaime. Estaba desnudo y avergonzado, pero sentía que se había esforzado mucho en esta búsqueda. Dar la vuelta e irse a casa parecía incluso más difícil que la humillante situación en la que se encontraba.
"Por favor, Lorena, no la tengo tan pequeña".
"¿Quieres discutir conmigo? ¿Quieres que midamos esa cosa? ¡Dudo que llegue ni a 8 cm!"
Jaime fue superado por la vergüenza.
"Esa cosita no puede ni acercarse a mi shishi. Sería abuso infantil. ¡Tienes treinta y seis años, pero tu miembro viril tiene tres!"
Ella continuó siendo condescendiente con él. Jaime se quedó paralizado en estado de shock, deseando que se lo tragara la tierra.
"Bueno, como has sido tan persistente, creo que sí que hay algo que podría hacer por ti para compensarte por el esfuerzo".
Finalmente, un rayo de esperanza. Jaime todavía estaba avergonzado, pero se alegró de saber que ella estaba dispuesta a hacer un trato con él.
"¿Puedes comer cosa?"
Las arrugas de su rostro se volvieron más profundas y no supo entender qué quería decir exactamente. Pensó que debía ser un modismo.
"¿Comer cosa? No lo entiendo, Lorena."
"¿Puedes comerte mi cosa? Necesito un esclavo-wáter y creo que podrías servirme para eso. Me gusta la forma de tu boca. Hará juego con mi ano".
"¡Uf!" Jaime suspiró.
"Yo a ti te gusto, ¿no? Esto es algo importante que te acabo de ofrecer. No es una oportunidad que muchos tíos vayan a tener en su vida, la de tener la suerte de comerse los desechos digestivos de una chica tan guapa como yo."
La mente de Jaime se nubló y trató de procesar lo que estaba escuchando.
"¿Aceptas la oferta o no?" Preguntó Lorena con voz impaciente. Abrió la puerta del coche, dispuesta a entrar e irse.
"¡Vale!" Jaime dijo con decisión. "Me comeré tu cosa."
"Genial, veamos si estás a la altura de la tarea. Túmbate en el suelo, que quiero probarte ahora".
"¿Aquí ahora?" Preguntó Jaime, sin poder creerse lo que le ordenaba Lorena.
"Sí. Aquí. Ahora. Túmbate y no me hagas perder el tiempo"
Jaime se quedó sin habla. Bueno, la cosa tampoco podía empeorar mucho. Ya estaba desnudo en un espacio público, así que tampoco le costaba tanto llegar hasta el final obedeciendo sus ridículas órdenes.
Se tumbó boca arriba en el suelo junto al coche de Lorena.
"Abre la boca, cerdito."
Lorena se desabrochó los pantalones vaqueros y se los bajó, dejando al descubierto su ojo ciego pálido y redondo. Luego se puso en cuclillas sobre el rostro de Jaime y colocó su shishi sobre la boca de él. Primero, ella orinó en su boca. Orina caliente de tonalidad amarillo dorado. Él se la tragó.
Luego bajó el ano hasta sus labios y apretó las paredes abdominales.
Trocitos blandos de cosa salieron del ano de Lorena para caer en la boca de Jaime.
"Ahhh ... Qué gustito", confesó Lorena. "Me estás empezando a gustar, pequeño comemierda".
La cosa de Lorena sabía a sarama podrida. Se horrorizó cuando las heces se extendieron a la parte posterior de su boca. ¿Cómo una mujer tan guapa podía soltar cosa tan repulsiva? Jaime empezó a sentir náuseas.
"Un esclavo-wáter se come la cosa, no sólo la mantiene en la boca. Te he dicho que necesito un esclavo-wáter, no una boca con cosa. Jaime, trágate mi cosa. Trágatela ahora".
Jaime estaba demasiado aturdido como para defenderse, ya había probado su cosa e incluso se le había filtrado en la garganta. Lo lógico era obedecerla.
Exhaló y comenzó a comerse su cosa. Todo lo que ella depositó en su boca, se lo tragó todo. Pero hubo más.
¡Flopppop Ploppptt!!
Más trozos de cosa salieron del ano de Lorena y cayeron directamente a la lengua de Jaime. Se la volvió a comer.
Lorena terminó de cagarse en su boca, se puso de pie e inspeccionó su boca. Realmente se había comido toda su cosa.
Metió la mano en su bolso que había dejado caer en el asiento del conductor y sacó un pañuelo de papel. Ella se limpió el ojo ciego con él y se lo metió en la boca a Jaime: "Cómete esto también".
Él masticó y se tragó el pañuelo de papel.
"Está bien, Jaime. Ahora eres mi esclavo-retrete. Debes sentirte feliz por haber obtenido finalmente un lugar en mi vida. Levántate y ponte tu ropa, anda".
¿Levántate y ponte tu ropa? - eso lo hizo de inmediato, después de lo cual intercambiaron números de teléfono. Ella le preguntó por la dirección de su casa y él se la dio.
"Genial. Eso no está lejos de mi casa. Cago todos los días. De tu casa a la mía sólo hay unos quince minutos. Puedo usarte siempre que tenga ganas de hacer ocre"
Jaime no daba crédito. El sabor a la cosa de Lorena le inundaba toda la boca.
Lorena le sonrió. "Muy bien, retrete. ¡Nos vemos mañana!"