Cuando la extrema derecha tiene voz de adolescente
Los discursos reaccionarios, antifeministas y racistas se cuelan en las aulas y en los imaginarios revestidos de rebeldía y ofreciendo pertenencia.
Un grupo de extrema derecha frente a la puerta de la Facultad de CC. Políticas de la U. Complutense. DAVID F. SABADELL
Sarah Babiker
23 JUN 2022 06:00
Corría el 8 de marzo de 2022, Día Internacional de las Mujeres, y en el instituto de Eugenia Monroy algunas alumnas habían preparado una lectura de poemas feministas. A un grupo de estudiantes la propuesta le molestó, así que decidieron boicotearla: para ello acudieron al centro educativo vistiendo banderas de España cuan capas de superhéroes, e hicieron sonar fuerte el “Cara al sol” para acallar los versos elegidos por sus compañeras. El 25 de noviembre anterior, la misma profesora socializaba en Twitter un hilo en el que compartía su preocupación por otro boicot, el ejercido contra un grupo de apoyo LGTBI que se citaba, desde hacia cuatro años, en el patio del centro, situado en Parla. Para esta docente, estos episodios muestran una tendencia cada vez más visible en las aulas: la traslación de discursos reaccionarios y narrativas de extrema derecha que impregnan redes sociales y medios de comunicación a los idearios de jóvenes y adolescentes.
Los símbolos franquistas como significante vacío
Monroy apunta a este perfil masculino cuando explica su alarma al ver cómo grupos de chavales hacen “ostentación de símbolos y lemas asociados a la extrema derecha, exhibiéndolos con orgullo, con una actitud muy abierta y contestataria”. ¿Pero qué reivindican estos chavales de un régimen que terminó décadas antes de su nacimiento?, según esta profesora de Lengua y Literatura “reciclan” la simbología adaptándola a sus imaginarios. “La idea de España ha tomado mucha fuerza, como en una especie de nebulosa donde cabe todo, y la bandera la ligan a símbolos franquistas. Observo, además, que el simbolismo que le dan es antifeminista y anti LGTBI”.
En materias como Valores Éticos, esta tendencia deviene insoslayable: “Primero porque el tema político sale a relucir en nuestras clases, y segundo porque precisamente los alumnos más derechizados son los que más se atreven a participar en un debate”, apunta Óscar Sánchez, profesor que viene un tiempo reflexionando sobre el tema y que considera que el sentimiento de irrelevancia social y el gran peso de los problemas que se les vienen encima, empujan a algunos jóvenes a sumarse a una ideología “que les invite a ‘pertenecer a algo más grande que ellos mismos’”. “Yo no descarto en absoluto que a la edad a la que mis hijos comiencen a salir por las noches patrullas de cabezas rapadas a la caza de pagapensiones o gayses infesten las calles”, alerta este docente madrileño.
Mientras en las redes se profundiza en estrategias que tienen que ver con no retroalimentar las narrativas de extrema derecha para no amplificarlas, en las aulas no es fácil replicar la táctica de “no les des casito”, y muchas y muchos docentes se sienten superados cuando se ven cuestionados consensos que se daban por sentados. “El auge de Vox y el blanqueamiento de esas propuestas hacen que se vea como aceptable decir cosas que antes no lo eran, como hablar en contra de la igualdad de género o hacer gala de pensamientos racistas, es como que lo ven cool, rompedor. Son los nuevos rebeldes”, explica M.G, profesora de Filosofía en Leganés.
La cosa, al contrario de lo que esperaban, no quedó ahí: “A los dos días apareció la pancarta destrozada, llena de simbología fascista”. Desde la organización estudiantil consideran urgente denunciar que estas acciones son relevantes, que no son una cosa de chiquillos. “Ahora mismo, con Vox en el gobierno de Castilla y León, estos actos van a tener más impunidad que nunca”, se inquieta esta estudiante ante el empuje de la extrema derecha en “toda la sociedad”.
Pedagogía antifascista o barbarie
ENRIQUE JAVIER DÍEZ GUTIÉRREZ
En Andalucía, donde Vox continua teniendo fuerza, aunque la formación no haya cumplido con el objetivo planteado por Macarena Olona de acceder al gobierno de la Junta, la sensación es parecida. Isabel Carmona, que es delegada de Acción Sindical de CGT Andalucía, ha tenido oportunidad de tras*itar por varios centros educativos en su comunidad autónoma, es en el último de ellos, en Almería — provincia en la que los de Olona consiguieron la mayor representación con algo más del 20% de los votos en los últimos comicios — donde más radicalizado ha visto el problema. Y es que el partido ha colocado las aulas desde el principio en el centro de sus batallas culturales, poniendo también al profesorado en el punto de mira. “Lo que dicen es muy bestia. Cosas como ‘Nunca más los profes (los progres), camparán a sus anchas por el aula’”.
El mensaje, reproducido en el minimalista programa electoral del 19J bajo la fórmula “desalojaremos a los activistas de las aulas”, es respaldado por muchos padres, y tras*mitido desde dentro de las aulas por muchos chicos, generando una hostilidad que tiene sus efectos en las y los docentes: “Cunde entre parte del profesorado cierto temor a la represalia por parte de las familias”, alerta esta profesora. La tensión se vive también fuera de las clases de valores éticos: “Por ejemplo, cuando surgen debates de carácter político en Historia, en 4º de ESO, que se habla de la nación, del tema catalán durante la República, del proceso de descentralización del territorio”, explica.
Racismo en aulas diversas
La irrupción de un patriotismo asociado a la bandera en el imaginario de algunos chavales, se traduce en algunos casos en términos belicistas: “En bachillerato tengo alumnos que están deseosos de ir a las trincheras si pilinguin o quien fuera atacara España, ‘para luchar por mi país’”, apunta Monroy. Los discursos abiertamente racistas sin embargo, deben confrontar con la realidad de aulas en las que la presencia racializada y migrante es a veces mayoritaria. En el caso del centro de Monroy, el racismo es más latente que explícito.
Las realidades, por su puesto, varían. Maria Jesús Suárez lleva años trabajando en Vallecas en centros donde la mayoría del alumando es de origen migrante: esta realidad demográfica junto a la arraigada identidad antifascista del barrio, hace que los discursos racistas tengan poco recorrido en las aulas. Sin embargo, durante sus casi dos décadas de docencia ha trabajado en otros centros donde, a pesar de haber población migrante, el racismo se hacía más presente: “En jovenlandesalzarzal, Daganzo, Alcalá o Parla [municipios en la periferia capitalina], sitios donde se hacía evidente la heterogeneidad en cuanto a nivel cultural y económico y la mezcla de culturas, sí notaba la asunción de discursos racistas, a veces de rechazo muy directo a los pagapensiones de ‘la mesa de al lado’, aunque luego fueran juntos al centro comercial o jugaran juntos al fútbol y fueran colegas”.
Racismo en la escuela: asignatura pendiente
SARA PLAZA CASARES
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En Almería, el discurso contra la inmi gración, tan rentabilizado electoralmente por la extrema derecha, inunda también un centro educativo, el de la profesora Isabel Carmona, que, paradójicamente, cuenta con una alta población de origen extranjero. Se trata de un territorio, denuncia esta profesora, que “se enriquece con el trabajo de los migrantes en los invernaderos pero no quiere a sus hijos”. En este contexto, “las actitudes xenófobas y racistas están a la orden del día”. Los chavales racializados acaban aislándose y apartándose, sin conseguir consolidar una respuesta antirracista.
Como padre y profesor, a Antumi Toasijé, presidente del Consejo para la eliminación de la Discriminación Racista (CEDRE), no le sorprende la escalada del racismo percibido en el ámbito de la educación, que ha detectado su último informe, de 2021. Por un lado está la omnipresencia de la ultra derecha en los medios de comunicación y el debate público, por otro, el contexto de esa época en el 2020 de la que yo le hablo, en el que “había muchos discursos antiinmigración”. Sin embargo, considera, es un tema al que se quita importancia en los centros educativos. “No solamente es el acoso entre iguales, el profesorado en ocasiones también exhibe comportamientos racistas, hace comentarios racistas, avergüenza a los alumnos en medio de la clase”, apunta.
Los discursos reaccionarios, antifeministas y racistas se cuelan en las aulas y en los imaginarios revestidos de rebeldía y ofreciendo pertenencia.
Un grupo de extrema derecha frente a la puerta de la Facultad de CC. Políticas de la U. Complutense. DAVID F. SABADELL
Sarah Babiker
23 JUN 2022 06:00
Corría el 8 de marzo de 2022, Día Internacional de las Mujeres, y en el instituto de Eugenia Monroy algunas alumnas habían preparado una lectura de poemas feministas. A un grupo de estudiantes la propuesta le molestó, así que decidieron boicotearla: para ello acudieron al centro educativo vistiendo banderas de España cuan capas de superhéroes, e hicieron sonar fuerte el “Cara al sol” para acallar los versos elegidos por sus compañeras. El 25 de noviembre anterior, la misma profesora socializaba en Twitter un hilo en el que compartía su preocupación por otro boicot, el ejercido contra un grupo de apoyo LGTBI que se citaba, desde hacia cuatro años, en el patio del centro, situado en Parla. Para esta docente, estos episodios muestran una tendencia cada vez más visible en las aulas: la traslación de discursos reaccionarios y narrativas de extrema derecha que impregnan redes sociales y medios de comunicación a los idearios de jóvenes y adolescentes.
Los símbolos franquistas como significante vacío
Monroy apunta a este perfil masculino cuando explica su alarma al ver cómo grupos de chavales hacen “ostentación de símbolos y lemas asociados a la extrema derecha, exhibiéndolos con orgullo, con una actitud muy abierta y contestataria”. ¿Pero qué reivindican estos chavales de un régimen que terminó décadas antes de su nacimiento?, según esta profesora de Lengua y Literatura “reciclan” la simbología adaptándola a sus imaginarios. “La idea de España ha tomado mucha fuerza, como en una especie de nebulosa donde cabe todo, y la bandera la ligan a símbolos franquistas. Observo, además, que el simbolismo que le dan es antifeminista y anti LGTBI”.
En materias como Valores Éticos, esta tendencia deviene insoslayable: “Primero porque el tema político sale a relucir en nuestras clases, y segundo porque precisamente los alumnos más derechizados son los que más se atreven a participar en un debate”, apunta Óscar Sánchez, profesor que viene un tiempo reflexionando sobre el tema y que considera que el sentimiento de irrelevancia social y el gran peso de los problemas que se les vienen encima, empujan a algunos jóvenes a sumarse a una ideología “que les invite a ‘pertenecer a algo más grande que ellos mismos’”. “Yo no descarto en absoluto que a la edad a la que mis hijos comiencen a salir por las noches patrullas de cabezas rapadas a la caza de pagapensiones o gayses infesten las calles”, alerta este docente madrileño.
Mientras en las redes se profundiza en estrategias que tienen que ver con no retroalimentar las narrativas de extrema derecha para no amplificarlas, en las aulas no es fácil replicar la táctica de “no les des casito”, y muchas y muchos docentes se sienten superados cuando se ven cuestionados consensos que se daban por sentados. “El auge de Vox y el blanqueamiento de esas propuestas hacen que se vea como aceptable decir cosas que antes no lo eran, como hablar en contra de la igualdad de género o hacer gala de pensamientos racistas, es como que lo ven cool, rompedor. Son los nuevos rebeldes”, explica M.G, profesora de Filosofía en Leganés.
El auge de esta extrema derecha no solo se refleja dentro de las aulas, sino que se aprecia también en las de derechasdas. El pasado marzo, un cartel en el vallisoletano colegio Teresa Íñigo de Toro en defensa de la enseñanza pública fue vandalizado. ¿Qué había molestado de la pancarta? Aparentemente, el reivindicar enseñanza pública de calidad para todos y “todas”: el uso del plural en femenino pareció a un grupo de chavales desconocidos, una afrenta. “La respuesta por parte del centro, tanto de los alumnos como de los profesores, fue llenar la pancarta de la palabra ‘todas’, porque al final es que es algo intrínseco a la educación pública, la propuesta de una educación en igualdad”, explica Miriam, integrante del Frente de estudiantes de Castilla y León, que denunciaba este episodio también en las redes sociales.“El auge de Vox y el blanqueamiento de esas propuestas hacen que se vea como aceptable decir cosas que antes no lo eran, como hablar en contra de la igualdad de género o hacer gala de pensamientos racistas, es como que lo ven cool, rompedor. Son los nuevos rebeldes”
La cosa, al contrario de lo que esperaban, no quedó ahí: “A los dos días apareció la pancarta destrozada, llena de simbología fascista”. Desde la organización estudiantil consideran urgente denunciar que estas acciones son relevantes, que no son una cosa de chiquillos. “Ahora mismo, con Vox en el gobierno de Castilla y León, estos actos van a tener más impunidad que nunca”, se inquieta esta estudiante ante el empuje de la extrema derecha en “toda la sociedad”.
Pedagogía antifascista o barbarie
ENRIQUE JAVIER DÍEZ GUTIÉRREZ
En Andalucía, donde Vox continua teniendo fuerza, aunque la formación no haya cumplido con el objetivo planteado por Macarena Olona de acceder al gobierno de la Junta, la sensación es parecida. Isabel Carmona, que es delegada de Acción Sindical de CGT Andalucía, ha tenido oportunidad de tras*itar por varios centros educativos en su comunidad autónoma, es en el último de ellos, en Almería — provincia en la que los de Olona consiguieron la mayor representación con algo más del 20% de los votos en los últimos comicios — donde más radicalizado ha visto el problema. Y es que el partido ha colocado las aulas desde el principio en el centro de sus batallas culturales, poniendo también al profesorado en el punto de mira. “Lo que dicen es muy bestia. Cosas como ‘Nunca más los profes (los progres), camparán a sus anchas por el aula’”.
El mensaje, reproducido en el minimalista programa electoral del 19J bajo la fórmula “desalojaremos a los activistas de las aulas”, es respaldado por muchos padres, y tras*mitido desde dentro de las aulas por muchos chicos, generando una hostilidad que tiene sus efectos en las y los docentes: “Cunde entre parte del profesorado cierto temor a la represalia por parte de las familias”, alerta esta profesora. La tensión se vive también fuera de las clases de valores éticos: “Por ejemplo, cuando surgen debates de carácter político en Historia, en 4º de ESO, que se habla de la nación, del tema catalán durante la República, del proceso de descentralización del territorio”, explica.
Racismo en aulas diversas
La irrupción de un patriotismo asociado a la bandera en el imaginario de algunos chavales, se traduce en algunos casos en términos belicistas: “En bachillerato tengo alumnos que están deseosos de ir a las trincheras si pilinguin o quien fuera atacara España, ‘para luchar por mi país’”, apunta Monroy. Los discursos abiertamente racistas sin embargo, deben confrontar con la realidad de aulas en las que la presencia racializada y migrante es a veces mayoritaria. En el caso del centro de Monroy, el racismo es más latente que explícito.
Las realidades, por su puesto, varían. Maria Jesús Suárez lleva años trabajando en Vallecas en centros donde la mayoría del alumando es de origen migrante: esta realidad demográfica junto a la arraigada identidad antifascista del barrio, hace que los discursos racistas tengan poco recorrido en las aulas. Sin embargo, durante sus casi dos décadas de docencia ha trabajado en otros centros donde, a pesar de haber población migrante, el racismo se hacía más presente: “En jovenlandesalzarzal, Daganzo, Alcalá o Parla [municipios en la periferia capitalina], sitios donde se hacía evidente la heterogeneidad en cuanto a nivel cultural y económico y la mezcla de culturas, sí notaba la asunción de discursos racistas, a veces de rechazo muy directo a los pagapensiones de ‘la mesa de al lado’, aunque luego fueran juntos al centro comercial o jugaran juntos al fútbol y fueran colegas”.
Racismo en la escuela: asignatura pendiente
SARA PLAZA CASARES
1
En Almería, el discurso contra la inmi gración, tan rentabilizado electoralmente por la extrema derecha, inunda también un centro educativo, el de la profesora Isabel Carmona, que, paradójicamente, cuenta con una alta población de origen extranjero. Se trata de un territorio, denuncia esta profesora, que “se enriquece con el trabajo de los migrantes en los invernaderos pero no quiere a sus hijos”. En este contexto, “las actitudes xenófobas y racistas están a la orden del día”. Los chavales racializados acaban aislándose y apartándose, sin conseguir consolidar una respuesta antirracista.
Como padre y profesor, a Antumi Toasijé, presidente del Consejo para la eliminación de la Discriminación Racista (CEDRE), no le sorprende la escalada del racismo percibido en el ámbito de la educación, que ha detectado su último informe, de 2021. Por un lado está la omnipresencia de la ultra derecha en los medios de comunicación y el debate público, por otro, el contexto de esa época en el 2020 de la que yo le hablo, en el que “había muchos discursos antiinmigración”. Sin embargo, considera, es un tema al que se quita importancia en los centros educativos. “No solamente es el acoso entre iguales, el profesorado en ocasiones también exhibe comportamientos racistas, hace comentarios racistas, avergüenza a los alumnos en medio de la clase”, apunta.
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