Butters
Sangre libre de Hidroxibutil
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Como otro día cualquiera, yo, un paria cualquiera de una ciudad cualquiera me mantenía en mis quehaceres diarios, recados y obligaciones. Mi vida no había sido difícil nunca, pero tenía ese rastro de fracaso, esa losa que muchos conocen y se niegan a aceptar, el ser un puñetero perdedor de pies a cabeza.
Los años me habían hecho desistir de tener esperanzas. Al principio de mi existencia, era una persona viva y feliz, amigable. Poco a poco, conseguí hacerme un hueco en este mundo, formar mi círculo, encontrar a mi gente. Realmente era feliz.
Después de aquellos pequeños triunfos inconscientes y de vivir de una manera totalmente desquiciada, todo empezó a irse a la cosa. Poco a poco mi verdadera personalidad parecía salir a relucir, aquella versión que demostraba que no estaba hecho para ser como los demás, ni en lo bueno ni en lo malo.
Fueron años de duro aprendizaje, de descubrir la verdad de cómo funciona el mundo, de sufrir traiciones y ataques, pero algo en mi me impedía rendirme, sabía que el destino me daría lo que yo deseaba merecer.
He de ser sincero, rara vez tuve a una mujer a mi lado. Las pocas que se acercaron a mi, acabaron siendo más paletas e incultas que uno mismo, demostrando que algo verían en mi, pero no se si era bueno o malo. Amor, repruebo, un chivo expiatorio o un juguete con el que entretenerse mientras viene algo mejor.
Aquellos últimos años acabaron por destrozar una estima que tanto costó crear pero inversamente el repruebo se enquisto en mi alma, con tanta fuerza que llegue a pensar que nada merecía, ni yo ni nadie más.
Un día fui con un viejo amigo a un bar. Después de tomar varias cervezas, fuimos a un estanco y el compro un boleto de lotería. ¿No compras? - Me dijo medio haciendo la gracia. Le dije que era casi imposible estadisticamente de que pudiera tocar, aun así, por el pequeño lapsus del alcohol y del vacile cambie de opinión rápidamente. Señale los números sin mirar y fui a pagar el boleto. Genial, había derrochado medio paquete de tabaco para nada, pensé.
Todo siguió su curso, yo seguí con mis obligaciones diarias, hasta que el día del sorteo, salieron los números. Solo por reírme, dije, voy a mirar, se que es imposible.
A partir de ese momento todo cambió, pero no creo que para mejor.
Todos mis números habían sido acertados.
Nunca los pensé ni tenían nada que ver con fechas ni días especiales para mi. El puro azar decidio que ese premio, un suculento premio de 8 cifras iba a ser para mí.
En ese minuto, mi mente no podía creerlo. Me reía, me decía a mi mismo que no era posible, así que decidi acostarme. Al día siguiente seguiría con mi vida de cosa.
Pero al despertar, pensando que había sido un sueño, decidí mirar otra vez. Allí estaban los números, yo era el ganador y nadie lo sabía. Solo yo.
Discretamente, fui a cobrar el premio con mi envejecida progenitora, una mujer trabajadora a la cual los años la había directamente atropellado. Le dije que nunca pasaríamos hambre otra vez, que podríamos ser libres por una vez en nuestras vidas, pero debíamos mantenerlo en secreto, durante un tiempo.
Después de cobrar el premio y comprobar que el ingreso a nuestras cuentas había sido realizado, segui haciendo mi vida normal, lo último que quería era llamar la atención de nadie.
He de ser sincero en este punto, el 80% de mi familia y yo nos llevábamos y nos llevamos a apiolar. Asique después de cobrarlo, convencí a mi progenitora de irse a vivir a un lugar nuevo mientras yo desaparecí.
Estuve 2 años viajando por el mundo, visite París, Berlín, Moscú, Pekin, Tokio, Los Ángeles... Literalmente le di la vuelta al mundo, viendo y descubriendo todas las cosas que siempre habían llamado mi atención desde niño. Hasta llegar de nuevo a Madrid.
El motivo de mi regreso fue simplemente por mi progenitora, la pobre había muerto de un infarto fulminante. Yo realmente estaba devastado, pero nadie pensaba que iba a morir de repente.
Así pues el día del testamento, mi progenitora decidio que toda la fortuna que yo le di 2 años atrás debía volver a su legítimo dueño, siendo una sorpresa para mi descubrir que mi progenitora solo había gastado medio millón desde que me marche mientras yo ya me había fundido unos 35 millones.
En ese momento, mis hermanos explotaron contra mi, pero no solo ellos. El resto de mi familia también se unieron a ellos, mis pocos ''amigos'' y decenas de buitres interesados que estaban a lo que podían rapiñar.
Yo simplemente cobre la herencia, era eso o dársela al estado, así que decidí quedármelo todo para mi. Aun así, desde el momento que todo el mundo supo que yo era millonario, se demostro lo increíblemente mezquinos que realmente eran, son y seran.
Todo esto lo descubrí después, porque realmente yo no sabía todo lo que se cocía en sus cabezas. Claro, todo eran sonrisitas, palmaditas en la espalda y vítores de mi descomunal suerte.
Después de dos semanas en mi ciudad natal, apareció mi ex. La hija de fruta había envejecido bastante peor que yo, siendo yo un estropeado toxicómano, y obviamente, me pidió volver.
Asique yo me comporte con ella según sus recuerdos, es decir, de forma pobre, austera y digamos rata. Claro, ella aguantaba, hasta que pasados unos días me suelta que si no la iba a invitar al yate.
Directamente la mande a freír espárragos. En mi interior sabía que no había venido por mi, sino por lo obvio, mi puñetero dinero.
Para sorpresa para mi, el día siguiente, la policía nacional se presentó en mi casa. Había sido denunciado por maltrato psicológico. La muy cortesana queria jorobarme y sacarme todo lo que pudo. Aguante lo que pude, fueron meses muy largos y dolidos, pero gracias a mis abogados y algún soborno, la macho cabríoa no logro ver ni un duro de mi parte.
Después de aquello, no sabía que hacer, así que decidí irme. Cojí mis posesiones personales más importantes para mi y decidí ir hacia Málaga, pues era donde tenía atracado mi pequeño yate de 15 metros de eslora.
Me dirigía directo hacia el sur, por la A-4 cuando de repente una furgoneta Mercedes Vito se estampó contra mi y me hecho hacia la carretera. Al estrellarme perdí el conocimiento, pero lo último que vi fue otra furgoneta acercarse y notar como me sacaban a rastras del coche.
Al recobrar el conocimiento, tenía una bolsa en la cabeza. Mis manos y pies habían sido atados con cinta de carrocero. No sabía donde estaba. Pero sentí miedo. Mucho miedo.
Nose si fueron días, semanas o meses pero lo que duro aquel secuestro me hizo replantearme muchas cuestiones sobre mi mismo y el ser humano. Ya todo me daba igual. Si tenia que morir allí, moriría.
Durante una de las palizas rutinarias a las que me tuvieron acostumbrado, un abrazo hizo que la bolsa volase de mi cabeza. En ese momento, no pude creer lo que veían mis ojos. Era mi hermano.
Nos miramos y fui claro. Si me mataba no vería ni un euro. Compre mi libertad. Acorde con el entregarle la mitad de lo que me quedaba si me dejaba libre y yo a cambio no diría nada. Sorprendentemente el acepto.
Después de hacerle la tras*ferencia, me abandono en medio de una carretera cerca de Córdoba. Lo primero que hice fue recomponerme de toda la tortura que había sufrido.
Pero tenía un plan. El macho cabríoazo fue tan menso de hacerse un seguimiento de su vida en Instagram. Coches caros, viajes caros, pilinguis caras. Pero lo que me interesaba a mi era su ubicación.
Logre dar con el la paradisíaca isla de Bali.
Hay algo que los millonarios podemos hacer y la gente normal no y es saltarnos los controles en aeropuertos. Alquile un jet privado y metí un par de pistolas. Un par de sobornos después estaba a menos de 20 kilómetros de mi captor.
El me gusta la fruta no se lo vio venir. Rodeado de varias pilinguis en un complejo turístico que alquilo el solo para un mes, aparecí como si nada delante de él. Su cara era un poema. El sabía porque estaba allí.
Primero me suplico perdón. Consideraba injusto que mi difunta progenitora me diera los millones a mi y no a ellos. Yo le recordé que ese dinero era mío. Solo yo jugué ese boleto y solo yo era su legítimo dueño.
Al ver mi negativa a perdonarlo, empezó a gritarme pero al acercarse a mi lo acribille a balazos. Las piernas, los brazos, su barriga, su cara. Por lo menos vacie 5 cargadores en su puñetero cuerpo.
Después de otras decenas de sobornos, logre volver a España. Pero en el avión, me dio por pensar. ¿Quien será el siguiente?
Podría fiarme del piloto, pero el secuestro me había vuelto demasiado paranoico.
Al volver a España, fui visitando a todas las personas que conocía. Día tras día, las fui matando a todas. Realmente, yo tenía más miedo que ellos, sabía que en cualquier momento no durarían en hacerme daño para quitarme lo que por derecho me pertenecía.
Después de tantas muertes, los medios locales se hicieron eco de las muertes. Asique decidí huir. Y me fui del pais. Gracias a ciertos contactos que hice en mis viajes me establecí en un pequeño pueblo tibetano, alejado de mi triste pasado y sabiendo que nadie lograria encontrarme a más de 5000 metros de altitud.
Las noticias de los asesinatos cesaron. Los medios de comunicación dejaron de darle bombo al asunto y realmente nose si la Interpol seguirá buscándome.
FIN
Los años me habían hecho desistir de tener esperanzas. Al principio de mi existencia, era una persona viva y feliz, amigable. Poco a poco, conseguí hacerme un hueco en este mundo, formar mi círculo, encontrar a mi gente. Realmente era feliz.
Después de aquellos pequeños triunfos inconscientes y de vivir de una manera totalmente desquiciada, todo empezó a irse a la cosa. Poco a poco mi verdadera personalidad parecía salir a relucir, aquella versión que demostraba que no estaba hecho para ser como los demás, ni en lo bueno ni en lo malo.
Fueron años de duro aprendizaje, de descubrir la verdad de cómo funciona el mundo, de sufrir traiciones y ataques, pero algo en mi me impedía rendirme, sabía que el destino me daría lo que yo deseaba merecer.
He de ser sincero, rara vez tuve a una mujer a mi lado. Las pocas que se acercaron a mi, acabaron siendo más paletas e incultas que uno mismo, demostrando que algo verían en mi, pero no se si era bueno o malo. Amor, repruebo, un chivo expiatorio o un juguete con el que entretenerse mientras viene algo mejor.
Aquellos últimos años acabaron por destrozar una estima que tanto costó crear pero inversamente el repruebo se enquisto en mi alma, con tanta fuerza que llegue a pensar que nada merecía, ni yo ni nadie más.
Un día fui con un viejo amigo a un bar. Después de tomar varias cervezas, fuimos a un estanco y el compro un boleto de lotería. ¿No compras? - Me dijo medio haciendo la gracia. Le dije que era casi imposible estadisticamente de que pudiera tocar, aun así, por el pequeño lapsus del alcohol y del vacile cambie de opinión rápidamente. Señale los números sin mirar y fui a pagar el boleto. Genial, había derrochado medio paquete de tabaco para nada, pensé.
Todo siguió su curso, yo seguí con mis obligaciones diarias, hasta que el día del sorteo, salieron los números. Solo por reírme, dije, voy a mirar, se que es imposible.
A partir de ese momento todo cambió, pero no creo que para mejor.
Todos mis números habían sido acertados.
Nunca los pensé ni tenían nada que ver con fechas ni días especiales para mi. El puro azar decidio que ese premio, un suculento premio de 8 cifras iba a ser para mí.
En ese minuto, mi mente no podía creerlo. Me reía, me decía a mi mismo que no era posible, así que decidi acostarme. Al día siguiente seguiría con mi vida de cosa.
Pero al despertar, pensando que había sido un sueño, decidí mirar otra vez. Allí estaban los números, yo era el ganador y nadie lo sabía. Solo yo.
Discretamente, fui a cobrar el premio con mi envejecida progenitora, una mujer trabajadora a la cual los años la había directamente atropellado. Le dije que nunca pasaríamos hambre otra vez, que podríamos ser libres por una vez en nuestras vidas, pero debíamos mantenerlo en secreto, durante un tiempo.
Después de cobrar el premio y comprobar que el ingreso a nuestras cuentas había sido realizado, segui haciendo mi vida normal, lo último que quería era llamar la atención de nadie.
He de ser sincero en este punto, el 80% de mi familia y yo nos llevábamos y nos llevamos a apiolar. Asique después de cobrarlo, convencí a mi progenitora de irse a vivir a un lugar nuevo mientras yo desaparecí.
Estuve 2 años viajando por el mundo, visite París, Berlín, Moscú, Pekin, Tokio, Los Ángeles... Literalmente le di la vuelta al mundo, viendo y descubriendo todas las cosas que siempre habían llamado mi atención desde niño. Hasta llegar de nuevo a Madrid.
El motivo de mi regreso fue simplemente por mi progenitora, la pobre había muerto de un infarto fulminante. Yo realmente estaba devastado, pero nadie pensaba que iba a morir de repente.
Así pues el día del testamento, mi progenitora decidio que toda la fortuna que yo le di 2 años atrás debía volver a su legítimo dueño, siendo una sorpresa para mi descubrir que mi progenitora solo había gastado medio millón desde que me marche mientras yo ya me había fundido unos 35 millones.
En ese momento, mis hermanos explotaron contra mi, pero no solo ellos. El resto de mi familia también se unieron a ellos, mis pocos ''amigos'' y decenas de buitres interesados que estaban a lo que podían rapiñar.
Yo simplemente cobre la herencia, era eso o dársela al estado, así que decidí quedármelo todo para mi. Aun así, desde el momento que todo el mundo supo que yo era millonario, se demostro lo increíblemente mezquinos que realmente eran, son y seran.
Todo esto lo descubrí después, porque realmente yo no sabía todo lo que se cocía en sus cabezas. Claro, todo eran sonrisitas, palmaditas en la espalda y vítores de mi descomunal suerte.
Después de dos semanas en mi ciudad natal, apareció mi ex. La hija de fruta había envejecido bastante peor que yo, siendo yo un estropeado toxicómano, y obviamente, me pidió volver.
Asique yo me comporte con ella según sus recuerdos, es decir, de forma pobre, austera y digamos rata. Claro, ella aguantaba, hasta que pasados unos días me suelta que si no la iba a invitar al yate.
Directamente la mande a freír espárragos. En mi interior sabía que no había venido por mi, sino por lo obvio, mi puñetero dinero.
Para sorpresa para mi, el día siguiente, la policía nacional se presentó en mi casa. Había sido denunciado por maltrato psicológico. La muy cortesana queria jorobarme y sacarme todo lo que pudo. Aguante lo que pude, fueron meses muy largos y dolidos, pero gracias a mis abogados y algún soborno, la macho cabríoa no logro ver ni un duro de mi parte.
Después de aquello, no sabía que hacer, así que decidí irme. Cojí mis posesiones personales más importantes para mi y decidí ir hacia Málaga, pues era donde tenía atracado mi pequeño yate de 15 metros de eslora.
Me dirigía directo hacia el sur, por la A-4 cuando de repente una furgoneta Mercedes Vito se estampó contra mi y me hecho hacia la carretera. Al estrellarme perdí el conocimiento, pero lo último que vi fue otra furgoneta acercarse y notar como me sacaban a rastras del coche.
Al recobrar el conocimiento, tenía una bolsa en la cabeza. Mis manos y pies habían sido atados con cinta de carrocero. No sabía donde estaba. Pero sentí miedo. Mucho miedo.
Nose si fueron días, semanas o meses pero lo que duro aquel secuestro me hizo replantearme muchas cuestiones sobre mi mismo y el ser humano. Ya todo me daba igual. Si tenia que morir allí, moriría.
Durante una de las palizas rutinarias a las que me tuvieron acostumbrado, un abrazo hizo que la bolsa volase de mi cabeza. En ese momento, no pude creer lo que veían mis ojos. Era mi hermano.
Nos miramos y fui claro. Si me mataba no vería ni un euro. Compre mi libertad. Acorde con el entregarle la mitad de lo que me quedaba si me dejaba libre y yo a cambio no diría nada. Sorprendentemente el acepto.
Después de hacerle la tras*ferencia, me abandono en medio de una carretera cerca de Córdoba. Lo primero que hice fue recomponerme de toda la tortura que había sufrido.
Pero tenía un plan. El macho cabríoazo fue tan menso de hacerse un seguimiento de su vida en Instagram. Coches caros, viajes caros, pilinguis caras. Pero lo que me interesaba a mi era su ubicación.
Logre dar con el la paradisíaca isla de Bali.
Hay algo que los millonarios podemos hacer y la gente normal no y es saltarnos los controles en aeropuertos. Alquile un jet privado y metí un par de pistolas. Un par de sobornos después estaba a menos de 20 kilómetros de mi captor.
El me gusta la fruta no se lo vio venir. Rodeado de varias pilinguis en un complejo turístico que alquilo el solo para un mes, aparecí como si nada delante de él. Su cara era un poema. El sabía porque estaba allí.
Primero me suplico perdón. Consideraba injusto que mi difunta progenitora me diera los millones a mi y no a ellos. Yo le recordé que ese dinero era mío. Solo yo jugué ese boleto y solo yo era su legítimo dueño.
Al ver mi negativa a perdonarlo, empezó a gritarme pero al acercarse a mi lo acribille a balazos. Las piernas, los brazos, su barriga, su cara. Por lo menos vacie 5 cargadores en su puñetero cuerpo.
Después de otras decenas de sobornos, logre volver a España. Pero en el avión, me dio por pensar. ¿Quien será el siguiente?
Podría fiarme del piloto, pero el secuestro me había vuelto demasiado paranoico.
Al volver a España, fui visitando a todas las personas que conocía. Día tras día, las fui matando a todas. Realmente, yo tenía más miedo que ellos, sabía que en cualquier momento no durarían en hacerme daño para quitarme lo que por derecho me pertenecía.
Después de tantas muertes, los medios locales se hicieron eco de las muertes. Asique decidí huir. Y me fui del pais. Gracias a ciertos contactos que hice en mis viajes me establecí en un pequeño pueblo tibetano, alejado de mi triste pasado y sabiendo que nadie lograria encontrarme a más de 5000 metros de altitud.
Las noticias de los asesinatos cesaron. Los medios de comunicación dejaron de darle bombo al asunto y realmente nose si la Interpol seguirá buscándome.
FIN
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