El día que 'murió' Unamuno el 31-12-36 sus últimas palabras : - "España no puede perderse"

ATARAXIO

Madmaxista
Desde
6 Mar 2017
Mensajes
89.778
Reputación
206.795
El día que 'murió' Unamuno | Castilla y León | elmundo.es
Los ánimos habían empezado a caldearse, los mandos militares congregados en el Paraninfo no daban crédito a lo que escuchaban pero el ambiente se tensó aún más cuando el rector recordó que Millán-Astray era inválido de guerra (le faltaban el ojo derecho y el brazo izquierdo), "como también lo fue Cervantes".

Prosiguió Unamuno lamentando que, "desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más". En esa línea, señaló que la española era "una guerra incivil", argumento que subrayó al asegurar que "vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el repruebo que no deja lugar para la compasión".

La indignación de la representación castrense en el acto era patente pero se tornó en furia al escuchar al rector decir que le atormentaba "el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa" dado que, en su opinión, "un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor".

Las horas finales de Unamuno: "España no puede perderse", gritó. Y murió
La segunda visita, la última, es más agradable. Se trata del falangista Bartolomé Aragón. La conversación tras*curre plácida en torno al brasero hasta que se llega al punto del futuro de España y su salvación divina. El dramaturgo Hernúñez dramatiza el debate en Unamuno, tragedia en veinte cuadros: “¡No! Eso no puede ser, Aragón. Dios no puede volverle la espalda a España. España se salvará porque tiene que salvarse. ¡España no puede perderse!”.

Según parece, tras el "España no puede perderse", el escritor golpeó la mesa camilla, con furia, y el corazón dejó de latir. Una vez que Bartolomé Aragón cae en la cuenta de que ya no hay aliento en el viejo literato, sale del caserón como alma que lleva el diablo gritando: “Yo no lo he apiolado, yo no lo he apiolado”.
 
Volver