El desprecio por hacienda y los impuestos crece en el electorado de la ultraderecha española

Solidario García

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Como prólogo de su posible defensa ante un juez o un inspector fiscal, el “soy culpable” de Alvise no pareció una estrategia brillante. Tras descubrirse que cobró 100.000 euros en neցro, se plantó ante una cámara y grabó un vídeo admitiendo el ingreso en B justo antes de ponerse a repartir vituperios –“Hacienda es una mafia”– y hacer apología del fraude. “Todo impuesto que podáis evitar, no lo paguéis”, soltó. “A veces” cobrar en B, llegó a decir, “es la única salida”. No es el argumentario que un abogado aconsejaría a su cliente para defenderse legalmente. Ahora bien, ¿puede tener sentido políticamente? ¿Hay un electorado receptivo al llamamiento a la “legítima defensa contra el terrorismo fiscal”? Hay razones para pensar que sí.

La citada confesión/acusación, analiza la experta en estrategia política Ana Salazar, fue un ejemplo extremo de un mensaje clásico del repertorio de Alvise, que ha sido clave en su irrupción electoral. “Alvise detectó una sensibilidad anti-impuestos, incluso permisiva con el fraude, y la aprovechó con un discurso que llega más lejos que nadie”, señala. La directora de Idus 3 duda que el líder de Se Acabó la Fiesta (SALF), “un supuesto Robin Hood que cada vez parece más Jesús Gil”, sea quien logre capitalizar esa “sensibilidad” en el futuro. Eso sí, de lo que no alberga dudas es de que esa corriente es políticamente relevante: “Es difícil que llegue a ser tras*versal, pero existe. Y crecerá si crece la percepción de que las cosas van mal”.

En línea con el diagnóstico de Salazar, la demoscopia indica que los mensajes de apoyo a Alvise en su canal de la red de mensajería Telegram –“Ojalá yo pudiera defraudar el IVA”; “¿Nunca ha hecho nadie un trabajito sin decírselo a los ‘buscabonus’ de la Agencia Tributaria?”– son solo un síntoma de un fenómeno mayor: existe una España, en absoluto mayoritaria pero tampoco anecdótica, que va más allá del anhelo de impuestos bajos –básico en el recetario liberal– para instalarse en el escepticismo sobre la utilidad de pagarlos y hasta en cierta tolerancia ante las trampas para evitarlos. Como la última encuesta anual sobre fiscalidad del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), de julio, toma como referencia de voto las generales de 2023, no es posible saber qué respaldo tiene Alvise en el bloque más anti-impuestos. Lo seguro es que el grueso de sus integrantes presentan los tres rasgos de su seguidor tipo: son hombres, jóvenes y de derechas. Y la característica más determinante es la tercera.

La visión negativa de los impuestos del votante ultraconservador empieza por la propia percepción de su cantidad. En la encuesta de julio, el 62,4% de los votantes del PP sostienen que se pagan “muchos”, porcentaje que roza el 80% en Vox. Esa proporción cae al 22,2% en el PSOE y al 13,8% en Sumar. Es un contraste drástico, que se repetirá una y otra vez. Se pregunte por cuantía, por utilidad o por beneficio obtenido de los impuestos, la respuesta más insatisfecha aparece siempre a la derecha. El porcentaje de votantes del PP (39,1%) y de Vox (58,6%) que definen los impuestos como una obligación que cumplen no se sabe “muy bien a cambio de qué” desborda al 9,3% de los votantes socialistas o al 4,6% de los de Sumar. Todo ello afecta a la voluntad de aportación. Cuando el CIS pide a los encuestados que se coloquen entre el 0 –“mejorar los servicios públicos aunque haya que pagar muchos más impuestos”–, y el 10 –justo lo contrario–, los votantes del PP, Vox y Junts son los únicos por encima del 5.

Que los votantes de ultraderecha se inclinen más que los de izquierdas por impuestos bajos es de cajón. Pero hay más que eso. Hay una radicalización de sus posiciones, cuya profundidad se observa comparando con cinco años atrás. Una muestra: en un lustro, el porcentaje de quienes piensan que reciben menos de lo que dan ha subido del 51% al 74% en el PP y del 66% al 76,8% en Vox. Este deslizamiento hacia posiciones más críticas se extiende por toda la encuesta, en un fenómeno se da mientras en la izquierda se detecta justo la tendencia contraria. Es decir, la brecha crece. La polarización llega al terreno fiscal.

¿Y qué hay de la visión sobre los fraudes? El CIS pregunta a los encuestados cómo ven hasta ocho trampas fiscales. El electorado de Vox es el que juzga todas ellas más “tolerables”, mientras el del PP es segundo al ver aceptables siete de ellas. Quienes admiten estas prácticas en la derecha siempre son minorías, pero no insignificantes. Además, van en aumento. Así lo muestra el crecimiento entre 2019 y 2024 del porcentaje de votantes que consideran “muy” o “bastante tolerable”:

– No cobrar el IVA como autónomo. En el PP, sube del 2,8% al 12,4%; en Vox, del 10,3% al 21,5% (9,8% en el total).

– Aplicarse deducciones indebidas. En el PP, sube del 2,8% al 12%; en Vox, del 11,3% al 19,4% (10,1% en el total).

– Ocultar ingresos en el IRPF. En el PP, sube del 2,4% al 9,5%; en Vox, del 9,2% al 21,5% (9,6% en el total).

– Eludir el impuesto de sociedades con una pequeña empresa. En el PP, sube del 2% al 11,4%; en Vox, del 4,1% al 24,3% (9,6% en el total).

Hay un patrón: fuertes subidas de la tolerancia ante el fraude que sitúan a los votantes del PP y Vox en la cima de la aceptación de las trampas. Sobre todo, a los seguidores de Abascal. Un dato de apariencia paradójica: el 9,1% de los votantes de Vox, el partido contra el estado del bienestar, ve “tolerable” recibir una prestación sin tener derecho, por ejemplo fingiendo una enfermedad. En ningún otro electorado este porcentaje pasa del 2%. Preguntados por las razones de quienes ocultan ingresos a Hacienda, los votantes de derechas son los que más responden que la principal es que los impuestos “son excesivos”: 26,2% en el PP, 44,4% en Vox, siendo en el conjunto de la población un 15,2%. ¿Engañar a Hacienda es engañar al resto de los ciudadanos? Un 15,7% de quienes votaron a Alberto Núñez Feijóo están en “más bien en desacuerdo”, y hasta un 35,7% entre los que lo hicieron por Santiago Abascal, por encima del 9,6% en el PSOE y el 7,4% en Sumar.

Otro factor relevante en la mentalidad anti-impuestos –aunque no tanto como la ideología– es la edad. Las tres cohortes entre 18 y 44 años son las únicas en las que más de un 20% cree que la principal razón del fraude son los impuestos “excesivos”. En cuanto a las irregularidades, los dos grupos que menos condenan cada una de las ocho trampas fiscales son el de 18-24 y el de 25-34. Casi el 24% de los jóvenes de hasta 24 cree que ser autónomo y no cobrar el IVA es “tolerable”, frente a un 9,8% del total. Es un caso entre muchos del mismo tenor. Estas visiones se complementan con un rasgo de las tres cohortes más jóvenes: no exhiben un especial anhelo de mayor inversión en servicios públicos. Un ejemplo sobre un tema candente lo ofrece el grupo entre 18 y 24 años, que es el que menos cree que se gasta “muy poco” en vivienda, a pesar de que el problema del acceso a techo se ceba con los jóvenes.

El CIS también muestra que el ideario anti-impuestos permea mucho mejor en los hombres, aunque –al igual que la edad– el sesso no determina tanto como la inclinación ultraderechista. Ellos se muestran más tolerantes que ellas ante siete de las ocho trampas fiscales, con la única excepción de recibir una prestación en fraude.

Aunque el electorado más anti-impuestos coincide con los puntos fuertes de Alvise –hombre, blanco, joven, ultraderechista–, Iago Moreno, sociólogo especializado en extrema derecha digital, se resiste a atribuir el énfasis de su mensaje contra el fisco a una esmerada estrategia para arrebatar votos al PP y a Vox. Más bien, analiza, Pérez es producto de una subcultura que “comparte un imaginario según el cual Hacienda es un entramado mafioso”, idea que el propio líder ultraderechista ha interiorizado y amplifica. “Hay cada vez más canales por los que circula contenido que apuntala esos mitos infundados”, añade Moreno, para quien la gravedad del fenómeno va mucho más allá de los apoyos que pueda granjear a Alvise. El líder de SALF no respondió a las preguntas de EL PAÍS.

Coincide Xavier Martínez-Celorrio, profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona (UB), que extiende la responsabilidad del deslizamiento ideológico a los partidos de Feijóo y Abascal, que también han cebado la idea de España como “infierno fiscal”. “PP y Vox pusieron la semilla, pero otros aún más radicales están recogiendo una cosecha de radicalismo y brutalismo”, afirma Martínez-Celorrio.
 
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